Mutua
Mutua estaba muy cansada después del viaje, solo había dormido unas horas, salió de su habitación y afuera de ella se encontró a Cantar tocando un flautín sutilmente. Este la saludó muy formal y exageradamente amable, la guió hacia el lugar donde estaba Kathagal.
El joven Cantar siempre la hacía sentir incómoda, Mutua conocía a pocos hombres, uno grotesco como su padre Griff, uno oscuro y misterioso como Lancel que parecía incapaz de ser educado y un mago gordo llamado Garfald que no se tomaba nada en serio. Cantar no era como ninguno de ellos.
De seguro el joven senod pasó por cientos de cosas y aún parecía tener una personalidad calma y pacífica. La ciudad de las rebeldes no era muy diferente a los clanes, solo que en vez de un hombre tener el poder, eran varias mujeres teniéndolo. Aún así él parecía ser feliz a pesar de que fuese un esclavo. Mutua pensó que en su clan ella también era como una esclava y a veces era feliz al menos cuando estaba con Lobra.
Cantar se quedó afuera y Mutua entró y siguió el camino que le había indicado el senod, pasó por un pasillo largo donde escuchó la voz de Kathagal que venía de una oficina casi al final, ella estaba casi como ensayando un discurso cuando la vio se detuvo.
—Espera afuera por favor —sonrió entrecerrando los ojos y Mutua se regresó a una silla que estaba cerca de la puerta, dentro a penas había visto la silueta de dos mujeres más.
Mutua practicó a controlar su antimagia fuera de la oficina. En un bolso de cuero llevaba su grimorio escondido.
En el gran salón donde estaba, esperaba que llegasen todos los representantes de las razas que su mentora había llamado.
Se entretuvo con una roca rectangular que tenía un hechizo sencillo pero potente. Kathagal le explicó que esa roca llevaba una Runa escrita por una guardiana esto la hacía levitar en el aire por Magia con energía gravitatoria.
Cuando Mutua estaba cerca de la roca esta dejaba de levitar ya que anulaba su magia, practicó concentrándose para dejar de hacerlo hasta que logró que la roca continuara levitando incluso al tenerla en tenerla en frente.
Llegaron varias mujeres con vestimentas formales, saludaron y esperaron en un salón grande con una mesa con varios asientos después de escuchar murmullos por una hora Kathagal salió de su oficina detrás la siguió lo que para Mutua parecía una elfo, pero con una piel de un tono como el de ella y de cabello rosado estaba vestida de traje verde y llevaba un dije de cuatro tréboles guindando en el cuello. Detrás de ella salió una ogra de dos metros y medio, su piel era violeta grisácea y su cabello rojizo.
—Justamente se tuvo que desaparecer Neleste cuando más la necesitábamos, se supone que ella siempre se encarga de esta parte que incluye tratar con las personas —murmuró Kathagal.
«Justo tuve que venir a la ciudad de las rebeldes cuando se avecinaba una guerra », pensó Mutua y estuvo a punto de decirlo, pero su comentario casi ni tendría lugar ni importancia.
—¿Cómo se supone que permitieron que pasara esto? —reclamó Kathagal alzando la voz de manera repentina, no le importó que la gente en el salón la escuchara —. Olvídalo ya eso lo hablamos, te juro que cuando Neleste aparezca tendrá que darme una buena justificación. Tú deberías buscarte una nueva mentora.
La elfo de cabello rosado asintió con una mirada de odio, lucía menos perfecta que el resto de las elfos que había visto Mutua, después de un momento comprendió que era una hibrida.
—Y tú Mouse —dijo Kathagal señalando a la ogra quien pareció asustarse —. No cometas una estupidez como cuando nalgueaste a la diosa esa, jiji.
—Bellis tú le contaste —La ogra se tocó el pecho como fingiendo dolor por la pequeña traición. La elfa negó con la cabeza y Kathagal volvió a reír.
—Ya no podemos retrasar eso más —respiró profundo Kathagal y esta vez no rió —. Vamos a la reunión del consejo, nos estás esperando. Por cierto Mutua, quita esa cara de tragedia.
—Disculpa —murmuró Mutua y tragó saliva. Siguió a todas a la mesa y se sentó junto a ellas.
Era una alargada mesa donde había en su mayoría mujeres y algunos pocos hombres de todas las razas en la ciudad de la rebelde.
La espera para que Kathagal empezara a hablar pareció eterna.
—Es mejor que empieces a decir algo, recuerda que estamos en medio de una guerra —dijo una mujer bastante mayor, tenía cara de reptil y una lengua de serpiente, era de la raza Pico al lado de ella había otra mujer con cuello alargado de tortuga que le susurraba cosas.
—Por ahora tenemos tiempo, la guardiana Lyana hija de Amatius logró hacer un hechizo para retener a las bestias en la costas —soltó una pálida mujer que era del país Latem.
—¿La enana que es una maga? —preguntó una mujer cuyo cuerpo parecía estar hecho de una gema brillante de color verde —. Lo siento pero yo no confío en ella —cerró los ojos y volteó a otro lado.
—Las gemas y sus cosas —La enana rió extravagante parecía estar ebria, era regordete y con cachetes rosados y ojos saltones, su cabello era rustico y rubio le llegaba la cintura.
—Silencio por favor —dijo Kathagal y todos la miraron —. Esto es un asunto serio y tenemos que tratar varios asuntos, los mayores problemas que tenemos son las dos inminentes invasiones por dos frentes.
—También está el misterio de los seres oscuros que se han visto en los bosques, parecen ser homúnculos —resaltó una elfo a quien la acompañaban otras cinco de ellas igual de perfectas, tenían todas el cabello amarillo y ojos azulados, su piel era ligeramente rosada e iban con vestidos más formales que los del resto del lugar.
Bellis la chica de cabello rosado que estaba al lado de Kathagal quiso decir algo pero no lo hizo y en su lugar calló.
—Las minas han sido invadidas y también tomaron el bosque de arboles antiguos, han asesinado a la mayoría de las habitantes de esas aldeas y las que han sobrevivido están capturadas. Gran parte de su ejército entró también por esa zona y es una amenaza constante que tenemos presente, tenemos una gran parte de las guerreras del reino resguardando esas zonas sobre todo el puente que lleva a la cúpula de la reina —dijo Kathagal.
—¿Entonces esas zonas están custodiadas para evitar que nos invadan también por allí? —preguntó la que parecía la más normal del grupo por su aspecto de piel morena Mutua dedujo que era una senod.
—No sería mejor atacarlos de una vez y deshacernos de esa amenaza —La elfo no le dio tiempo a Kathagal de responder la pregunta.
—No podemos entrar en el bosque y enfrentarlos tan fácilmente, nuestras generales sospechan que ellos quieren deshacerse de una parte de nuestras fuerzas y por eso es mejor mantener una actitud defensiva contra esa parte —continuó Kathagal —. Nuestras fuerzas de ataques se centrarán en deshacernos del ejercito que llegó por las costas, no tenemos que tomarnos esto a la ligera, después de todos nos enfrentamos a una diosa, una que tiene varios años y además puede controlar a toda la vida animal.
—¿Por qué la reina no invocó una reunión en su castillo para hacer un tratado con la diosa? —preguntó una Ani que pareció incómoda en cuanto mencionaron el nombre.
—¿Eres estúpida o qué, a caso crees que tu diosa está interesada en solo una alianza con las rebeldes? —se burló la Latem que habló antes —. Los dioses solo hacen negocios para su propio beneficio, aceptar una alianza con ella solo prolongaría nuestra vida mientras ella logra sus objetivos.
—Exactamente —asintió Kathagal y respiró profundo —, a la reina ya se le hizo esa propuesta, pero no la aceptó porque la diosa quería que la ayudáramos a conquistarlo todo. El punto es que ya estamos en esta situación.
—Situación lo llama la maga más poderosa de nuestra ciudad —carcajeó la enana y golpeaba la mesa.
—¿Cómo haremos para defendernos de los animales mágicos? —preguntó la gema verde —. Creo que ese es nuestro mayor inconveniente, no creo que ni las Ani puedan domarlos. —Enseguida Mutua notó la tensión que se formó en la mesa.
—Yo pienso que deberíamos enviar todo el ejército directamente a los bosques y acabar con ellos enseguida, las magas pueden retener a las bestias en las costas —sugirió la mujer de Pico.
—Eso es absurdo.
—Los seres de pico piensa que todo es ganar a lo bruto.
—Por eso es que se extinguió su raza
—Aquí seguimos, no nos hemos distinguido.
Kathagal agitó sus manos e hizo unas extrañas señas con sus dedos y puso dos dedos en su boca en forma de v.
—¡Silencio! —su voz retumbó tan fuerte que a excepción de Mutua y algunos que estaban cerca de ellas se llevaron las manos a los oídos.
—Maga a mí no me estés hechizando —soltó la gema indignada pero Kathagal la miró fijo con sus ojos amarillos y calló.
—Ya existe un plan y es el que les plantearé, Bellis por favor trae los pergaminos.
Después de que Kathagal empezó a hablar todos guardaron un gran silencio, la explicación fue un tanto extensa pero al final se llegó a una conclusión.
Mutua entendió que el plan principal era deshacerse de la isla de las criaturas, ya que esto haría que los recursos, suministros y resguardo fueran bastante afectados lo que permitiría al ejército poder avanzar contra toda la armada de las bestias e incluso era posible que se rindieran ya que ellos eran muchos menos que ellas.
Kathagal explicó que podría realizar un hechizo con la ayuda de diez naturales capaz de trasladar bastante lejos la isla, pero necesitaría un buen equipo para ella llegar a una zona cercana ya que aunque podía trasladar a otros, no podía hacerlo consigo misma.
También se formarían varias armadas, para enfrentar al ejército;
Las mujeres con dones de guerra de Senod se encargarían junto con las elfas y las enanas como la fuerza militar principal, Mutua consideraba esta, la línea suicida ya que estarían al frente en el campo de batalla.
Las Latem se encargarían de perfeccionar, posicionar y equipar al ejército de armas y maquinarias, catapultas, ballestas, escudos y trampas.
Las mujeres de Pico con aspecto de reptil junto a las hard formarían tropas de elite ya que por su resistencia y fuerza serían un gran soporte contra las bestias.
Las naturales tendrían como principal tarea la de evitar el incendio de la ciudad mediante el uso de la magia natural. Además de apoyar a Kathagal con el hechizo.
Las Anis tendrían la misión de apaciguar a las bestias a su vez liderar los golems y animales hechos de rocas.
A toda la caballería se les otorgaría caballos de rocas se encargarían principalmente de proteger el castillo.
Las hadas y gnómidas, cuyo número era más pequeño se encargarían del espionaje, sabotaje, elaboración de túneles para elaborar emboscadas.
Por último las troles eran la barrera principal de la cúpula de la reina.
En cuanto a las minas, Kathagal tomó la decisión de que se mantuviera una defensa firme con la fuerza militar principal en el puente.
Ninguna de las del consejo se opuso al plan final ni tampoco a las estrategias pues parecían la más acertada.
Luego de unas horas, Kathagal regresó a su oficina y Mutua la siguió.
—Tú vendrás conmigo —dijo Kathagal.
—Pero, yo no podré ayudarte, ni siquiera se usar la espada y de seguro anularé tu magia —se defendió Mutua.
—Más te vale entonces que ya aprendas a controlar la antimagia, porque la necesitaremos.
No tardaron mucho en llegar Bellis y Mouse.
—Ustedes dos también serán parte de mi equipo —señaló la maga —. Me gustaría que Neleste fuese parte pero no sabemos dónde demonio se metió, así que tendremos que recurrir a otras. Ya que la mayoría de guardianas están con sus propios problemas.
—Yo creo que Lancel, Klauss y Roeo serían buenas opciones para que nos ayuden —Mutua habló tan rápido que llamó la atención de las tres en la habitación.
—¿Lancel? —preguntó Bellis como sí le sonara de algo.
—jiji, esos dos son simples mercenarios —Kathagal parecía burlarse de su pupila —. Roeo de seguro es tan hábil como Neleste, pero ella tiene una responsabilidad con el bosque, así que no es una opción.
—Bellis, ve con Mutua, Mouse me ayudarás con unos preparativos, necesito que busques a estas dos personas —Kathagal le entregó dos pergaminos a la elfo.
Mutua siguió a Bellis, era pasado el medio día y ninguna de las dos había comido.
—¿Quiero comer un asado carbón o algo así? —preguntó Bellis —. Yo me estoy muriendo de hambre, no los llevamos en una bolsa y no los comemos en camino.
—¿Los elfos comen eso? —preguntó Mutua echando su cabeza hacia atrás y rascándose la cabeza.
—Pues, tradicionalmente no soy una elfa nada más —explicó ella —. Pero cierto que tu eres una natural y que acabas de llega, de seguro solo comes manzanas y peras.
—Supongo que ya no soy una natural tradicional, puedo intentar comer asado carbón. ¿Qué es?
—Es una comida que hacen las enanas, guardan la carne, el cerdo y el pollo en un recipiente bañado en un fuerte vino rojo y lo dejan bien envuelto y luego lo arrojan al carbón ardiendo —la elfo se sostuvo su cabello rosado corto con las dos manos y fingió estar babeando —. De lo más rico en esta ciudad, no como el pan elfico, que es insípido.
—Bueno yo he comido ancas de rana y Kathagal me ha dado muchas frutas.
—Oye bien por ti, supongo.
—¿Qué dice el pergamino a quién buscamos? —preguntó Mutua y dio unos brincos al lado de la elfa —. Es alguien…
—¿Quién es Lancel? —interrumpió Bellis, la pregunta tomó por sorpresa a Mutua.
—Él fue quien me trajo, junto a Klauss el enano.
—Los dos nombres me suenan de algo —Bellis se detuvo a mitad de la calle y miró al techo —. Sé quién es Klauss y Lancel, escuché ese nombre.
—¿Los conoces?
—Klauss es un enano que saca y mete personas en esta ciudad, incluso a quienes no debe, cualquier persona con contactos en la calle sabe de él.
—La reina no parecía conocerlo y tampoco Kathagal —soltó Mutua.
—Ellas nunca han estado en las calles, aquí se aprende mucho.
—¿Y Lancel? ¿De dónde te suena? —insistió Mutua.
—¿Sabes dónde está él?
—Quizás —Mutua sospechaba que la elfa quería decirle algo, pero no terminaba de hacerlo.
Las dos se sentaron en un local, esperaron calladas y comieron del asado carbón, A Mutua se le hizo la boca agua después del primer mordisco, el sabor agridulce era algo nuevo para ella además que sentía también un sutil sabor amargo y salado que asociaba al mismo carbón. Una vez terminaron de comer se levantaron y siguieron su camino.
—Neleste, escuché ese nombre de mi mentora, ella me dijo que sí le pasaba algo, Lancel de la armadura oscura sería el responsable —dijo Bellis —. Tengo más de cuarenta noches que no la veo.
—No veo a Lancel desde hace más tiempo, pero no creo que él le haya hecho daño a esa tal Neleste —dijo y evitó la mirada de la elfo que parecía leerla —. Tuvo un pasado bastante turbio pero creo que ha cambiado desde entonces. Incluso la reina le dio una oportunidad. Kathagal debe saber donde están.
—¿Confías en la reina Parta, la conoces?
—Digamos que solo la he visto —respondió Mutua, ya que realmente no sentía que la conocía.
—Neleste sospecha que ella es responsable de las criaturas oscuras por eso buscó a tu amigo Lancel, para investigar en los bosques.
—¿Por qué me lo dices a mí? Soy discípula de Kathagal —Mutua la miró con extrañeza.
—Quería que me dijeras lo que tú sabías, Además se nota que te importan esos dos.
Bellis se detuvo en una puerta y la tocó.
Se escucharon varias cosas moviéndose dentro.
—¡Dile a Kathagal que yo no participaré en estar guerra que más bien pienso irme de esta ciudad ahora mismo! —gritó una voz jovial desde dentro.
Bellis sostuvo su collar de cuatro tréboles y volvió a tocar.
—Es mejor que te alejes de la puerta —dijo y Mutua asintió y se alejó.
—¡Dije que fuera! —Un golpe de agua abrió la puerta destrozando la cerradura.
—¿Una natural?
—Algo así, se llama Terwin y tiene una pésima actitud y odia a las naturales así que ten cuidado.
La natural salió, iba desnuda cosa que a Mutua no le extrañó mucho pero Bellis se sonrojó y se tapó la cara.
Lo que más le sorprendió a Mutua fue que el cabello rojo de la Natural le llegaba hasta los pies y su cuerpo lucía más atlético y fornido que el de cualquiera de sus hermanas.
—¿Quién es esta buenota? —la fornida mujer miró a Mutua de arriba abajo.
—Es la pupila de Kathagal —explicó Bellis y casi enseguida Terwin susurró algo que Mutua no pudo escuchar hizo una esfera de hielo del agua que estaba en las calles y se la lanzó como una pelota a la cara de Mutua.
Mutua no tuvo tiempo de reaccionar y recibió todo el impacto en la cara, aunque la esfera de hielo se hizo solo agua.
—¡Qué demonios! —masculló Terwin.
—¿Qué te pasa estás loca? —preguntó Mutua y se le acercó pero cuando observó que la natural era imponente no se atrevió a acercarse más —. ¿Por qué haces eso?
—¿Esta es una natural? No, no puede ser. De pelo negro. No sentí cuando deshizo el agua.
—Soy una rebelde ahora —dijo Mutua —. Estúpida.
—Me gusta su actitud.
—Vamos Terwin mejor vístete, sabes que no te puedes negar a Kathagal.
—Púdrete Bellis —dijo mientras se daba la vuelta y entraba a su casa.
—Ves que al final no tienes opción —Bellis hizo una mueca de indiferencia.
—Es probable que me termine cogiendo a una de ustedes dos sí algo sale mal —rió y cerró la puerta, Mutua no pudo evitar tragar profundo.
—¿Bromea? —preguntó.
—No creo —respondió Bellis.
Terwin se vistió y no lucía femenina, iba de un azul oscuro con un traje que tenía varios bolsillos y parecía el mismo que ella había visto llevar a algunas Latem. Se hizo dos trenzas que combinó en una por detrás, aún así su cabello se veía largo. Cuando se dio cuenta que Mutua la miraba le guiñó el ojo y luego alzó las cejas.
Para llegar al otro destino las tres tomaron un carruaje empujado por caballos de rocas. En el camino Mutua quiso preguntar sobre si alguna de las dos sabía sobre su mentora Lobra pero la natural Terwin tenía una cara que te decía que no le hablaras.
—Llegamos —dijo Bellis y bajó del carruaje.
—¿Un gnomo? —rió Terwin al ver la pequeña casita en la que se detuvieron.
—Una gnomida, porque es mujer —corrigió Bellis.
—¿Son poderosas o débiles?
—Preciosa, lo que son es aburridas y payasas —Terwin le puso la mano en el hombro a Mutua, pero ella se lo sacudió. Bellis tocó la puerta de la pequeña casa.
La puerta la abrió una gnomida que a Mutua le pareció tierna, medía unos noventa centímetros y llevaba una pequeña ballesta en las manos.
—Hola señorita Bellis dijo la pequeña mujer, pasa… las estaba esperando.
—Yo me quedaré aquí —dijo Terwin.
—¿No estarás pensando en escaparte? —preguntó Bellis, Terwin lucía intimidante pero no para Bellis quien sonreía confiada.
—¿Quién es esta jovencita? —preguntó la pequeña mujer, llevaba un lente en el ojo derecho que hizo que su ojo luciera grande.
—Es Mutua, pupila de nada más y nada menos Kathagal —Bellis hizo un preámbulo dramático como si aquello significara mucho.
—No sabía que Kathagal estaba dispuesta a tener una pupila.
—Ni yo.
—Mucho gusto —dijo Mutua y extendió la mano.
—Jovencita, eres una extraña Natural de pelo negro ¿Qué tipo de magia natural tienes tú? —Mutua sospechó que la pequeña tenía más edad de la que aparentaba.
—Muy buena pregunta, aunque hacerla suele ser de mala educación —soltó Bellis.
Mutua pensó por unos instantes sin decir nada, pero recordó que nunca le prohibieron decir algo.
—No tengo magia.
—Eso parece, pero es algo más que eso, mi lente mágico no funciona cuando intento analizarte.
—Ahora que lo dices —dijo Bellis con cara pensativa mientras buscaba sentarse en alguna de las pequeñas sillas pero como no parecía caber en ninguna terminó sentándose en la mesa principal —. Cuando la veo es como sí no pudiese leer nada en ella, como si fuera más común que cualquier granjero.
—Vaya —la gnomida pareció entenderlo —. Parece que tienes una repelente de magia contigo. Es rara, pero he conocido algunas —la mujercita dio tres brincos.
—¿Usted quién es? —preguntó Mutua tratando de romper el silencio incómodo y la mirada de las dos.
—Soy Cumbina hija de Najin pero me puedes decir Cumbi —la mujercita miró a Bellis expresiva —. Vámonos —mientras dijo esas palabras recogió un pequeño bolso y un bastón unos centímetros más alto que ella.
Terwin y Cumbina habían pasado todo el camino en carruaje discutiendo entre sí, la primera disfrutaba burlándose del tamaño de la segunda y cuando Cumbina se enojaba se colocaba roja apretaba los puños y casi parecía que le salía humo de las orejas, aunque así no fuese.
Cantar le enseñó la habitación de la posada donde se quedarían las nuevas dos integrantes, Bellis le entregó un traje similar al que ella llevaba a Mutua, además de eso le dio una espada elfica, ya que Kathagal se lo había ordenado en una carta.
La noche había sido eterna y Mutua estaba muy agitada. Bellis la llevó a través de un centenar de mujeres que marchaban y daban gritos en unísono, sonando trompetas y tambores. A pesar de sus diferencias parecían estar complementados.
Mutua nunca había visto semejante organización, tampoco había visto tantas personas juntas, toda la ansiedad y miedo que había sentido durante sus prácticas se habían multiplicado. Estaba a punto de luchar en una guerra en una ciudad que acababa de conocer y en la que había soñado vivir toda su vida.
—Tenemos que esperar una apertura, mientras tantos nos mantendremos escondidos en este edificio —explicó Kathagal.
Mutua miró por una ventana desde lo alto, había una gran línea divisora, allí estaba una única mujer levantando un hacha con un bastón alargado que medía lo mismo que ella parecía brillar sin moverse, al otro lado observó el ejército enemigo aguardando, no se distinguía si eran bestias o personas por lo lejos que estaban.
—A penas se deshaga el hechizo la traeré con nosotros, pero ella no podrá ayudarnos —explicó Kathagal, se refería a Lyana hija de Amatius, la enana maga que había hecho una barrera de gravedad que hacía imposible el paso, pero este hechizo estaba a punto de romperse.
Bellis estaba callada observando todo, Cumbina arreglaba varias cosas de su bolso, Terwin se tronaba el cuello, estiraba sus piernas y se tronaba los nudillos.
Kathagal murmuró cosas en un lenguaje desconocido.
Gritos de guerras llenaron el lugar y el marchar de miles de mujeres hizo retumbar las paredes.
—¡La barrera ha desaparecido! —gritó Bellis, Kathagal asintió.
Cómo sí los hombres bestias las hubieran escuchado empezaron a avanzar, algunos sobre sus cuatro patas y otros corrían, el rugir de estos animales hizo erizar el vello del cuello de Mutua y retrocedió como sí ellos la pudieran alcanzar en ese instante.
Kathagal agitó sus manos centró su mirada y señaló a la guardiana Lyana a lo lejos, murmuró un hechizo muy suave y de pronto la enana apareció en la habitación.
—Por el dios Alhel —expresó Kathagal —. Se detuvo su corazón.
—Mantuvo ese hechizo mucho tiempo —dijo la gnomida Cumbina y enseguida metió su mano en la bolsa —. Le daré esto para acelerar su ritmo cardiaco —Tomó una fruta morada con una extraña forma y se la empujó por la garganta.
—Sí se muere estaremos más cerca de la derrota —comentó Terwin.
—Solo cállate —dijo Kathagal.
Cumbina sacó dos extraña piedras lisas y como si fuese a encender una fogata las golpeó entre sí pero en vez de lanzar una chispa de fuego, esta pareció un rayo. Luego de hacerlo unos segundos le pidió a Bellis que le abriera la camisa a la enana y se la puso sobre el pecho, la enana se levantó agitada levantando su hacha.
—Por todos los bigotes del rey enano —exclamó —. Están entrando, la barrera…
Bellis la tranquilizó y la recostó sobre el suelo.
La enana empezó a recuperar su color de piel y se escuchó una leve explosión, seguida de dos y tres más, luego de eso se accionaron varias catapultas hacia los hombres bestias que se acercaban, asesinando a varios de ellos.
—Ese sonido es el de las trampas —explicó Cumbina —. Eso significa que varias han frenado un poco el ataque directo.
—No creo —dijo Kathagal —. Siguen avanzando como si nada.
Las mujeres y hombres de Senod iban encabezando la fuerza principal y con sus escudos y lanzas sostuvieron el primer impacto de las bestias, solo aguantaron unos minutos cuanto estos con sus garras y cuernos empezaron a hacerlos retroceder.
Las elfos saltaron sobre la cabeza de los hombres bestias atacándole con espadas y a su vez empezaron a moverse ágilmente entre líneas enemigas, pero las bestias inteligentes atrapaban a varios de ellas y las desgarraban en el suelo, los escudos no resistieron más y las enanas avanzaron intentando frenar la amenaza de los híbridos.
Las Mujeres de Pico y las Hard tuvieron que intervenir defendiendo a sus compañeras del ejército principal, esto las hizo avanzar lo suficiente como para soportar la primera horda, Mutua escuchó un gran grito de guerra.
—Tenemos que empezar a avanzar —dijo Kathagal, Mutua tragó profundo —. Terwin necesitamos bajar antes de que avance la segunda Horda, no creo que den más chance.
Terwin utilizó dos tanques de agua que habían posicionado allí el día anterior y dijo un hechizo;
—Hechizo de agua; slide glacies —Un tobogán de hielo se formó del agua.
Todas se deslizaron sobre él, Bellis tomó la delantera, ella era la que mejor conocía las costas y las guió a través de callejones hasta llegar a un lugar abierto, allí se acercaba la siguiente horda de híbridos.
—Escóndase —ordenó Kathagal y los ejércitos volvieron a chocar, un hombre jabalí y otro hombre lobo se acercaron demasiado.
—Avancen yo me encargo —dijo Bellis y preparó una flecha y se la lanzó a uno de ellos, pero esto no parecía hacerle ningún daño.
Bellis se confió y el hombre lobo estuvo a punto de rasgarle el cuello pero entonces Kathagal reaccionó más rápida que todas e hizo un par de gestos con sus manos e hizo que la bestia se paralizara, luego estiró su brazo y apuntó con dos dedos a la bestia, unos rayos salieron de sus dedos en un instante y el hombre lobo saltó hacia atrás.
—Usó dos hechizos a la vez —dijo Cumbina.
Terwin sacó un pote de agua de su bolsillo e hizo una daga de hielo que lanzó, la bestia que estaba arrodillada en el suelo, Terwin agitó el aire y la daga se le clavó en el cuello. Mutua se quedó paralizada vio todo pasar rápido llegaron dos bestias más y detrás la seguían siete.
—Tienen que hacer algo —dijo Kathagal —. No puedo seguir utilizando mi magia o no tendré suficiente.
Bellis lanzó todas sus flechas, clavándole una a cada una de las bestias, y luego se acercó a ellas esquivó sus golpes y clavó las flechas incrustadas dándole patadas, como todas habían dado en órganos vitales las bestias empezaron a caer en el suelo con chillidos.
—Son más fuerte de lo que pensaba —se quejó Terwin —. La payasa mujercita esta no hace nada y esta Natural de pelo negro se queda muda y helada.
—Solo sigamos —ordenó Kathagal.
—¿Qué clase de magia tiene Bellis? —le preguntó Mutua a Cumbina mientras se movían
—Es una elfo y una senod, está aprendiendo a controlar la magia corporal y además la magia de fortuna —Esa eran magias que Mutua no entendía bien.
Todas se detuvieron al darse cuenta que un ejército de animales marchaba como sí fuesen en manada destrozando todo a su paso.
—Agáchense —dijo Bellis y todas obedecieron, de pronto se escucharon uno disparos que arremetieron contra las paredes detrás de ellos.
—Tienen armas de fuego —dijo Terwin y a penas se le escuchó.
La ciudad de las rebeldes era un hervidero de caos y destrucción. Los sonidos de las armas y los gritos de los combatientes llenaban el aire de las calles estrechas y empedradas.
Unas ogras aparecieron enfrentándose a unas arañas gigantes con su fuerza bruta y su tamaño masivo, aplastándolas con sus mazas y escudos.
Las enanas avanzaron creando una línea defensora para el grupo, ellas iban armadas con hachas y martillos se enfrentaban con ferocidad a los híbridos.
Los hombres bestias intentaron incendiar los edificios de la ciudad lanzando explosivos, pero las naturales parecían tener eso controlado, pues apagaban el fuego con aire y agua.
Cumbina, sacó de su pequeño bolso, varias pelotas metálicas y le pide a Bellis que las lance, a los lejos se escucharon fuertes estruendos que aturdió y alejó varias manadas.
—Terwin, necesitamos neblina —dijo Kathagal y tomando los potes de casi todos sus bolsillos dijo dos hechizos.
—Hechizo de agua; nebula —Apareció una niebla y continuó con el segundo —. Hechizo de aire; galem circum me.
La neblina cubrió todo y caminaron a través de ella, un remolino de aire se agitó alrededor de Terwin.
Mutua se sentía una carga, pero el miedo solo le permitió seguirlas sin más, no había mucho que ella pudiera hacer.
—¡Avancen! —gritó una de las generales. Bellis empezó a ir de frente de nuevo y lanzaba flechas en el camino.
Bellis no se dio cuenta cuando su carcaj se quedó vacío, Mutua desenvainó su espada y a penas y rozó al hombre gorila que golpeó a la elfo. Enseguida este empezó a volver a su forma humana, débil cayó en el suelo, Mutua se sorprendió al ver esto y cuando una mujer jaguar se le iba abalanzó encima le dio una punzada con su espada y esta perdió su forma bestial.
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Bellis sorprendida.
—No lo sé, solo avancemos.
—No, dime ahora mismo qué tipo de magia usas —reclamó Bellis.
—Ella es la antimaga —soltó Kathagal y Bellis que la sostuvo de su hombro la soltó enseguida, mirándola con extrañeza.
—Desde acá no creo que podamos avanzar tan fácilmente —dijo Terwin, al menos que tu anitmaga decida usar sus habilidades para volver a todos esos seres unos humanos.
—Es que yo no sé controlarlo.
—Acabas de infundir tu magia sobre una espada elfica, eso es difícil de hacer —declaró Terwin.
—Ella dice la verdad —dijo Kathagal.
—¿Por qué no nos dijo antes de ella? —preguntó la gnomida que miraba con extrañeza a Mutua.
—Cuidado —dijo Bellis incitando a que todas se agacharan pues se acercaba un pelotón de guerreros.
—¿Iban a venir con ella si lo sabían? —preguntó Kathagal seria, pero de pronto su seriedad se desvaneció y esbozó una sonrisa —. Jiji, la gente es muy supersticiosa. De seguro creerán que les quitará su magia.
—¿Y no es así? —Bellis parecía la más afectada —. Se suponía que simplemente la anulaba no que la controlaba y que además puede hacer hechizos.
—Nunca había conocido una antimaga, me pareció más probable que fuese una simple anuladora —se defendió Cumbina —. Creo que tengo una idea, pero puede ser extremadamente peligrosa.
—¿Cuál? —preguntó Kathagal.
—Sí ella hechiza alguna de mis bombas de neblina podemos…
—Ella no sabe hacer eso, realmente no sabe controlarlo —declaró Kathagal miró fijamente a Mutua lucía alterada y temblorosa, apretaba sus puños frustrada —. Yo sé lo que haremos.
Kathagal se levantó.
—Hechizo espacial: motus localis —Como si aparecieran de pronto corriendo a una velocidad impresionante estaban allí unos caballos de piedra, juntos a ellos apareció el gato de rocas. Mutua se alegró y lo abrazó.
—¿Esos Golems serán lo suficientemente rápidos? —preguntó Terwin.
—Tú te encargarás de abrirnos camino.
—Ya no tengo suficiente agua.
—Yo tengo varios botellones encapsulados en miniatura —señaló Cumbina.
—¿Tú irás conmigo para agrandarlos de nuevo? —preguntó Terwin.
—No, yo la necesitaré a ella para otras cosas —interrumpió Kathagal —. Lleva a Mutua, ella deshará el encapsulado y también irán en el gato de rocas ella puede guiarlo hacia la isla.
—Mejor una guapa que una payasa —dijo Terwin —. ¿Puedes hacerlo preciosa?
—Eso sí puedo —dijo Mutua con seguridad, pero no era porque realmente pudiera hacerlo sino porque inconscientemente su cuerpo deshacía los hechizos simples.
Ella montó el gato con rocas, le habían colocado una silla de montar modificada para su tamaño. Terwin se montó detrás de ella y le agarró la cintura más de lo estrictamente necesario.
—Vamos gatito —dijo y enseguida el gato de rocas empezó a avanzar a través de la neblina.
La neblina al entrar en contacto con Mutua se desvanecía lo que provocaba que fuera más fácil encontrarlas.
Mutua se concentró lo suficiente como para dejar de anular la magia a su alrededor y se alegró al poder lograrlo, la neblina se mantuvo.
Escucharon fuertes pisadas y gritos, el gato con rocas se detuvo y Terwin agitó el viento llevándose la neblina y observó que estaban siendo emboscadas.
—Mutua anula la magia de las capsulas —dijo Terwin y entonces Mutua las abrió y enseguida el agua se derramó por todo el suelo, era una gran cantidad y casi la hizo caer de la montura —. Otra —Mutua siguió las instrucciones y abrió al menos cuatro.
—Hechizo de hielo; illapsum glacier via —dijo y enseguida agitó sus manos dirijiendo su energía, hizo un camino de agua que se convirtió en hielo el ejercito de bestias se tambaleó.
El gato de rocas avanzó y Terwin se defendía manipulando el hielo, el aire y el agua para repeler los ataques mientras atravesaban el ejército.
Bellis lanzaba unas flechas que le había dado la pequeña mujer que tenía encapsuladas en su bolso.
Kathagal iba en medio de los dos caballos sin lanzar ningún hechizo, ya que necesitaba ahorrar la mayor cantidad de energía posible.
Mientras más avanzaban hacia la isla el ejercito era más denso y las capsulas de agua y de carcaj de flechas se estaban agotando.
—No hay más capsulas de agua —dijo Mutua y Terwin miró sorprendida.
—Bueno preciosa yo me quedo aquí, continúa avanzando
Terwin se lanzó hacia el hielo que había debajo y este se convirtió en agua, ella pareció nadar sobre él y murmuró varios hechizos creando unas fuertes olas arrastrando a todo el ejército delante del gato.
—Tanto poder —dijo Mutua, sudaba en la roca fría del gato.
Observó como Kathagal trasladaba con su magia al menos unos cien guerreros al campo de batalla, eran en su mayoría del ejército principal. Mutua pensó que a pesar de que ella debía ahorrar sus energías no le quedaba mucha opción.
Siguió avanzando por el camino libre hasta que observó a la isla cuando la neblina despareció, el sol del medio día la iluminaba, también observó cadáveres amontonados cerca de campamentos enemigos.
Kathagal se posicionó a su lado y siguieron avanzando por donde el ejército se había abierto a la mitad como un mar que se convierte en dos. La maga invocó a los rayos murmurando varios hechizos y dividió al ejército que resguardaba a la isla.
Cuando llegaron a al menos unos cien metros cerca de la isla Kathagal bajó del caballo de rocas y se sentó concentrada. Cumbina miró alrededor y respiraba rápido. Bellis se había quedado sin flechas otra vez.
—¡Ya vienen! —dijo Mutua —. No podremos contra ellos.
—Tengo un hechizo especial macro —dijo Cumbina y sostuvo su bastoncito al frente, Mutua vio zigzaguear unas serpientes que parecían estar hecha de aceros —. Bellis toma.
—Es solo una flecha —dijo Bellis —. Son más de cien híbridos y además están esas serpientes de acero.
—Solo lánzala al medio del ejército —dijo Cumbina —, tiene al menos dos escritos en runa.
Bellis tomó la flecha rápido y la lanzó, Mutua observó el momento más lento de lo que esperaba, la flecha se encendió en fuego y luego cuando Cumbina alzó su bastón.
—Hechizo macro; Coactus augmentum rei —dijo y esta creció al menos mil veces su tamaño, impactó sobre el suelo haciéndolo temblar y llevándose a todos los que se aproximaban, los que habían sobrevivido huyeron del lugar.
La pequeña mujer cayó sentada en el suelo.
—Salió mal —dijo y se notó como la flecha redujo su tamaño a más de la mitad pero aún parecía bastante grande.
Cumbina de pronto se hizo más pequeña, ahora medía cuarenta centímetros y perdió la conciencia.
—¿Qué le pasó? —preguntó Mutua que la sostuvo con una mano.
—Le rebotó el hechizo —dijo Bellis —. Fue demasiado para ella.
Kathagal trasladó varias naturales, quienes al verla sentada empezaron a rodearla y canalizar energía mágica suficiente para lo que la pequeña maga estaba a punto de hacer.
—Mutua, necesito que controles tu antimagia —dijo Kathagal y enseguida ella se concentró y dejó de anular la magia a su alrededor.
Aunque Mutua no sentía nada, Bellis aseguraba que alrededor del círculo se notaba una gran cantidad de energía acumulándose.
De la isla Mutua empezó a observar a una mujer que caminaba hacia ellas.
—¿Quién es esa?
Bellis ya no tenía más flechas, no pudo evitar retroceder cuando notó que la mujer de cabello casi dorado estaba lo bastante cerca.
—Kathagal, es ella. Es Misa —dijo y suspiró.
—No es suficiente —dijo Kathagal —. No podré realizar el hechizo de esta forma.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Bellis y Mutua estaba centrada observando a la diosa que se acercaba con calma. Cuando entonces le salieron unas alas doradas y se elevó al cielo.
—Hechizo espacial: motus localis —dijo Kathagal e hizo un círculo con sus manos y las apuntó a todas que fueron desapareciendo del lugar, Mutua sin quererlo activó su antimagia y no fue trasladada.
—¿Qué hiciste? —preguntó Mutua —. Ellas te fuesen podido ayudar.
—Yo enfrentaré a la diosa, este es el plan B —dijo Kathagal —. Mantente al margen ya que decidiste quedarte jiji —Mientras la maga decía esto Mutua se quedó helada al ver como una bola de fuego que había escupido la diosa se dirigía a ella. Mutua se puso al frente extendió sus brazos dejando salir toda su antimagia.
Recordó todo lo que había aprendido y sintió una aura verde salir de su cuerpo y cubrirla a ella hasta que se desprendió como una gran energía que hizo desaparecer el fuego. Había detenido la esfera de fuego pero se sentía débil y estaba respirando fuerte.
—Increíble, al menos no perdí mi tiempo contigo, gracias por eso jiji, pero desde ahora me encargaré yo —dijo Kathagal y aprovechó que las defensas de Mutua estaban bajas y la trasladó lejos de allí.
Mutua vio como poco a poco como el camino la alejaba cada vez más de ella hasta que ya no pudo verla.
—¡No! —gritó y cayó a la tierra de rodillas —. La matarán —dijo frustrada, miró a su alrededor y se dio cuenta que no estaba lo bastante lejos así que empezó a correr hacia donde estaba su mentora.
Mutua escuchó un extraño aleteo en el cielo, desenvainó su espada que le pesaba, se sentía débil. Cuando vio quienes eran dejó caer su espada, una elfo estaba sobre un grifo que era un ser mitad águila y mitad león con Klauss y Lancel que no tenía su armadura puesta. No pudo evitar sonreír.
—Vamos niña, no tenemos mucho tiempo —dijo Lancel con voz lenta mientras estiraba su mano incitándole a que se subiera.
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