Chama

          La noche había sido cómo ninguna otra en mucho tiempo. Chama al fin pudo dormir y ahora estaba decidido a hacer lo que su esposa Persa le había dicho. Solo tenía que terminar con lo que le había ordenado padre, para así evitar muertes innecesarias de los seres de Flora.

           Chama estaba en una aldea improvisada que habían creado como un pequeño campamento de Ani, que normalmente se tenía que estar moviendo cada semana mientras la guerra avanzaba.

          El galopar de unas cebras se escuchó acercándose, el gentío de Ani salieron a observar a sus guerreros. Persa y Chama sabían que significaba la venida de ellos.

          Los Ani guerreros que iban sobre las cebras avisaron a Chama el lugar de la reunión y le dijeron que debía asistir con toda su familia, con la vestimenta más formal que tuvieran.

          Chama y Persa se terminaron de alistar. Con ellos iba su hijo Cote y el pequeño Oice. Cote solía montarse encima del pequeño oso de frío para que lo llevara a todos lados.

           Los Ani tenían una vestimenta para ceremonias de adoración, Chama y Persa se vistieron con estas, una de las ancianas de la pequeña aldea tenía un par de ellas y se las terminó regalando.

          A Chama le cubría más parte de su cuerpo de la deseada pero le parecía una buena idea hacer las cosas por las buenas.

           Persa miró a Chama y empezó a reír por lo incómodo que se veía. Él llevaba un gran traje que le cubría desde los hombros hasta los pies y una capa azul peluda. La mayoría de los trajes estaban hecho del pelaje que botaban los animales.

          Persa por su parte se vistió de un traje casi de escamas de alguna criatura marina y también adornó su hombro con una capa y su cabeza con una cola azúl hecha de un cuero más resistente que el de sus látigos, provenía de un animal llamado el cerdo foca, de dónde ella venía había ciento de ellos. Cuando la señora se lo dió no pudo evitar recordar a su familia a quienes había dejado hace años por amor.

          Todos subieron al Nubel Duo, el Mono azúl de Persa notando su tristeza se le puso en el hombro y la empezó a acariciar restregandose en ella.

          Empezaron a ascender a los cielos y el niño estaba jugando con su pequeño Oice mientras que Chama podía percibir el momento incómodo.

          —¿Qué sucede mi vida? —preguntó Chama —. Te noto demasiado nostálgica.

          —Tengo un mal presentimiento, necesito ver a mis padres —respondió Persa, y aunque se veía hermosa Chama nunca la había visto tan triste.

          —Lo sé, saldremos de esto y te prometo que iremos con tu padre.

         —¿Y sí no te acepta como antes? —preguntó Persa preocupada.

         —No soy el mismo niño cobarde que era antes —dijo Chama confiado —. Lo convenceré de que tú y yo somos el mejor equipo y pareja que puede existir.

         —Nunca fuiste cobarde —dijo Persa y se acercó y tocó su mejilla —. Me llevaste contigo y he sido feliz.

         Descendieron del cielo justo en él lugar donde estaba el sabio Cagua con su traje blanco que brillaba en el día soleado, llevaba un sombrero largo que imitaba la forma de una corona con pliegues sutiles y una que otra pluma blanca.

          El sabio Cagua los saludó bajando la cabeza. A él lo acompañaban cinco sabios más, estos no llevaban el mismo sombrero pero sí el mismo traje. También estaba el niño Zana con su dragón Río, Chama tenía la sospecha que su padre quería que los seres de Flora vieran al dragón porque normalmente lo consideraban de buen augurio y de confianza.

         Dos guerreros también estaban acompañando a los sabios, uno de ellos era Caque. Ambos iban con una especie de armadura que Chama nunca había visto, parecía estar hecha de la cola de un eltraptor un ser duro hecho de casi puro hueso y escamas espinudas que solía mudar su cola de martillo cada cierto tiempo.

         Persa se acercó al oído de Chama observando la extraña situación.

        —Pensé que él no iba a venir
—susurró Persa en su oído. Y Chama también había pensado lo mismo pero no podía decir nada.

         Había algo en Caque que no estaba bien. Era un Ani que no tenía un vínculo de hermandad fuerte con ningún animal. Era como sí ningún ser pudiera permanecer a su lado por mucho tiempo.

           El otro guerrero que lo acompañaba llevaba una serpiente mientras que los sabios iban sin su hermanos animales.

          —¿Crees que está bien que llevemos a Cote? —preguntó Persa.

          Chama negó con la cabeza. Enseguida lo metió nuevamente en la nubel Duo y le dijo que ascendiera y cuidara de su hijo y del pequeño Oice.

           —Gracias por dejar a nuestro hijo —soltó Persa.

           —Oye —habló el Sabio Cagua mientras caminaban a la entrada del jardín.

          —Dígame, sabio Cagua —dijo Chama.

          —¿Yo acabo de ver a mi nieto pero ahora dónde está?

          —Padre, él se sentía indispuesto y lo tuve que mandar de regreso a la aldea —mintió Chama y su color de piel se tornó oscura y rojiza en ese instante. Su padre se había dado cuenta pero calló.

          —Tonterías... Lo fueses dejado aquí. Deberías ir por él —ordenó el padre.

         —Yo le pedí que lo enviara a la aldea Sabio Cagua —habló Persa.

          —Claro... ¿Cómo no hacerle caso a una mujer tan hermosa cierto hijo? —dijo el sabio Cagua mirándola a los ojos y después riendo —. Bueno continuemos, de la reunión de hoy dependen muchísimas cosas.

          —Gran Sabio —dijo Caque que caminaba a la diestra de Cagua.

          —Dime Caque.

          —¿No cree que necesitamos a más guerreros por sí algo se torna mal? —preguntó Caque y para Chama su cara denotaba una malicia y sadismo único.

           —Contigo y con Chama ya sería suficiente para mí. Los demás están para dar una buena imagen —dijo el Gran sabio.

          Chama observó a su padre y lo notó detenidamente, parecía bastante tranquilo, no sabía que era lo que tenía planeado, se había dado cuenta que su padre era mucho más inteligente de lo que él recordaba.

          Persa sostuvo la mano de Chama con mucha fuerza parecía que estaba temblando ella no confiaba para nada en el padre de su esposo. Su mono azúl estaba inquieto se movía de su hombro izquierdo al derecho frecuentemente.

          Ya habían llegado a la prominente entrada que se veía desde las distancias, era una vista hermosa e irreal además que el olor que se sentía en el ambiente parecía el más puro de los aires.

          Todo estaba cubierto por troncos gigantes de árboles con madera fuerte mágica y antigua, cubrían todo el lugar sin dejar pasar a nadie, ni tampoco ver lo que había dentro.

           —Yo soy el Sabio Cagua, los míos y yo tenemos una invitación y necesitamos pasar por favor —gritó Cagua a la inmensidad arborea.

           Las raíces empezaron a recogerse dejando abierto un sendero verde que era agradable de ver. Él olor puro del rocío se intensificó ninguno pudo evitar respirar profundo.

          Todos empezaron a seguir el cendero, de primero iba encaminado Caque que no se notaba muy impresionado con el colorido entorno. Había plantas de todos los colores, violetas, rosadas, azules, amarillas, anaranjadas. A la simplemente vista se podía sentir extrañamente su dulzor.

         El calor había desaparecido, el aire estaba fresco y soplaba cómo con cánticos que no se sabía de dónde venían. Había flores pequeñas que todos evitaban pisar y otras hasta diez veces su tamaño. Chama las observaba detenidamente sin dejar de tomar la mano de Persa. Algunas se movían sacudiendo el agua o el exceso de polen.

          —Chama mira eso —dijo el niño Zana que iba caminando al lado de su dragón levitando. El niño le estaba señalando unas rosas danzando con el viento incluso parecía que se estaban riendo, parecían ser frágiles pero también amenazantes con sus espinas.

           —Todo es muy hermoso Zana —dijo Chama que observaba con detenimiento. En el cielo había abejas revoloteando.

          —¡Alto señores alto! —dijo una inmensa criatura en forma de cebolla y cabello de cebollín.

           —¿Por qué nos detiene señor? —preguntó el Sabio Cagua y Caque empezó a apretar uno de los cuchillos que llevaba escondidos debajo de su armadura.

          De pronto detrás del señor Cebolla lo siguieron unas arañas como que eran guiadas extrañamente por él.

           —Fascinante —dijo uno de los sabios que se encontraban ahí. Luego cuando terminaron de pasar todas las armas de tamaño prominente al final se encontraba otro señor cebolla cuidando su retaguardia.

           —¿Qué hacen con las arañas las cebollas gigantes? —preguntó el niño Zana.

           —Creo que las arañas ayudan con los insectos que se comen y destruyen todo —respondió Persa sonriéndole al niño.

           —Eso sí que es asombroso.

           Todos siguieron avanzando por el cendero y más adelante se encontraron con un árbol de manzanas que empezó a arrojarles sus frutos rogándole que se los comiera. El niño Zana no dudó en hacerlo.

           —¿Esa manzana que te comiste no estaba viva cierto? —preguntó Chama.

           —¡Él árbol me dijo que me la comiera! —dijo el niño preocupado observando un rastro de vida en el fruto. Pero no estaba vivo.

           —No estés comiendo cosas por aquí, mi padre nos puede regañar recuerda que no sabemos qué está bien o qué está mal para lo seres de Flora —explicó Chama.

           De pronto un ser de flora apareció en medio del cendero, su rostro parecía estar hecho completamente de hierbas, arbustos y un tallo verdoso, parecía llevar un vestido pero no era más que la boca de una planta carnívora era parte de ella misma.

          —Bienvenidos sean los Ani
—dijo la criatura que simulaba la apariencia de una niña pequeña pero en realidad no era más que una planta carnívora intentando tomar una forma para comunicarse.

          —Gracias niña, por favor me podrías guiar hacía donde se encuentra Arit —dijo el sabio Cagua acercándose hacia el ser.

          —Por supuesto. Pero le digo yo no soy una niña soy una planta —explicó —. Pueden llamarme Fies, yo los guiaré con la dueña del jardín, Arit.

          —Te seguiremos —dijo el Sabio Cagua.

          —Guardias de zanahoria salgan —dijo la planta carnívora Fies y del suelo salieron unas seis criaturas en forma de zanahoria que medían dos metros pero se veían fuertes. Sus rostros eran a penas vistosos pero sí tenían brazos y piernas que lucian como raíces naranjas.

           Caque sacó su cuchillo y se puso en frente del sabio Cagua y lo hizo retroceder.

            —Atrás —dijo Caque retrocediendo con los sabios, su compañero también sacó su cuchillo de la armadura y amenazó. Las criaturas de zanahoria lo observaron. La piel de Caque se tornó roja.

            —Señor sí quiere ver a la dueña del jardín, Arit. Deben soltar esas armas —dijo Fies la planta carnívora había tomado una forma de una mujer adulta con sus extraños arbustos y tallos verdosos.

            —¡Caque detente! —dijo Chama que se puso en medio.

            —Caque entrega los cuchillos, no los necesitamos, vinimos a conversar —soltó el sabio Cagua y Caque enseguida soltó los cuchillos en el suelo y las zanahorias los tomaron enseguida su cara que casi no se veía y su boca casi sellada gruñó.

            Una vez que ya habían dejado las armas la planta carnívora Fies los guió.

          De pronto un rocío de lluvia cayó del cielo y los mojó a todos.

          —Este lugar no es más que otro infierno de demonios —mazculló Caque sonriendo.

          —¿Escuchaste eso que dijo?
—preguntó Persa. Chama solo asintió molesto.

          —Yo sí lo escuché —dijo el niño Zana —. Está loco realmente.

          Ya habían llegado a un lugar menos colorido, había unas plantas con formas grotescas similar a la de los humanos pero con hojas en sus cabezas y cuerpo hecho de raíces. Eran mandrágoras e incluso eran más grandes que los seres de zanahoria estaban cuidando la entrada llena de sabila que movía sus partes protegiendo el lugar.

           De pronto todos pasaron uno a uno y cuando entraron observaron flores blancas en forma de campanas apuntando hacia abajo. Hojas verdes y capullos con pequeñas púas del mismo color estaban guindando también.

          —¿Conoces ese tipo de planta? —preguntó el sabio Cagua que sabía que Persa conocía mucho sobre las plantas. Y quizás esa era la razón por la que la había traído.

          —Sí, es una planta hioscina, tiene propiedades alucinógenas sobre algunos y también de sumisión —explicó Persa.

         Justo entonces una flor cayó de la planta.

          —Caque, Chama, Persa y Zana, necesito que vayan a por lo que vinimos, los sabios y yo nos quedaremos acá dialogando —dijo el Sabio Cagua.

          La flor que había caído era blanca y parecía la campana de un vestido, el tallo sacó dos brazos y tuvo un rostro.

          —¿A dónde se supone que van ellos sin mi permiso? —dijo el ser de flora que había emergido de la flor que había caído.

          —Ellos buscarán a los seres de Pico que le comenté en mi mensaje —dijo el sabio Cagua.

          —No se irán. Yo nunca dije que los ayudaría a seguir con su absurda guerra —soltó la criatura que empezaba a tener piernas y caminaba.

          —Creo que aceptaste nuestra invitación para poder negociar una alianza —soltó uno de los sabios y el sabio Cagua les pidió que guardaran silencio.

          —¿Alianza? Quieren una conspiración de guerra y tomar el continente que está casi completamente gorbenado por los Naturales quién a nosotros los seres de Flora del país Ramo nos dan el agua con su magia. No digas cosas absurdas. Ya ni sé que seres son. Pensé que eran pacifistas.

           —¡Señor, tenemos que salir de aquí! —dijo Caque.

           —Cállate Caque y tú tampoco hables Chama —dijo el sabio que notó que su hijo iba a argumentar algo.

          —¿Tienes alguna idea de quién está de nuestro lado? —dijo Caque. Con nosotros está la madre de la vida.

          De la planta empezaron a caer tres pares de flores que también empezaban a tomar forma amorfa sacando brazos y piernas de tallos verdes con su vestido blanco de pétalos.

          —Señor, no respire las esporas de esa planta —dijo Persa.

          El Mono azúl empezó a gruñir en el hombro de Persa mientras los demás retrocedían.

          —¿Quién es la madre de la vida según tu? —preguntó Arit con multitud de voces provenir de todas las flores que habían caído de la planta.

          —¿Qué es eso que está lanzando la planta allá arriba? —dijo el niño Zana y su dragón Río estaba inquieto y zigzagueando.

          —La madre Misa —le respondió el sabio Cagua a la extraña planta.

          Del cielo parecían caer esporas.

          —¿Chama qué hacemos? —preguntó Persa.

          —Desaparece —dijo Chama y en ese momento el mono gruñó y Persa asintió y el mono azul se hizo invisible con ella y de pronto desapareció Zana y también desapareció el dragón y Caque.

         Chama sonrió y sacó dos cuchillos y se puso delante de su padre para protegerlo de las criaturas que se acercaban. Gritó hacía el cielo el nombre de Duo.

          —Misa no es la madre de la vida. Nosotros no la servimos a ella —sonrió Arit y corrió a atacar a Chama que evitó tocarla y cortó uno de sus pétalos.

          —¡Yo sí creo en la diosa Misa! —gritó Chama

          —La verdadera madre estuvo mucho antes que ella, su nombre era Soulife y es la fuente de la vida. Misa no es más que una de sus imitaciones y además ha guiado a este señor a matar a los suyos, a los que no creían en ella y no la querían adorar, cientos o Miles de los suyos y luego matar hasta extinguir a los seres de Pico.

          —¡Mientes! —gritó Chama y el ambiente empezaba a llenarse de esporas y Chama se empezaba a sentir debilitado y a su imagen venían imágenes de sus hermanos Ani masacrados de la aldea de dónde venía su amada hembra Persa. Reacción rápido viendo que estaba alucinando.

          —La tierra no miente —declaró Arit.

          —¿Padre... Es cierto eso que dice? —preguntó Chama y el sabio Cagua guardó silencio

         De pronto cuando ya estaban siendo rodeados una de las plantas empezó a atacar y lanzar unas esporas que empezó a causar alucinaciones y delirios a los sabios.

         Chama retrocedía y atacaba cortando los pétalos, evitaba que atacaran al sabio Cagua. Hasta que de pronto todos desaparecieron ante la vista de las flores. Y la nubel Duo estaba llegando a buscarlos. Aún invisibles y sin que nadie los viera subieron a la nubel y volaron lejos de allí.

           Salieron volando llenos de esas peligrosas esporas.

           Chama estaba débil pero aún podía mantenerse a penas de pie, su mente lo estaba traicionando cada palabra que le decían lo saltaba a una ilusión.

            La nubel voló lejos y descendió.

            Todos bajaron rápido de la nubel y Persa se quitó el látigo de la cabeza. Y fué en búsqueda de el sabio Cagua.

            —¡¿Qué le hiciste a mi familia?! —gritó Persa. Su piel estaba de un azúl opaco que solo reflejaba su dolor.

            —Yo solo hice lo que tenía que hacer por el bien de la raza Ani —dijo el sabio Cagua.

            —¡Persa detente! —gritó Chama.

            —¿Que me detenga? Él los mató, él mató a toda mi familia.

            Caque se atravesó e intentó tumbar a Persa que con su látigo lo tomó por el cuello y lo tiró al suelo y lo arrastró.

           —Te equivocas conmigo. Yo no soy alguien a quién puedas dominar con tu misera diosa—dijo Persa —. Y tú Chama, decide solo dime justo ahora te quedarás con este asesino o vendrás conmigo y tu familia.

           —Debes entender, la madre Misa así lo quiso —dijo el sabio Cagua y persa tomó su látigo y esta vez empezó a ahorcar al sabio Cagua el otro guerrero intentó atacarla con su serpiente pero el mono azúl la hizo invisible.

           —¡Persa yo también entiendo, pero debe haber una explicación él dice que la madre Misa así lo quiso. Solo déjalo hablar no lo mates es mi padre!—dijo Chama y cayó al piso mareado.

           —¿Tu fe sobre todo cierto? —dijo persa y se hacía visible y soltaba al sabio Cagua.

            —Arreglaremos esto —dijo Chama que ya no aguantaba se estaba adormeciendo.

            —Revive a mí familia y lo arreglarás.

            Persa llamó a Duo y se montó en ella como sí le perteneciera. La nubel se tornó gris y subió a los cielos con Persa su hijo, el Oice y el mono azúl, pero en ese momento el mismo Chama entendió que su vínculo con la nubel se había fracturado. Y cayó desmayado.

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