𝕀𝕀𝕀. ℙ𝕒𝕣𝕜 𝕁𝕚𝕄𝕚𝕟
Hace tres años
Park JiMin era un omega que aparentaba ser decidido y audaz, lleno de una vitalidad que muchos envidiaban, pero eso solo era un mecanismo de defensa que él mismo se había apropiado para no ser lastimado ni molestado.
Realmente era inseguro, pero intentaba no mostrarse de esa manera porque, de ser así, solo le daría la razón a su estúpido padre. Sí, sufría y se sentía débil constantemente, pero odiaba más lo que su padre pensaba de él y decidió que eso jamás lo iba a demostrar por más que intentaran quebrarlo.
Cuando JiMin se presentó como omega a la tierna edad de catorce años, su padre quedó decepcionado, pues esperaba de él un alfa que pudiera tener éxito en la vida.
—Los omegas varones son débiles, inútiles e insignificantes —le dijo él mientras JiMin sufría de dolor debido a su primer celo—. No están hechos para procrear, no sirven en absoluto para eso, son una aberración de la naturaleza, una venganza de Dios por la crueldad de la humanidad. Es más, ni siquiera tienes derecho de llamarte "hombre" simplemente por el hecho de tener una pobre capacidad para engendrar, ni siquiera puedes dar a luz normalmente como una omega o una beta, a lo más que aspirarás será a ser el mozo de algún alfa que se quiera aprovechar de tus dotes sexuales, te usará y te abandonará porque eres inútil.
Aquellas palabras enloquecieron de rabia y tristeza a JiMin, no podía creer que su padre se atreviera a menospreciarlo de esa forma, ya suficiente tenía con extrañar demasiado a su fallecida madre y sufrir abuso psicológico de sus dos hermanas mayores, ambas siendo unas omegas presumidas y chismosas. ¡Pero oigan, ellas eran las consentidas de su padre!
Con el tiempo, JiMin había aprendido a endurecerse y guardar para sus adentros todas esas ofensas hacia su ser. Y aunado a ello, jamás se permitió vivir sus ciclos de calor con tal de proteger su integridad, por lo que los supresores eran sus mejores amigos aunque tuviera que robárselos a sus hermanas, ya que a él jamás le daban dinero igual que a ellas, era difícil vestirse porque a su padre no le importaba que él necesitara pantalones para la escuela, por lo que tuvo que trabajar desde que se presentó como omega, ayudando a los vecinos a cortar césped o a limpiar, mientras que a sus hermanas las consentían día y noche.
Y más menosprecio cayó sobre sus hombros cuando decidió no ir a la universidad. Su padre al menos esperaba que aspirara a ser alguien en la vida, ya que la naturaleza le había maldecido, sin embargo poco fue el entusiasmo que el beta presentó cuando JiMin le dijo que quería dedicarse al diseño de modas y a la costura, pues desde chico tuvo talento y pasión por ello.
—Es solo una etapa, haz lo que quieras, pero de mí te acordarás cuando te quedes en la calle y no tengas ni donde caerte muerto por elegir un oficio mediocre —le dijo su padre cuando JiMin obtuvo su primer trabajo formal al salir de la escuela preparatoria. Tenía diecisiete años cuando se ocupó ayudando en la costura a la abuelita de TaeHyung, su mejor amigo que era omega también.
—Entre dañados nos entendemos —se burlaba TaeHyung con él mientras le consolaba cada vez que este acudía con ojos llorosos por sentirse inútil. Solo con él sentía la confianza de expresarse, solo con ese único amigo omega podía desbordarse.
Trabajó arduamente por un año entero, aprendió tantas técnicas de esa anciana habilidosa y pudo demostrarse a sí mismo que realmente tenía talento para ello, que de una forma u otra él iba a triunfar aunque a otros no les pareciera que con eso él alcanzara la realización.
Luego de ese primer año, la abuela de TaeHyung recomendó a JiMin en un prestigioso taller de costura que hacía reparaciones, ropa artesanal, zapatos preciosos y un montón de curiosidades más como serigrafía, bordados y esas cosas. JiMin estaba agradecido con la ancianita y no tardó mucho en ser contratado.
Al siguiente día de mandar su solicitud, fue aceptado. Su corazón revoloteó de felicidad una noche antes de comenzar, no pudo dormir casi nada por estar pensando en lo maravilloso que sería.
Su plan era este: entrar a trabajar, ahorrar suficiente dinero y luego largarse a vivir con TaeHyung a un departamento que ambos pudieran permitirse. Él no quería depender más de su padre ni de sus hermanas, quería librarse de esa horrorosa familia lo antes posible, así que ese primer día se levantó de la cama con esa ambición.
Desayunó lo de siempre, se puso la ropa más cómoda pero decente que tenía y partió al taller justo antes de que todos se despertaran, pues no estaba dispuesto a recibir reprimendas por estar tomando ese "trabajo mediocre".
Y todo iba tan bien. Su jefa, Ahn HyeJin, era una mujer alfa que a primera vista parecía cruel y fría, pero JiMin tenía por objetivo ganársela a toda costa y ser su mejor empleado. Él podía ver la bondad en todas las personas que a veces lucían tristes o enojadas, excepto con su familia, con ellos jamás podía ver el lado bueno porque eran irritantes, mezquinos, clasistas y repugnantes.
Y su primer día de trabajo consistió en ayudar en las cosas más simples como enhebrar agujas, clasificar los rollos de tela que recién llegaban y demostrar a su jefa que sabía usar la máquina de coser con una pequeña prueba, la cual pasó de inmediato y obtuvo su primer trabajo pagado ese día.
Los costureros en ese taller recibían una comisión por cada prenda que trabajaban y eso se agregaba a su sueldo base, lo cual a JiMin le parecía un tanto injusto, pero no podía quejarse en absoluto porque era su primer empleo y se dedicaría a una de sus pasiones más grandes: la ropa, aunque tuviera que arreglar la ajena antes de siquiera confeccionar un vestido o unos pantalones, que era lo que más soñaba.
Pero ese día, él jamás se esperó que ese joven alfa con dos olores se presentara tan repentinamente.
Su padre, un beta amargado con la vida, le había dicho que los alfas solo querían aprovecharse de la gente y no valía la pena relacionarse con ellos más allá de los negocios, que solo podías involucrarte con ellos si eras una omega o una beta y solo con fines reproductivos, pues en su sangre estaba la poligamia y eso, entre otras cosas, era inaceptable para el beta.
¿Pero qué iba a saber un beta sobre esas cosas? Su padre aún vivía en la época de las cavernas y rechazaba arduamente a los alfas y a los omegas hombres, aún pensaba de esa forma anticuada y de esa manera estaba criando a sus hijos. Pero JiMin era completamente rebelde en ese aspecto, así que él no creía que los alfas fueran peligrosos, a pesar de que eso le dijo a YoonGi a modo de broma cuando empezaron a platicar.
Y sí, su lobo había enloquecido desde que sintió esos olores y, aun cuando YoonGi dejó el taller de costura, todavía estaba alterado y un poco desconcentrado.
¿Cómo iba a soportar su primer día de trabajo con la revelación de su posible pareja predestinada? Aquella pregunta le taladró la mente al grado de que su dedo estuvo a solo un milímetro de ser adherido a la mezclilla del pantalón del alfa. ¿Y cómo no iba a alterarse? El pantalón roto estaba empapado del olor y le estaba intoxicando.
Lo terminó lo más rápido que pudo para dejar de pensar en eso y concentrarse. Pero antes de empacar la prenda en su respectiva bolsa de papel, anotó disimuladamente su número de teléfono y su nombre en un papelito, lo guardó con mucho sigilo en la bolsa del pantalón del alfa y lo dejó en el mostrador para que su jefa lo entregase cuando el cliente llegara.
Él no estaba presente cuando YoonGi llegó, se encontraba remendando unas camisas en la máquina de coser que estaba hasta el fondo del taller. Pero claramente pudo sentir el olor y la revoltura del estómago se hizo más intensa, incluso pudo sentir ese calor característico que le avisaba la próxima llegada de su celo.
Es él.
Definitivamente es él.
Su lobo casi le aullaba esas palabras y rasguñaba su interior, lamentándose porque quería lanzarse rápidamente a los brazos de ese alfa, a quien pertenecía, según el destino.
A eso de las cuatro de la tarde, cuando ya su calor se había calmado, recibió un mensaje de un número desconocido, pero el nombre que firmaba el final del mensaje rápidamente hizo que sus desesperantes síntomas regresaran.
[Desconocido]
Te esperaré en el café frente al taller de costura.
Gracias por remendar mi pantalón, quedó increíble, le has salvado la vida.
Pero es una lástima porque también me encanta la canción de los pantalones rotos.
Perdón por ser idiota, nos vemos en una hora.
Soy YoonGi, por cierto.
Aquello hizo reír y sonrojar a JiMin. Su lobo aulló y se revolcó de felicidad al notar que tenían un sentido del humor algo similar, igual de infantil.
Y bueno, JiMin solo tenía dieciocho años, no esperaba que YoonGi fuera de ese modo, pues su rostro reflejaba al menos unos veinticuatro años.
Al dar las cinco en punto, el taller empezó a vaciarse. Todos los empleados se despidieron armoniosamente de JiMin, dándole la bienvenida. Él se sintió bastante cálido al recibir esas sonrisas, pero la razón de su sonrojo tenía nombre y apellido.
Min YoonGi estaba justo donde habían acordado, sentado en una de las mesas exteriores de ese lindo café al que había querido ir desde hace tiempo, pero nunca tenía suficiente dinero ni tiempo para hacerlo.
Pero ese día sí podía pagar su propia cuenta, pues se le había pagado su primera cuota diaria por los trabajos realizados durante el día.
Y cuando JiMin cruzó lacalle para encontrarse con el apuesto alfa, su corazón dio mil vuelcos y sulobo le gritaba: ¡Es él, es él! ¡Loencontramos, lo encontramos!
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