Flecha

          —¿¡Escuchaste eso!? —preguntó Flecha al reaccionar al ruido de una explosión que se escuchaba cerca.

          —¡Apúrate, ya estamos cerca! —respondió Astrid que parecía algo distante con su compañero desde que salieron de aquella caja de acero.

          Ya estaban a punto de salir del lago congelado que ahora estaba más sólido por la tormenta de nieve que ya había terminado.

          Su andar era lento ya que los dos iban cargando mucho del equipamiento que habían encontrado en aquella caja de acero. Habían comido de unas latas conservadoras de granos, comieron todo lo que pudieron mientras la tormenta los mantuvo encerrados. Tenían una mochila en sus espaldas y una la llevaban en el hombro. Dentro de aquella caja de acero también encontraron otros uniformes, ambos se habían vestido con nuevos.

          Guardaron muchas latas en su mochila donde también llevaban municiones y unas nuevas APA, Flecha cambió su espada amellada por dos nuevas espadas simples que encontró, tomó dos cuchillos y los puso en su cinturón por si los necesitaba, también guardó su arco a medio hacer en la mochila y Astrid se armó con unas APA y el sistema de gancho. Flecha tenía el sistema de gancho guardado en su mochila ya que no sabía usarlo también encontraron dentro algunos explosivos que se encendían con el encendedor. La caja de acero estaba equipada con armas y suministros para un pelotón completo.

          Mientras se dirigían a donde habían escuchado aquella explosión Flecha se llevó su mano al bolsillo para asegurarse que su piedra roja estuviese donde la había puesto cuando se cambió el uniforme. Al sentirla la apretó con firmeza esperando que tomara la forma de un hada nuevamente pero siguió siendo una piedra así que la soltó y la dejó en su bolsillo.

          Flecha notó que Astrid evitaba verlo a la cara, pero el se sentía más avergonzado que ella por lo que había pasado... empezó a recordar a su papá y las historias que le había contado sobre él y su mamá. Había sido bastante diferente la primera vez de su papá y la de él pues Flecha prácticamente se había dejado llevar.

          —Me fuese gustado traer ese cañón —afirmó Astrid sacando de los pensamientos al chico.

          —Era muy pesado —refutó Flecha —. ¿Las otras cajas de acero también tienen esas cosas?

          —Eso creo y esa última explosión sonó como un cañón —le respondió.

          —Los disparos se escuchan más cerca —afirmó Flecha que junto a Astrid se adentraba al bosque hacia el este.

          —¿Astrid? —dijo Flecha intentando llamar la atención de su compañera de cabello blanco.

          —Dime —respondió mirándole fijamente con un poco de vergüenza.

          —Lo que pasó hace un rato...

          —Pasó porque estábamos muriendo —interrumpió Astrid —. Llámame Soldada Oro o simplemente Oro, ahora por favor quiero que hagas silencio. Para que no nos escuchen.

          —Pero tú misma me dijiste que odiabas tu apellido y que te dijera Astrid —respondió Flecha, se escuchaban balas y gritos por doquier, y sabía que eran sus compañeros los que gritaban de pánico.

          —Sé lo que dije, ahora cállate —susurró Astrid que intentaba escuchar y Flecha apenado se calló.

          Cuando Flecha iba a lanzarse a la batalla una voz casi susurrando a sus espaldas lo detuvo.

          —Espera soldado —dijo Edmon el líder del grupo que lucía bastante herido, lo acompañaba Níquel.

          —Me alegra que estén bien —expresó Níquel que lucía aterrado y nervioso.

          —No hay tiempo para hablar, síganme —ordenó Edmon apresurado y agitado lucía confundido y con las pupilas dilatadas parte de su uniforme estaba lleno de cenizas y su cara pálida estaba oscura como el carbón y toda rasguñada al igual que sus brazos que estaban un poco ensangrentados.

          —¿Pero qué hacemos con todo esto? —preguntó Flecha interrumpiendo y refiriéndose a las mochilas y bolsos.

          —¡Soldado Níquel lléveselo rápido y escóndalo en un lugar seguro! —ordenó rápidamente el jefe Edmon —. Usted soldada sígame con su equipo de gancho y usted soldado sígame por tierra con su APA y sus espadas, ambos afirmaron con su cabeza.

          Flecha se quedó solo en el terreno y todo estaba muy oscuro el jefe y la soldada Oro se fueron con el sistema de gancho a través de los arboles Flecha intentó seguirlos desde abajo corriendo, su respiración estaba agitada miraba los dos lados con atención, decidió quitarse el casco y la máscara de su uniforme para poder ver mejor. Se detuvo y apuntó en todas las direcciones sentía que algo lo acechaba, justo cuando visualizó algo y apuntó, se dio cuenta de que se trataba de tres de sus compañeros que corrían en su dirección.

          —¡Ahí, vienen los hombres bestias! —gritaban los tres Latem cuando se acercaban a él.

          Los tres soldados se detuvieron donde estaba Flecha.

          —¡Rápido, formación! —exclamaron desesperados a penas y podían sostener las APA con firmeza estaban temblando del pánico —. ¡Espalda con espalda!

          Los tres soldados junto con Flecha juntaron sus espaldas mientras se cubrían los unos a los otros, Flecha miraba todo alrededor sin ver nada. Pero empezó a escuchar unos gruñidos que provenían de varias criaturas que los rodeaban no sabía cuántos eran pero eran más de dos.

          Casi sin pensar todos empezaron a disparar a diestra y siniestra a su alrededor y gritaban desesperados, todos menos Flecha que solo veía sombras moviéndose a través de los arboles.

          —¡Dispara hombre bala o nos van a matar, ayúdanos! —le gritó el hombre que estaba a su derecha.

          Flecha quería acertarle a algo pero eran muy rápido a su vista.

          —¡Recarguen! —gritó un soldado y todos empezaron a recargar la munición de sus APA y las bestias se mostraron, eran criaturas atroces eran tres semihombres o semibestias con rostro deforme, con grandes hocicos, grandes brazos y garras, con todo el cuerpo cubierto de sangre y pelo, con pequeñas orejas y ojos como los de los lobos, mostraban sus colmillos. Levantados en sus dos patas traseras —. ¡Rápido, recarguen!

          Los Latem intentaron recargar las APA pero el miedo los hacía temblar de tal manera que les era imposible hacerlo rápido. Los hombres lobos se acercaban mostrando sus colmillos gruñendo.

          Flecha apuntó justo a sus cabezas y cuando apretó el gatillo no sucedió nada, el arma no disparaba pero esta vez no era por el seguro que ya había quitado.

          —¡Vamos dispara! —gritaban los Latem desesperados —¡Nos van a matar tarado!

          —¡Está atorada!—respondió Flecha que ahora también estaba asustado. Los lobos saltaron al acecho y Flecha soltó su APA al suelo y desenvainó sus dos espadas simples.

          El primer hombre lobo se abalanzó sobre dos de los Latem que empezaron a correr, a pesar de que las bestias podían pararse en dos patas cuando corrían se movían en cuatro patas y aunque su torso era como el de un oso de fornido eran agiles y rápidos. Sin demora el primer hombre lobo que perseguía a los Latem mordió el pie de uno.

          El segundo hombre lobo se comía el rostro del Latem que se quedó paralizado intentando recargar su APA, el hombre lobo salpicaba sangre de su hocico y sus ojos solo indicaban sádica furia animal. El césped bajo de ellos se manchaba de sangre el Latem murió enseguida sin sufrir mucho pero el hombre lobo no podía detener su sed de sangre.

          Flecha no miró más en esa dirección y con sus dos espadas lanzó un tajo con la derecha y luego un tajo con la izquierda pero el tercer hombre lobo era más listo que el resto y los esquivaba con facilidad, era mucho más alto que Flecha y también mucho más fuerte, cuando Flecha repitió el ataque el tercer lobo reaccionó con un garrazo sacándole de la mano derecha la espada e hiriéndole.

          Flecha dio dos pasos hacia atrás quejándose y la bestia le saltó encima y la espada de su mano izquierda se resbaló. Flecha estaba en el piso sobre su espalda con una criatura del tamaño de un oso encima que intentaba desgarrarlo con sus garras pero Flecha se revolcaba sobre el suelo para impedirlo y cubría su rostro con sus manos.

          Flecha recordaba que no era la primera vez que estaba en una situación similar, cuando vivía en la isla de Senod le tocó enfrentarse a un oso que liquidó solo con dos flechas, la primera la lanzó con el arco y le dió en el cuello y la segunda flecha se la clavó en el ojo con sus propias manos.

          De su cinturón sacó aquellos dos cuchillos que había guardado y se los clavó al tercer hombre lobo en los ojos pero de igual forma este lanzó una mordida sobre su hombro lastimándolo nuevamente, así que volvió a sacar los cuchillos de sus ojos y los volvió a clavar con más fuerza. El tercer hombre lobo retrocedió esta vez chillando y salió corriendo en sus cuatro patas chocándose con los arboles sin poder ver.

          El segundo hombre lobo seguía masticando el cuerpo sin vida del Latem, Flecha furioso y con un grito de guerra y desesperación olvidó el ardor y dolor que sentía en su hombro y corrió, tomó una espada con su mano izquierda y con toda su fuerza le cercenó la cabeza a ese lobo que murió en el acto, sangre caliente cayó sobre su rostro. Agotado por su lucha volteó para visualizar al primer hombre lobo.

          El primer hombre lobo que ahora venía en su búsqueda miraba con mucha rabia como Flecha había matado a su compañero, Flecha sabía que ya no tenía la suficiente fuerza para enfrentarlo pero Níquel interrumpió antes de que el primer hombre lobo lo atacara. Tomó un explosivo y se lo lanzó, el hombre lobo explotó en el acto, Níquel le había salvado la vida a Flecha. Pedazos de hombre lobo cayeron por todo el lugar, olía a pelo chamuscado, sangre y piel quemada.

          —¡Estamos a mano! —le gritó Níquel desde lejos y tomaba su APA para visualizar todo a su alrededor pero además de los cadáveres y su compañero no vio nada, tomó una APA del suelo y se la ofreció a Flecha —. Vamos continuemos, agárrala.

          —¿Dónde dejaste las cosas? —preguntó pensando en la comida y las municiones.

          —Están en aquél árbol con la marca de una equis —respondió Níquel y Flecha asintió.

          Flecha se vio el hombro derecho con la mordida, le dolía pero no parecía tan grave y su mano derecha estaba temblando y no la podía cerrar.

          —Bebe el agua mágica —le dijo Níquel.

          —Creo que debemos guardarla para una herida más mortal —respondió.

          —Tienes razón, si puedes seguir sígueme.

          Como pudo, Flecha envainó las dos espadas simples y tomó el APA y pudo mover su mano derecha, los dos corrieron hacia donde se había ido Astrid con el jefe Edmon.

          Todavía en el bosque se escuchaban disparos y gruñidos como eco, por esto Níquel y Flecha caminaban con cautela acercándose a donde estos sonidos provenían.

          Se percataron que Astrid y el jefe Edmon se encontraban aguardando en las ramas de un árbol y cuando miraron se dieron cuenta del porqué. Debajo de ellos estaba un semihombre con cabeza de león y cuatro hembras jaguares sobre dos de sus patas.

          Las bestias también se dieron cuenta de la presencia de ellos dos y fueron en su búsqueda. Flecha visualizó bien y le disparó en la cabeza a una hembra jaguar que cayó al piso enseguida luego le disparó al león acertándole en el pecho con varias balas pero sin herirlo de gravedad. El hombre pareció haberse molestado porque rugió enseguida y no se detuvo, fue directo a atacarlos. Níquel le disparaba también pero su puntería no era tan buena como la de Flecha.

          —¡Sujétate de mí! —dijo Níquel que lanzaba un gancho a un árbol y lo sujetaba a su traje para salir de ahí, pero justo cuando Flecha lo sostuvo con fuerza y empezaron a ascender el hombre león saltó y destrozó la cuerda de metal con sus garras.

          —No van a ir a ningún lado —afirmó el hombre león con una voz bestial casi rugiéndole a Flecha y a Níquel que estaban adoloridos en el suelo por la caída.

          Enseguida llegaron seis Latem arremetiendo a las bestias con balas, asesinando a las tres hembras jaguares e hiriendo de gravedad al hombre león que huyó corriendo a los adentros del bosque.

          —Necesitamos que alguien nos baje se nos dañaron nuestros ganchos —dijo el jefe Edmon desde las alturas que todavía no estaba tranquilo no creía que las cosas ya hubiesen acabado.

          Uno de los soldados subió y los bajó a uno por uno.

          El resto de las bestias dirigidas por un hombre tigre aparecieron y empezaron a rodear a todos los que quedaban del pelotón Edmon.

          Un lobo común, cinco hembras leopardo comunes y dos osos, todos obedecían al hombre tigre de bengala.

          —¡Deténganse! —gritó la perfecta mujer desnuda con cabellera de color de oro ceniza y ojos color bermellón —, no quiero que mueran más de ustedes mis hijos, váyanse, desde ahora yo me encargaré.

          Flecha y los Latem solo les apuntaban sin hacer nada y todas las bestias empezaron a irse.

          —¡No puede ser, nosotros te asesinamos! —le gritó Níquel a la perfecta mujer.

          —Es una diosa, no es tan fácil de asesinar —le respondió Edmon que ya empezaba a dar todo por perdido su plan de emboscada no había funcionado del todo.

          Edmon el líder del pelotón había descubierto que un ser sumamente poderoso estaba en la isla pues podía percibir como los animales se dirigían en una sola dirección como sí algo los llamara. Sabía que ese poderoso ser sería un riesgo así que ideó un plan para asesinarlo. Pero lo que no sospechaba era que se estaban enfrentando a una diosa.

          —¿Qué hacemos? —preguntó Flecha y la herida de su hombro empezaba a arderle.

         —¡Dispárenle! —ordenó el jefe Edmon y todos empezaron a dispararle a la diosa que se convertía en un reptil al que le empezaban a salir varias cabezas una por cada hombre al que enfrentaba —. Es una hidra, hagan lo que hagan no corten sus cabezas.

          Eran nueve cabezas en total.

          —¡El que tenga explosivo úselos! —gritó la soldada Oro y casi sin pestañar antes de que la criatura empezara a atacarlos todos los soldados con explosivos los encendieron y se los lanzaron haciéndola retroceder, pero solo por unos instantes. Ya que casi enseguida cinco de las cabezas tomaron y devoraron cada una un soldado, se los tragaba entero la diosa convertida en hidra.

          —¡Salgamos de aquí! —ordenó Edmon sabiendo que no iban a poder derrotar a una diosa, y uno de los soldados lo sujetó y se lo llevó con su gancho.

          Astrid como pudo arregló el mecanismo de gancho y sostuvo rápidamente a Flecha elevándolo en el aire.

          El sistema de gancho de Níquel tampoco estaba funcionando muy bien porque el hombre león había roto su cuerda de metal. Por lo que Níquel muy bien sabía que no podía escapar.

           Níquel suspiró y sonrió...

          —Se me acabaron las oportunidades —susurró.

          —¡Ayúdenlo, no lo dejen morir! —gritó Flecha mientras se alejaban pero antes de alejarse por completo Flecha pudo ver como todas las cabezas de la hidra se peleaban por el cuerpo de Níquel aquél que había sido su primer amigo —. ¡Nooo! —gritó desesperado intentando escapar de los brazos de Astrid en el aire y sin poder evitarlo sus ojos se llenaron de lagrimas, estaba frustrado por no haber podido salvar a su único amigo.

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