1O: The Choice Is Made.
"El amor es tan violento y peligroso como el asesinato." — Knut Hamsun
—Todo.
Eso fue lo que había dicho, el ángel en los brazos de Sana. La chica que no la había abandonado a pesar de saber lo que más la avergonzaba. La chica que había aceptado el mundo de Sana como propio, simplemente por cariño y amabilidad. La chica que había entrado en su vida como un tren a toda velocidad y se había abierto camino hasta el corazón de Sana.
Se dio cuenta de que lo que decidiera ahora cambiaría su vida para siempre. Darle a JiHyo lo que quería no era lo mismo que aceptar un simple encuentro casual, y si lo trataba como tal, el ángel seguramente se iría volando. Le había rogado a JiHyo que se quedara, pero sabía que la chica todavía no tenía garantías de lo que eran, fue entonces cuando tomó su decisión. JiHyo ya había hecho su elección, la había elegido, aunque fuera solo por un corto tiempo, había elegido a Sana. Ahora era el turno de la nipona de elegir. Aceptar la petición las llevaría a ambas por un camino peligroso, pero cuando Sana sintió los suaves labios de la chica contra la palma de su mano, supo que la elección ya estaba hecha.
En un movimiento rápido, Sana levantó a JiHyo del sofá y llevó a la chica a su dormitorio, colocándola con cuidado sobre suaves sábanas rojas. Qué inocente se veía el ángel sobre las sábanas rojas, pensó Sana, y sin embargo sabía con qué facilidad JiHyo podría ahora tomar su arma de la mesita de noche y dispararle. De alguna manera, Sana encontró eso aún más estimulante. ¿Tal vez eso era lo que ella era después de todo? A pesar de su deseo de una vida normal, tal vez estaba impulsada por el poder y la sed de sangre como todos los demás al final del día.
Como una sirena, JiHyo la llamó, prácticamente gimiendo el nombre de la nipona mientras la acercaba. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, las lenguas bailando mientras sus manos se agarraban la ropa. Pronto toda su ropa estuvo esparcida torpemente por el suelo, y JiHyo estaba sentada sobre Sana como una diosa mirando hacia abajo a un simple mortal.
JiHyo besó el pecho de Sana, deteniéndose en los alegres pechos de la japonesa para lamer alrededor de sus endurecidos pezones. Todos sus nervios y timidez habían desaparecido. Estaba disfrutando de tener el control por un rato, pero también disfrutaba de la emoción de saber que Sana nunca renunciaría al control por mucho tiempo. Ni por un segundo JiHyo creyó que esto sería diferente en la cama que en cualquier otro momento. Sana era el símbolo mismo del dominio, tenía que serlo, de lo contrario encontraría su fin.
—Mierda, eso se siente tan bien, ひよこ—. Sana gimió mientras empujaba la cabeza de JiHyo hacia abajo, abriendo un poco más las piernas debajo de la otra mujer.
—Ansiosa, ¿verdad? — JiHyo se burló con una sonrisa.
—Cuidado, ¿olvidaste quién está realmente a cargo aquí?
JiHyo sonrió más ampliamente, sabiendo que Sana estaba destinada a sacar a relucir el tema del dominio ante cualquier comentario juguetón. Pero a ella no le importó, en cambio, hizo que una oleada de energía la recorriera. Durante el transcurso de su estadía con Sana, se había vuelto más audaz, más fuerte y segura de sí misma. El dominio de Sana no la asustaba, ni tampoco su profesión, en cambio, había descubierto que encendía un fuego dentro de ella que no había conocido antes.
—No te preocupes, no lo he hecho—, respondió JiHyo.
—Entonces dime, 人形, ¿quién está al mando? —, preguntó Sana mientras levantaba la mano para acariciar la mejilla de JiHyo, su pulgar deslizándose suavemente por sus labios carnosos. Como bajo un hechizo, la niña sostuvo la mirada de la nipona mientras besaba suavemente su pulgar.
—Tú. Tú lo estas, Sana.
—Buena chica—, respondió Sana, empujando una vez más la muñeca hacia abajo, hacia donde necesitaba sentirla.
Esta vez JiHyo no dudó, se movió hacia abajo hasta que estuvo entre las piernas delgadas de Sana, mirando fijamente el centro chorreante de la japonesa. Pero fue entonces cuando sus nervios volvieron de repente, su mente se puso al día con sus acciones mientras recordaba que no tenía idea de lo que estaba haciendo.
—Uhm... Sana... Yo... Yo-yo no sé exactamente...— susurró, avergonzada por su propia confesión.
—Oh... cierto, lo siento. — Sana respondió antes de levantar a JiHyo de nuevo, besándola para tranquilizarla. —Estabas tan... bueno, de todos modos, lo siento, olvidé que no habías...
JiHyo se río un poco ante la repentina timidez de Sana. Era raro que viera a la nipona volverse tan vulnerable o quedarse tan muda, y era extrañamente entrañable ver que sucediera.
—¿Por qué no me dejas cuidarte? — preguntó Sana.
Esto detuvo por completo la risa de JiHyo mientras se acostaba en la cama una vez más, intercambiando lugares con la nipona que rápidamente estaba tomando asiento entre los gruesos muslos de la muñeca. Las cálidas manos de Sana separaron aún más los muslos de la chica antes de dejar que sus dedos rozaran apenas el centro húmedo de JiHyo.
—¿Lista, 人形?
JiHyo asintió en respuesta, tratando de no demostrar cuánto la impulsaban las simples acciones de Sana. Sentía que sus hormonas estaban fuera de control, su núcleo goteaba sobre las sábanas a pesar de que apenas se le permitía contacto.
—Usa tus palabras—, exigió Sana con una voz más profunda, su acento se escuchaba más claro.
—Sí, estoy lista—, respondió JiHyo en un tono entrecortado.
Sana introdujo un dedo, mirando a la muñeca con asombro mientras su pecho se elevaba sobre la cama mientras gemía suavemente. No había señales de dolor, solo alivio y placer en el rostro de la chica.
—¿Estás bien?
—Sí, por favor, muévete—, instó JiHyo, sus caderas frotando la mano de Sana.
La nipona no dudó, empujando el dedo hábilmente dentro y fuera de la chica, curvándolo hacia arriba de vez en cuando mientras escuchaba la sinfonía pecaminosa de gemidos de JiHyo. Era una obra maestra, pensó Sana, su cuerpo respondía tan hermosamente a cada una de las acciones de la peli naranja. Tan perdida en el mundo del deseo y el placer incluso con la más mínima estimulación.
Sana introdujo un segundo dedo, su pulgar rozando el clítoris de la chica mientras los bombeaba más rápido y más profundo. JiHyo ya estaba hecha un desastre, sus manos agarraban las sábanas y su propio cabello, tan hermosamente desesperada por liberarse.
—Oh, Sana... por-fa-vor... m-más...— gimió mientras agarraba su gran pecho, la suave carne apenas cabía en su pequeña mano.
Cuando Sana finalmente añadió un tercer dedo, la mano libre de JiHyo agarró el cabello de la nipona, empujando su cabeza hacia abajo entre sus piernas. En realidad no sabía lo que quería, solo estaba desesperada por más placer del que Sana podía proporcionar. Sin embargo, Sana no la decepcionó, sus hábiles dedos follaron a la chica con fuerza mientras su lengua comenzaba a lamer el clítoris de JiHyo.
—¡Mierda! Estoy tan cerca... no pares... mierda... ¡Sana!
Con una última embestida fuerte, las paredes de JiHyo se apretaron alrededor de los dedos de Sana, la espalda de la chica se levantó del colchón mientras sus muslos temblaban y el cuerpo se retorcía de placer eufórico mientras se deshacía. Sana se masturbo a sí misma al ver la exhibición pecaminosa de JiHyo y continuó complaciendo a la chica hasta su orgasmo.
—Eso... eso fue increíble—. JiHyo dijo sin aliento después de un rato.
—Sí, lo fue—, dijo Sana mientras subía a la cama y envolvía a la muñeca en un cálido abrazo.
—Lamento no haber podido...
—Shhh, no tienes por qué disculparte. Estaba feliz de cuidar de las dos—, respondió Sana un poco incómoda, sintiéndose insegura de cómo expresarlo.
—¿En serio? —, preguntó JiHyo, apoyando la cabeza en el hombro de Sana.
—Sí... JiHyo... mierda... eso fue lo más caliente que he visto en mi vida... Yo... con gusto solo haría eso por el resto de mi vida—, dijo Sana mientras se pasaba los dedos por el cabello, su mente reproducía la imagen de JiHyo deshaciéndose debajo de ella.
—Bueno, bien, porque planeo estar aquí al menos ese tiempo—, dijo JiHyo con una sonrisa juguetona.
—¿Lo dices en serio? —, preguntó de repente la nipona con seriedad.
JiHyo lo pensó por un segundo, aunque sabía que ya tenía la respuesta. Estaba en ese peligroso juego de por vida, lista para ser la reina de Sana en el tablero de ajedrez negro y rojo de su imperio. Estaba lista para tomar su lugar, jugar el juego como Sana lo deseaba. Tal vez resultaría ser nada más que un peón, pero nunca lo sabría hasta que admitiera sus verdaderos sentimientos.
Y así, con voz tranquila, le dijo a Sana lo que su corazón ya había estado gritando en silencio; —Sí. Soy tuya. Puedes elegir si me quedo o me voy, pero seguiré siendo tuya.
ひよこ = Bebé
人形 = Muñeca
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