Chama

          Todavía respira —dijo Chama, el escuadrón aéreo estaba protegiendo a la diosa a quien chama había montado sobre él águila.        

          El ejercito de Butis avanzaba sin que nadie los pudiera detener, los animales que habían sobrevivido iban a su lado, las rebeldes ya ni siquiera se estaban oponiendo a ellos, habían sufrido, aunque su número todavía era grande temían de la diosa y en su lugar empezaron a ceder, rindiéndose y soltando sus armas.

          El sol estaba saliendo y el cielo se tornaba de un rojizo sangriento, Chama suspiró y miró a la madre Misa sobre el águila, aún no despertaba. Se veía tan normal, que le costaba creer que esa era la diosa a la que había adorado junto a su padre. Incluso a ella le habían logrado hacer tanto daño.

          —Electra, asegúrate de destruir las ballestas, Morro guía el ejercito de bestias, ya casi terminan de tomar la ciudad. Yo encontraré a alguien que ayude a la diosa —ordenó Chama.

          —Deberías llevarla con alguno de los Butis —alzó la voz Morro mientras ascendía más arriba con su alicanto.

          —¿Qué haremos con las rebeldes que empezaron a escapar? —preguntó Electra, su piel estaba azul grisáceo, Chama miró el terreno, donde todavía había cadáveres, fuego, destrucción y cenizas.

          —No hagas nada, ya perdieron. Solo evita que más de ellas escapen, pero sin más muertes. Creo que ya fue suficiente.

          Los dos volaron en sus animales a cumplir las órdenes.

          —Madre Misa, vamos ayúdame con esto —dijo al cielo, luego miró que llevaba a la diosa desnuda tapada con unas sabanas sobre las plumas del águila gigante mientras la sostenía —. Pero, qué se supone que estoy haciendo, sí ella está aquí conmigo.

          —Igual te escucho, siempre te he escuchado —dijo una voz, la piel de Chama se puso de color morado y luego, alternó entre amarillo y rojo.

          —Madre… diosa Misa.

          La diosa se notaba débil y no hizo el mayor esfuerzo en levantarse.

          —Pensé que no iba a despertar… —Misa se quejó —. Disculpe solo hemos podido quitar la mitad de las flechas.

          —Tranquilo Chama, gracias —Misa sonrió levemente, se miró sus dos manos con una mirada desenfocada.

          —¿Está bien? —preguntó Chama con voz sutil mientras bajaba la cabeza —. Disculpe es una pregunta tonta, tiene cinco flechas en su cuerpo.

          —No tengo mucho tiempo —dijo Misa —. Debemos regresar a la isla cuanto antes Chama hijo de Cagua. Ve hacia el árbol blanco cerca de la orilla justo al risco que se une con el puerto.

          —Pero usted no puede morir es una diosa —alzó la voz Chama —. No sabe lo que se ha sacrificado por usted —Chama quería decir tantas cosas, pero el respeto hacia la diosa hacía que la saliva se le atascara en la garganta, incluso su voz se notaba más débil de lo normal. De igual forma Chama empezó a volar hacia la isla. El vuelo lo hizo ver todo el caos provocado en aquél lugar, el corazón le latió tan rápido que no supo si era por ira o tristeza.

          —Dilo —dijo Misa.

          Chama la miró.

          —No entiendo… no es justo, no quiero… no sé cómo explicarlo —Chama habló muy rápido y Misa no dejó de verlo con sus ojos bermellón.

          —Desde siempre has dudado. Lo sentí —dijo Misa —. Ahora solo dime lo que quieres decir. Esta vez sí te responderé.

          Chama guardó silencio y miró hacia el sol, el cielo estaba cada vez más rojizo y su piel se mezcló con ese color que al final parecía más oscuro como la sangre. Chama agarró un soplido de aire y empezó a soltarlo todo.

          —¿Por qué para lograr la paz tiene que haber guerra?  ¿Por qué le ordenaste a mi papá que matara a la familia de mi esposa? ¿Por qué hiciste todo esto? Estos son los seres que amabas… son esos animales que algún día fueron cachorros, ellos son tus hijos, nosotros somos tus hijos. ¿Por qué los obligas a luchar, a morir a dejar de ser lo que son? —Chama empezó a tartamudear —. ¿Por qué nunca me respondías?

          Misa intentó levantarse un poco pero no pudo y en su lugar escupió sangre así que se volvió a recostar.

          —Tuve algo así como un hermano, el de seguro hubiera arreglado todo esto sin la necesidad de una guerra, quizás por eso este mundo lleva su nombre —dijo Misa —. Aunque cuando él existía el mundo no estaba tan corrompido, he estado aguardando y a veces luchando pequeñas batallas, siempre sola y nunca fueron suficientes. Desde que el sabio Cagua me habló de ti, te escuché cada día, supe de tus dudas y yo también las tuve, no te respondí porque no podía darme el lujo de quedarme sin hacer nada por más tiempo y sabía que tu compasión me convencería de dejar de hacer lo que estaba haciendo.

          »Pero este es el único camino y esto no ha terminado, sé el dolor que estoy ocasionando, pero no te imaginas todo el dolor que he sufrido con ellos todos estos años. Desde que nací, desde que nacieron ustedes. Sí tu padre mató a esos Anis fue porque yo se lo ordené, ellos hubieran sido un obstáculo para mis planes.

          —La muerte de ellos, no te causó dolor, no lo sé, siento que no eras lo que yo pensé —la voz de Chama se quebró y empezó a llorar —. Siento que no se justifica.

          —Estás muy joven, solo quiero que sepas que sí debo convertirme en un ser de destrucción para lograr darles este mundo, lo haré… así tenga que ir en contra del mismo caos —Misa alzó la voz pero a medida que habló se desvaneció y se desmayó.

          Chama se le quedó viendo y notó que todavía estaba respirando, voló y llegó al lugar tres mujeres butis lo estaban esperando en el lugar.

          —Hola, yo me llamo Tanoria —se presentó la mujer de piel morena, las otras dos mujeres se inclinaron y guiaron a Chama a una choza donde dejó a la diosa, rápidamente empezaron a buscar todo tipo de extrañas plantas. Chama pensó que Persa podría reconocerlas solo con verlas pero él no, Tanoria trajo una pequeña botella con un agua azul brillante.

          —¿Qué es eso? —preguntó Chama.

          —Sí todo esto no la cura nada lo hará —se lamentó Tanoria —. Pero primero necesito sacarle las flechas.

          Chama ayudó con el proceso, pero con una pasta medicinal y algunos trozos de colmillo que funcionaban como cuchillo para cortar la piel pudieron sacar las cinco flechas.

          —¿Estará bien?

          —No creo que despierte por un buen tiempo —explicó Tanoria —. Ella me dijo que era probable que algo como esto pasara.

          —¿Qué más te dijo?

          —Dos ejércitos se unirían Butis y Ani, para conquistar todo el continente Siafan hasta que ella despertara —Tanoria se alejò y trajo consigo varias hojas y una carta.

          —Ella me contó parte de su historia, me dijo que todos deberían saber por lo que están luchando —Chama quedó observando las hojas y la carta y las tomó.

          —Me enseñó a escribir, me dijo que todavía faltaba más de esa historia pero eso ya era algo —Tanoria bajó la cabeza —. La carta es para ti y para Ramán.

          —¿Quién es Ramán? —preguntó Chama.

          —El tigre de bengala que guió el ejército.

          —¿Dijo algo sí alguien se negaba a cumplir sus designios? —Chama caminó por la choza como tratando de comprender algo.

          —Ella sabía que después de saberlo todo, la mayoría continuaría con su legado hasta que ella despertara.

          Chama asintió y salió de la choza, miró a su alrededor y todo estaba en un silencio pacifico. Lo primero que hizo fue leer la carta que era breve;

          Ramán, Cagua y Chama guiarán los ejércitos para conquistar el continente Siafán hasta que yo despierte. Deberán utilizar la ciudad de las rebeldes y sus mujeres para su beneficio, para eso deberán hacer un tratado de conquista.

          Chama se sorprendió al saber que la diosa ya había planeado todo, incluso lo habían incluido a él en sus planes.

          —Persa, estoy seguro que tú sabrías que es lo correcto, o al menos siempre parecía que sabías —suspiró Chama.

           Subió a su águila y regresó al campo de batalla que ahora era un cementerio. Las tropas de guerreros Butis avanzaban y las rebeldes que quedaban se escondían en su casa. Chama descendió al ver a un hombre con forma de tigre discutir con unas elfas.

           —Mátalas —dijo el tigre de bengala.

           —Espera —interrumpió Chama y se lanzó del águila cuando bajaron la altura —. La guerra terminó.

           —¿A dónde llevaste a la madre Misa? ¿Ella está bien? —preguntó Ramán —. Estas mujeres de aquí de seguro están ocultando a quienes hirieron a la diosa atrapamos a la mitad de ellas pero escaparon otros. Tenemos varias de esas brujas amarradas de manos y piernas y además con la boca tapada. Creo que tendremos que cortarles la lengua para que no lancen su magia.

           —Ella está viva —dijo Chama —, Ya tomaron la ciudad, ya no es necesario que las mates.

           —Entonces hay que preguntarle a ella lo que haremos —Ramán apuntó su daga a una de las mujeres que no paraba de llorar.

           —No se puede, cayó en un sueño —Al escuchar esto Ramán intentó cortarle el cuello a la mujer pero Chama reaccionó rápido deteniéndolo con el látigo sujetando su brazo.

          —¿Qué te pasa? Suéltame —ordenó y los Butis que estaban con él se tensaron y apretaron sus armas sin dejar de ver a Chama.

          —Ella dejó esto —Ramán tomó la carta de golpe y la olfateó. Tenía el aroma de la diosa. Gruñó y se la pasó a un Latem junto a él.

          —Willy, lee esto —le ordenó, a Chama le pareció muy extraño que él estuviera allí pero no dijo nada.

          El Latem le susurró al oído lo que decía la carta y Ramán envainó su daga.

          —¿Qué haremos entonces? —preguntó el tigre de bengala.

          —Ramán, creo que él tiene razón, ya logramos capturar la ciudad, solo tomemos los rehenes. Ya basta de muertes —dijo Willy pero fue ignorado.

          Chama tragó profundo y pensó unos segundos y señaló la cúpula de la reina.

          —Vamos a buscar a la reina —dijo y Ramán le ordenó al ejército que se prepararan.

         Había rumores de que la reina pudo haber escapado por alguna zona secreta pero cuando llegaron a la cúpula los estaban esperando. El ejercito rebelde se había rendido, los Butis habían tomado más de la mitad de la ciudad y con la gran cantidad de capturados que tenían los no había nada que ellas pudieran hacer.

         La troll gigante estaba aguardando en su enorme trono. La cantidad de Butis híbridos que había entrado al extraño pantano podría haber acabado con todo el lugar en minutos. 

         —¿Dónde está Misa? —dijo la reina —. ¿A caso murió conquistando mi ciudad?

         —No está muerta —replicó Chama —. Pero yo la represento —su color de piel se puso un rojo oscuro.

         —Ya veo —la reina Parta se levantó y caminó con su robustas patas, parecía agotada.

         —Reina estamos aquí para pedirle una alianza.

         —Acaban de matar a más de la mitad de mis súbditos —habló con voz ronca —. Ya le había dicho a tu diosa que no seríamos sus aliadas. No apoyaré a una genocida que sacrifica a seres pensantes por estúpidas bestias sin razonamiento. 

         Chama se acercó a ella y miró hacia lo alto para verla a la cara. A su mente vinieron tantos recuerdos, todo aquello que había hecho con sus años con Persa, a todos los animales que había salvado, pero después entendió que eso no había cambiado nada. Apretó sus puños y pensó en todas las personas que había conocido, esos que los veían como domadores, también recordó que solo pensaban en los animales como un alimento o una cosa más, recordó cuando asesinó a los Pico y recordó el dolor cuando su esposa se fue y no la pudo seguir, porque había algo más grande dentro de él que no lo dejó de pronto su piel se puso a cambiar de colores como nunca lo había hecho, respiró agitado y cuando se le hizo un nudo en la garganta lo tragó.

         —Antes probablemente usted me hubiera intimidado, en esos tiempos cuando me dedicaba a salvar animales, cuando pensaba que era feliz haciéndolo, tal vez hubiera sido amable y bondadoso. Ese yo, hubiera creído que todas estas muertes eran un sin sentido y que de seguro estábamos haciendo un gran mal, pero he cambiado.

         »En aquél tiempo vivía frustrado, salvaba a uno o dos animales y morían miles y solo ahora lo sé. Lo aprendí, debía hacer algo más grande, me justificaba diciendo que lo hacía por mi padre o por la diosa, pero no… todo lo he hecho por mí. No tienes ni la más mínima idea de cuantos he matado para poder estar aquí en este momento, se supone que un Ani es pacífico. Pero cuando nuestra diosa nos llamó para proteger a la vida animal nos volvimos más salvajes que cualquiera. ¿Me arrepiento?… sí, ¿lo volvería a hacer? Pues la verdad es que sí pero cuando intenté ser de nuevo como antes me sentí de nuevo frustrado.

         »Ahora le diré que la única razón por la que ustedes y la otra mitad de sus súbditas siguen viva es porque la diosa Misa lo quiere.

         La reina se quedó expectante pero Chama no dijo más nada.

         —Vaya lagartija me sorprendiste —dijo Ramán cuando Chama pasó por su lado.

         —Solo arréstala, hoy descansaremos y después terminaremos de tomar la ciudad —dijo Chama.   

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