Line

          —¡Sigue limpiando!  —dijo esa niña de doce años que le había salvado la vida a Line —. Por tu culpa nos tuvimos que ir de la vieja casa y ahora los jinetes nos están buscando.

          —No es mi culpa —le replicó Line con un poco de miedo porque al igual que su primo aquella niña también era una asesina.

          —¿Entonces estás diciendo que la culpa es de mi primito bello? —preguntó la niña asesina de forma sarcástica mientras se acercaba a donde Line estaba limpiando.

          —¡Aléjate de ella! —le gritó su maestro —. Ya te he dicho que no la molestes, ella no tuvo la culpa de que tu primo perdiera el control.

          —¡Claro que la tiene! —le respondió la niña, al anciano maestro no pareció gustarle y con una mirada fulminante la niña se tranquilizó y bajó su cabeza como disculpándose.

          —¿Ya terminaste de limpiar? —le preguntó el maestro a Line que yacía callada y asustada, estaba frustrada quería poder defenderse pero recordaba muy bien lo que había pasado hace tres días cuando aquél niño la defendió y esa niña habían asesinado a todos esos hombres.

          —Sí maestro —respondió.

          —¿Maestro, a caso soy tú maestro?
 
          —No señor —dijo asustada temblando, no quería volver a equivocarse y que la asesinaran —, disculpe usted no es mi maestro.

          —¡No puedes ser tan cobarde! —le gritó el maestro —. ¿A caso te gustaría que fuera tu maestro?

          —No lo sé… —tartamudeó.

          —Eso no es una respuesta, dime sí o no.

          —¡Estúpida, responde! —gritó la niña —. ¡Maestro ella no es digna para ser una de nosotros!

          —Te pido que hagas silencio, no lo voy a volver a repetir —le ordenó el maestro con una voz contundente y serena a la niña asesina que volvió a bajar su cabeza —. Deja de mirar el suelo Line y responde.

          —Sí… si quiero —respondió Line tartamudeando.

          —¿Por qué lo quieres? —preguntó nuevamente el maestro cuestionándola.

          —Porque… quiero poder defenderme —aclaró.

          El maestro la miró con cara de decepción y abandonó la habitación sin decirle ninguna palabra.

          —Eres una perdedora. El maestro nunca te va a entrenar —comentó la pequeña asesina —. Ahora termina de limpiar para que vayas a cocinarme algo.

          —¡Cállate! —le gritó Line por primera vez a la niña —. Desde que llegué me has estado fastidiando.

          —Estúpida insolente, vamos levántate y golpéame, expresa esa ira —ríe la niña incitándola —. Si no te vas a defender entonces mejor quédate callada y haz todo lo que yo te ordene.

          —Sabes qué… —expresa Line enojada, nunca le había gustado ser manipulada y siempre había luchado por lo que creía, iba a luchar también esta vez como lo había hecho cuando se escapó de ser vendida —. Sí voy a pelear contigo, no me importa que seas una asesina o que seas una niña, te voy a partir esa cara.

          —¡Así me gusta, ven y párteme la cara! —rió la niña juguetona —pero si no lo haces me vas a preparar mi comida y la de mi hermoso primo cuando llegue de pescar.

          Line se puso en guardia como le había enseñado su abuelo a pelear, ella realmente consideraba que su abuelo era un buen luchador y lo que él le había enseñado le había servido a ella toda su vida para defenderse en Senod, levantó sus dos puños y su primer ataque lo lanzó con la mano derecha, se impulsó con toda la fuerza apuntando la cara de aquella pequeña niña que en tan poco tiempo había empezado a odiar.

          La niña ni se inmutó y con su frente chocó el puño de Line, haciendo tronar los nudillos de su mano. La frente de la niña a penas y estaba roja pero la mano de Line estaba temblando y ni siquiera la podía mover.

          —¡Auh! —se quejó —me partiste la mano.

          —¡Te la partiste tu sola estúpida! —río en voz alta la pequeña asesina y salió de la habitación de la casa donde estaban.

          Line empezó a llorar, no quería llorar pero no lo podía evitar, le dolía muchísimo su mano tanto que la hacía saltar, sintió como si hubiera golpeado una pared cuando golpeó la frente de aquella niña.

          A lo lejos se escuchaba como alguien tocaba la puerta y Line tenía miedo de que fueran los jinetes, por más que no disfrutaba mucho la compañía de aquella niña la prefería a tener que ser vendida y que la obligaran a casarse con alguien que ella no quisiera.

          Abrió la puerta de la habitación donde estaba viendo hacia afuera y el maestro abrió la puerta de la entrada de la casa, no eran los jinetes, era el niño Pez que regresaba con varios pescados para el desayuno. Había salido a las tres de las mañana a pescar y ya casi eran las seis y había pescado una cantidad suficiente para todos.

          —Voy a buscar a la estúpida para que cocine —dijo la pequeña asesina.

          Line se quitó rápidamente de la puerta y se puso a limpiar para disimular.

          —Vamos, es hora de que hagas el desayuno —le ordenó la pequeña.

          —Está bien —respondió Line entre dientes estaba airada y la pequeña asesina lo notaba y le daba por reírse.

          Line empezó a tomar la leña que estaba afuera de la casa.

          Se notaba que era una casa que nadie había usado en mucho tiempo era bastante pequeña y estaba ubicada en un lugar difícil de hallar. Ella y los asesinos habían ido allí para ocultarse de los jinetes pero el maestro les había dicho que faltaba poco tiempo para que los encontraran.

          Line puso la leña debajo de una olla llena de agua y pescados, empezó a hervirlos, con la esperanza de que estuvieran rápido.

          —Maestro tenemos que irnos pronto de este lugar —comentó el niño Pez —, vi a unos jinetes buscándonos por acá.

          —Espero que te hayas asegurado de que no te siguieran —le replicó el maestro.

          —¿Primo no te vieron verdad? —le preguntó la niña, cuando el niño Pez estaba la niña era otra persona, era dulce, amable y servidora.

          —¡No! No me vieron confíen en mí —gritó —, dejen de tratarme como un niño.

          —No eres un niño primo, eres todo un hombre de verdad.

          —¡Ya déjame en paz, eres bien fastidiosa!

          —Primo no me trates así —dijo la niña con tono lloroso —. ¿Es por ella que me tratas así, quieres que la mate? —preguntó mientras señalaba a Line que solo estaba en silencio.

          —No es por ella, tú eres fastidiosa.

          —¡Ya basta! —exclamó el maestro —. Nadie matará a nadie.

          —¡Maestro! —gritó la niña.

          —Me tienes bastante fastidiado a mí también, Azul.

          Era la primera vez que Line escuchaba el nombre de la niña asesina pero no sabía porque tenía ese nombre.

          —Yo voy a servir la comida ustedes solo siéntense en la mesa que les voy a comentar algo a los tres —ordenó el maestro. El viejo maestro quizás tenía unos sesenta años pero tenía la destreza de un mono joven, la ambición de un negociante y la sabiduría de un Sapiente.

          Cuando los pescados estuvieron suficientemente cocidos el maestro le vertió una salsa que él había hecho más temprano.

          Le llevó el plato a cada uno de los que estaba sentado en las sillas alrededor de la mesa de madera. Todos se sentaron y empezaron a comer de forma educada y en silencio. El maestro era muy delicado con la hora de la comida, la consideraba sagrada.

          Sí había algo que le gustaba a Line de estar con ellos, era la comida. Nunca había comido tanto, los jinetes de agua solo le daban la comida justa, aunque cuando estaba cerca de cumplir los dieciocho la empezaron a alimentar mucho más, como engordándola como un animal antes de ir al matadero.

          —¿Qué nos ibas a decir maestro? —preguntó Azul aún masticando un poco de pescado.

          El Maestro la observó con una mirada fulminante y terminaba de comer, comía como si fuera un ritual sagrado con metódicos movimientos y en total silencio. Cuando terminó de masticar su último bocado habló:

          —¡No hables con la boca llena! —le gritó cambiando totalmente su actitud pacífica —. Termina de comer y deja la impaciencia, las personas impacientes hacen todo mal.

          Azul asintió sin decir ninguna palabra y empezó a comer calmada con temor, Line cada vez más se sorprendía de lo extrañas que eran estas personas, a veces pensaba que se iban a terminar asesinado entre ellos.

          El niño Pez estaba comiendo concentrado sin decir ni una sola palabra. Luego de un momento cuando todos terminaron de comer, el maestro se dispuso a contar lo que tenía que decir.

          —Es hora de que tomemos esta isla y empezaremos con el puerto 7.

          —Pero maestro, usted dijo que teníamos que ser adultos para poder tomar la isla —replicó el niño Pez —. Usted cree que seremos capaces.

          —Tendrán que comportarse como adultos, porque el tiempo se acabó —declaró el maestro serio.

          —Tiene razón maestro, es hora de matar a todos los que se atraviesen en nuestro camino —coincidió Azul, la niña tenía una cara sádica que aterraba a Line, era como si disfrutara matar a diferencia de el niño Pez que al parecer no le gustaba mucho la idea.

          —Te equivocas niña, no mataremos a todos —corrigió el maestro —. No mataremos a ningún isleño de Senod, a los únicos que vamos a asesinar son a los Jinetes de agua.

          —¿Por fin vengaremos a nuestros padres y hermanos? —preguntó Azul con ojos brillantes y maniacos.

          —No solo eso, nos haremos con el control de este país-isla.

          Line y el niño Pez solo estaban callados escuchando, al niño Pez no le gustaba mucho la idea y a Line no le importaba que asesinaran a los Jinetes de agua.

          —¿Por qué tenemos que asesinar a más personas? —preguntó el niño Pez —. Maestro podemos someterlos, así como hago yo.

          —La última vez asesinaste a alguien —respondió.

          —Primo, debes empezar a asesinarlos o sino un día ellos te asesinarán a ti.

          —Eso fue un accidente, y sé que he asesinado, pero maestro, usted sabe que evito hacerlo.

          —No me cuestiones, sí te digo que hay que asesinarlos a todos, entonces los asesinamos a todos —declaró el maestro —. ¿Entendido?

          —Entendido —respondió Pez.

          —Les voy a recordar, aprovechando que está la chica nueva aquí, que también nos va ayudar, el porqué debemos asesinarlos a todos —explicaba el maestro —¿A caso sabes por qué somos los únicos asesinos que quedamos?

          —No —respondió Line temiendo equivocarse.

          —Te contaré la historia y tú, Sangre. Escucha muy bien porque esta historia es la razón por la que naciste, es tu destino —dijo el maestro, Line estaba escuchando atentamente y le aterraba el hecho de que el verdadero nombre del niño Pez fuera “Sangre”  —. Tú también Azúl, aunque te sepas la historia de memoria.

          Hacía ya unos cuarenta años que la gran guerra por el control del continente Gicamet había terminado, una guerra que duró justo cuarenta y cinco años, Alhel era un mundo basto, con cuatro continentes descubiertos. En el mapa aparecían de izquierda a derecha: Siafan (el continente de los humanos mágicos), Central (el continente de los herreros y el Hardoro), Aliento (El continente de los dragones) y Gicamet (el continente de las caballerías, magos y gigantes).

          Al lado derecho del continente Gicamet, se encontraba un país-isla: Senod. Por mucho tiempo los países de Gicamet compraron a los talentos de Senod, los criaban desde niños para que solo fueran los mejores en una sola cosa, y nadie los superaba en esas habilidades.

          Todo empeoró cuando los países de dicho continente empezaron a una disputa por el control de todo el continente, el padre Merlot y el hijo Camor, más tarde estos países llevarían esos nombres respectivamente.

          Senod siempre había sido neutral por lo que no participaba activo en la guerra, pero sí vendía esclavos a ambos bandos. Miles de jóvenes de dieciocho años con talentos como: montar a caballo, manejar el arco y la flecha, usar la espada, peleadores físicos, entre un sinfín de talentos, eran los que compraban los países Merlot y Camor.

          Muchos Senod morían en las guerras y la población de esta isla empezó a disminuir, pero aún se mantenía por la gran cantidad de sobre población que había en él.

          Habían unos talentos que sobresalían muchísimo más en la guerra que los otros, los asesinos. un solo asesino valía lo que valían cien arqueros o cien espadachines. Pronto los dos reinos empezaron a comprar a los asesinos. Miles de asesinos con ideales intachables y con entrenamiento superior al de cualquiera eran comprados. Eran tan diestros en la guerra que incluso podían asesinar gigantes. El maestro recordaba muy bien cuando fue vendido al país Merlot. Participó doce años en esta guerra, luchar al lado de gigantes, magos e incluso dragones era una de las experiencias más difíciles que había pasado. Pero lo que le afectaba más es que, él mismo tuvo que asesinar a sus hermanos que habían sido comprados por el otro bando, el país Camor.

          —Entonces, ¿ahora entiendes por qué somos los únicos asesinos que quedamos?  —preguntó el maestro al terminar su historia —. Yo fui el último asesino en pie cuando Merlot ganó la guerra, sus padres eran prisioneros de guerra y aunque los liberé, al poco tiempo los encontraron y los mataron las personas nos temían.

          Ellos me dijeron con su último aliento que los entrenara para vengarnos.

          Line miró la cara de los dos niños y ambos tenían los ojos aguados como si quisieran llorar, y el maestro sabía que cada vez que le contaba esta historia los dos terminaban tristes.

          La puerta sonó, y el maestro muy bien sabía lo que significaba.

          —Es hora de acabar con el poder de los Jinetes de agua —declaró el maestro y sus dos discípulos asintieron, Line también asintió aunque dudosa.

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