Line
El día se estaba acercando, el maestro había recibido y enviado varias cartas dónde se pautaba el horrible escenario y las reglas de los encuentros.
Regla número 1: Nadie puede interferir una vez los combatientes estén dentro de la arena.
Regla número 2: Los combatientes serán escogidos al azar.
Regla número 3: Todo tipo de armas, objetos y armaduras son permitidas mientras el combatiente pueda cargarlas. (Excepto las armas de fuego) .
Regla número 4: El combate solo terminará cuando uno de los dos muera o sea sacado de la arena lo que también resultaría en su muerte.
Regla número 5: El cadáver del perdedor será lanzado en el risco.
Regla número 6: Aquél que gane tres combates será el dueño de Senod.
Line estaba bastante preocupada, en el fondo tenía un sentimiento egoísta que rogaba porque ganaran, ella no quería ser vendida ni mucho menos quería tener que ocultarse como lo tuvieron que hacer sus padres por un tiempo.
No olvidaba que se enfrentarían diez seres vivos a unos duelos a muerte. Y que varios de ellos ya se empezaban a convertir en sus amigos.
El maestro Todo, había escogido a cuatro de los cinco combatientes. Obviamente él estaba incluído junto al niño Pez y a su asesina prima de nombre Azúl. El cuarto era el guerrero que se había desenvuelto mejor en la batalla. El Semental. Ese hombre fornido que no dejaba de coquetearle a la asqueada Line.
Solo faltaban unas cuantas horas para que se dirigieran a la arena, pero el maestro había recibido un rumor de un hombre llamado el Escorpión, que según era un Senod que había intentado asesinar al rey de Merlot.
—¿Hombrecito estás bien? —preguntó Line, pero el niño Pez estaba concentrado buscando celda por celda liberando varios Senod. Algunos llevaban años atrapados.
—Siempre estoy bien —respondió el niño mientras se alejaba corriendo.
Varios aldeanos los acompañaban apuntaban con su arma de fuego en cada esquina, los Senod que estaban liberando no eran de mucha confianza después de todo habían cometido crímenes que incluso muchos desconocían.
—¡Line! —escuchó un grito en unos de los pasadizos de la prisión era la voz del niño Pez.
Line corrió con el resto de aldeanos y llegaron rápido a la celda.
—Novia mía, tiene que ser este. Es el último que queda y además en la puerta hay un símbolo de escorpión —dijo el niño señalando el símbolo en la puerta —. Sí es, si es. Quítale esa capucha de la cara, estoy seguro.
—Está bien hombrecito cálmate.
—Señorita, tenga cuidado no sabemos que tipo de criminal sea. —dijo un viejo aldeano que sostenía su arma de fuego con firmeza.
—Señor Escorpión, bajaré mi arma en señal de que venimos en paz. ¿Puede quitarse la capucha? —habló calma Line.
—¿Qué demonios es lo que quieren, ya no tomaron suficiente? —gritó la mujer debajo de la capucha.
—Es una mujer —recalcó el viejo aldeano —. Estás equivocado niño Pez, ella no puede ser el Escorpión. Vámonos.
—Pero yo pensé... Bueeee vámonos, no podemos seguir perdiendo tiempo, te tocará combatir a ti viejo, contra un jinete —rió el niño.
—Yo soy la Escorpión —balbuceó la mujer y fue a penas entendible, aclaró su voz —. ¡YO SOY LA ESCORPIÓN!
La mujer se levantó pero no quería mostrar su rostro.
—¿Cómo sabemos que realmente eres tú? —preguntó Line que se notaba un poco intimidada, la mujer dejaba a penas ver el poco brillo de sus ojos. Estos parecían ya no tener un alma.
—Tendrán que confiar —respondió tapándose aún más el rostro. Enseguida salió de la prisión y fue a un cajón tomó una llave y fue a buscar una habitación en específico mientras que los demás la seguían. La mujer no parecía bien de la cabeza.
La mujer vio un cofre detenidamente.
—¿Qué tiene eso? —preguntó el niño, Line quería preguntar lo mismo pero decidió guardar silencio.
—Demonios, ustedes sí que son unos enfermos acosadores, salgan mientras me cambio.
—Es que no entiendes —dijo Line —. Te necesitamos para un combate y ya casi no tenemos tiempo.
—Lo sé, los escuché. Ya estoy acostumbrada a ser usada. Pero no se preocupen. Mataría a cualquier Jinete gratis.
—¿Entonces aceptas? Es un combate a muerte puede que...—insistió Line.
—¿Niño, ella es siempre igual de intensa? —preguntó la Escorpión de forma irónica.
—Pues sí, mi novia siempre ha sido así —dijo el niño Pez con voz confiada y una leve sonrisa.
La mujer con capucha sonrió.
—Voy a tomar una ducha. Traiganme comida y agua y estaré a sus órdenes —declaró la mujer encerrandose en la habitación del baño con el cofre, el niño no tardó en salir a buscar la comida y el agua.
Line y los aldeanos esperaron a fuera. Ella estaba nerviosa, la mujer que acababan de conocer se veía imponente. Sus brazos y piernas parecían los de un hombre, pero esos ojos que casi no dejaban ver su color debajo de la capucha no le inspiraban confianza.
El niño junto a la ayuda de unos aldeanos trajeron comida suficiente para todos. Pescados, pollos, granos, papas, pan y huevos.
La mujer al oler la comida salió de la habitación, llevaba una armadura completa de acero y cuero sencillo pero eficaz tenía una lanza de dos metros en la mano izquierda con una punta en forma de flecha y un escudo en forma de triángulo de un metro en su mano derecha.
La mujer soltó el escudo y se quitó el casco revelando que tenía la mitad del lado derecho de la cara quemada, deforme hasta tal punto de que no tenía oreja derecha y parte de su cabello negro no crecía en esa zona. Con la armadura su aspecto no era muy diferente al de un hombre.
Todos empezaron a comer Line no tenía apetito, no sabía si confiar en la mujer que tenía esa enorme cicatriz en el rostro y que parecía una demente además sería una de las que defendería el destino de Senod.
La escena era incómoda solo se escuchaban los platos rozando con los cubiertos
—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó el niño Pez interrumpiendo el silencio, Escorpión dejó de comer.
—Sabes algo niño —se pausó mientras se limpiaba la boca con una servilleta—. Tú me caes bien, eres directo sin hipocresía ni falsedades. Por eso voy a decir esto una vez.
—No tiene que decir nada señora Escorpión —habló el aldeano anciano.
—¿Cómo se llama usted? —preguntó la mujer —. Dígame su nombre.
—Soy Maíz.
—Un agricultor en medio de una guerra, ¡ja! Mucho gusto señor Maíz. Respondiendole al niño... Estas quemaduras y las cicatrices que no ven, me las gané por intentar matar al rey que nos exclaviza, buenoooo eso y una cuantas violaciones de los miserables jinetes de esta prisión.
La mujer tomó un pan y lo mordió con ira. Line tragó profundo, ella odiaba profundamente a los Jinetes de agua pero su odio era insignificante al odio que sentía la Escorpión.
Line notó que la mujer tenía los ojos marrón oscuros y tenía esa mirada perdida que por alguna razón le aterrorizaba pero sobre todo la identificaba de una manera que no podía explicar. Ella no pudo evitar imaginarse a su mamá pero se entristeció y borró esa imagen de su cabeza.
—Viejo Maíz —dijo uno de los aldeanos —. El maestro dijo que es hora de que nos formemos, debemos empezar a avanzar.
—Line, niño ya tenemos que irnos se nos acabó el tiempo —aclaró el viejo. A Line se le hizo el corazón pequeño y casi se quedó sin aire.
Sintió un pequeño golpe en la espalda, como dándole ánimos.
—Todo va a estar bien chica intensa. Ahora amarrate el pelo y vamos a cortar la cabeza de esos Jinetes mal nacidos.
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Era la montaña más alta de toda la isla de Senod, un risco con grandes acantilados sobre una cascada que era el nacimiento de un río que terminaba en el mar, los cinco combatientes iban encabezando las filas del ejército de los Senod, Line los acompañaba desde atrás. Estaban más de la mitad de los rebeldes.
—Al lugar al que vamos, es el lugar donde los asesinos nos enfrentabamos en duelo —explicó el maestro mientras caminaba delante de todos. A lo lejos podía escuchar los gritos de guerras del otro lado de la montaña. Eran mucho más que ellos pero el maestro tenía un plan de contingencia por sí todo salía mal.
—¿Maestro, usted realmente cree que ganemos? —preguntó el Semental lucía confíado.
—Ganemos o no debemos estar preparados para como ellos decidan reaccionar. La libertad no se gana tan fácil —respondió el maestro.
—Ganemos o no, entonces hay guerra —bufó el Semental y tronó sus dedos —. Todo sea por la libertad que no tuvieron mis hermanos.
—¿Tienes miedo gordo? —soltó el niño Pez riendo.
—Cállate niño que cuando termine me casaré con Line y te tendremos de mono esclavo —balbuceó el Semental y Line lo miró desde atrás con desprecio. El terminó lanzandole un beso.
—Allí está el risco —señaló Azúl un acantilado que llevaba a una caída mortal con rocas y agua. Azúl tomó fuerte la mano de su primo que estaba viendo la inmensa caída. Las alturas nunca le habían gustado y ella lo sabía. Por primera vez se dejó tomar la mano y la apretó.
Line se quedó observando la escena, incluso para los pequeños niños asesinos el lugar resultaba aterrador.
Para llegar al centro del estadio de combate había dos puentes, uno de cada lado de la montaña. Line observó desde la distancias como el otro ejército se hacía presente, solo podía ver una parte de ellos, en lo más alto sentados en sillas elegantes de madera pintada con roja estaban tres señores y una señora.
El maestro cruzó el puente de su lado y Artag cruzó el puente de su lado. Line no podía observar bien pero el hombre con la cruz blanca en su cara y un cuervo en su hombro tenía un saco. El maestro anotó en una hoja el orden de sus cinco combatientes y sacó uno a uno los nombres de sus rivales. Cuando terminó se giró y cruzó el puente. Artag se quedó en el mismo lugar y en una tela grande empezó a anotar el orden de los combates.
Algunos pensaban que todo podría ser una trampa pero el maestro había sido el que había elegido el escenario de la arena y solo él conocía a detalle cada rincón de esas extrañas montañas.
En el lugar corría el viento frío y las manos de Line estaban congeladas, cuando en ese instante el maestro se acercó al Semental y le susurró algo que Line pudo escuchar.
—Pasa al frente.
El Semental cargó su martillo y cruzó el puente. De repente volteó su mirada y le lanzó un beso con las manos a Line que no pudo evitar suspirar.
—¡Vamos gordo! —gritó el niño Pez y empezó a silbar, al parecer no sabía el nivel de seriedad de la escena.
Artag desplegó la hoja con los escritos en grande en un lugar donde todos los pudieron ver y luego la soltó en el viento.
1. Semental vs Artag
2. Escorpión vs Miditi
3. Niño Pez vs Piaglo
4. Sailem vs Maestro Todo.
5. Azúl vs Dulio
Uno de los cuatro jinetes sentados en las sillas rojas se levantó.
—¡Dejen caer los puentes! —gritó y enseguida de ambos lados soltaron los puentes solo dejando la cadena para poder subirlos una vez terminado el combate.
Artag se arrodilló e hizo un círculo con sus manos en la tierra.
—Belsun. Por favor dame de tu fortaleza para ganar esta batalla —dijo en voz alta. Mientras que el Semental suspiró fuerte y apretó su martillo pesado.
—Ese hombre está loco sí piensa que con ese martillo pesado le va a ganar a ese Jinete —dijo Escorpión.
—Él es muy fuerte ese martillo no es nada para él, ya verás —dijo Line —. Es un fastidioso pero estoy seguro de que puede, lo he visto luchar.
—Guarden silencio, este es un momento en el que hay que guardar respeto. Él sabía los riesgos de llevar ese martillo y aún así lo llevó —susurró el maestro —. Respetemos su decisión.
Line asintió mientras que Escorpión sonrió y negó con la cabeza.
Los dos rivales duraron un buen tiempo analizando el terrero viéndose detenidamente, incluso el Semental calentó su cuerpo con movimientos con su gigantesco martillo.
Eran dos y no se conocían lo suficiente, no sabían que era lo que el otro podía hacer. Solo sabían lo que todos.
Semental un joven de diecisiete años de 1,88 metros de altura con un peso de 110 Kilogramos cargando un gigantesco martillo de 10Kg que blandía como una espada
Artag cuya edad no era conocida pero también era bastante joven medía 1.70 metros y pesaba alrededor de 80 kilogramos pero sí algo había aprendido Line estos últimos días es que ni el tamaño, el peso o la edad importaban menos cuando no conocías a tu rival.
El jinete no parecía llevar ningún arma en su lugar tenía la misma vestimenta de colores variados que había usado cuando fue a retar al maestro, su saco de Jinete con costuras azules y bordes morados y rojos lo único diferente era que llevaba un brazalete dorado en el hombro derecho que no tenía antes.
Se había amarrado su cola de caballo como buena estrategia sobre su cabeza, Line estaba segura que sus tatuajes en forma de cruz blanca estaban brillando con un tono verdoso que antes no tenían.
Artag corrió al centro del campo con bastante velocidad, Semental observó bien la dirección de dónde venía y soltó con toda su fuerza el martillo este golpeó tan fuerte la tierra que los puentes guindando temblaron.
Artag esquivó fácilmente el martillo y de sus manos vacías emergió una espada transparente verdosa aguamarina y cortó ligeramente el brazo del Semental que se quejó y balanceó nuevamente su martillo mientras Artag retrocedía y lo volvía a cortar en el mismo brazo
—¡Estúpido cobarde deja de retroceder! —gritó Semental, Line estaba temblando viendo la escena.
El fortachon de Senod apretó el mango del martillo con las dos manos y corrió rápido contra Artag que saltaba en los diez metros cuadrados de terreno esquivando los golpes.
Mientras más esquivaba más rápido el Semental balanceaba su martillo. Artag se acercó y volvió a cortar su brazo mientras el intentaba volver a cargar su martillo.
—Son solo talentos nada de esfuerzo ni cerebro, esa es la diferencia de alguien fuerte y alguien con suerte —gritaba Artag mientras hacía uno, dos, tres cortes en los brazos y las piernas. Tenía cuidado de no acercarse mucho, eran cortes ligeros pero el Semental estaba desangrándose lentamente.
—Sí somos solo suerte, como tú dices, entonces por qué nos necesitan. Estúpido esclavista.
El Semental giró su martillo en círculos intentando acertarle a Artag pero este lo esquivó fácilmente y se acercó para darle un corte en el cuello antes de que levantara el martillo, a penas y pudo rozarle el cuello. Lo que no se esperaba era que el Semental soltara su martillo y liberara sus manos.
Artag fue sujetado de un brazo y se retorcía para escapar, cuando el Semental ya casi lo tenía entre sus hombros Artag se defendió, dándole golpes con sus puños libres y un cabezaso que logró romperle el labio al fuerte hombre que terminó soltandolo.
El cabezaso no le había hecho más que un corte en el labio al Semental pero el ardor lo llenó de ira y tomó su martillo y lo arrojó con fuerza a un confundido Artag que parecía aturdido por por el cabezaso.
—¡Ah! —gritó Artag con un estruendoso aullido que espantó a todos, estaban impactados por la escena. El martillo había partido el hueso tibia de la pierna del jinete que ahora estaba en el piso con cara de dolor, la pierna se hinchó enseguida y él temblaba.
—¡Mátalo de una vez por todas! —gritó Azúl pero el resto guardaba silencio.
Vacilando lento y mareado el Semental iba a tomar su martillo, una vez lo puso en su hombro Line suspiró, ya tenían la victoria asegurada.
Con el martillo en el hombro el Semental lo levantó pero justo antes de matar a Artag que empezaba a sonreír. El fortachon se desplomó, su cuello empezó a sangrar.
Line se llevó la mano a la boca y cayó de rodillas en la tierra, intentó hablar pero el nudo en su garganta no la dejó.
—Murió, pero ¿Cómo? —el niño Pez no esperaba que ninguno de ellos perdiera. Pero ahora se había dado cuenta que era posible.
—Todos los cortes, más el último ligero corte en el cuello cerca de la carótida le provocaron un sangrado que lo terminó matando. Murió lentamente —explicó Escorpión casi con un susurro.
Subieron el puente y unos tres jinetes arrojaron el cadáver del Semental al vacío y se perdió entre las rocas y la cascadas. Los jinetes ayudaron a un Artag mal herido a regresar al otro lado. El martillo también fue arrojado a las aguas.
Line se quedó viendo hacia la cascada recordando los pocos momentos que vivió con el fornido joven.
—Bueno... Es mi turno, moriré o viviré ya lo veremos —dijo Escorpión colocandose su casco y tomando el escudo con firmeza.
Unos aldeanos subieron el puente y ella empezó a cruzar. Al otro lado los jinetes hacían lo mismo pero el puente tambaleaba, a penas y podía soportar el peso de el hombre que pasaba.
Line nunca había visto un hombre tan alto, era el mismo que había estado ese día en el puerto pero ahora se veía más prominente llevaba una armadura que cubría casi todo su cuerpo y una espada larga con guarda en forma de cruz.
—¿Cómo es posible que sea tan alto? —preguntó Line —. Es a caso eso justo es casi el doble de su tamaño.
—Line, tú deberías guardar silencio y prestar atención. Mira lo que le pasó al Semental siendo él, el más alto y pesado —habló el maestro —. Respondiendote, es un híbrido de una mujer de Hard y un Senod, en el país de Hard los hombres llegan a medir hasta cuatro metros.
Line se quedó pasmada. Un hombre de cuatro metros debía ser una barbaridad imparable. ¿Qué podría ella hacer contra alguien así?
—Hola tú —dijo Miditi su voz extrañamente era chillona como sí fuese la voz de un pequeño hombre.
—Hola gigantón —Escorpión balanceó su lanza un poco y dió pequeños brincos, Line la observaba detenidamente, era como sí ella buscara una apertura en la gigantesca armadura de Miditi.
—Con esa aguja que tienes ahí en las manos no vas a poder cortarme —rió Miditi, empezó a moverse alrededor de la arena intentando rodear a Escorpión.
Ella solo sonrió mientras buscaba como poder atacar al gran hombre.
Miditi se acercó lento a la pequeña mujer. Él blandía su espada y cuando la tuvo al frente la acribilló con tres golpes, la mujer se arrodilló y se mantuvo firme desviando los golpes con su escudo.
Escorpión retrocedió caminando con pasos largos.
—Le tienes mucha confianza a tu armadura, una armadura hecha por el país de Merlot para un Senod, que vergüenza un traidor —gritó Escorpión —. ¿Ellos te dan riquezas, armaduras, mientras esclavizan a tu familia y matan a tus hermanos.
Escorpión observó una ligera apertura en los ojos en el casco de Miditi, como pudo dió un salto y atacó intentando acertar pero al híbrido de hardoro solo le hizo falta echarse para atrás.
—¡Cállate, tú no sabes nada de mí! —gritó e intentó partir el escudo nuevamente con los cortes de su espada.
—Eres lento, simplemente sirves tanto como una estúpida roca, pero del resto eres inútil, semejante traidor.
—¿Por qué no deja de hablar? La van a terminar matando —dijo Line pero nadie le respondió.
Miditi tenía que agacharse para atacar a la mujer que se movía rápido y detenía todo con su escudo que lucía casi ileso mientras que la espada de Miditi se estaba amellando.
Escorpión esperó que la oportunidad se repitiera y cuando Miditi se agachó ella soltó su escudo e intentó aguijonear su craneo a través de su casco pero no logró agujerearlo.
Miditi rió tomando el escudo de la mujer y lanzandolo al vacío. De inmediato lanzó un tajo de izquierda a derecha de arriba a abajo y Escorpión esquivaba todo.
Mientras más esquivaba más se molestaba el Jinete.
Line se dió cuenta al igual que Escorpión de las aperturas de las piernas y las axilas. Casi de inmediato luego de esquivar un tajo, veloz la mujer atravesó una parte de la pierna que no estaba cubierta por la armadura. Ella estaba segura que le había dado incluso la lanza se llenó de sangre.
El hombre ni se inmutó y siguió atacandola. Escorpión se balanceó y clavó su lanza en las dos axilas en un instante. Pero Miditi no retrocedía ni se quejaba ni un poco. Ella ya estaba cansada.
—Estoy segura que te acabo de atravesar con mi lanza como es posible que no sientas dolor —dijo, la respiración le empezaba a faltar. Estaba agitada.
—Mi don es la resistencia, yo no siento dolor —carcajeó entre palabras Miditi. Otra vez se acercó con su larga espada a Escorpión que ya no tenía energía y con un tajo la atacó desde arriba.
La mujer a penas y pudo desviar con su lanza el ataque dejando su lanza de dos metros por la mitad. Miditi perdió el equilibrio hacia un lado quedando de espaldas
Escorpión le saltó encima al hombre y con lo que quedaba de su lanza clavó con toda sus fuerzas los ojos de Miditi que aún no se inmutaba pero se quitaba el casco para intentar ver. Ciego soltó su espada. Tomó a la mujer en su espalda y la arrojó al suelo.
Escorpión sin aire y sin casi fuerzas se arrastró y tomó la espada larga pesada y nuevamente le cortó detrás de las rodillas al hombre que no sentía dolor. Por más que se resistía terminó arrodillado cuando le cortaron los nervios de las piernas. Estiraba sus brazos intentando agarrar a la mujer pero no la veía.
Escorpión se quitó el casco para poder respirar, tomó la espada larga con las dos manos y cercenó la cabeza del Jinete de dos tajos. La sangre caliente y espesa le salpicó en la cara.
—¡Resiste eso estúpido traidor! —gritó Escorpión, lo hizo tan fuerte que todos se dieron cuenta de que era aquella mujer que había intentando matar al rey hace unos años.
—¡Siiii! —gritó Line.
—Eso significa que ahora es tu turno primito —dijo Azúl y corrió a abrazar al niño Pez.
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