Capítulo 10. Descubierto.

A pesar del extraño sábado, las cosas seguían su curso sin muchos sucesos o cambios. De vez en cuando hablaban del incidente, pero cambiaban de inmediato el tema, es decir, tenían prohibido hablar de eso o que alguien se enterara por ellos. Además, notaban que ese asunto incomodaba al protagonista de este. Cuando eso pasaba, intentaban animarlo con la posibilidad de que su potencial mejoraría, ese mismo martes comprobaron que no era el caso.

Tom trataba de controlar el nudo en la garganta, no quería dejar salir la inquietud e incertidumbre que le provocaba el hecho de tener que pagar la indemnización.

—Tom, no todo está perdido —le dijo Luis a su amigo.

Tom se talló el rostro haciendo un descomunal esfuerzo por ocultar las lágrimas que luchaban por salir.

—Al, al menos ya no iremos a la cárcel. —Tom intentó sonreír.

—¡Cadete Fields!

Tom se petrificó al escuchar esa voz, el tiempo se le fue. Esta era la primera vez, desde que entró a la Academia, que la capitana le dirigía la palabra solo a él, pensó que estaba soñando.

—Buenas tardes, capitana Will —saludó Luis ante el silencio de su amigo.

—Buenas tardes, cadete Rivera. ¿Cadete Fields?

Tom abrió los ojos, bajó el rostro e intentó saludar.

—Pe-perdón, capitana. Bu-buenas tardes.

Miranda suspiró y negó con desaprobación.

—Fields, debo preguntarte algo, ¿has logrado subir tu potencial?

Tom se encogió de hombros y meneó la cabeza negando.

—Lo si-siento mucho.

—Bueno, era lo esperado. No seguirás el próximo año aun teniendo buenas calificaciones en tus clases teóricas. Entiendes lo que ese potencial tan bajo implica, ¿verdad?

Tom asintió, aspiró un poco tratando de controlar las lágrimas que de nuevo se intensificaron.

—No llores, Fields ¡los cadetes no lloran! —exasperó Miranda—. Además, pensé que ya dabas esto por hecho.

Luis miraba impotente, deseaba decirle a la capitana lo injusto de la situación de Tom y lo hiriente de sus palabras, pero sabía que eso poco le ayudaría a su amigo.

—Fields, el coronel Toriello me pidió que te buscara, él desea hablar contigo. Supongo que te dirá que será lo procedente con lo de tu expulsión. Anda, quiere verte ya.

Tom se limpió un poco el rostro con las manos y asintió débil. Miranda torció la boca al examinar al lastimero cadete. ¿Cómo se le ocurrió a Julio y a su jefe que este niño tendría la mínima posibilidad de guardar la esencia de León?, se preguntó concluyendo que era simplemente absurdo. La capitana soltó un largo suspiro y se alejó de Luis y Tom.

—¿Estás bien? —preguntó Luis a su amigo.

—Lo estoy —dijo Tom mientras se frotaba el rostro.

—Oye no quería decirte esto, pero ya le pregunté a mi papá y me prometió que vería que se podía hacer.

—No, no debiste. No le quites el tiempo a tu padre así.

—Tengo la impresión de que a veces le sobra tiempo. Además, concordó conmigo en que tu situación era de lo más injusta.

Unas risas distrajeron al par, al voltear al origen descubrieron que Miranda no se había alejado mucho, se había quedado platicando con Gary.

—¿Te has dado cuenta de que ellos platican mucho?

Miranda y Gary conversaban de forma amistosa, de vez en cuando soltaban carcajadas.

—¿Tom? ¿Me oíste? —lo llamó Luis al no obtener respuesta.

—Perdón. No, no lo había notado.

—Es cierto, Luis, yo también me percaté.

Fanny se les acercó a los chicos acompañada de Susie quien, desde el domingo pasado, empezó a juntarse más con ellos tres.

—¿Acaso tendrán una relación prohibida? —preguntó Fanny.

—¡Lo dudo mucho! —respondió Susie de inmediato—. La capitana estuvo comprometida con el coronel León Porath. Mi papá me ha dicho que en repetidas ocasiones ella ha declarado que nunca habría otra persona en su vida, ella lo esperaría.

—¿En serio, Susie? ¡Qué romántico! —Fanny se emocionó—. El coronel Porath y ella hacen una pareja sublime y perfecta. ¡Ojalá algún día él despierte!

—¡Por favor! —exclamó Susie—. Aunque más que por su relación con la capitana sería para que ponga al ejército en forma de nuevo.

Fanny no pudo evitar reírse un poco de su compañera.

—¡Qué estricta eres, Susana! —gritó Fanny, las mejillas de la aludida cadete se sonrojaron de inmediato.

—Tom, ¿no tenías que ir con el coronel Toriello? —Luis recordó de pronto.

—¡Sí! —Tom salió del trance de permanecer contemplando a la capitana desde que se alejó de ellos—. Los veo en el comedor.

—¿Por qué tiene que ir con el coronel? —preguntó Fanny al ver a Tom marcharse.

—Lo mandó llamar, dice la capitana que seguro será para ver lo de su expulsión. Ya saben, por eso de que su potencial es tan bajo.

—Esperaba que hubiese aumentado —dijo Fanny algo triste—. Es una lástima, pero todavía tiene tiempo. A mí nadie me sacará de la mente que Tom es en realidad una anomalía del FOLD.

—No te hagas tantas esperanzas, así es él —explicó Susie casi murmurando, aunque deseaba lo mejor para Tom no podía ignorar la naturaleza de este.

—No se trata de esperanza —siguió Fanny—. Se trata de data, ¡fáctico!

—Bueno ustedes me dan dolor de cabeza juntas. Vamos ya al comedor o me las terminaré comiendo a ustedes, aunque que asco.

Las jóvenes se abalanzaron sobre Luis y después de golpearlo un poco fueron al comedor. Mientras tanto, Tom buscaba la oficina del coronel Toriello. Se tardó un poco más de lo que debía, pero con ayuda de los mapas fue capaz de llegar. Nunca había estado en la oficina del coronel después de todo.

—Con permiso —saludó Tom abriendo la puerta con delicadeza.

—Buenas tardes, cadete —lo recibió la secretaria—. ¿Eres Fields?

Tom asintió con suavidad. La secretaria se levantó y se adelantó a la puerta de la oficina principal para anunciar al joven.

—Adelante, el coronel te verá.

—Buenas tardes, coronel. —Tom entró apenado a la oficina.

—Buenas tardes, Fields. Mel, déjenos solos.

Mel salió cerrando la elegante puerta de madera detrás de ella.

—Toma asiento —pidió el coronel al cadete.

Tom obedeció y se sentó en el asiento más cercano, jamás había visto sillas así. Juraría que eran de madera natural y con un forro de piel sintética de alta pureza. El ambiente de la oficina podía atemorizar, armas antiguas pendían a los alrededores que contrastaban con los libreros atiborrados de libros y cuadros con fotografías impresas. Los retratos de la mariscal Gentile y el Gran Mariscal Will, con su característico moño negro este último, no podían faltar en una oficina militar. Pero lo que más llamaba la atención del cadete era el ostentoso escudo de armas de la Academia Militar que coronaba la espalda del coronel en lo alto. De pronto sintió unos increíbles deseos por dibujar el escudo.

—Siéntate bien. ¿Por qué te quedas en la orilla?

—¡Perdón!

—Relájate, será rápido. ¿Ha habido progreso en tu potencial de FOLD?

Tom juntó los hombros y negó.

—Ya veo. —El coronel suspiró con obvia desilusión—. Siendo francos, pensé que después de lo del sábado subiría.

El joven levantó un poco el rostro, confundido le preguntó al coronel:

—Entonces, ¿eso, eso fue FOLD?, ¿yo expresé FOLD?

El coronel cerró los ojos y se acomodó un poco en su silla sin responder.

—¿Coronel? —preguntó con calmada insistencia el cadete.

—Sí, Tom —respondió Charles, abrió los ojos y los posó en los del cadete, al menos donde él creía que estaban. El largo fleco del chico podía hacer dura la simple tarea de buscarle los ojos.

Tom no supo que decir ante esa respuesta, parecía que Fanny tenía razón. Pero ese sábado había sido tan caótico que no terminaba de procesar lo que había sucedido.

—No, coronel. Perdón, pero es un error.

—¿Qué? —preguntó el coronel alzando las cejas.

—Yo no tengo un implante y está el detalle de que, pues estoy debajo del cinco. Yo no soy un folder. Lo peor fue que tuve un episodio. —Tom guardó silencio un par de segundos—. Debería regresar al medicamento.

—¡Para nada! —exclamó Charles alertando al cadete—. Eso no lo harás. Tom, entiendo que te sientas confundido, lo que pasó no fue algo normal. Sin embargo, no estoy en posición de ponerme a discutir contigo sobre eso. Por el momento deberás aprender a controlar ese poder que tienes.

—¿Poder?

—¿No es obvio? Existe un poder dormido dentro de ti y debes aprender a domarlo. Si lo haces, tus preguntas serán resueltas.

Tom guardó la voz procesando las palabras del coronel. ¿De verdad él tenía un poder oculto? ¿Un inútil como él? ¿Se refería a eso del Eón?

—Señor, perdón, pero todo esto es un error. Cuando me hicieron la prueba a los cinco años me dijeron que era incompatible. Incluso con la capitana Moral fue lo mismo. Yo jamás seré un folder —aseveró obstinado.

Charles lo contempló incrédulo. ¿Cómo podía negar algo tan tácito?

—Tom, respóndeme esto: ¿por qué te es tan difícil aceptar la verdad? —cuestionó el coronel—. Para mí lo que haces es como negar que vivimos en Terrenal, o que el cielo es azul. Por favor, ayúdame a entenderte.

Tom se sobó el brazo izquierdo sin respuesta y descendió todavía más la cabeza.

—¿Thomas?

—Señor, no siga... por favor —le pidió Tom tratando de modular la voz en vano, ese tono que precedía al llanto era evidente.

Charles suspiró, se levantó y se acercó a Tom sentándose en la otra silla. El coronel no podía entender porque Tom se comportaba así, porque incluso se esforzaba por buscar un alegato que le hiciera lógica para negar lo evidente.

—¿Por qué no puedes aceptar que eres un folder?

Tom levantó un poco su mirada angustiada hacia el coronel.

—¿Por qué? —insistía el coronel.

—¿No es obvio? ¿Cómo podría un inútil como yo serlo?

Charles se quedó perplejo ante esa declaración, pero parecía que Tom lo decía en serio y de verdad lo creía. El joven lo veía ansioso como esperando su confirmación.

—No eres un inútil —respondió el coronel—. Y me encargaré de que lo aceptes.

Tom contempló al coronel quien lo miraba decidido, no parecía que se burlara de él. Pero por otro lado le parecía alucinante que alguien del nivel del coronel lo tratara así.

—Pero antes, respóndeme esto: ¿deseas seguir en la Academia? —le preguntó de pronto el coronel.

—La, la verdad no. Es demasiada presión, pero no quiero que mi familia tenga que costear la indemnización. Por eso vine aquí, para que no nos metieran a la cárcel y no tuviéramos que pagar eso. —Tom lagrimeó y se ocultó el rostro con las manos—. Aunque todo indica que no lo logré... y-y te-tendremos que pagar todo ese dinero.

Charles se sobó la barba un poco, no había considerado lo mucho que le parecía haber afectado la obligatoria invitación a su amigo y a la familia actual de este. A veces olvidaba que la realidad entre terrenales podía variar demasiado.

—A ver, imagina que se te condonara la indemnización. ¿Querrías seguir aquí?

Tom de inmediato negó, se descubrió el rostro y se limpió las lágrimas.

—Eso sería un sueño —dijo con una fugaz sonrisa.

Charles meditaba, quizás sería necesario exponer la situación del heredero a la Corona. Tal vez podrían hacer más amena su situación y encontrar otra forma de hacerlo recordar sin provocarle todo este tremendo estrés.

—Aunque, yo... —siguió Tom, se detuvo un poco y continuó—: La verdad ha sido duro, y todos los días tengo miedo de estar aquí, pero... —Tom alzó un poco rostro—. Creo que al fin estoy haciendo amigos de verdad y eso hace que me den ganas de quedarme —admitió alegre—. Y, hay una persona que me gustaría seguir viendo.

Charles abrió los ojos al oír eso último, ¿acaso su amigo hablaba de ella?

—¿Qué persona? —no quiso quedarse con la curiosidad el coronel.

Tom se ruborizó y se rio nervioso.

—¡No! ¡Ninguna! ¡Olvídelo!

—¡Bien! Espero que algún día me digas de quien estás enamorado.

—¡No! ¡No lo estoy!

—¡Cómo digas! Lo que me queda claro, Tom, es que una parte de ti no se quiere rendir y desea permanecer aquí, ¿no es así?

Tom asintió apenado.

—Que ridículo, ¿no lo cree? Alguien como yo aspirando a algo y no a cualquier cosa.

—Para nada, todo lo contrario. Tienes un potencial descomunal y no descansaré hasta que lo entiendas y lo aceptes.

—Pe-pero, coronel...

—Así que —lo interrumpió—, he tomado la decisión de mandarte a tutorías personalizadas. Te demostraré en tu cara de lo que eres capaz —le advirtió— y no podrás seguir negando la persona que eres en realidad. —Charles sonrió decidido—. Tomarás las tutorías, te guste o no, cadete.

—Pero, señor.

—Es una orden y no puedes hacer nada al respecto. Lo siento mucho, pero seguirás el próximo semestre porque aprobarás, ¡ya lo verás!

En eso, un sonido se escuchó de una pantalla delgada empotrada en el escritorio del coronel.

—Señor —llamó la secretaria—, la teniente coronel Moral ha llegado.

—Justo a tiempo, hazla pasar.

—Enseguida, señor.

La puerta se abrió, una oficial entró con paso duro y mirada de frente que sólo se desvió para observar al joven Fields. La mujer le sonrió a Tom, el cadete permanecía inmóvil admirándola. Llevaba el uniforme formal modelando sus listones y medallas. La teniente coronel volvió su rostro al coronel y le dio el saludo militar.

—Coronel Toriello, buenas tardes.

—Teniente coronel Moral, me alegra que hayas podido llegar. Lamento haberte sacado de tu sabático.

—¡No hay problema! Ya sabe que por usted lo que sea. Y asumo que este joven es mi víctima, ¿no es así?

—¿Víctima? —balbuceó Tom.

—Efectivamente, Moral. Te presento al cadete Alan Thomas Fields. Seguro ya leíste el expediente, todo es tal cual te explicamos.

—Ya veo. Mucho gusto, cadete Fields. —La teniente coronel le sonrió a Tom.

El joven asintió temeroso y admiró la intricada trenza francesa que acomodaba la mitad del cabello rubio platinado de la mujer terminando en una media cola con el resto del cabello.

—Ella es la segunda hermana Moral, la hermana mayor de tu actual maestra de FOLD.

—¡Nada más por unos minutos, coronel! Como sea, esta es una buena oportunidad. Así Lidia tendrá que aceptar que soy mejor instructora que ella, incluso mejor de lo que fue Lucia.

—Esas son palabras mayores, Lucia Moral es una leyenda.

—¿Lucia Moral? —murmuró Tom, y es que al escuchar ese nombre fue como si tuviera mucho tiempo tratando de recordarlo y de pronto se lo ponían enfrente. Tom contempló a la teniente coronel haciendo obvia su sorpresa.

—¿Me parezco a ella?

—¡No lo sé! —contestó de inmediato Tom—. No la conozco... ¿creo? —Se atrevió a agregar.

—Sería raro. Ella murió justo al inicio de la rebelión del sur, en un atentado junto con un importante general.

—¿Qué opinas, Moral?

—Que ya detecté todos sus errores, ¡son tan básicos! Pero ya los veremos el sábado. Coronel, necesitaré unos diez cartuchos arcoíris línea L.

—¿Solo L?

—Sí. Ya que lo han estado probando con la línea S era claro que no funcionaria. Bueno, lo normal era que sí, pero dada su condición, ¡me sorprende que no hubiesen pensado en eso!

—Tiene sentido. Tendrás lo que necesites.

—Nos veremos el sábado, cadete Fields. No dejes que Lidia te ponga algún cartucho de línea S después del implante.

—No te preocupes por eso, yo se lo pediré. Fields, es todo por el momento, te puedes retirar.

—Sí, señor, gracias. Gracias, teniente coronel, mucho gusto.

—Es un placer.

—Parece que le recordaste a Lucia —dijo el coronel al estar a solas con la teniente coronel.

—Me parezco mucho a ella, es inevitable. Gracias por confiar en mí.

—Tenemos nuestras expectativas puestas en ti, eres la más indicada. Aunque debo advertirte que el estado mental de Tom no es el mejor. Quizás no será fácil trabajar con él.

—Comprendo, señor. —Hilda le sonrió a Charles decidida—. Sabe que amo los retos.

—Lo sé, no por nada eres la Perla de la Corona. Ahora, ten siempre presente que a quien entrenas no es ningún otro que el heredero de la Corona, el coronel Porath. No te dejes llevar por su situación actual.

Hilda asintió.

—Tu misión es re-entrenarlo, por decirlo así. Hacerle recordar sus habilidades como guerrero folder.

—Sí, señor.

—¿Alguna duda?

—Solo una. Me llamó la atención cuando leí en el expediente que él vive con un cuadro de depresión, ¿a eso se refiere con que su estado mental no es el mejor?

—Exacto —contestó Charles después de una larga exhalación—. Él es incapaz de ver su extraordinario potencial, aunque sea algo tan evidente para los demás y busca constantemente que le validen su supuesta inutilidad.

—¿Inútil? ¿El coronel se cree un inútil?

—Y seguro eso es solo la punta del iceberg. No entendemos del todo bien de donde ha salido su cuadro de depresión, o incluso si lo ha arrastrado de su pasado como León. Me duele verlo así —dijo Charles triste.

—No se preocupe de más, señor. El coronel Porath es la persona más poderosa e increíble que he conocido, estoy segura de que superará esto y yo daré todo de mí para apoyarlo.

Tom, por su parte, estaba desanimado, si no había podido en casi dos meses de clases elevar su potencial, ¿podría hacerlo con tutoría? Aunque las palabras del coronel le hicieron crear un poco de esperanza y tener la ilusión de que no pagarían la indemnización. Incluso así, el viernes no podía evitar estar más decaído de lo usual. Con la esperanza perdida, esperaba su turno por el implante.

—Parece que no vendrá el doctor Locusto, quería verlo. ¿No les parece que es muy atractivo?

—No lo sé, Fanny, no es mi tipo —le contestó Luis—. Pero se ve que es inteligente. ¿Será que eres sapiosexual?

—Quizás —respondió Fanny mientras jugaba con su largo cabello negro trenzado—. Nunca lo había considerado, pero es cierto, me encantan las personas sabias e inteligentes. ¡Es mi turno!

La joven se adelantó a la cabina que tenían preparada para colocar el implante, cada uno diseñado para su usuario y su aplicación no era invasiva.

—Me sorprende que no te des por vencido. —Lucas se acercó al grupito—. ¡En serio! Es un desperdicio de implante.

—Lucas, ¿no tienes nada mejor que hacer?

Para sorpresa de Tom, Susie salió de inmediato a su defensa, incluso Lucas se asombró. ¿En qué momento Marshall y Fields se habían vuelto cercanos?

—No, Marshall —le respondió Lucas al recuperarse un poco de la impresión—. Nada mejor que venir a ver como se desperdicia el impuesto de los terrenales.

—Bueno, tú no decides cómo se gasta, lo hace la mariscal así que si tienes algún problema dile a ella.

—No, Susie, él tiene razón —intentó calmarla Tom, aunque le animaba la actitud de Susie no quería que ella tuviera problemas.

—¡Alan Thomas! ¡No te metas!

—Perdón...

—¡No! Disculpa, Tom. ¿Ves lo que causas, Lucas?

—Yo solo digo la verdad. —Lucas carcajeó.

—Lucas. —Gary se acercó serio al dragón—. Por favor, retírate con tu pelotón.

—Lo que digas, Kent Díaz. —Lucas sonrió burlón y se retiró.

—No le hagas caso, Tom, tampoco tú, Gary. Él no era así, se los súper juro.

—A mí no me afecta que usen mi doble apellido, no lo oculto, estoy orgulloso de ellos. La gente es la que insiste en llamarme sólo Kent.

—Gracias, Gary.

—No hay de que, Tom. No me gusta que se metan contigo así, me hace sentir culpable.

—¿Culpable? —preguntó Tom.

—No me hagas caso. Casi terminan con los C y D, y seguimos nosotros.

—Siempre dejan lo mejor para el final. —Luis bostezó mientras se estiraba.

Después de la hora, los veinte alumnos tenían sus implantes colocados, cada uno sujeto en el centro del pecho cargado hacia la derecha. Sobresalía un poco y se sentía resistente al tacto, no había mucha diferencia entre ellos, sólo los que tenían un principio muy alejado del otro podían ver sutiles diferencias en la forma o pantalla. Los implantes estaban diseñados para entrar en contacto con las células internas del usuario, en especial las nerviosas y musculares para impulsar la expresión a través de los megacondrios. Los megacondrios eran un tipo de mitocondria sintética que permitía al usuario la conversión de la energía química.

—Estamos listos. Recuerden que por sí solos sus implantes no funcionan, necesitan un cartucho especial cargado con megacondrios de su principio o principios.

La capitana Moral se acercó con cada uno de los cadetes, colocaba un cartucho en una jeringa de aplicación y la inyectaba en la parte derecha del implante. Al hacerlo este se iluminaba al inicio del color o colores del principio del cadete, al terminar de llenarlo la luz se iba.

—Fields, me sorprende que el coronel Toriello no hiciera caso a mi sugerencia y haya pedido también su implante. —Después de varios cadetes llegó con él.

—Lo siento, señora. —Tom angustiado bajó la mirada, al menos la capitana Moral sí era realista, pensó.

—¡Y mire esto! "Evitar línea S" —leyó molesta—. Es decir, entiendo que es mi superior, pero yo soy superior a él en esto, él no sabe más que yo. ¿Entiende, cadete?

—Sí, señora.

—La línea S es la mejor, permite una mayor conversión y por ende es ideal para aprender. La línea L es más difícil de dominar. ¡Qué absurdo! Si usted apenas y llega a un porcentaje de cinco, bueno, de tres últimamente, ¿por qué podría activar la línea L? ¡Es un disparate! ¿Comprende, cadete?

—Sí, señora. —Tom, aunque coincidía con ella en todo, habría deseado seguir siendo ignorado por su maestra.

—Le pondré un cartucho arcoíris S, de todas formas, es un desperdicio.

Lidia preparó la jeringa y comenzó a llenarlo, para su sorpresa, los megacondrios iluminaron el implante con una suave luz blanca.

—Interesante —murmuró la capitana, nunca había visto una luz inicial blanca—. ¿Qué le pasa? —le preguntó a Tom al notar en él una mueca angustiosa.

—Me duele...

—Eso es imposible, debe ser psicosomático.

La capitana Moral no le dio mucha importancia. Al terminar de llenar el implante de Tom la luz duró más tiempo de lo normal.

—Sigan mis instrucciones, cadetes —ordenó la capitana a sus alumnos—. Escuchen con atención, no haremos expresión de principios, nada más la activación de los megas que es la primera parte del proceso. Esta activación será básica para probar que sus implantes funcionen apropiadamente. Cada uno experimentará de forma diferente la activación, aunque pierdan cuidado, es un proceso seguro. Colocamos una carga baja de megas que debe ser suficiente. Ahora, dos toques en la parte izquierda, ¡activen el implante!

—¡Mira esto! —gritó entusiasmado Luis a Tom al notar las resplandecientes tonalidades azules—¡Súper brilla! ¡Son los megas!

—Recuerden, entre menos control tengan más rápido se consume el cartucho —explicó la capitana.

—¡El mío brilla de luz morada! —Fanny se acercó a sus amigos—. Es el color eléctrico. Tom, no has encendido tu implante.

Tom no respondió, intentó sonreír un poco.

—¡Oh! No seas así, Tom. —Luis tocó el implante de Tom para encenderlo.

—Luis, solo el usuario del implante puede activarlo —le advirtió Fanny.

—Enciéndelo, Tom, queremos ver como se ve el tuyo —lo animó Susie cuyo implante brillaba de un fuerte naranja con algunas tonalidades verdes—. Además, se siente bien.

—¡Así es! Es como un pequeño calor recorriéndote el cuerpo, hasta es relajante —lo incitó también Fanny.

—Está bien. —Tom dio dos pequeños golpes, no pasó nada—. ¿Ven? Aun con implante...

—¡Está brillando! ¡Waw! Es totalmente blanco, como si todos los colores de los principios se fundieran —advirtió Fanny al analizar el implante de su compañero.

—Oye, ¿estás bien? —Luis se acercó preocupado a Tom.

—No, no me siento bien. Me está doliendo.

—¡Apágalo! ¡Son tres toques a la izquierda! —Susie sugirió preocupada. Tom lo intentó, pero la mano le temblaba demasiado y no podía hacer ni eso. Los chicos lo ayudaron a sentarse. Tom jadeaba, parecía que el delgado pecho le explotaría en cualquier momento.

—¡Lo apagaré yo!

—¡Entiende, Luis, no puedes! —gritó Fanny.

—Pero... ¡Ah! —Luis quitó el dedo y se lo llevó a la boca intentando calmar el ardor—. No es posible, está súper caliente, ¡no puedo ni tocarlo!

—¡Capitana! ¡Capitana Moral! —Fanny y Susie corrieron con la maestra quien no se había percatado de nada al estar con los otros cadetes.

—¿Qué pasa? —preguntó la capitana molesta—. ¿Ya se acabaron el cartucho? Su resistencia es muy baja.

—¡No! Es Tom, su implante, ¡algo le pasa!

—¿Qué dices, Nielsen?

La capitana alzó la vista y contempló el estado de Tom, la luz blanca del implante era cada vez más fuerte.

—Creo que es, es otro ataque —pudo decirle Tom a Luis—. Tienen, tienen que salir de aquí, pasará lo mismo que en el bosque.

—¡No! ¡No pasará! Tom, tienes que controlarlo.

—¿Controlarlo? Escucharlo, es cierto...

Luis le ayudó a Tom a recordar lo que el doctor Emils le había dicho sobre los ataques e intentó dominar su respiración, como el doctor le enseñó. Se concentró y procuró no pensar en el dolor, se dejó sumergir. Se quedó solo. Abrió los ojos, al bajar la vista el suelo se había convertido en una húmeda tierra con pequeñas plantas por doquier, árboles gigantes lo rodeaban, estaba en un bosque.

—Tengo que escucharlo, no luchar contra él —dijo Tom al aire.

Exactamente —alguien contestó—, no luches con lo que eres. —Una mujer uniformada apareció entre los árboles.

—¿Teniente coronel?

Eres mi mejor discípulo y eres, ¡la esperanza de Terrenal! —La mujer se le acercó, el largo cabello rubio le ondeaba con el aire—. La decisión que has tomado es muy noble, por tanto, no pienses así de ti. No eres un monstruo.

—¿Monstruo?

—No lo eres. Eres mi esperanza; mía, del Gran Mariscal y de tu padre...

Tom contempló a la mujer, se parecía tanto a la teniente coronel Moral, pero no era la misma persona. La mirada de la mujer evocaba una memoria dormida en Tom.

—Maestra, usted, tú estás... —Tom sentía que había muchas cosas que quería decirle que no terminaba de comprender.

Sigo viva, sigo viva en todo lo que aprendiste de mí. Los maestros somos inmortales en nuestros alumnos. —La mujer le sonrió, todo se quedó quieto—. No te rindas —le susurró—, que todo el país lo escuche, que escuche tu rugido, tú eres...

—¡Tom! ¡Reacciona!

—¿Luis? —El joven fue sacado de esa escena sin aviso.

—¡Al fin! —A su lado estaba Luis con una bolsa de gel helado sobre el implante—. Amigo, me preocupaste.

—Parece que consumió muy rápido el cartucho, por eso se sobrecalentó. ¡Es como decía! Yo nunca me equivoco, sabía que aun con el implante era inútil. Recuerde, Fields, si no llega al treinta para antes de vacaciones reprobará —lo sermoneó la capitana y con los ojos en blanco se alejó.

—Luis, ¿tuve otro ataque?

—Eso parecía, pero sólo te quedaste viendo a la nada. La cadete Pérez fue por la bolsa y la coloqué, y ya. ¡Vaya! Se derritió todo el gel.

—Parece que lo controlaste, Tom —le dijo Susie mientras se le acercaba—. Controlaste tus ataques.

—Eso-eso creo. —Tom contento alzó la vista—. Lo-lo, yo... ¡lo logré!

Sin más inconvenientes, terminaron la clase, y aunque Tom no pudo sostener la activación, había tenido otro logro que en ese momento le dio un gran ánimo. Alegre, Tom le mandó un mensaje al doctor Emils el sábado por la mañana antes de llegar a su primera clase de tutoría. Al llegar al salón, la teniente coronel lo esperaba, ella estaba concentrada en una pequeña tableta electrónica.

—Buenos días, Fields.

—Buenos días, teniente coronel.

—Luces inusualmente alegre. No estabas así el martes pasado. ¿Pasó algo?

—Sí, algo así.

—Veo que la terca de Lidia te colocó un cartucho arcoíris S. ¿Qué pasó?

—No, no mantuve la activación por mucho tiempo.

—¿Se sobrecalentó?

—Sí.

—¿Te dolió?

—Sí.

—Justo lo que pensé. No te preocupes, aquí tengo el cartucho L.

—Teniente coronel, ¿cuál es la diferencia entre S y L?

—Buena pregunta, estos megacondrios son de última generación. Nacen a partir de dos líneas especiales, se acostumbra más la línea S ya que tiene una mayor afinidad por los principios de ataque, que son los más comunes. La línea L es más difícil de manejar, pero tiene más afinidad por los principios de soporte. Comencemos, coloquemos el cartucho.

—¿Tan rápido?

—Entre más pronto, mejor.

La teniente coronel tomó el cartucho y llenó el implante de forma precisa y gentil. ¡Qué diferencia! No pudo evitar pensar el chico por el tacto de la oficial. El implante resplandeció con todos los colores del arcoíris hasta volverse blanco y desaparecer.

—Así es como debería haberse visto. Y, ¿qué tal?, ¿cómo lo sientes?

—Bien —notó contento Tom.

—Ahora, enciéndelo.

Tom dio los dos toques y el implante brilló con una suave luz blanca.

—¿Qué sientes?

—Mucha calma, como si fueran parte de mí.

—Eso es lo que tenías que haber sentido en un principio. —Hilda conectó el implante a su tableta y una serie de datos se descargaron—. ¡Qué hermoso! —gritó la mujer, los ojos le parecían saltar de la emoción mientras analizaba las lecturas—. No puedo creer que me toque ver esto. Mira, Fields. —La mujer le mostró a Tom una gráfica con picos por todos lados—. Era tal cual como creía. ¡Qué emoción! —La teniente coronel soltó un agudo grito.

La actitud de la oficial hizo a Tom preguntarse qué era lo que estaba viendo. Se asomó a la tableta que le mostraba la oficial. Tom movió un poco la cabeza mientras cerraba los ojos tratando de comprender los datos.

—Creo que no entiendes la gráfica. Es simple, hay una señal por todos los principios, eso significa que eres un total folder.

—¿Total? ¿Qué significa eso?

—Qué eres compatible con los ocho tipos de megacondrios y por ende con todos los principios. El problema es que tu potencial es bajo y al distribuirse en los ocho principios no se podía elevar un pico en concreto. Por eso tu gráfica daba la impresión de ser plana, típica de no compatible, aunque con mucho ruido de fondo. Esto es increíble, eres el tercer caso.

—Tiene que haber un error. —Era la única respuesta que el joven podía formular ante la noticia que no terminaba de procesar.

—No lo hay, eres un total folder. Para fines prácticos te entrenaré en tres por lo pronto. El coronel me pidió que nos enfocáramos en alerta, eléctrico, y fuego. Después te entrenaré en las otras, aunque sea lo básico. Fields, nadie puede saber que eres un total folder, los únicos que lo podemos saber somos tú, yo, el coronel Toriello y el doctor Emils, ¿comprendes? Y les avisaré de inmediato de este resultado.

—Sí, señora. Pero en serio, debería volver a revisarlo, algo seguro está mal —insistía Tom.

—¡Lo haré! —La teniente coronel hizo un nuevo análisis y se lo mostró—. ¿Lo ves? Será mejor que lo comprendas y lo aceptes de una vez. Thomas Fields, eres un total folder.

Tom levantó una mano, hizo un poco atrás su gorro descubriendo una sonrisa en su rostro.

—¿Cómo yo? Alguien, como yo...

—Y ni siquiera te has dado cuenta de todo el tiempo que has tenido los megas activados.

Tom abrió los ojos con sobresalto, el implante brilló más y agotó el cartucho.

—¡Ouch! No debí haberte dicho eso —admitió con pena Hilda—. Pero ¡qué gran avance!

—¿Usted cree qué pueda subir al treinta para antes de vacaciones?

—Claro, aunque dependerá mucho de ti y que confíes en mí. Déjame ayudarte, Fields y pon mucho de ti. ¿Estás listo para aceptar este reto?

Tom contempló a la teniente coronel, la mirada decisiva de la mujer catalizaba más la conmoción del cadete.

—¡Lo estoy! —El corazón de Tom palpitaba con emoción, era un milagro que no esperaba—. ¡Gracias, teniente coronel!

—No lo agradezcas, ¡yo soy quien lo está! Tengo la oportunidad de entrenar a un total folder.

—Disculpe, señora; esto de total folder tendrá que ver con... —Tom se detuvo, no sabía que tanto podía decir.

—¿Con lo que te pasó en el bosque?

Tom asintió aliviado.

—Mucho, es parte de todo. De hecho, al ser un total folder ni siquiera requieres de implantes y megas para hacer la conversión y expresión.

—¿De verdad? —preguntó Tom incrédulo.

—¡Así es! Seguro que cuando domines tu poder y lo liberes sabrás quien eres en realidad.

—¿Cómo?

—¡Quiero decir! —exclamó Hilda apenada—. Qué sabrás de lo que eres capaz. ¡Terminemos por hoy!

Tom no dio mucha importancia a eso último, quizás la teniente coronel sólo quería exagerar. El cadete se despidió, fuera notó en su móvil que el doctor Emils le había contestado:

"Estoy muy orgulloso, ¡vas por buen camino!"

El chico contempló la pantalla, leyó varias veces el mensaje. No recordaba haber tenido elogios así, sobre todo de sus profesores. La noticia de su total compatibilidad avivaba una llama de alegría dentro de él, quizás el coronel Toriello tenía razón. Además, si lograba aprobar no sería expulsado y su familia no tendría que costear la indemnización. Y, aunque no podía quitarse de la mente que quizás todo esto sólo era un gran error, decidió ignorar esas voces y disfrutar el momento. Guardó el dispositivo y se dirigió al comedor, notó que tenía hambre. Sin embargo, Tom no imaginó que este momento de felicidad sería tan fugaz.

—¿A quién tenemos aquí? —escuchó que preguntaban con desdén.

—Al mejor cadete clase A. —Lucas llegó por detrás con algunos compañeros cadetes.

—Lu-lucas —tartamudeó Tom al voltear, Lucas se aproximó junto con el resto de los cadetes—, ¿qué, qué pasa?

—Supimos que te asignaron un tutor. No entiendo porque se esmeran en ti. No mereces estar con nosotros. No aceptaré que alguien como tú se vuelva un oficial superior.

Lucas y los cadetes que lo acompañaban contemplaban con repudio a Tom. Su ingenua esperanza se ocultó, bajó el rostro tratando de esconder los ojos que ya sentía vidriosos.

—Susana tiene mucha razón, no tienes nada mejor que hacer, Lucas; ni ninguno de ustedes al parecer.

—¡Gary! —exclamó uno de los cadetes.

—Váyanse de aquí y sigan su camino con el coronel. A ver si les hace caso él o la junta.

—Kent Díaz, entiendo tu empatía por él, eres provincial del sur, ¡de Victoria! Aun así, él no es como tú siquiera.

—Eso no lo decidimos nosotros, Lucas. Vamos, Tom.

Gary se hizo camino por el puñado de chicos, enganchó a Tom del brazo con suavidad y lo sacó de la escena.

—Es increíble, como me desagrada eso. ¿Por qué se creen con el derecho? No te preocupes, algún día cambiaré las cosas y te prometo que te compensaré por todo esto.

—Gary, no es necesario, estoy acostumbrado a esas cosas. Pero gracias por ayudarme.

—¿Acostumbrado? Eso no es normal.

—Cuando eres como yo así pasa.

—¡Ay, Tom! —Gary soltó unas carcajadas—. De todas maneras, no permitiré que te hagan esto, te protegeré, es lo menos que puedo hacer. Por cierto, ¿qué hacías por acá? Luis me dijo que saliste temprano.

—Tengo tutorías.

—¿En serio? ¡Qué bueno!

—¿Tú también tienes, Gary? ¡Qué idiota soy! Tú jamás lo necesitarías.

—No digas eso. No estaba en tutorías, pero le ayudaba a la capitana Will con unas cosas. Todavía no le asignan a su becario y estaba apurada. Tom, ¿te diste cuenta de que sin decir nada caminamos los dos al comedor? ¡Qué sincronización! Estamos conectados.

—Cierto.

—¿Comemos algo?

—Buena idea, yo también tengo hambre, espero que tengan hot cakes.

—¿Son tus favoritos?

—Sí y más con crema de cacahuate y mermelada de moras —confesó Tom sus particulares gustos.

—¡Oh! ¡No!

—¿No te gusta? De verdad que sabe bien.

—Es que soy alérgico al cacahuate.

—¡Qué lástima!

Tom sonrió con algo de su alegría devuelta por Gary.

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