Capítulo 100. Azul

Los Kairos se pusieron en marcha con el plan de Sara: paralizar algunas de las organizaciones criminales que en su momento estaban vinculados con ellos. No se trataba de algo fácil, pero era una potente ventaja que, en su mayoría, se trataran de organizaciones pequeñas.

Sara debía acompañarles en tal operación, pero por extrañas razones, le pidió a Jack que las llevara a cabo en su lugar. Costó de convencer, pero lo logró. De ahí que este aceptara ser su socio dentro de la banda.

No quería dar ningún tipo de explicaciones, aunque lo único que pudo decir, era que se encontraba indispuesta. Lo cierto es que ni ella misma sabía qué demonios le estaba ocurriendo para que se encontrase así.

Por el momento, prefirió no decirle nada a nadie. Pensó que simplemente se trataba de algo pasajero, algo que podría no ser preocupante. Además de que la situación ya era inquietante de por sí ante la inminente aparición de Súper Shredder.

Leonardo pensó en darle una pequeña sorpresa a su novia. Quería recompensarla de alguna manera por la agónica situación que la hacía pasar, además de lo agobiada que la llevaba la banda. La invitó a cenar en el restaurante de Murakami.

La morena no supo de su sorpresa hasta que se vieron en la entrada del restaurante. No pudo negar de que le subieron los ánimos el gesto que había tenido la tortuga con ella.

Depositándole un cálido beso en sus labios como agradecimiento, ambos entraron cogidos de la mano. Murakami supo con anterioridad del plan de la tortuga con su novia, por lo que los recibió alegremente.

La pareja se sentó en los taburetes frente la barra saludando a Murakami. En cuanto al pedido para la cena, resultaba muy evidente para el cocinero a estas alturas.

Murakami: ¿Lo de siempre? —Sugirió sonriente a la pareja.—

Leo: Así es, Murakami San. A menos que a la señorita le apetezca otro plato. —Insinuó sonriente a su pareja.—

Sara: —Rió levemente por la insinuación.— No, no. Pizza gyoza está bien. Aunque me gustaría también una ensalada como acompañante, si no es molestia. —Sentenció sonriente.—

Murakami: Entonces marchando dos de pizza gyoza y una ensalada. —Anunció con entusiasmo, poniéndose manos a la obra en la cocina.—

Leo: Esperaba que pidieras un plato diferente. —Murmuró en un tono burlón.—

Sara: Cuando estamos aquí siento que no puedo pedir otra cosa. —Respondió entre risas pareciéndole un tanto cómico.—

Leo: Lo comprendo. —Agregó siguiendo la broma riéndose levemente.—

Sara: La verdad es que no esperaba esto como sorpresa. Aunque es cierto que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve. —Indicó recordando con una sonrisa observando el restaurante.—

Leo: Quería romper un poco la rutina. Además, esta situación nos tiene a todos locos, y la estoy tomando demasiado contigo. —Lamentó cabizbajo rascándose la nuca.—

Sara: —Sonrió conmovida por el gesto de la tortuga. Sujetó sus mejillas con gentileza para depositar un beso en sus labios.— Está bien, tranquilo.

Leo: —Sonrió amplio por la respuesta de su novia. Le devolvió el beso rodeándola de la cintura.— Te prometo que la próxima sorpresa será mucho mejor. —Murmuró sonriente.—

Sara: Estar contigo ya es toda una sorpresa. —Respondió igual depositando otro beso de pico en sus labios.—

La tortuga rodeó la cintura de la morena depositando varios besos juguetones en su mejilla y cuello. Como respuesta, rió levemente además de avergonzada por el lugar en el que se encontraban.

Se compartían besos de pico y sonrisas hasta que Murakami terminase de cocinar la pizza gyoza para ellos, además de un plato de ensalada para la chica.

Durante la cena, conversaban cualquier otra cosa que no se tratara de la tensa situación con el inminente regreso del Súper Shredder. Era una situación que era primer punto de cada día, estaba fuera de lugar en una cena romántica.

La velada comenzó agradablemente bien, la pizza gyoza de Murakami tan deliciosa como siempre, además de la ensalada que había preparado para Sara. Pero algo no parecía ir bien con la morena.

Comenzó a sentir una extraña oleada de calor recorrer su cuerpo. Pensó que quizá Murakami tenía la calefacción puesta, pero fácilmente comprobó que ni siquiera tenía en su restaurante.

Seguidamente, sintió esa desagradable sensación de tener el estómago revuelto. Trataba de disimular aquel malestar para no preocupar a la tortuga, además de no arruinar la sorpresa.

Algo que no esperaba que le acabaría delatando, era la cada vez más notoria indisposición que sentía para seguir comiendo. Y por si fuera poco, su piel estaba más pálida a medida que ambos terminaban de cenar.

A esas alturas, Leonardo se percató de las extrañezas que presentaba su pareja.

Leo: Sara, ¿estás bien? —Preguntó en un tono preocupado observando las extrañas acciones de la morena.— Parece que ya no quieras más.

Sara: Sí. ¿Por qué? —Cuestionó con normalidad, tratando de disimular dándole otro bocado a la gyoza, a pesar de su malestar.—

Leo: Estás pálida, y casi parece que no puedas seguir comiendo. —Indicó preocupante con el ceño fruncido, confundido por la extraña impresión que le transmitía.—

Sara: —No era capaz de mentirle, por no hablar de que el líder tenía una habilidad asombrosa para leer las expresiones además de los pensamientos. Optó por seguir mostrando naturalidad— Es sólo que estoy acostumbrada a comer ligero de noche.

Murakami: Tranquila, querida. Podéis llevaros lo que os sobre, no te sofoques por eso. —Agregó alegremente con la intención de calmar a la joven.—

Sara: Oh, claro. —Respondió riéndose levemente.— Me ha encantado todo, estaba delicioso como siempre, Murakami. Es imposible que le superen en sus especialidades.

Murakami: Muchas gracias, jovencita. Lo cierto es que mí restaurante no había sido tan popular desde que me inventé las pizza gyoza para mis clientes estrella. —Señaló a ambos dedicándoles una sonrisa.—

Sara: Es sin duda un honor, Murakami. —Respondió sonriente.—

Leo: —Tras terminar su plato dirigió la vista hacia el plato de la chica. Todavía le faltaban cuatro empanadas de gyoza por comer. No siempre se las terminaba todas, pero tampoco solía dejar tantas. Se la quedó observando disimuladamente, inseguro de su actitud.—

Nunca se vería capaz de suspirar aliviadamente por librarse de la tortuga. Era algo que realmente le frustraba de pensar. Pero cada vez se le dificultaba más el malestar que presentaba.

Ahora se sentía mucho peor, ya no se trataba de calores, ni la sensación de estómago revuelto...

Eran náuseas.

De alguna manera, la cena no le había sentado bien. La morena empezaba a ser consciente de ello desde que comenzó a presenciar esos signos extraños que la delataban a lo largo de la velada.

Sara entró apuradamente en la mansión, asegurándose primero de que Lara no estaba cerca. Probablemente, estuviera en la sala de entrenamiento, o en cualquier otra parte. La cosa es que no estaba en el salón.

La morena llegó hasta el baño quejándose con la mano sobre su abdomen durante el camino. Entonces fue cuando la sensación de estómago revuelto aumentó considerablemente, hasta llegar al punto que las náuseas hicieron fuerte acto de presencia.

Suerte que llegó justo a tiempo hasta la taza del váter. Ni siquiera supo cómo fue capaz de aguantar tanto rato hasta llegar a casa, y sin que Leonardo sospechara aún más de los signos extraños que la delataban.

La pobre se frustró por el hecho de vomitar la cena, ya que formaba parte de la sorpresa que su novio le había preparado para la ocasión. Una vez terminaron esas repentinas náuseas, tiró de la cadena para dirigirse al lavabo.

Se lavó la cara y las manos, sobre todo la boca. Expresando esa mueca de asco por el asqueroso sabor que habían dejado las náuseas en su cavidad bucal.

Se esparció un poco de agua sobre la frente tratando de refrescarse. Pues aquellas misteriosas oleadas de calor todavía no se habían ido.

Con ayuda de sus dedos se apartó hacia atrás mechones de su pelo que la impedían mirarse el rostro. Se quedó mirándose a sí misma en el reflejo del espejo, reflexionando entre sí la situación.

La cara que ponía era inexpresiva, mostrando cierta confusión, además de apuro por los extraños signos desagradables que la hacían encontrarse mal durante varios días. No entendía qué era lo que le estaba ocurriendo.

Entonces fue cuando comenzó a preocuparse de verdad. Había llegado a la sospecha de que algo no andaba bien en su cuerpo. Esos malestares y las náuseas repentinas que estaba teniendo, no eran normales.

En su mente trataba de llegar a alguna conclusión sin apartarse la vista de su reflejo. La preocupaba cada vez más que la causa fuera incierta, no tenía idea de lo que podía ser. Durante días estaba convencida de que sería pasajero.

El despertador había sonado cuatro veces al menos. No era muy habitual en Sara que le costara tanto levantarse, pero tras lo ocurrido anoche al llegar, la dejó un tanto abatida.

La morena al fin se levantó de la cama, se estiró tratando de desperezarse, y estar en plenas condiciones para dar pie al día de hoy. Se quedó unos instantes parada, asegurándose y con la esperanza de que se levantara con mejoría.

A pesar de la ausencia de los malestares de anoche, notaba una ligera molestia en la zona abdominal, además de una sensación de pesadez en su cabeza.

Pensó que podría tomarse alguna pastilla y asunto arreglado. El problema es que no sentía el estómago dispuesto para ni siquiera desayunar. Incluso tenía el miedo de que regresaran las náuseas.

Bajó hasta la planta baja encontrándose con las mascotas. Sonrió ampliamente tras observar el notorio crecimiento tanto de Brandy como el de Luna. Aunque por diferencias de razas, Luna era un poco más grande que Brandy.

Escuchó unos sonidos provenientes de la cocina, lo que le hizo saber qué era de Lara. Supuso que ésta se encontraba desayunando, cosa que Sara no se sentía del todo bien como para desayunar como solía hacer habitualmente.

Entró en la cocina actuando con normalidad. La diferencia era en que Lara se las veía sola durante el desayuno. La pelirroja frunció el ceño cuando vio a su hermana hacerse con una manzana, suponiendo que ese era su desayuno.

Lara: ¿Estás de coña? —Preguntó retórica viendo a su hermana desayunar una sola manzana.—

Sara: ¿Qué? No me apetece desayunar tanto hoy... —Indicó dando otro mordisco a la fruta.—

Lara: Rara es la vez que te veo desayunando sólo una fruta. —Indicó con confusión frunciendo el ceño.— Mira, te dejaré tu parte a un lado, por si te animas. Ya que me molesto...

Sara: Tú siempre cuidando de mí. —Respondió sarcástica dedicándole una sonrisa burlona.—

Lara: Oye, ¿no has notado algo raro en el baño? —Preguntó mientras seguía tomando de su desayuno.—

Sara: —Reaccionó abruptamente justo al morder nuevamente de la manzana.— ¿Cómo qué "algo raro"? —Recalcó con confusión.—

Lara: No sé, como... Una olor extraña. —Señaló junto con una mueca de desagrado.— Agh, lo que faltaba. Tener problemas con las cañerías... —Resopló con decepción.—

Sara: —Suspiró aliviada por las sospechas de la pelirroja por las cañerías. No quería tener que decir que había tenido náuseas en la noche anterior.— No te preocupes, tiene solución.

Lara: Sí, pero hasta entonces tenemos que aguantar la porquería... —Recalcó la última palabra repitiendo la mueca de asco hacia tan desagradable situación.—

Sara: —Rodó la vista negando la cabeza con resignación.— ¿Va a venir Raph a verte, o alguien aquí? —Preguntó mordiendo de su manzana.—

Lara: No que yo sepa. Pero vamos, me espero cualquier tipo de sorpresa. —Agregó terminando su desayuno, recogiendo el plato y la taza para lavarlos en el fregadero.— Bueno, yo ya he desayunado. No seas tonta, y desayuna bien.

Sara: Lara, a los perros hay que echarles la comida. —Evadió las palabras de la pelirroja tomando otro bocado de su manzana.—

Lara: ¿Otra vez? Madre mía, a este paso serán como nosotras. —Refunfuñó con resignación saliendo de la cocina, no quería dejar a las mascotas sin la comida.—

Sara: —Mordió nuevamente la manzana.— Así que las cañerías... —Resopló frustrada, preocupándose de nuevo tras su extraña situación.—

Con el paso de las horas, Sara no podía ignorar el hambre que tenía al cabo del mediodía. Seguía temerosa por que aquellas náuseas regresaran. Optó por comer una sopa de fideos calentita, eso siempre le sentaba bien.

Nada raro por el momento. Hasta que la cosa cambió al cabo de la tarde. Aquellas desagradables sensaciones que presentó en la noche anterior, habían vuelto.

Con disimulo, Sara acudió al cuarto de baño. Volvió a mirarse en su reflejo, observándose con la misma expresión de confusión mezclada de temor.

Caminaba de un lado a otro dando vueltas por el baño, pensando que quizás simplemente la cena de anoche no le había sentado mal. Que tal vez se estaba empezando a emparanollarse demasiado.

Pero la realidad era diferente, la situación a estas alturas resultaba inevitable preocuparse por su estado de salud.

Sara: ¿Será qué me está pasando algo? —Se preguntó a sí misma.—

Y de repente, las náuseas regresaron. La morena se vio obligada a arrodillarse frente la taza del váter, expulsando la comida del mediodía.

Y por si fuera poco, ese desagradable malestar no desaparecía tan rápido. Para su desgracia, ésta vez las náuseas eran peores que en la noche anterior.

La pelirroja se había alarmado de su misteriosa asusencia, no la veía por ninguna parte cuando hace un momento la había visto en el salón. Unos extraños sonidos la alarmaron, parecían provenientes del cuarto de baño.

Sobrecogida por la preocupación, se dirigió hasta el baño. Mientras que Sara continuaba indispuesta por las náuseas, se exaltó con apuro en cuanto escuchó a la pelirroja llamando a la puerta. No le dio tiempo a reaccionar.

Cuando la pelirroja entró, se llevó tremenda sorpresa desagradable encontrarse a su hermana de rodillas frente al retrete, con los ojos llorosos y una preocupante expresión.

Lara: ¿Qué demonios...? Sara, ¿estás bien? —Preguntó angustiada acercándose hasta ella.—

Sara: No... —Respondió gimoteando. Tiró de la cadena suspirando pesadamente, rendida ante la desagradable situación.—

Lara: Ya me queda claro que no era cosa de las cañerías... —Indicó con su peculiar sarcasmo.— Vale, se acabó. Me vas a decir ahora mismo qué pasa contigo. —Sentenció seriamente acercándose hasta ella para ayudarla.—

Sara: No sé de qué hablas... —Respondió evasiva ayudándose con sus brazos para levantarse. Dirigió la vista a ella limpiándose la comisura de los labios.—

Lara: Venga, Sara, déjalo ya. ¿No te da vergüenza? —Riñó con indignación.— Anda, vamos a lavarte. Esto me huele mal, y no sólo por tus vómitos...

Después de que la pelirroja la ayudara a asearse una vez que las náuseas habían cedido, ambas se fueron hasta el salón. La morena se sentó sobre el sofá, mientras la pelirroja esperaba de brazos cruzados explicaciones.

Lara: Bueno, tú dirás.

Sara: —Rodó la vista resoplando de resignación.— No lo sé, Lara.

Lara: ¿Cómo qué no lo sabes? Llevas varios días rara, diría incluso semanas. ¿Y no sabes qué te pasa? —Cuestionó con confusión.—

Sara: Pensaba que simplemente estaba teniendo una mala racha. Pero tantos días consecutivos... —Murmuró lo último en un tono preocupante.—

Lara: —Frunció el ceño habiendo escuchado lo que murmuraba. La situación ya parecía ser preocupante, pero cayó en la cuenta de que era serio.— Queda claro que algo te pasa. Pero tranqui, podemos averiguarlo.

Sara: —Ladeó la cabeza confundida.— ¿Cómo?

Ambas se dispusieron a buscar respuestas en el estudio para averiguar qué era lo que le sucedía a la morena. La pelirroja se dispuso a registrar por algunas de las estanterías llenas de libros por todo el estudio.

En cambio, la forma de Sara para encontrar alguna información que les pudiese guiar, era totalmente distinta. Se dispuso a buscar las respuestas como cualquier persona haría hoy en día...

Buscar en Internet.

La pelirroja retrocedió hasta ella con un libro abierto, en el cual no encontraba nada útil en las páginas que se había puesto a leer. Frunció el ceño de observar la forma en la que la morena pensaba encontrar respuestas.

Lara: ¿Se puede saber qué haces?

Sara: Estoy buscando por Internet. Hay miles de artículos que nos pueden dar alguna respuesta. —Indicó buscando respuestas a través del ordenador portátil.—

Lara: Déjate de Internet. Ahí solo hay fraudes. —Cerró la pantalla del portátil, mostrándose reacia buscar a través de Internet.— Esto tiene que ser a la antigua usanza. —Señaló las estanterías con la mirada.—

Sara: ¿Vamos a estar buscando libros? No encontraremos nada durante meses. —Señaló con agotamiento dejándose caer sobre el escritorio.—

Lara: Para de lloriquear. Que te digo que he visto libros que papá trajo a casa de la mudanza. Venga, ayúdame. —Agarró a la morena de las muñecas tirando de ella para levantarla.—

Entre las dos registraban algunas de la gran cantidad de estanterías llenas de libros. Se les hacía agotador ver los tantos de libros que tenían por registrar.

Lo bueno es que eran dos, tenían una ventaja considerable. Lara se encargaba de rebuscar en las estanterías más altas, mientras que Sara por las inferiores.

No hacía falta nombrar el tipo de libros que encontraban. La mayoría resultaban ser enciclopedias, además de estudios de varios tipos.

Sara: ¿Crees qué lo vamos a encontrar tan fácilmente con la de cantidad de libros que hay? —Preguntó incrédula ladeando la cabeza.—

Lara: Me acuerdo bien de la portada, lista. —Dijo lo último en un tono burlona.—

Sara: —Rodó la vista suspirando con resignación.— Bueno, si insistes... —Continuó con la búsqueda cambiando de estantería.—

Lara: Uy. Anatomía del cuerpo humano... —Murmuró para sí revisando cada uno de los libros que inspeccionaba en otra estantería. Su expresión cambió totalmente tras encontrar exactamente el que buscaba.— ¡Toma, lo tengo!

Sara: —Exaltada dirigió la vista hacia el libro que destacó la pelirroja.— Pero es uno de varios volúmenes. ¿Segura qué es el que buscas?

Lara: ¿Eh? —Revisó el libro tras desconocer el hecho de "volúmenes".— Ah, vaya... Bueno, estamos cerca. Aguanta, voy a seguir mirando. —Le cedió el libro a la morena para tener libertad nuevamente y seguir buscando.—

Sara: Mm, ahora que lo dices, también me suena ver estos libros durante la mudanza... —Murmuró cotilleando el libro revisando algunas de las páginas.— Parece interesante. ¿A ver...?

Lara: Por aquí hay más. —Escogió uno del montón revisando la portada y el contenido.— Mm... Espera un momento... —Susurró tras captar la atención de un libro en especial. Después de alcanzarlo, se quedó unos instantes revisándolo.—

Sara: Ah, sí, tienes razón. Ahora recuerdo este libro. Pues oye, podría servir... —Agregó leyendo por encima cada una de las páginas por las que inspeccionaba.—

Lara: Ostras. —Murmuró con sorpresa tras leer el título, y averiguando el contenido del libro.— Esto... Sarita...

Sara: ¿Hm? —Reaccionó dirigiendo la mirada hacia ella.—

Lara: —Sacó el libro que había captado su atención, además de alarmarse tras conocer de su contenido. Le enseñó la portada del libro.—

Sara: —Se acercó observando la portada del libro. Lo que realmente captó la atención de ambas, era el título... "El embarazo y tú bebé". La morena reaccionó con sorpresa.—

Se quedaron mirándose entre ellas, habiendo captado la misma atención —además de incertidumbre— por ese libro y el contenido del que trataba.

Llegaron a la decisión de mirar algunas de las páginas del libro. Sus reacciones eran indescriptibles cuando se encontraron con una gran, e inesperada sorpresa que las sobrecogió a ambas...

Se trataba de nada menos que del libro en el que Amelia se aconsejó, además de dejar notas durante el proceso del embarazo de sus dos hijas. Las dos hermanas se quedaron conmovidas por tal valioso hallazgo.

Sara: Son... las notas de mamá durante sus embarazos... —Indicó atónita sin dar crédito de lo que tenían ante sus ojos.—

Lara: Vale. Esto sí que no me lo esperaba... —Agregó murmurando con asombro.—

Sara: —Leyendo por las notas que Amelia dejó por el libro, una cosa en especial la alarmó. Leyó los síntomas que Amelia anotó en su día.— Em, Lara...

Lara: Anda, aquí dice que esos síntomas los tuvo contigo, pero en cambio con... —No terminó la frase tras caer en la cuenta de lo que quería decir la morena. Dirigió la vista hacia ella frunciendo el ceño.— Espera... ¿Qué?

Sara: —Abrió completamente los ojos tras la sospecha que, cada vez, parecía tomar más fuerza.— No... No puede ser...

Con apuro, la morena salió del estudio dirigiéndose hacia su habitación, tomando como atajo al pasillo sureste entrando y saliendo de la sala de estar.

Abrió abruptamente la puerta de su habitación, rápidamente acudiendo al calendario que tenía colgado en la pared del fondo del cuarto.

Guardando en la memoria la fecha en la que, supuestamente, debía retomarse su periodo de menstruación, calculó la diferencia de tiempo intermedio hasta el día de hoy.

Sara: Puede ser... —Murmuró quedándose atónita, sintiendo el corazón en un puño. Se echó hacia atrás los mechones frontales de su pelo, desviando la mirada desconcertada. Debía asegurarse de verdad ante las confusas, aunque claras, sospechas.—

La realidad es que Sara ya se andaba preocupando por su retraso menstrual, pero aquellos síntomas extraños que se presentaron sin previo aviso la despistaron de la posibilidad de la verdadera causa.

Ahora, debía coger valor, y hacerse una prueba de embarazo para sacarse de dudas. Era la manera más certera de saberlo. Esta regresó con la pelirroja, notándose la inquietud y nerviosismo que la invadía

Sara: Lara... ¿Todavía guardas el test de embarazo qué compraste cuándo Jack? —Preguntó con nerviosismo.—

Lara: Está en el armario del baño, metida en una... —No terminó la frase cuando reaccionó impactada con la petición de la morena. Con asombro volteó a verla con confusión.— ¿Dónde está la broma?

Sara: —Tras ver su reacción sus nervios aumentaron, demostrándolo así soltando un pesado suspiro.— No la hay...

Lara: —Se quedó atónita tras ver la clara respuesta de su hermana. Sin dar crédito parpadeó los ojos reiteradas veces.—

Sara: —Invadida por los nervios sólo se limitó a responder con una sonrisita nerviosa encogiéndose de hombros.—

Lara: Fácil de usar. Abrir, y orinar sobre el extremo 5 segundos... Podrá saber del resultado por el color... —Leyó en voz alta las instrucciones en la caja donde viene el predictor.—

Sara: —Abrazándose a sí misma, miraba la caja del test con desconcierto.— La verdad... Nunca pensé que me vería en esta situación.

Lara: Por eso le pido a Raph que siempre use condones. Así evito estos sustos. Pero... Tú y Leo... —Murmuró lo último dedicándole una mirada sospechosa frunciendo el ceño.—

Sara: B-bueno... Sí, de vez en cuando... —Avergonzada respondió en un bajo tono, el suficiente como para que esta la escuchara.—

Lara: Ah, con que "de vez en cuando"... —Recalcó en tono retórica.— Y yo que os creía como "los responsables"...

Sara: No pensé que —Tanto ella como la pelirroja se exaltaron ante el ruido de la puerta de la entrada abrir y cerrarse. De la misma dirección, se escuchó al líder avisando de su llegada.— Ay, madre...

Lara: Vaya, justo a tiempo. —Agregó ante la inesperada situación.—

Sara: ¡¿Y qué le digo yo ahora?! —Preguntó en un ataque de nervios.—

Lara: ¡Y yo qué sé! —Exclamó encogiéndose de hombros igual de nerviosa. Miró la caja del predictor entre sus manos, y se deshizo de ella lanzándola a una de las mesas entre los asientos.—

Leo: —Se exaltó ante las sonoras voces de ambas dirigiéndose hacia el salón.— Hey, ¿qué pasa?

Lara: —Tanto ella como Sara trataron de actuar con normalidad.— Hola a ti también. —Incrédula se dirigió a él.—

Leo: —Era consciente de la extraña actitud que presentaban ambas a simple vista. Y eso que acababa de llegar.— ¿Va todo bien...?

Lara: ¿Qué va a pasar? Pues nada. —Respondió irrelevante encogiéndose de hombros.—

Leo: —Frunció el ceño ante la actitud de la pelirroja. Confundido preguntó a su novia.— ¿Os habéis peleado?

Sara: No. —Negó en seco moviendo la cabeza, desviando la mirada evitando el contacto visual.—

Leo: Vale... —Agregó inseguro ante su sospecho comportamiento.— Sara, ¿cuándo me vas a decir lo qué te pasa?

Sara: ¿Qué? —Reaccionó exaltada ante la inesperada insinuación del líder.— ¿Qué dices?

Leo: Anoche estabas... Extraña. Pensé que era cosa mía, pero, no sé... ¿Te pasa algo? —Cuestionó mostrando preocupación por lo que fuera que ocurría con su novia.—

Sara: Y esto a qué viene, ¿por no comer las empanadas de gyoza que dejé? —Incrédula cruzó los brazos ladeando la cabeza.—

Leo: Soy consciente de que llevas varios días rara. Nunca había notado nada raro contigo hasta ahora. Y eso me dice que pasa algo. —Indicó seriamente mostrando autoridad.— Sara... ¿Qué pasa?

Sara: —Indecisa, desvió la mirada reiteradas veces, sintiéndose en un callejón sin salida.—

Lara, Sara: —Ambas se miraron entre ellas debido a la presión. La pelirroja le indicó con la mirada la caja del predictor, haciéndole entender que confesara. Esta respondió con una disimulada negación moviendo la cabeza.—

Leo: —El líder se dio cuenta de que la pelirroja dirigió la vista reiteradas veces a algo en específico. Ante la curiosidad, volteó buscando qué era lo que tanto observaba la pelirroja.—

Lara, Sara: —Ante la acción del líder, las dos se miraron entre ellas exaltadas. Se había dado cuenta, y había visto aquella caja que delataba el extraño comportamiento de ambas. En especial, a la morena.—

Sara, Leo: —Los dos coincidieron sus miradas, él transmitiendo seriedad, y ella una mirada de apuro. Sara corrió hasta la caja con la intención de ocultarla, pero el líder la cogió justo a tiempo. Congelada, se quedó estudiando la reacción que pudiera tener la tortuga.—

Leo: —Observaba la caja con confusión, desconociendo lo que sea que fuese.— ¿Qué es esto?

Sara: Es... Un test de embarazo... —Confesó bajando la mirada, abrazándose a sí misma.—

Leo: ¡¿Qué?! —Abrió los ojos como platos tras la confesión de su novia. Regresó la mirada hacia la caja, logrando esta vez comprobando de lo que realmente se trata. Con inquietud se dirigió a la morena.— ¿Te lo has...?

Sara: No, aún no... —Respondió dejándose caer hasta sentarse en el sofá. Suspirando con pesadez, se llevó las manos a la cabeza.—

Leo: —Atónito por la situación, se sentó junto a ella.— ¿Cuándo... cuándo te has dado cuenta de qué...?

Sara: Al principio pensaba que era un malestar pasajero, nada preocupante. Anoche, vomité nada más llegar. Y... El retraso menstrual... —Explicó entre cortado, abrazándose a sí misma sobrecogida por la situación.—

Leo: —Sintió un nudo formarse en su pecho tras la fuerza que cobraban las sospechas del embarazo. Colocó su mano sobre la pierna de la morena, brindando suaves caricias.— Hazlo, nos sacaremos de dudas. Y... Ya veremos.

Sara: —Tras su respuesta, asintió accediendo a hacerse la prueba.—

Sara salió del baño llevándose el predictor consigo, ya habiéndose hecho la prueba. Invadida por los nervios, caminó hasta su habitación para aligerar la agónica espera. Leonardo no se quedó atrás, yendo junto con ella.

Todavía faltaba un minuto para saber el resultado. Sara dejó el predictor a un lado en la cama, mientras se sentó sobre esta abrazándose a sí misma. La tortuga se sentó junto con ella, suspirando con pesadez, igual de nervioso.

Se miraron entre ellos, siendo incapaces de diferenciar cuál de los dos estaba más nervioso. Leonardo se topó con la mano de Sara, y ella entrelazó ambas manos, compartiéndose apoyo mutuo.

Dejaron correr el tiempo asegurándose que saliera el verdadero resultado, convirtiéndose en el minuto más largo de sus vidas. Ninguno de los dos podía esperar más, cogieron valor, y se decidieron a sacarse de dudas. La morena extendió la mano hasta alcanzar el predictor, el cual había agarrado del revés.

Cuando le dio la vuelta, en uno de los extremos de esa tira blanca, ya podía verse un color en específico...

Azul.

En un agónico murmullo, Sara especificó el significado de dicho color.

Sara: Positivo...

Leo, Sara: —Dirigieron sus miradas entre ellos, mostrándose lo impactados que se encontraban. Sentían una especie de nudo en el pecho que los dejó sin palabra alguna.—

Sara: Yo... No pensé que... —Trataba de decir entre cortado, siéndole imposible formular frase alguna.—

Leo: Yo tampoco esperaba que esto pudiera pasar... —Indicó consciente de lo que esta trataba de decir. Se hizo con el predictor levantándose de la cama, caminando de un lado a otro mientras observaba el resultado detenidamente.—

Sara: —Suspiró llevándose las manos hasta la cabeza. Estaba inexpresiva, no sabía de qué forma debía tomarse la inesperada situación en la que se encontraban.— Dios mío...

Lara: —Llamó a la puerta mientras se asomaba.— Parejita, ¿puedo entrar?

Sara: Lara... —Resopló con frustración por la dificultad que presentaba para pronunciar cualquier palabra.—

Lara: ¿Qué? ¿Sabéis el resultado ya? —Observó a ambos invadida por la curiosidad, entrando finalmente en la habitación.—

Leo: ¿Has leído las instrucciones? —Preguntó acercándose hasta ella.—

Lara: Sí. ¿Por qué? —Se encogió de hombros confundida.—

Leo: —Le prestó el predictor dejando a la pelirroja que viera el resultado por sí misma.—

Lara: Hostia... —Murmuró atónita, quedándose viendo el color que anunciaba el resultado de embarazo.—

Sara: —A pesar de la agitada respiración tras el chocante resultado, observó la reacción de la pelirroja.—

Leo: —Volvió junto a ella para brindarle tranquilidad acariciando su espalda, intentado que esta agilizara la respiración. Teniendo en cuenta que estaba igual de impactado.—

Lara: Em... Enhorabuena. —Felicitó con una sonrisita nerviosa encogiéndose de hombros, haciendo el intento por alegrar el ambiente.—

La pareja estaba completamente inexpresiva. No sentían frustración, o una gran felicidad. Lo único que ambos sentían, era desconcierto, ante una enorme sorpresa. Más bien, estaban impactados por igual debido al descubrimiento que acababan de presenciar.

Se trataba de la posibilidad de ambos, de una tortuga mutante y una humana, para tener hijos, algo que ni siquiera habían pensado que podría llegar a pasar. Lo que sin lugar a dudas cambiaría sus vidas a partir de ahora, incluyendo a las demás tortugas y sus parejas.

Pero lo verdaderamente asombroso a todo esto, era que tanto Sara como Leo ya estaban teniendo a su bebé en camino. 

Pues... ¿Qué deciros? Estoy sin palabras, de verdad. 😶

Por supuesto, no había mejor cierre para este capítulo memorable.

Y por supuesto, no había mejor capítulo que este para conmemorar un antes y un después en esta historia.

Porque a partir de este capítulo, todo va a ser completamente diferente, para mejor desde luego.

Pues hasta aquí, feliz al fin de que mí historia llegara a su capítulo número 100 después de tanto tiempo de dedicación. :')

Bueno, ahora está por verse qué deparará el futuro. 😉

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