31: If It Hurts, That's Okay.

—Sube.

—¿Sana? —preguntó JiHyo sin aliento, casi convencida de que había empezado a ver cosas. Pero un segundo después Sana abrió la pantalla de su casco, antes de volver a bajarlo rápidamente y gritar:

—¡JiHyo, súbete a la maldita moto!

La Barbie hizo rápidamente lo que le dijo, se puso el casco y corrió hacia Sana, tratando de ignorar el sonido de los pasos que se acercaban. Se subió a la moto, agarrándose de la cintura de Sana para sostenerse, casi dejando escapar una lágrima cuando sintió que la mujer era real. Sana estaba vestida de cuero negro y rojo de la cabeza a los pies, parecía sacada de una revista, su belleza incomparable llenaba la mente de JiHyo a pesar de la peligrosa situación.

—Agárrate fuerte y saca tu arma. Si ves gente disparándonos, dispárales, ¿entendido? —le ordenó Sana.

JiHyo asintió y siguió las instrucciones, agarrando su arma con su mano derecha y envolviendo su brazo izquierdo alrededor de la delgada cintura de Sana. La nipona arrancó la moto de nuevo, alcanzando rápidamente una velocidad en la que JiHyo sintió que podía caerse en cualquier momento. Sin embargo, levantó su arma y apuntó a cualquiera que disparara hacia ellos. Muy pocas veces logró golpear a alguien debido a lo rápido que se movían, pero al menos lograron atravesar la zona de manera segura y pronto estuvieron lejos de la mansión.

No sabía a dónde iban, pero tampoco preguntó, Sana no parecía estar de humor para preguntas. Pasaron rápidamente por un edificio tras otro antes de detenerse finalmente frente a un complejo de apartamentos. Parecía sorprendentemente normal en comparación con la mayoría de los lugares a los que Sana la había llevado en el pasado, pero JiHyo se dio cuenta de que probablemente ese era el objetivo, esconderse en algún lugar en el que nadie esperaría que lo hiciera.

—Puedes bajarte ahora—, dijo Sana, quitándose su propio casco mientras intentaba, sin éxito, calmar su ira alimentada por el miedo.

—Está bien—, dijo la otra chica, bajándose y devolviéndole el casco a Sana, sintiendo que sus piernas temblaban un poco mientras volvía a pisar tierra firme.

—JiHyo... ¿en qué carajo estabas pensando? ¿Por qué entrarías ahí? ¿Por qué harías algo tan estúpido? ¿Arriesgo mi vida para protegerte y tú saltas directamente al peligro? —dijo Sana, alzando la voz cada vez más con cada palabra que decía—. ¿Crees que esto es un maldito juego? ¿O estás intentando que te maten?

—¡Bueno, en qué diablos estabas pensando! —gritó JiHyo, con lágrimas corriendo por su rostro, todas las emociones en las que había intentado no pensar de repente saliendo a la luz—. ¿Usar el día de nuestra boda para un maldito plan? ¿Qué me digan que no soy nada para ti? ¿Dejarme de la nada?

Sana sintió una oleada de culpa recorriéndola y trató de envolver a la chica en un abrazo, pero JiHyo no la dejó. En cambio, JiHyo comenzó a golpear su pecho débilmente, y Sana casi se rió de cómo se sentía como si el brazo de un osito de peluche apenas la estuviera empujando.

—¿Cómo pudiste dejarme? ¿Cómo pudiste hacer eso? — JiHyo lloró, y entonces todos los pensamientos de risa desaparecieron de la mente de la nipona.

—人形 (muñeca), respira. Hey, hey, inhala y exhala, ¿de acuerdo? Lo siento... Pensé que era la única manera de protegerte. Lamento haber gritado, pero verte allí me asustó tanto. Si algo te pasara, nunca me lo perdonaría. Te amo tanto, tanto—. Dijo Sana, finalmente pudiendo abrazar a la chica apropiadamente, besando la parte superior de su cabeza mientras frotaba círculos calmantes en su espalda.

—Casi pensé que estabas m-muerta... Casi me hiciste creer...

—Lo siento... Lo siento mucho, ángel—. Susurró la nipona, con el corazón roto por el dolor que le había causado a su esposa. —Deberíamos entrar, ¿podemos hacerlo?

Sabía que no debían quedarse allí mucho tiempo, era demasiado riesgoso en caso de que alguien las hubiera seguido, y también necesitaban cuidar las heridas de JiHyo. La muñeca también parecía agotada, completamente agotada física y mentalmente, y Sana no podía culparla después de la noche que había tenido.

—Está bien...— susurró la coreana, secándose algunas lágrimas con la mano.

Entraron y subieron en el ascensor hasta el quinto piso. El edificio tenía una escalera clásica con una barandilla de metal negro y pisos alfombrados que cubrían los pasillos. Se veía limpio, pero de ninguna manera lujoso. Solo había tres apartamentos en el quinto piso, el más alejado a la izquierda pertenecía a Sana. JiHyo se preguntó cómo la mujer había logrado mantener este lugar oculto de Yuta, y se dio cuenta de que tendría que preguntar, y que también tendría que contarle a la mujer todo sobre su traición.

—Hogar, dulce hogar—, dijo Sana en broma mientras abría la puerta.

Estaba ligeramente amueblado y era pequeño, diferente de la mansión de Sana en todos los sentidos, pero a JiHyo le gustaba de todos modos. Las paredes eran de un azul claro, los pisos estaban hechos de algún tipo de madera clara y el techo estaba pintado de blanco. No había fotos ni otros indicadores reales de quién vivía allí, lo que JiHyo supuso que probablemente era una medida de seguridad. La sala de estar y la cocina eran una sola habitación, y aparte de eso solo había un baño pequeño y un dormitorio. Todo era muy simple, casi parecía más una habitación de hotel que un apartamento.

—Quítate los jeans y la chaqueta, y siéntate en el sofá. Iré a buscar algo para limpiar esas heridas—, le ordenó la nipona.

—Sana, espera. Necesito decirte algo...— dijo JiHyo, pero Sana simplemente le dijo que su salud era lo primero y la dejó para ir a buscar el botiquín de primeros auxilios al baño.

Momentos después Sana reapareció, con el botiquín de primeros auxilios en la mano. Se sentó frente a JiHyo, que ya había seguido las instrucciones anteriores, y comenzó a limpiar los numerosos cortes pequeños en los brazos y piernas de la chica.

—Entonces, ¿qué necesitabas decirme?

—Está bien, entonces... realmente no sé cómo empezar a explicar todo—, dijo JiHyo.

—Simplemente empieza desde el principio—, dijo Sana mientras continuaba limpiando las heridas y colocando pequeños curitas en la piel de JiHyo cuando era necesario, mucho más tranquila ahora de lo que había estado antes.

—Bueno, pensé mucho en tus palabras justo antes de que te fueras de la boda y en lo que dijo tu abogado, y no podía quitarme la sensación de que estabas viva y de que la historia era una tontería.

—Eso era lo que había esperado, mi inteligente bebé—, dijo la nipona con una sonrisa orgullosa, besando suavemente la rodilla de la chica.

—Eso pensé, parecía que lo habías insinuado mucho. También pensé que tenías tus razones, pero quería ayudarte. No quería que enfrentaras todo sola, y pensé que mi mejor oportunidad de averiguar algo era conseguir los archivos de tu computadora —explicó JiHyo.

—Ah, entonces por eso fuiste a mi casa...

—Sí, me colé por el túnel debajo de la escalera. Hice que Momo me llevara allí... Oh, mierda. Tengo que enviarle un mensaje de texto a Momo y hacerle saber que estoy bien... —recordó JiHyo, enviando rápidamente un mensaje de texto a la mujer sin mencionar que había encontrado a Sana por si alguien más lo veía—. Bien, ahí. ¿Dónde estaba? Ah, cierto, entonces entré a la casa y entré a tu oficina, copié todos tus archivos y estaba a punto de irme cuando...

—Espera, ¿tienes todos mis archivos? —preguntó Sana, claramente sorprendida.

—Sí, creo que sí. Todos deberían estar en esto. JiHyo dijo, dejando la memoria USB sobre la mesa.

—Eso es increíble, JiHyo. De verdad, esto podría ayudarme mucho.

—Creo que lo que estoy a punto de decir podría ayudarte más—. Dijo la chica en voz baja.

—Está bien, ¿qué es?

—Escuché a un hombre hablando por teléfono. Le estaba diciendo a alguien que estabas viva, que te preocupabas por mí y que intentarías contactarme. Bueno, en realidad dijo la puta coreana, pero supongo que se refería a mí... De todos modos, te estaban buscando, parecía que estaban buscando en todos tus escondites habituales. También dijo que te dio el archivo real por error o algo así—. Dijo JiHyo.

—¿Quién fue? ¿Quién fue este traidor? — Dijo Sana, con la ira claramente creciendo en su interior. JiHyo tragó saliva ruidosamente, mordiéndose el interior de la mejilla ligeramente antes de obligarse a contarle a su esposa sobre la gran traición.

—Yuta... Fue Yuta.

15 votos y 10 cometarios, ya te la sabes. SANAAAA

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top