Capítulo 12. Entrenamiento.

La teniente coronel Moral estaba sentada detrás de su escritorio mientras esperaba a Thomas. A partir de que el coronel Toriello le asignó su nueva misión sentía que la chispa volvía a su vida que ya consideraba monótona. Hilda recordó cuando el Gran Mariscal la eligió para ser miembro de la Corona, un grupo pequeño y secreto a las órdenes directas del mismo mariscal Will. A la muerte de este la Corona se quedó sin su centro ya que no pasaron a servir a Gentile; después de todo la última voluntad del Gran Mariscal lo dictaba, la Corona sólo obedecería a su verdadero heredero. Hilda pensaba en la posibilidad de que pronto el heredero tomara lo que por derecho le pertenecía y que ella pasaría a servirle como Perla de la Corona; junto con Rubí, el coronel Toriello; Ágata, el doctor Emils y el resto de dicha organización secreta. ¿Cómo cambiaría el ejército y el país cuando él este al frente? Pensar en eso la emocionaba y haría lo posible por ver esa realidad. El sonido de la puerta abrirse la despabiló.

—Buenos días, teniente coronel.

Hilda lo contempló, no podía evitar pensar en que el heredero era adorable. Sin embargo, procuraba recordarse siempre la naturaleza oculta del joven.

—Muy buenos días, cadete. ¿Estás listo? ¿Qué te pasa? Te ves algo decaído —notó Hilda de inmediato.

—¡No! Así es mi cara.

—¡Ajá! Claro. Es decir, eres un chico depresivo; pero hoy lo estás más de lo usual.

La teniente coronel se aproximó a Tom y bajó un poco el rostro para verlo con claridad. Tom alzó un poco los hombros sin decir más.

—De todas formas, si te sientes mal debes hablarlo, te necesito concentrado. ¿Empezamos?

Thomas asintió y la teniente coronel conectó el implante de su alumno a su tableta electrónica y comenzó a evaluar los datos. Al terminar, Hilda fue por un cartucho y lo colocó con cuidado en el implante de Tom. Este cartucho resplandeció diferente, era un hermoso brillo morado.

—Este es uno simple, empezaremos con el principio eléctrico.

—¿Por qué? —preguntó Tom.

—Porque, aunque considero que hemos avanzado quiero modificar el enfoque. Verás, aquí en la escuela y en otras se enseña la corriente lógica. Mucha gente incluso nada más reconoce esa, por ejemplo, la capitana Moral. La corriente lógica se basa en entender el fundamento de la conversión y expresión para aplicarla, mientras se miden los niveles y se ajusta incluso la calibración del implante, ¿no es así?

—Sí, así es con la capitana. Es algo tedioso porque mis compañeros tienen que esperar los resultados de sus asistentes.

—Exacto, es tediosa, pero la corriente lógica es fácil para folders tradicionales. Son pocos principios, sólo uno en la gran mayoría de los casos y puedes dominar cada uno con la lógica. Pero la corriente que deseo probar contigo es la del sentir, esta es ideal para alguien como tú que debe dominar los ocho principios.

—La capitana dijo que eso era pseudociencia.

—Es muy cierto que han abusado de los conceptos del sentir, ya sabes, sobre todo esa gente dizque holística que ni tiene idea de lo que el FOLD es, y ni siquiera son usuarios. —Hilda negó con la cabeza entre risitas—. Nosotros veremos lo que es en realidad. Como sabes, hay cuatro principios de soporte y cuatro de ataque. El punto es asociar sentimientos con cada uno de ellos. Juntar una emoción con el acto de la conversión te ayuda a asociar la expresión. Asumo que entiendes la parte negativa.

—Si uno no controla lo que siente puede, podría descontrolarse.

—En parte. También le damos mucha importancia a los buenos sentimientos. Por lo regular asociados al soporte: amor, alegría, bondad, caridad, valor, resiliencia, etc. La ira, el enojo, la tristeza, la desesperación se asocian al ataque. El problema no es tanto controlar, es que la gente no reconoce su luz y oscuridad. Intenta ocultar ya sea su "buen" espectro, o su "mal" espectro. —Hilda explicó haciendo comillas con los dedos—. Se olvidan de los matices.

Tom escuchaba atento.

—Quiero que entonces aprendas de tus sentimientos, la sensación que te generan, que recorran tu cuerpo. Los aceptes y los reconozcas como parte de ti, no eliminarlos. Te lo advierto, será difícil. Te expondré a partes de ti que quizás no te gusten o no conozcas. Podrá ser un proceso cruel, pero aquí estaré para traerte. Vamos a iniciar con la conversión del principio eléctrico que está casi al extremo, antes del plasmático, ¿estás listo?

Tom asintió y se sentó por indicación de la teniente coronel al fondo del salón. La tutora preparó la tableta electrónica para revisar la conversión del chico. Tom respiró con calma y la conversión comenzó bajo la guía de Hilda.

—Vamos bien, tu conversión es baja, pero es lo que queremos. Repasemos a nivel técnico lo que sucede. ¿Qué es lo que está pasando con los megas? —preguntó Hilda al cadete.

—Pues se activan y al hacerlo empieza la conversión química que antecede a la expresión.

—¡Exacto! Muy bien, pasemos a lo que nos compete. Ahora que estás activando los megas y preparando la conversión, ¿qué sientes?

—No, no estoy seguro.

—Vamos a intentar subir la conversión, deberá ser más sencillo con un solo tipo de megas.

Tom controló su respiración e inició con los ejercicios básicos recordando en su mente como era la conversión y expresión eléctrica.

—Estás pensando, tienes que sentir. Sentir es como pensar, pero instantáneo, es rápido. Sólo una señal y una experiencia. ¡Siente!

—Sentir —balbuceó Tom— tengo que sentir. —El chico cerró los ojos, se enfocó en la guía de la teniente coronel dejando sus pensamientos en blanco. Pronto una sensación lo empezó a invadir.

—¿Qué sientes? Que no te de pena decirlo.

—Yo tengo, tengo miedo, siento miedo, desesperación...

Hilda escuchaba y estaba atenta a la tableta, la conversión aumentaba.

—¿Por qué sientes eso? —le preguntó Hilda a su alumno.

Tom apretaba los ojos, se contenía.

—Fields, ¿por qué sientes miedo y desesperación? Puedes decírmelo —insistió la teniente coronel.

—Es que, no tiene sentido... —murmuró el joven cadete.

—Aunque creas que no lo tiene sólo dilo.

De alguna forma las palabras de la teniente coronel ayudaban a Tom a liberar esas oscuras sensaciones y pensamientos. Todavía con los ojos cerrados Tom asintió y empezó a revelar lo que había en su mente.

—Siento miedo y desesperación porque hay algo que no puedo detener, no puedo detenerlo.

El joven soltaba lo primero que le llegaba a la boca sin filtros, tuvieran lógica para él o no. La conversión subió, al poco tiempo el chico lo había logrado, la conversión rondaba arriba del cincuenta por ciento.

—Estás subiendo muy rápido —notó Hilda.

—¡Están muriendo!

Hilda desvió la mirada hacia Tom, una mueca de angustia y terror le desfiguraba el aún infantil rostro al cadete.

—Murieron, él morirá y yo también, me quedaré solo, no me quiero quedar solo...

—¿Quién morirá? —Hilda se atrevió a preguntar.

—Debo detenerlos, ¡debo hacerlo! No pueden llegar a ellos... ¡no pueden! Los mataron a los dos... iban en paz. ¡Debo detenerlos!

Hilda encontró razón a las palabras de Tom, podía adivinar lo que pasaba por la mente del cadete. Sabía que era doloroso para él, más que recordar, volver a experimentar lo que su cuerpo sintió en ese momento. Sin embargo, debía dejarlo seguir lo más que pudiera, aunque no le agradara verlo sufrir. Ahora entendía un poco más la extensión de lo que los otros miembros de la Corona le habían dicho. De verdad ese joven guardaba una pena inmensa que había estado acumulando por tantos años, y era su deber ayudarlo a exponerla con control.

—Fields, te queda poco tiempo de conversión, casi agotas la carga.

—Tengo que... que vengarlos... Esa gente los traicionó. ¡Unos sucios humanos! ¿Por qué lo hicieron? Estoy confundido. ¡Iban en paz! Si tan sólo yo...

Tom seguía soltando lo primero que le venía a la boca. La angustia del joven era cada vez más evidente. Tom alzó las manos y se apretó con fuerza la cabeza mientras respiraba jadeante.

—Fields... —Hilda lo llamó con bajo tono, ahora estaba segura de que el joven estaba reviviendo ese momento tan doloroso. Un momento con el que ella empatizaba, después de todo ella había perdido a su querida hermana mayor.

—Los destruiré... es mi misión...

—Justo lo que pensé —murmuró Hilda. Los megas se habían consumido, pero la conversión seguía—. El FOLDCell es capaz de hacer la conversión, obviamente —se dijo a sí misma mientras analizaba los datos.

La teniente coronel decidió seguir. Tom apretaba los ojos con un agobiado gesto. La conversión llegó al punto en el que se manifestó, rayos eléctricos de baja intensidad brotaron alrededor del chico. La conversión se expresaba. La energía química se exteriorizaba ahora como eléctrica. Podría ser peligroso.

—Fields, ¿puedes escucharme?, ¿puedes detener la conversión?

El chico no respondía.

—¡Thomas! ¿Me escuchas?

—No merecen perdón, ¡esos humanos no lo merecen! Ellos serán vengados, aunque deba dar mi vida... aunque deba dar mi corazón...

La conversión se descontrolaba al igual que la energía eléctrica que expresaba.

—¡Thomas! —La teniente coronel lo sabía, tenía que traerlo así que se acercó con cuidado—. ¡Abre los ojos!

—¡Malditos humanos! No dejaré a ninguno con vida. ¡Los destruiré a todos! —rugió Tom.

—¡Thomas Fields! ¡Escúchame! —Hilda gritó con más fuerza—. ¡FIELDS!

—¡Teniente! —Tom reaccionó, impresionado abrió los ojos y la conversión se detuvo en segundos—. Perdón, creo, creo que tuve otro ataque —dijo con voz cortada y sin aliento.

—Tranquilo, solo respira.

Agitado, Tom se apretó el pecho con sus manos inquietas e intentó respirar con calma.

—Así, respira. Bien, ahora dime, ¿qué sentiste?

—Primero tenía miedo, después sentí mucha ansiedad, mucho estrés, me sentí... ¿furioso?

—Entonces, esos son los sentimientos que asocias con ese principio.

—Eso es, ¿malo? —preguntó Tom preocupado.

—Era de lo que hablábamos, tienes que conocer lo que sientes para apropiarte de eso. ¿Algo que quieras agregar?

—Eso creo. La verdad, a pesar de todo lo que sentía, me gustó cuando la energía se convertía. Era como si fuera parte de mí.

—Lo es, es parte de ti. Bien, agotaste tu cartucho, pero aumentaste mucho la conversión. Estoy segura de que con un cartucho simple podrás cumplir con facilidad el requerimiento. Aprobarás tu examen parcial.

—¿Lo cree?

—¡Sí! Llegaste a un veinte porciento constante, tuviste un pico y agotaste la carga. ¿Qué pasa? —preguntó la mujer al ver al chico cabizbajo.

—Me preocupa no ser capaz de controlarme y que me pase igual que en el bosque. Que ni siquiera recuerdo exactamente que me sucedió.

—Eso no pasará, porque aquí aprenderemos a expresarlo a nuestro favor.

Tom guardó silencio, meditó por unos segundos y observó a su maestra.

—¿Puedo confesarle algo?

—Adelante.

—Ahora con usted, haciendo la conversión de esta manera fue casi como uno de mis ataques.

—Explícame, ¿a qué te refieres con eso de ataques? —Hilda sabía a lo que se refería, pero quería oírlo del cadete.

—Verá, yo desde muy chico sufro de estos episodios. Mi mente y mi cuerpo se hacen un caos. Siento y pienso incoherencias que no puedo callar y lo sufre todo mi cuerpo.

—Suena a que eran experiencias horribles.

—¡Como no tiene idea! Pero aquí con usted me ha dado la impresión de que esas incoherencias deben tener algún significado, fue lo que me dijo el doctor Emils. Esto me deberá ayudar a entenderme, pero ¿tiene sentido esto?

—Claro que la tiene, y mucha. A estas alturas creo ya debe ser un hecho para ti que eres diferente. Sin duda es algo que ninguno de nosotros puede ocultarte ya.

—No quiero eso, no quiero ser diferente.

—¿Qué dices? Todos somos diferentes, hay gente que es buena cantando, otra bailando, otra con los negocios, tú eres un total folder. Ese es tu diferente, ¡así de simple! Si no hubieras aceptado venir quizás jamás te habrías enterado de esta habilidad tuya. Lo importante es que puedas aplicarlo para el bien de los terrenales, como el Gran Mariscal Irving Will habría querido. —La teniente coronel y Tom colocaron la mano derecha en el pecho.

—Creo que el destino se equivocó. Es un gran error que alguien como yo tenga esta habilidad. ¿No podrían quitármelo y dárselo a alguien más capacitado?

—Cualquiera diría que estás bromeando. —La teniente coronel contempló a Tom con una fraternal sonrisa—. Error o no, es lo mejor que nos pudo haber pasado, eres la esperanza de Terrenal.

Tom observó extrañado a la mujer por unos segundos sin respuesta.

—¿Qué pasa? —cuestionó Hilda.

—Creo que acabo de tener un dèjá vu.

—Es probable que tengas recurrentes. Por el momento, ¿qué opinas?, ¿nos echamos otro cartucho?

—¿Otro?

—Sí, otro y luego otro. ¿No quieres aprobar tu examen?

Tom asintió resignado y así estuvo toda la mañana con la teniente, agotó un total de cuatro cartuchos. Tom estaba maravillado de cómo al sentir era capaz de convertir con mayor facilidad, e incluso fue capaz de llegar al treinta y sostenerlo. Una ingenua posibilidad apareció en su mente: quizás podría aprobar el examen con capitana Moral. Aunque lo que más le llamaba la atención era el porqué de esos sentimientos, demasiado intensos e incoherentes, además de esas absurdas palabras que dejaba escapar y prefería ignorar. Pero gracias a la teniente coronel le parecía que sería capaz de domarlos y quizás de verdad ser un folder. Una posibilidad que jamás pensó posible.

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