v. ¿Puedes sentir el calor ahora?
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v. ¿puedes sentir el calor ahora?
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¿Qué tanta certeza debes tener para confiar en tu instinto?
Chloe Decker era una fiel creyente de que no existía una cantidad para medir la certeza. Con frecuencia atendía sus corazonadas porque dada su particular línea de trabajo, una sola cosa le era requerido: esperar lo inesperado. La última persona de la lista de sospechosos podría ser el asesino, así como la primera, la del medio o en ocasiones, ninguna de ellas absoluto. La única manera de lograr identificarlos era con un rasgo frecuente que todos parecían compartir, esa audacia congénita a su carácter que les hacía pensar que saldrían ilesos, que sus acciones quedarían sin ser castigadas, que la justicia no llegaría.
Pero la justicia vendría, pues ese era su trabajo.
Y Chloe Decker era malditamente buena en su trabajo.
Más, su esfuerzo de los últimos días era descuidado, nunca para rozar lo negligente, aunque si lo suficiente para desviar su atención del caso en múltiples ocasiones. La realidad era que trabajaba a medias porque cualquier cosa, a este punto, era mejor que tomar un descanso que sabía que merecía, que necesitaba.
Cualquier actividad, ella la tomaba porque escapaba así de las pesadillas que la plagaban en el momento en que decidía dormir. Pero, el cansancio es humano y a veces éste ganaba, cuando eso sucedía, cuando realmente creía que podía descansar los recuerdos la invadían una vez más: un caso que se salió de control, que le cuesta la vida de Dan y Trixie. Si Chloe lograba suprimir sus sentidos podía escuchar los disparos.
Uno.
Iba dirigido a Trixie, Dan interfirió.
La bala entró y salió del cuerpo del padre de su hija.
Dos.
Le dio a Trixie.
Dan sollozó.
Chloe soltó un grito.
Tres.
Chloe le disparó en la frente al culpable.
Revivir la situación traía consigo el pánico ante la posibilidad de perderlos, la sangre brotando de las heridas, el incesante sonido que traía consigo los carros policiales y el azul y rojo de sus luces. Todo envuelto en una desesperación e impotencia que concebía como una tortura. Logró comprender, después de una calma que iba y venía, que si ella llegase a terminar en el Infierno, ese preciso momento, ese instante en su vida sería su propio bucle infernal.
Ese pensamiento al igual que la quietud del evento nunca terminaba de abandonarla.
Pero ahí en su trabajo, Chloe Decker estaba segura... Aunque ya no tenía tanta certeza para confiar en esa premisa.
Su alma había salido de su cuerpo, o al menos eso fue lo que sintió cuando logró mantener la mirada fija en el par de orbes azules de su contraparte. Gélidos, impasibles y templados. Daba la impresión que la portadora de tales irises le escudriñaba solo para analizar hasta lo último de ella; una determinada mirada era suficiente de su parte le hacía sentir chica en su espacio seguro, y así fue que de pronto en el único lugar donde tenía una ventaja... Chloe Decker no tenía ninguna.
Etérea y poderosa.
Así podría describirla y no se refería a sus características físicas, éstas pasaban a segundo plano cuando realmente podía atisbarla en la claridad de la luz artificial de la cámara de Gesell. Era algo más, algo que traspasaba lo tangible pero que tenía la composición de ser contemplado.
El vínculo de la mujer era inexistente con el cadáver del caso. La detective empezaba a creer que solo se encontró en el lugar equivocado en el momento equivocado, basado enteramente en su testimonio y el de otros. Sin embargo, por esa misma razón era incapaz de dejarla ir todavía, pues, Chloe tenía una corazonada.
Algo dentro de ella le urgía a hablar con su persona hasta lograr escarbar el misterio que su mente le decía que había. Aunque más que un misterio, quizás se trataba de una conexión.
—Detective —su voz era un reflejo de su misma apariencia, sedosa. Por su tono hasta sonó preocupada—. ¿Qué es lo que necesita de mí?
Chloe Decker parpadeó repetidas veces. Entreabrió los labios para dejar salir el aire contenido. Fue entonces ahí que se dio cuenta que volvió a suceder: el aislamiento mental. Consecuencias que parecían repetirse y que Chloe se las imputaba a la depravación del sueño.
La ramificación de su realización trajo consigo poder ambientarse a su ambiente. Así que Chloe se colocó su máscara con orgullo; esa que decía que estaba bien, que nada podía turbar su serenidad y hacerle retirar su vista del objetivo final. De obtener y servir justicia. Esa que la hacía ver y sentirse profesional, con un vago intento de control, esa que la convertía en la exitosa detective de la división de Homicidios del Departamento de Policía de Los Ángeles.
Cualquier persona allá afuera creía en su máscara.
Pero solo una persona ahí adentro creyó en ella.
El cambio en su expresión fue tan evidente que, por un breve segundo de tiempo, Hera de Lilim casi cree.
Chloe se aclaró la garganta.
—Necesito el nombre y dirección de tu... —la detective bajó la vista a lo que había escrito que de pronto olvidó—... esposo, para corroborar tu cuartada de hace dos días.
— ¿No es mi palabra suficiente para usted, detective? —alzó una ceja. Sus orbes y voz cargaban una altivez pasiva.
—Fuiste encontrada en la escena de un crimen con la secta a la cual el cadáver perteneció en vida. El hecho de que llegásemos mientras estaban a punto de sacrificar a un animal tiene un poco perturbado el caso. No es personal, es protocolo. Ahora mismo todos los miembros son sospechosos potenciales.
Hera contrajo el ceño.
—Yo estaba en camino hacia la salida cuando ustedes me encontraron —corrigió firme, sintiéndose ligeramente ofendida—. No sé qué está mal con ustedes los humanos que creen que nos gustan que sacrifiquen animales por nosotros. Noticia de última hora: no nos gusta.
—Oh, es verdad. Eres un demonio —apuntó con sorna—. Quizás no seas un miembro como dices, pero resulta demasiada coincidencia que este grupo adore a un demonio con el cuál compartes nombre, Hera. Reina del Infierno y todo eso... Creo que Perséfone hubiese sido más indicado, si es que buscan por alguna precisión.
El fantasma de una sonrisa peligrosa apareció en sus labios.
—Es curioso, no me daba la impresión de que seas el tipo de persona que cree en las coincidencias... —Hera se humedeció los labios—. No existe tal cosa como las coincidencias, Chloe Decker.
El cuerpo de Chloe reaccionó de inmediato y tembló. Quizás de miedo, de confusión, todavía no podía apuntar a qué era con certeza. Lo que sí sabía es que una sensación calurosa la asedió, una punzada en el estómago, un recuerdo que no lograba ubicar, una inquietud.
Hera asintió hacia ella de manera tan lenta y tenue que le provocó desconfianza. El ligero resplandor que provocaba el saber algo que otra persona, brillaba en ese par de ojos fríos. Se echó hacia adelante, lenta y cazadora, como si fuese a contar un secreto.
—Entiendo su trabajo —ese matiz de suavidad y altivez en su voz la volvió más inquieta—. Después de todo, podría decirse que el mío es similar al suyo. Levemente. Así que, llamemos mi cooperación en su caso, una cortesía profesional.
Chloe no hizo nada.
—Primero: el nombre de Perséfone no fue de mi agrado —soltó con simpleza—. Creo que Hera me queda mejor. Segundo: el término —tocó con el dedo índice la hoja donde salía la palabra «esposo»—, es incorrecto. No es esposo, es compañero. Tercero: debería enfocarse en Steve, pues vaya secretos tiene él... Y cuarto: el nombre de mi compañero lo conoces bien... Su nombre es...
El corazón de Chloe se paralizó cuando Lucifer entró, sin ninguna expresión en su rostro, la detective se obligó a alzar la vista por la altura de él. Una mirada de él bastó para confirmar la idea que se extendía por su mente ansiosa de la verdad.
El silencio fue pesado y ensordecedor.
Y cuando las palabras salieron, eso fue lo único que logró distanciar los disparos que en su mente lograba escuchar.
—Lucifer —Hera le llamó con una sonrisa victoriosa, ya levantada se acercó a su derecha—. Está encantadora detective necesita hablar contigo. Algo acerca de corroborar mi coartada de hace dos días... Cuando estaba en tu pent-house... Creo que esto puede hacerse bastante rápido, teniendo en cuenta que ambos son compañeros de trabajo, ¿no es así?
Chloe se levantó y tomó lo que había en la mesa entre sus brazos. Apretó los dientes y se enderezó frente a ellos. La mirada de Lucifer sobre ella se volvió algo que no quería seguir sosteniendo, y había tanto que él quería decir. Esa era la percepción que ella tenía, porque así era él.
Pero esto, justo ahora, era demasiado.
Hera extendió su mano hacia ella, en un gesto formal y cordial.
Chloe aceptó el gesto con una falsa cortesía.
—Ahora me presento apropiadamente... Soy Hera de Lilim, reina del Infierno y compañera de Lucifer. Pero eso ya lo habías deducido, ¿no es así, Chloe?
La humana sacudió la mano del demonio.
Y el Diablo fue testigo de su corazón cayendo a sus pies.
Chloe sintió lo que vino después como lo que era: el frágil comienzo del final de lo que pudo haber sido.
Lucifer la arrastró fuera de la sala de interrogatorios al cuarto de evidencias. Ser capaz de poner en palabras todo lo que experimentaba con verlo se volvió una tarea inverosímil. La presencia de Chloe, el exterior no sufrías las consecuencias del desastre que se había vuelto su interior. Su pecho subía y bajaba regularmente, sus manos iban cada tanto a estirar el blazer que tenía y mantenía su mandíbula relajada. En disensión a ello, su mente y corazón.
—Detective —alzó las manos en un intento de mantenerla ahí, dispuesta a escuchar—. Puedo explicar...
—Creí que teníamos algo, Lucifer —le interrumpió. Sabía que debía escucharlo, pero en ese instante no quería verlo—. Ahora sé que si lo tuvimos, quedó en el polvo. Desde hace tres días no sé nada de ti, cuando desapareces, sueles traer sorpresas. Definitivamente, esta no me la esperaba.
—Hera es parte de mi pasado —Lucifer intentó sonar determinante, más no lo consiguió.
—Ella está aquí —apuntó hacia la salida—. No sé porque jamás la mencionaste, no entiendo qué hace ella aquí y sinceramente quiero mantenerme alejada de cualquier asunto celestial que éste pasando. Pero me gustaría aclarar algo, sí: me heriste, Lucifer. Estoy decepcionada.
El rostro del Príncipe de la Oscuridad se suavizó con angustia. Él parpadeó y echó la cabeza hacia atrás, incapaz de formar una sentencia completa, de sus labios salía el aire que sus pulmones botaban.
Pero atisbar los ojos de Chloe volverse cristalinos se sintió como uno de los golpes de Maze.
Lucifer avanzó un paso, pero Chloe retrocedió.
—Nunca la mencioné porque es parte de un pasado que intentó olvidar. El Infierno, demonios... No me importa. Escogí la tierra porque me gusta estar aquí. Este es mi hogar.
Esta era el asunto con Lucifer, Chloe ya lograba separar cuando usaba situaciones para referirse a alguien en específico. Él lo ha hecho incontables veces hacia su persona. Ella era la detective, la tierra, el trabajo, el hogar, que Lucifer no quería dejar.
Y era Chloe cuando no había más metáforas a pensar. Era Chloe cuando era vulnerable.
Y Chloe amaba eso de él.
Pero esta sería la primera vez que no quería ser nada de lo anterior, así dolería menos.
—Dejé caer mi guardia contigo e incluso cuando finalmente me encontré con la verdad de que eres el Diablo, eso cesó. Eres importante para mí... Pero no quiero verte ahora, Lucifer.
Silencio.
Sus respiraciones eran lo suficientemente bajas para agudizar su oído y así escuchar el preciso momento del quiebre, de aquello que estuvo completo y que ahora yacía en fragmentos a su alrededor.
Se encaminó hacia la salida, pasado por el lado del hombre en trajes costosos y acento encantador. Su mano estaba en el pomo cuando se detuvo antes de salir, se debatió unos instantes en soltar lo que quería decir.
Finalmente lo hizo.
— ¿Tuviste alguna intención de decirme, alguna vez, de qué tienes a alguien? ¿De qué tienes el equivalente a una esposa?
Lucifer se invirtió hacía ella.
La respuesta no salió de inmediato. La sopeso por unos segundos. La división que experimentaba lo abrumó, Lucifer no mentía, quizás en el futuro le pudo haber dicho en orden de comenzar el siguiente nivel de su relación con pura transparencia. Sin embargo, eso era un escenario posible, no una realidad factible que él pensaba en afirmar.
Entonces, la verdad fue esta:
—No.
Chloe asintió con levedad, decepción ilustrada en su rostro.
El rostro de Lucifer fue un reflejo de lo contrariado que estaba, porque sabía el daño que le causaba a la única humano con el que ha sido verdaderamente vulnerable.
—Jamás mientes —tragó las lágrimas que amenazaban con salir porque no podía darse el lujo de llorar ahora. Habló tan bajo que dudo que Lucifer la hubiese escuchado—. Ocultar verdades duele igual que una mentira.
Lucifer enmudeció.
La detective lo miró por sobre sus pestañas y de repente no quería mirarlo. Necesitaba un tiempo fuera, quería un tiempo fuera. De este ir y venir agotador.
Chloe abrió levemente la puerta para salir, el ruido de la estación se coló, volviéndose un sonido de fondo para sus propias emociones. Su lugar seguro. Se colocó la máscara de detective y la lució como jamás lo había hecho.
Detective Chloe Decker: su propio título poderoso.
—Hera y tú ya se pueden ir. No te necesito para resolver este caso.
Y con eso, ella se fue.
•••
Hera de Lilim era quizás el único demonio que apreciaba el silencio, encontrar la razón de tal apreciación era en extremo sencillo: en el Infierno lo que abundaba era ruido, y si bien eso conformaba parte de su lugar seguro, existían ocasiones donde solía cansar. A Hera le gustaba pensar y en el silencio podía hacerlo. Existían pocos pasillos de infinitos que había en su hogar para poder pensar sin tener los gritos de las almas en tu oído rugiendo en tu oído.
No obstante, Hera llegó a la conclusión de algo: no le gustaba este particular tipo de silencio. El de Lucifer.
Lucifer taciturno equivalía a algo que ella no lograba comprender. El hecho de querer saber algo pero encontrar obstáculos para poder saber la respuesta sacaba su lado impaciente, la frustraba y enfadaba.
Hera un demonio peculiar, sí, pero al fin y al cabo era un demonio.
Hubo un tiempo donde leer a su compañero le resultaba sencillo, le fascinaba.
Ahora Lucifer era un enigma.
Y eso le hizo preguntarse a sí misma, ¿realmente esperó que él fuese el mismo?
Ella ni siquiera era la misma.
Sus ojos revolotearon por la estancia del pent-house del Diablo y así como Lucifer decidió dirigirse a la barra, ella decidió quedar al lado del piano.
Música.
Uno de los grandes amores de Lucifer.
Rozó el instrumento majestuoso con sus manos levemente hasta subió la vista hacia la espalda de él.
—No eres del tipo silencioso —apuntó, recordando a su hermano y sus constantes interrupciones siempre que apelaba por la quietud—. ¿Te gustaría decir algo? ¿Cualquier cosa?
Lucifer se invirtió hacia ella con una expresión circunspecta.
Hera consintió pensar que era tan alto, imponente y hermoso en toda esa oceánica distancia que tenían en medio. Él era así. Como se supone que debía ser todo ente creado por la divinidad misma; incluso con el rostro serio, sin ningún ápice de expresión válida describir, él se veía sublime.
— ¿Qué le dijiste a la detective? —demandó saber.
Eso produjo una reacción de inmediato.
Hera estrechó tenuemente los ojos y sintió la necesidad de cerrar los puños. No hizo lo último, sin embargo. Se conformó con ladear la cabeza y esperar que esto no escalara con presteza.
Hera soltó un suspiro.
La calma era vital si quería que Lucifer la escuchará. Pese a todo, Hera no podía minimizar la verdadera razón de su estancia en la tierra.
—Le dije lo que requería oír —se encogió de hombros. Y en un segundo de osadía alimentado netamente por lo ofendida que sentía, soltó entre lo juguetona y maliciosa—. No puedo negar conocimiento, Lucifer.
—Chloe... —se cortó a sí mismo y siguió—. La detective está fuera del límite.
Entonces algo violento le recorrió la sangre y se extendió como los gritos de las almas torturadas por todo su sistema. Sintió su cara acalorada y las orejas también. Ladeó con levedad la cabeza.
—Ella es una humana —escupió con asco.
—Bajo mi protección —rebatió de inmediato.
El impacto fue de caída rápida. Hera apretó la mandíbula y mantuvo la quietud, una calma falsa en que se volvía mortal. Arrugó el entrecejo, tal como niño pequeño, más la creciente confusión no nacía de la inocencia, sino de la mezcla entre la ofensa, ira y celos.
Hera no era humana. Aunque hablando netamente del aspecto físico, los demonios eran iguales a los humanos: órganos, músculos, nervios, todo enmascarado en un bonito exterior para ocultar su verdadero interior. Los demonios, los primeros, fueron concebidos como humanos pero al ser entregados a la oscuridad, se pudrieron. Sus almas se perdieron y a cambio, una especie oscura nació.
Esa era la única similitud que encontró con su especie y los humanos en el tiempo que Hera llevaba en la tierra.
Las diferencias, por otro lado, las tenía clara hace tanto tiempo que ya no sabía cuánto.
La más grande, quizá, es que los demonios son enseñados a hacerse responsables por las acciones que toman. Lo aprenden de una manera poco ortodoxa y tortuosa; una que no debería ser considerada una manera de enseñar para empezar, pero lo aprenden de manera tal que queda grabada con fuego. Los humanos buscaban culpables donde no los había.
¿Cuál era la fascinación hacia ellos?
Hera apretó los puños finalmente.
Los humanos eran humanos. En su cabeza no había otra existente especie que fuese peor. Esto estaba altamente ligado a su percepción subjetiva, sin embargo, pues cuando toda una especie le agarra el gusto a decir frases como, «el diablo me hizo a hacerlo» «eres un demonio» «el demonio vive en ti» y todos y cada uno de ellos escupidos de manera desdeñosa, simplemente algo despierta en ti.
Así que no. Hera simplemente no lograba comprender porque Lucifer protegía a una humana y se rehusaba a volver a casa. Pero, quizás lo que más le molestaba es lo que podía significar: su propia historia con Lucifer inició así, de él salvándole de una muerte segura y bueno, todos sabemos cómo terminó eso: con un voto inquebrantable.
Al parecer, Chloe Decker tenía mucho más poder del que ella creía.
Lucifer soltó un suspiro:
— ¿Qué sigues haciendo aquí, Hera? —preguntó él.
—Ya te dije —respondió apretando los dientes—. ¿Por qué es tan difícil para ti creer que mis palabras son ciertas? Nunca te he mentido.
Mudez.
Otra vez.
Hera ya podía darse una idea porque a Diaval le disgustaba tanto.
Hera exhaló, cerró los ojos e inhaló.
—Vine a la tierra, pese a mi desprecio, después de tantos años, por ti, Lucifer. Eso debe significar algo para ti.
Y lo hacía. Lucifer meció el vaso en su mano y mantuvo la vista al frente. Desde el primer momento en que su nombre salió de los labios de Maze significó algo, Lucifer se volvió una montaña rusa de emociones. Emociones del tipo que no puede controlar, que lo dejan abrumado y sintiendo todo.
Pero nunca nada se comparó a lo siguiente que pasó:
— ¿Quieres que me disculpe? —Hera preguntó en un hilo de voz, nunca tan suave y frágil.
Lucifer dejó el vaso a un lado.
— ¿Por qué deberías disculparte?
—Por dejarte.
Entonces un corazón latió con fuerza.
—No quiero una disculpa. No debes disculparte —respondió con honestidad—. Hiciste uso de tu libre albedrío. No hubo, ni hay necesidad de disculparte por ello.
—Pero sí debería disculparme —suspiro para luego agregar—. Por herirte.
Lucifer se encaminó hacia ella. El sonido de sus zapatos costosos contra el porcelanato negro no llenaba el vacío que sabía que estaba ahí. Cuando Lucifer llegó a ella, en toda su divina presencia, ella esperó cualquier cosa excepto lo que hizo. Lucifer no respondió con palabras, tampoco podía describir la expresión en su rostro, pero cuando él tocó su muñeca, ella reaccionó: hacia él e inhaló de su perfume.
Hera no cerró los ojos pero no supo cuando Lucifer sacó su brazalete.
Decir que estaba sorprendida era un eufemismo.
—Es tuyo —bisbiseó en tono íntimo—. Pertenece aquí —le colocó la joya en la muñeca izquierda—. Te pertenece a ti.
Los ojos de Hera pasaron de Lucifer al metal que pertenecía a su brazo.
Antes de que Lucifer se pudiese apartar de ella, Hera le tomó de la mano que uso para colocarle el brazalete. El toque se sintió suave.
—Nos pertenece a ambos —cerró los ojos e intentó buscar sus labios.
Y Lucifer casi cae.
—Tienes la pentecostal, tienes el brazalete. Puedes volver —movió el rostro.
—Lucifer...
—Yo no voy a volver —zanjó sin derecho a réplica—. Lilith está atrapada en Lilim, no puede salir —aseguró una vez más—. No hay nada aquí para ti, Hera.
Las palabras fueron afiladas y lograron su cometido: Hera rompió el contacto.
¿Cómo es que simples palabras aguardaban tanto peso?
¿Cómo es que una oración podía hacer sentir que estabas siendo privado de algo?
Hera no lo sabía.
Pero si supo esto: no le tenía nombre a lo que sintió en consecuencia. Fue intenso y quemaba, tanto que le obligó a apartar la mirada. Más de lo que dura una vida humana tenía sobre sus hombros. La lección seguía al rojo vivo en su mente, los sentimientos significaban debilidad y eso conducía a la muerte.
Por eso se fue.
Con ella, se llevó lo que quedó del corazón de Lucifer.
¿El de ella? Se quedó con él.
•••
Chloe contempló la puerta frente a ella, indecisa de tocar y enfrentarse a lo que había venido. Sus piernas estaban firmes y sus manos no temblaban. Seguía cansada pero aun así aquí estaba. Su corazón bombeaba con vehemencia dentro de su pecho y le pareció tan irónica la situación que aligeró un poco su ambiente. Ella bien podía estar frente a una arma cargada, sin parpadear, sin temblar, ni siquiera con el pensamiento de que, quizás, podría ser su último momento.
Aquí no había arma.
Solo una puerta.
Y detrás de ella, demonios.
¿Ahora a dónde corre?
Tocó la puerta y la rapidez con la que atendieron le hizo pensar que era posible que estuviesen esperando su llegada. Chloe no sabía si eso era bueno o malo. La puerta se abrió develando a un hombre de cabellos tan negro como el pelaje de un cuervo, facciones suaves pero mirada afilada.
De esas que tenía Maze.
—Estoy buscando a...
—Sé a quién estás buscando —su mirada austera la escudriño antes de dejarla pasar—. ¡Hermana! ¡Mira quién está aquí!
Hera salió poco segundos después y algo parecido a la sorpresa, sin ser netamente eso, se expandió por su rostro. Instantes luego, esbozó una pequeña sonrisa.
—Detective, qué placer —saludó con encanto fingido.
Chloe carraspeó.
De pronto era ella, una humana, en una habitación con dos demonios a las cuáles no conocía y le miraban con tal detenimiento que la hacían sentir incómoda.
—Maze me dio tu dirección, mis disculpas si resulto impertinente...
—En absoluto —respondió el hombre con un gesto entre lo divertido y macabro—. Tenemos visitantes impertinentes en nuestro hogar todo el tiempo, la única diferencia entre ellos y tú es que no traes un boleto de permanencia.
—Discúlpalo, algunas veces mi hermano aquí presente tiene una lengua suelta.
—Algunas veces no, siempre —corrigió él.
Había algo en ellos que le hacía recordar a Maze, pero se abstuvo de comentar algo al respecto. De lo poco que hablaba Maze de sus hermanos y hermanas, recordaba a la perfección que una relación armoniosa entre ellos no eran precisamente las palabras que su amiga utilizaba. Así que intentó concentrarse en la verdadera razón de estar ahí.
—Diaval, se un amor y ve a revisar a tu perro.
El aludido asintió en forma de reverencia y partió hacia su habitación.
Chloe no pasó desapercibido la manera tan automática con la cual él correspondió a su demanda.
Hera se sentó en una de los sofás y le extendió el camino con el brazo a otro a Chloe. La detective imitó al demonio.
—Los demonios responden al que gobierne el Infierno y nuestra manera de aceptar sus órdenes y dirigirnos se nos ha sido enseñado desde qué podemos hablar —apostilló al observar los retazos de la curiosidad en el rostro serio de la detective—. No creo que estés aquí para hablar acerca de demonios, ¿no es así?
Chloe negó con la cabeza.
—Vine porque vi la necesidad de explicarme, de cómo reaccioné ante la noticia de que estás con Lucifer y de qué tienen una extensa historia. Fue una impresión bastante grande saber todo esto hoy, Lucifer jamás habló sobre ti y...
—Dime algo, Chloe, ¿has dormido bien? —Hera ladeó la cabeza.
Chloe movió levemente la cabeza en desconcierto.
La detective separó sus labios en un fino espacio, queriendo preguntar a qué se debía la naturaleza de su interpelación. Sin embargo, cuando conectó su iris a los de ella, el panorama comenzó a verse más claro, ese azul de sus ojos, ese que se le había sido extrañamente familiar...
—Me parece curioso que te hayas tomado la molestia en venir hasta aquí para aclarar algo que ya sé —continuó Hera—. Lucifer y tú son compañeros de trabajo que pasan demasiado tiempo juntos en actividades que él solía hacer pero con un cargo superior. Lo que molesta, está lejos de ser eso. Lucifer puede jugar si quiere jugar, pero cuando la línea se vuelve difusa, cuando la neblina comienza a aparecer... Eso es lo que me molesta.
Ya no había ninguna sonrisa en su rostro.
Una de las manos de Chloe comenzó a temblar ligeramente.
—Sin embargo, lo que termina por molestarme... Es ese pensamiento tuyo, ese que te obligó a venir aquí. Ese que te hace decir: «si Lucifer no habló de ella es porque quizás no es importante, porque quizás puedo socavar su memoria».
—Nunca he pensado eso —farfulló Chloe, incapaz de poder despegar la vista de ella, de sus ojos, de la presencia que se volvía tan real que le privaba de energía.
Hera conservó una expresión marmórea inquebrantable.
—Él puede no hablar de mí —colocó el brazalete en la mesa de centro que las dividía y lo empujó hacia Chloe—, pero su mente siempre lo lleva a mí.
En un gesto, Hera le instó a bajar la mirada hasta el objeto oscuro que reposaba en la mesa. Suspicaz, Chloe así lo hizo. Agarró la joya de antaño y las tres que sobresalían sobre el trabajo realizado la sacaron de balance por un segundo.
Lux.
Como el bar que tanto atesoraba.
—El símbolo de un voto inquebrantable —Hera seguía mirando a Chloe, pese a que ella ya no lo hacía—. Él y yo somos eternos.
Chloe alzó la mirada y cuando entabló contacto visual, lo supo. Ese inquietante sentimiento que no la abandonaba volvió con más fuerza, no era capaz de decir palabra porque sentía su voz temblar en anticipación. Hera le miraba con tal vehemencia que le podía arrebatar el alma si ella hubiese querido.
Esa conclusión la le horrorizó.
—Y tú, Chloe Decker, eres solo un minuto en nuestra historia —en un timbre espectral, lúgubre y aterrador, profirió.
Entonces recordó.
—Eres tú —murmuró por lo bajo, levantándose de inmediato.
Debía salir de aquí.
—En la comisaría, pensé que te conocía de algún lugar... No podía concentrarme y pensé que eran los desvaríos de noches sin dormir, pero eres tú. Has estado en mis pesadillas durante los últimos dos días. Haciéndome sentir como si estuviese en el Infierno. ¿Por qué? ¿Por Lucifer?
Hera elevó la comisura de sus labios y se levantó con una elegancia lenta.
—Porque quería conocerte —su expresión era dura y demoníaca—. Pero no se equivoques, detective. El Infierno es un lugar palpable pero también es la mente. Llegas a conocer a alguien cuando tiene miedo, y en ti... Hay tanto miedo.
—Vi tu rostro... Tu rostro real —su voz tembló.
—Cómo muchos lo han hecho, cómo muchos lo harán —hizo un ademán como si le restará importancia—. Incluido el hombre que casi asesina a tu hija y a su padre. Allá en el Infierno, no hay descanso para los condenados.
Chloe cerró los ojos, tratando de procesar la información.
— ¿Cómo es que sabes eso?
Hera esbozó un gesto fino que terminó por acallar su conversación. Ahora, la reina del Infierno se paseó por la estancia como si de su propio hogar se tratará, no sin antes tomar el brazalete y acomodarlo en su muñeca. El contacto con el metal le hizo sentir completa.
—Buenas noches, detective... Hoy sí podrá descansar, pues no pesadillas vendrán a cazarla más.
Pero lo harían.
No había manera de escapar de lo que venía.
Hera lo sabía.
Y lo comprendió cuando su sospecha se volvió realidad: la esencia de Chloe Decker estaba en Lucifer y la de ella no era la de humano común.
•••
n/a: #HeraIsBack 😈
primero, ¿cómo están?, segundo perdón por no haber actualizado antes pero es que estaba full con mis cosas & bueno prioridades ustedes saben 🤷🏽♀️
volviendo al capítulo... no es de mis favoritos que tengo publicados, no voy a mentir 😬. batallé mucho porque cómo se han podido dar cuenta el foco aquí es chloe y pues no quería hacer nada que se viera como fuera de personaje ~ si sienten que cometí un error, háganmelo saber, por favor, la retroalimentación es importante 😉.
ahora, pese a mi no favoritismo por el capítulo, sienta algunas bases para futuras cositas que van a pasar & que indudablemente me emocionan para llegar a ellas & que ustedes las lean 🤩 . díganme, ¿cuál fue su momento favorito del capítulo?
también les quería comentar que el playlist oficial de la historia está en deezer ~ el link está en el apartado introductorio, por si gustan echarle una vistazo💃🏽
creo que no tengo más para decir que muchas gracias por la paciencia infinita que me tienen a mí & mis actualizaciones lentas, son lo más ❤️
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