Capítulo viii.
Bienvenidos a su hogar.
El Sol se mantuvo en lo alto de las colinas, mostrando los bosques a su alrededor, acompañados de la cristalina aguas del mar. Todo el ambiente mostraba una paz inimaginable. El color azul del cielo, totalmente despejado, se alcanzaba a percibir las múltiples parvadas de aves volando en forma de V, a veces planeando hasta rozar las aguas con sus patas y volver con el grupo. Las colinas rocosas demasiado extensas y enormes mostraban el verde musgo de su vegetación, donde podía ser una aventura peligrosa poder escalar. Por la superficie de la tierra, amplios metros de bosques rodeaban toda la costa, donde sus árboles llegaban a medir más de tres metros cada uno junto hasta parecer totalmente llano. Era increíbles vistas. Y a la lejanía, entre todo el lugar de arboleda y sierra—mucho más al fondo—en algún lugar entre Escocia y Reino Unido, se encontraba un castillo.
Dicho castillo fue construido por un mago desconocido, pero fue encontrada por cuatro pioneros hace millones de años: Godric Griffyndor, Salazar Slytherin, Rowena Ravenclaw, y Helga Hufflepuff. El castillo terminó fundándose como Colegio Hogwarts de Magia y Hechizería. Ellos entrenaron personalmente a sus estudiantes. Al pasar del tiempo, Hogwarts creció mucho, ya que cada vez se registraban más alumnos. Con el paso de los años, se convirtió en la escuela de magia conocida en Gran Bretaña, que entrena a personas con habilidades mágicas para que se conviertan en magos y brujas cualificados. Es conocida como un internado de secundaria que aborda a niños de 11 a 17 años.
El castillo, aparte de ser gigante con mazmorras, planta baja, siete pisos, torres y torretas, la escuela está protegida por numerosos encantamientos y hechizos que hacen imposible de encontrar para los muggles. En su lugar, los muggles solo ven unas ruinas y señales de peligro. El castillo tiene terrenos extensos con céspedes inclinados, camas de flores y zonas vegetales, un lago, un largo y denso bosque llamado El Bosque Prohibido, un sinnúmero de invernaderos, entre otros edificios, y un gran Campo de Quidditch. Existe también una Lechucería, que hospeda a todas las lechuzas del colegio de los estudiantes. Los magos no pueden «aparecerse»—es decir, teletransportarse—en los terrenos de Hogwarts, a fin de que la escuela sea menos vulnerable. Una fortaleza esplendida para personas mágicas.
Y poco a poco se fue convirtiendo en un hogar. Un hogar para aquellos a que están destinados a ver más allá de lo simple, a ser dominantes. Y no, no a hacer "reyes", sino, saber como saber manejar y entender lo que se te fue dado. Un lugar, donde la mayoría, se vería protegido por líderes y su círculo— o consejo.
Cuatro rostros miraban desde las lejanías, en sus ojos mostrando el anhelo y afición, donde las memorias se hicieron paso entre sus pensamientos como múltiples ráfagas de imágenes. Delante de ellos estaba su hogar. Un lugar que los vio llegar, los cuatro reunidos como hermanos, de distintas edades pero no parecía importar porque se convirtieron en aprendices desde hace millones de años y cuando su tiempo terminaba, regresaban después de un tiempo, volviendo a convertir en los guardianes del castillo, vigilando, practicando, enseñando lo que sus maestros le habían ilustrado. Los cuatro no dijeron nada, sólo se acercaron, apareciéndose en medio del puente de roca que los dirigía hacia el patio principal.
Avanzando, sintieron un cosquilleo en su magia, una caricia en sus propios cuerpos, escuchando las risas de sus amigos en su mente de manera lejana mientras se detenían enfrente de la gran puerta de roble, indicando que el castillo estaba cerrado.
Edward, sonrió, viendo el sentimentalismo de sus hermanas. Estuviera mintiendo si no sentía las mismas emociones que ellas. Y con los ojos brillando en deseo, alzó su mano, posándola sobre la fría madera donde un tenue brillo de color amarillo marcaba el contorno de su palma. Ara fue la siguiente, donde el contorno de su palma brilló en rojo. El de Alex fue verde y Xico azul. Los cuatro sintieron el mismo cosquilleo en sus manos, extendiéndose por todo su brazo, donde el mismo surco de luz se desplazaba envolviendo el brazo en delgados listones de magia de su color. Poco a poco el castillo comenzó a temblar mostrándose alegre ante su llegada. Y justo en medio de la puerta, como una explosión de colores, se mostró el logo del colegio.
— Estamos en casa —Dijo Edward sin dejar de sonreír con un brillo malicioso en su mirada, y con un leve empuje, se abrieron las puertas dando paso al pasillo principal.— Que el espectáculo comience —
HW*****HW
Hogwarts se imponía de manera potente ante los recién llegados, que acaban de bajar del pequeño paseo en botes desde una entrada demasiado alejada del pasillo principal, dicha puerta fue abierta por una maestra completamente severa, con cabello recogido en una cebolla alta y túnicas verdes. La maestra McGonagall veía a los primer año, todos expectantes ante lo que las miradas inocentes y dulces verían como un nuevo mundo—aparte del Callejón Diagon—. Ella admitía que jamás se cansaría de esas miradas llenas de deseo y terror a su vez, sabiendo que, después de su discurso, iban a tener que "probarse" casa colocarse en una casa.
Aún con la mirada impacible, los guió por los pasillos, subiendo entre las escaleras de piedra y llegando a un vestíbulo, haciéndolos esperar sabiendo que todo esta completamente listo, sólo faltaría la llamada para que entrarán. Y aunque no tuvieron que esperar demasiado, el miedo y el asombro era visible al ver los fantasmas que repetían una vez más sus discursos a los nuevos alumnos esperándolos en sus respectivas casas. Los gritos de los pequeños fue lo más gracioso para los espectros, pero amaban ver nuevos rostros.
La maestra regresó, permitiéndose guiar una vez más a los alumnos, que comenzaban a pasar por la puerta gigante directo a un gran comedor donde era divido entre cuatro mesas completamente de alumnos que no les apartaba la vista y una principal al fondo de ella, donde los maestros los veían llegar. Las puertas fueron cerradas por detrás, como si un viento invisible las hubiera empujado, pero sólo era cuestión de tiempo que la misma magia del castillo comenzará a danzar, preparándose para ser recibido.
El comedor era demasiado gigante, por encima de las mesas había un sin fin de velas flotando totalmente encendidas dando una luz totalmente calida al lugar, al igual que cuatro estandartes de los colores y el símbolo de las casas respectivas por encima de las cabezas de los alumnos. El techo, donde se podía observar un cielo estrellado con ligeras nubes y una espléndida de la luna completamente blanca, dando un ambiente mayor placentero. Los múltiples ojos de todos, miraban y señabalabn "discretamente", disfrutando y recordando como había sido para ellos ese primer encuentro con el Gran Comedor. Totalmente asombroso, todo dicho gracias a los rostros resplandecientes y bocas abiertas de los más pequeños.
Unos ojos esmeralda, azules zafiro, color chocolate y plata liquida miraban atentos, sin esperar que todo cambiaría para ellos después de la ceremonia.
La directora adjunta del colegio sacó un pergamino enrollado de un lado del viejo y remendado sombrero, abriéndolo, empezando la selección. Y con la canción del sombrero vivaz, todo el salón aplaudió, dando paso a los nombrados a sentarse en el taburete y colocarse el sombrero seleccionador. Por todo el lugar se escucharon los múltiples tarareos del sombrero seguido de los potentes gritos 'Gryffindor', 'Hufflepuff', 'Slytherin' y 'Ravenclaw', secundados de los múltiples aplausos de las respectivas casas, dando la bienvenida a sus nuevos miembros de casa. Los alumnos poco a poco fueron perdiendo el miedo, sabiendo que serían aceptado, bienvenidos por la gran mayoría de ellos, dándose cuenta del magnifico lugar en el que terminaban quedando por siete años de su vida.
Poco a poco fueron comenzando a avanzar, perdiéndose la cantidad de gente que antes había en la mitad del salón, hasta finalizar con uno solo terminando en Ravenclaw. Y cuando nadie quedaba, la profesora enrolló el mismo pergamino, y queriendo tomar el sombrero, se vio en la necesidad de devolverlo a su estante en la oficina del director. Pero fue rechazada por este ser tan misterioso, tarareando de manera alegre, moviéndose libremente aún sobre el taburete.
Hace cientos de años, este viejo y solitario castillo
fue mirado en su apogeo de gloria,
levantándose entre muros y gotas en sangre,
recibido por la amistad de cuatro chicos
que llegaron a conocer lo que mucho se ha perdido.
Los años pasaron, haciendo mella en ellos,
jamás esperando lo peor,
quedando expuestos ante el desbarajuste provocado,
perdiéndose entre estos.
Hubo secretos, y como cualquier humano, debilidad misma
pero la alegría fue regresada gracias al mismo milagro
de nuestra señora magia.
No lo pensaron,
ellos únicamente los acogieron,
los pequeños capullos mostraron una paz en ellos.
Cada quien dio poco de uno mismo,
convirtiéndolos en lo que son ahora.
Convivieron, se enamoraron, hubo algo que
jamás se hubiera esperado.
Una familia.
Mejores amigos se hicieron los ocho,
y los herederos los convirtieron
en los padrinos honorarios del castillo,
nombrándolos guardianes.
Pero la batalla llegó antes de lo previsto,
expuestos quedaron, acabando con ellos.
Las cosas cambiaron, muchos se perdieron.
Ellos se habían marchado.
Los guardianes se culparon, era su culpa.
Los fundadores pelearon, gritando en rabia.
Los pequeños herederos fueron encontrados marchitos.
Y hasta día de hoy, a ninguno jamás se le ha vuelto a ver,
yéndose por su propio sendero de pena.
Pero las cosas cambiarán, escuchen con atención,
al fin se pudieron encontrar.
¡Ellos están entre nosotros! ¡Como sus ancestros son!
Los guardianes los protegerán, pero confiar deberá,
ya sabrán quienes son los dignos del don.
Hogwarts está contenta, bailando entre nosotros está,
recibiéndolos como un muy buen viejo amigo,
sabiendo que los herederos llegarán pronto a tomarnos,
acompañados ellos estarán, los guardianes pelearan por ellos,
remediando su error.
Nos volverán a traer la gloria, la paz y la alegría
el mal vestido de túnicas blancas y negras caerá,
ellos reinarán en el castillo,
trayendo la sabiduría perdida con el tiempo mismo.
Todo el gran salón estalló en susurros una vez que el sombrero dejó de recitar sus palabras. No era una canción como hace cada año, esta era un relato, una historia que nadie más sabía, sólo la misma magia del castillo y los objetos y fantasmas. Que al escuchar las palabras recitados, sonrieron tenuemente, sin ser descubierto por completo.
Todo quedó congelado una vez que las puertas del Gran Salón se abrieron abruptamente, sobresaltando a cada uno de los estudiantes. Los Gryffindor y Hufflepuff fueron los más obvios, los Ravenclaw no tanto y los Slytherin, aunque sí se asustaron algunos, no lo demostraron. Por otra parte, los maestros levantaron cada uno su varita, apuntando hacia la gran puerta, donde se revelaba la mayor curiosidad del día.
Enfrente de todos, cuatro chicos, totalmente diferentes, de estaturas demasiado varias y complexiones mixtas, caracterizándose por las ropas muggles que traían. Se mantenían completamente erguidos, firmes, como si fueran sangre pura aunque sus atuendos decían lo contrario. Sus expresiones eran variadas, la castaña más pequeña de los cuatro sonreía alegremente, sus ojos se achinaban ligeramente y sus mejillas se enrojecían. El segundo mayor, aquella chica pelinegra, se mantenía casualmente sería, su rostro completamente relajado, con una mirada soñadora y curiosa. La rubia, la siguiente más alta, su rostro era de suficiencia, sus sonrisa ladeada y sus ojos en un brillo malicioso. El mayor, peli azul, su rostro serio y cejas fruncidas pero la sonrisa maliciosa no salió a de aquella perfecta piel.
Los profesores, aún sin bajar la guardia, siguieron apuntando, intentando adivinar qué rayos pasaba. El director miró a cada uno de aquellos muchachos, mirándolos a los ojos, viéndose frustrado por la magia que no le alertó ante los intrusos. Pero unos ojos verdes centelleantes de furia los fulminaba con su mirada. Un fuerte gruñido los sacó de sus pensamientos, volviendo a enfocar su vista en la pequeña de todos.
— No puedo creer que no haya avisado, Dumbledore, es de muy mala educación no poder ser presentando cordialmente —Su voz sonaba dulce, totalmente inocente, pero el arrastre en ellas y su mirada era de temer.
— Mi, mi, pequeña Ara —Sonrió la rubia, moviendo su propia mano como si le quitara importancia al asunto— No seas tan dramática, a la vieja focha se le podría olvidar unos cuantos... asuntitos de más, ¿no crees? —
La mayoría de los presentes jadearon de sorpresa ante las palabras de la chica, al oír las palabras "vieja focha" salir de sus labios, aún con esa sonrisa de sus labios.
— ¡Pero, Ale! ¡Lo vimos esta mañana! —La pequeña se cruzó de brazos, mostrando un puchero en su rostro mostrándola más adorable de lo que es, y mucho más cómico para sus amigos.
— Bueno, estamos hablando del viejo-come-caramelos aquí presente, que ni la palabra ha tomado para su disgusto y consternación —Comentó la pelinegra.
— Y por si fuera poco, totalmente irrespetuoso, ¿no creen, chicas? —Preguntó el peli azul, ganándose unas miradas dudosas de la mayoría de ellos y asentimientos por parte de sus hermanas— Es de mala educación usar legeramcia en menores de edad y en alumnos, director —Dijo esto ultimo remarcando sus propias palabras, asombrando a los que sabían del tema.
— Aunque no me sorprende, es un viejo chismoso —Respondió La rubia, ganándose asentimientos de su amiga pelinegra. Aun entre ellos cuatro seguían sonriéndose.
La pequeña castaña, menor de todos, nunca apartó su sonrisa juguetona. Su mirada comenzó a inspeccionar todo el lugar, pasando por la primera mesa de la izquierda: Slytherin. Sus ojos se posaron en la el grupo principal de aquella mesa, sentados justo en medio de todos. Luego volteó con los Hufflepuff pero no había nadie, frunciendo su ceño y yéndose a Ravenclaw, ganando una sonrisa totalmente autentica de cierta rubia. Los ojos color verdes musgo brillaron. Siguió su camino hasta Gryffindor, topándose con el grupo en especifico cerca del final de la mesa. Volviendo su mirada a la mesa principal, de maestros, suspiró dramáticamente y dejó caer su cabeza meneandola un poco en señal de negación, al parecer mostrándose inconforme.
— Entonces, ¿cuando comenzamos a organizarnos? —Cuestionó el peli azul de ojos ámbar.
— Pero... ¡Ustedes no están en la lista! —Protestó la profesora McGonagall.
— Y no son de Hogwarts, así que les pediría amablemente que se retiraran —La señora de conjuntos rosas chillones mostró una sonrisa para nada amigable, totalmente rígida y falsa.
— Oh... Si es por eso, ¡no hay problema! —Respondió la oji-plata.
La profesora McGonagall no entendía nada, primero el aviso en las palabras del sombrerero y luego cuatro chicos no admitidos entran a las instalaciones, nombrando de manera grosera al director y ahora exigían organizarlos en una casa. ¡Totalmente grosero! Pero todo pensamiento se fue de su mente, percatándose del brillo dorado que comenzaba a envolver el pergamino, y una vez desaparecido, lo abrió, jadeando de asombro.
Edward Pierce Hufflepuff
Ariadna Pierce Gryffindor
Alexis Pierce Slytherin
Ayla Pierce Ravenclaw
Pero como aparecieron, desaparecieron, quedando más asombrada a la maestra, viendo únicamente el primer apellido de los chicos ¿herederos? Por un momento, su mirada se posó en los azules del Director, intentando saber qué hacer, pero no recibió respuesta. Y siguiendo el protocolo, prosiguió.
— ¡Edward Pierce! —
Todo el mundo quedó callado. Pierce. Ese nombre, a pesar de no ser escuchado hace siglos, seguía siendo conocido y respetado por los mestizos y sangre puras. Los nacidos muggles no tenían idea que pasaba.
Edward, sonriendo, comenzó a avanzar, pasando por el extenso pasillo sintiendo las miradas en su persona pero sin inmutarse por completo, manteniendo su valentía en alto y firme. Llegando al taburete, se sentó, sintiendo como le colocaban el sombrero sobre su cabeza.
— ¡Ah! Te vuelvo a ver pequeño Eddy, o debería ser Teddy —Este pudo escuchar la risa del sombrero en su cabeza, sacudiendo la propia suya de manera jocoso.
[Es bueno volver a verte viejo amigo]
— Veo que has traído a toda tu camada, bien, bien, y vienen a remediar sus errores —
[¡Tsk! Tan sabio como siempre] Volvió a escuchar la risa de su amigo.
— Sabes que no tengo que colocarte, tú mismo elegiste tu posición, no te preocupes nadie sabe nada —Y asintiendo mentalmente, se escuchó: ¡HUFFLEPUFF!
La mesa respectiva de amarillo y negro aplaudió.
— ¡Ariadna Pierce! —La castaña dejó escapar una risilla suave, avanzando de manera tranquila, pasando sus manos por su cuello, suspirando de alegría, hasta sentarse en el taburete.
— Eres una chica demasiado alegre, tímida y rara, pero sigues siendo tú misma —
[Sabes que eso no me afecta, mientras ellos estén conmigo]
— Si Salazar to oyera en este instante...—Dijo divertidamente— Pero para eso estaba Godric, verdad Ara-Arita —
[Ya nos conoces, Alistar]
— Siempre tendrás un corazón leal y ambición en tus venas, pero tu camino ya esta elegido —Esperó unos segundos: ¡GRYFFINDOR!
La mesa de dorado y rojo aplaudió.
— ¡Alexis Pierce! —La rubía se movió de manera engreída, mostrando una mirada penetrante, seria, decidida. Daba miedo cuando quería.
— Todo una dramática, pero astuta y ambiciosa, no sé ni para que me lo pienso Alex —
[Sabes que amo ser el centro de atención y divertirme siempre]
— ¡SLYTHERIN! —
La verde y de plata aplaudió recibiendo a su nuevo integrante.
— ¡Ayla Pierce! —Y por ultimo, pero más tímida, se movió normal hasta el taburete.
— Siempre el mismo consejo pequeña Ayla —
[Lo sé, Alistar, pero...]
— No temas, siempre estaremos aquí, lo sabes. Sólo disfruta ¡RAVENCLAW! —
La mesa respectiva de azul y bronce aplaudió.
Una vez todos ordenados, el silencio se instaló en todo el comedor, pero fue salvado por el director que se levantó para dar los anuncios de bienvenida y comenzar el banquete. Los cuatro chicos, "totalmente ajenos a las miradas", divertidos y hambrientos, miraban el su propio escenario. Podían no mirar las miradas indiscretas y susurros de los demás, sabiendo que preguntarían por ellos, intentando acercarse, pero lo que menos querían era socializar, sólo terminar lo que habían empezado. Y tal vez jugar un rato con dos chicos totalmente opuestos.
≫ ──── ≪•◦ ★ ◦•≫ ──── ≪
— 0 —
Bien, ¡como lo prometí, aquí está su capitulo! Lo siento si tardé y es mucho más corto, pero enserio tengo sólo los fines de semana para escribir, y a veces ni se puede por el exceso de tarea y proyectos. No quiero ni imaginarme en mi ultimo semestre.
El caso es que, al principio dije que no pondría a Umbridge, al final cambié de opinión y la terminaré poniendo pero Sirius NO MORIRÁ. Antes suspendo una materia que eso suceda. Y adelantaté un suceso, Draco, Pansy y Blaise ya tomaron la marca tenebrosa por miedo y obligación, no por gusto.
Las cosas cambiarán, puede que algunas sean muy rápidas otras muy lentas, pero lo siento mucho, porque quiero hacer muchos más proyecto pero es mucho para mi. Y mi mejor amiga ya me regañó por eso jajafuck.
Me gustaría enserio saber su opinión de mis próximos proyectos, cuando termine este o el otro, o tal vez antes (idk) Si quieren saber de ellos dejen sus comentarios y pondré una nota luego sobre ellos para darles detalles.
Quiero ver sus comentarios, en serio que me animaría mucho, porque veo que les gusta demasiado esta rara historia que salió de improvisto. Y quiero ver si habría apoyo en otras. Por favor dejen sus comentarios y den estrellita.
¡Hasta la próxima!
— 0 —
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top