Silfio, la planta milagrosa
El enigma de la planta "milagrosa" que sedujo a griegos y romanos y desapareció sin dejar rastro
Hace mucho tiempo, en la antigua ciudad de Cirene, había una hierba llamada silfio. Con sus raíces robustas, hojas chatas y pequeñas flores amarillas, no parecía gran cosa. Pero la planta rezumaba una savia aromática que era tan útil y deliciosa que llegó a valer su peso en oro.
Hacer una lista de sus usos sería una tarea larga: sus crujientes tallos se horneaban, salteaban o hervían para ser consumidos como si fuera una verdura, mientras que sus raíces se comían frescas, mojadas en vinagre.
También era excelente para ayudar a conservar lentejas. Y cuando se les daba a las ovejas, su carne se volvía más tierna.
De sus brotes se extraía además un perfume delicado, mientras que la savia se dejaba a secar y luego se rallaba sobre alimentos como sesos o flamenco estofado. Conocido como "láser", el condimento era tan fundamental para la alta cocina romana como comer reclinado vistiendo una toga.
También tenía aplicaciones médicas: el silfio era una verdadera hierba maravilla, una panacea para todo tipo de dolencias, desde brotes en el ano (Plinio el Viejo recomendaba varias fumigaciones con la raíz) a mordidas de perros salvajes (simplemente frotar en el área afectada decía Plinio, quien sin embargo advertía no hacerlo nunca si se padecía de caries).
El silfio era además utilizado en la alcoba, donde su jugo era tomado como afrodisíaco o aplicado "para purgar el útero". De hecho, puede haber sido el primer método anticonceptivo realmente eficaz.
Y sus semillas en forma de corazón son la razón por la que todavía hoy se asocia ese símbolo con el romance.
Los romanos querían tanto a la hierba, que la mencionaron en poemas y canciones, así como en grandes trabajos literarios.
Por siglos, los reyes locales mantuvieron el monopolio de la planta, que convirtió a Cirene —hoy la libia Shahhat— en la ciudad más rica de África. Antes de dársela a los romanos, los griegos la pusieron incluso en su dinero. Y Julio César llegó al extremo de guardar 680 kilos de la hierba como un tesoro.
Pero el silfio se esfumó, muy probablemente no solo de la región sino de todo nuestro planeta. Plinio escribió que, durante toda su vida, solo se descubrió un tallo de la famosa planta, el que fue cortado y enviado al emperador Nerón como una curiosidad allá entre los años 64 al 68 de nuestra era.
Con solo unas pocas estilizadas imágenes y los relatos de los viejos naturalistas para seguirle el rastro, la identidad de la hierba favorita de los romanos es un misterio. Algunos creen que se consumió hasta la extinción, otros que se esconde a plena vista como una maleza mediterránea más.
Pero ¿qué pasó? ¿Podemos recuperarla?
Una planta indomesticable
Según la leyenda, el silfio fue descubierto después de que una lluvia "negra" azotó la costa este de Libia hace más de dos milenios y medio. A partir de entonces, la hierba extendió sus anchas raíces más allá, creciendo frondosa en exuberantes laderas y prados boscosos.
Puede sonar extraño. Después de todo, el norte de África no es conocido por su verdor, pero estamos hablando de Cirenaica, una región de tierras altas escalonadas con abundantes reservas de agua. Incluso hoy hay partes que reciben hasta 850 milímetros de lluvia por año, casi lo mismo que Gran Bretaña.
La región fue originalmente poblada por los griegos y anexada por los romanos en el año 96 a.c., a los que siguió Cirene un par de décadas más tarde. Y casi inmediatamente las existencias de silfio empezaron a decaer de forma alarmante.
En un plazo de 100 años, había desaparecido casi en su totalidad.
Parte del problema es que la exigente planta solo crecía en esta región. Su hábitat se reducía a una estrecha franja de tierra. Y, aunque lo intentaron, ni griegos ni romanos lograron domesticarla.
El silfio tenía que ser recogido en estado silvestre. Y aunque había reglas estrictas acerca de la cantidad que se podía cosechar, también había un mercado negro importante para la planta.
Silfio: ¿Un híbrido?
Existe una posibilidad de que el silfio fuera un híbrido. Cruzar dos especies diferentes puede tener resultados útiles y deliciosos, como demuestra el caso del maíz, uno de los híbridos más extendidos de la actualidad. Pero mientras que la primera generación de híbridos a menudo presenta numerosas ventajas, sus descendientes por lo general no se pueden comparar.
En el caso de muchas plantas silvestres eso no es necesariamente un problema porque no crecen de semillas, sino asexualmente, extendiendo sus raíces.
Esto es lo que les pudo haber sucedido a los antiguos griegos si utilizaron semillas de silfio y este era un híbrido. Algo que parece concordar con viejos reportes de variedades provenientes de Media (noroeste de Irán), Siria y Partia, mucho menos valiosas que los silfios de Cirene.
En cualquier caso, el apetito por el silfio resultó excesivo. Una historia que resulta deprimentemente familiar teniendo en cuenta la cantidad de especies de hierbas medicinales en peligro de extinción que hay en la actualidad a causa de la sobreexplotación.
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