12: The Game Begins.
Hoy era el día.
El día en que todo cambió.
JiHyo se uniría oficialmente al círculo, sería presentada al mundo como la novia de Sana, quedaría oficialmente bajo la protección de la nipona. Ahora todos sabrían que Park JiHyo no debía ser tocada. Ahora Sana tendría que ponerse la máscara de su padre y fingir que aceptar a una pareja oficial en su vida no era un acto de amor.
Por eso la gente había atacado a Sana delante de su madre en lugar de su padre. Su padre había logrado mantener una fachada, un aire de indiferencia con respecto a lo que le había sucedido a su esposa e hijos, pero su madre nunca había hecho eso. Sana sabía que la razón por la que las habían atacado ese día era específicamente porque estaban solas, y todos sabían que su madre renunciaría a cualquier cosa para salvar a su hija.
La japonesa veces había dudado del amor de su padre por sus hijos, pero nunca había dudado de que amaba a su madre. Su asesinato fue un punto de inflexión para él, lo había hecho volverse impulsivo y más fácil de atacar. La amaba más de lo que jamás había dejado ver a nadie, y esto también lo hacía por amor. Al no mostrar su afecto claramente, ella era un objetivo menos vulnerable, y él parecía tener menos debilidades. Sana seguiría ese camino, haría que pareciera que el hecho de que JiHyo fuera su novia era solo por cuestiones prácticas.
Le había informado a JiHyo cómo actuar, le había dicho que fuera una rubia tonta, que no dejara que nadie supiera lo refinadas que eran sus habilidades. Los guardaespaldas más cercanos de Sana y el personal de su casa sabían la verdad, pero para todos los demás JiHyo parecería un simple juguete que solo tenía un título para que nadie más probara suerte. Sería como cuando Sana le había presentado a JiHyo a Yuta todas esas semanas atrás, simplemente sería la chica de Sana a la que nadie podía desear ni faltarle al respeto. Pero el afecto estaría oculto, y la inteligencia de JiHyo también, con su pistola enfundada en la parte superior del muslo bajo la protección de vestidos con volantes. La linda muñeca Barbie podría matarlos en cualquier momento, contraatacar si alguien intentaba algo, pero nunca lo sabrían hasta que fuera demasiado tarde.
Este era el comienzo del juego.
La reina de Sana estaba subiendo al escenario, pero ellos solo la verían como otro peón.
La subestimarían, pensarían que no era nada, sin saber que tenían la clave para destruir a Minatozaki Sana al alcance de la mano.
—¿Lista? —, le preguntó Sana a la impresionante rubia mientras se ajustaba el vestido, asegurándose de que su arma estuviera completamente oculta a la vista.
—Estoy lista, juguemos con todos ellos—, respondió JiHyo, tomando el brazo de Sana.
—Vamos, mi actriz—, dijo la jefa de la mafia.
Bajaron las escaleras hacia el club, la escena les recordó la primera vez que JiHyo había visitado el extravagante bar de Sana. Todos los ojos estaban puestos en ellos, y JiHyo tomó eso como su señal para comenzar a interpretar su papel. No podía estar nerviosa, necesitaba ser imprudentemente audaz. JiHyo se río coquetamente mientras le daba una palmada en el brazo a la nipona, como si hubiera dicho algo muy divertido, mientras que la expresión de Sana se mantuvo estricta y poderosa.
El plan de juego estaba establecido, pero el margen de error era escaso. Cualquier pequeño error podría revelar su artimaña. Tenían que ser cuidadosos, como un mago que solo revela distracciones mientras la verdad del truco permanece oculta. Sus acciones fueron calculadas, la intención detrás de cada movimiento mientras caminaban hacia la sala de reuniones en la parte trasera del club nocturno.
Las puertas se abrieron en el momento en que estuvieron frente a ellos, una mirada de Sana fue suficiente para poner a sus trabajadores en acción. Dentro había una multitud de hombres, en su mayoría mayores, sentados junto a una larga mesa de palo de rosa, solo unas pocas mujeres sentadas entre ellos aquí y allá.
—Señorita Minatozaki, un placer volver a verla—, dijo un hombre con brillantes ojos verdes y cabello oscuro con mechas plateadas, su expresión no parecía coincidir con sus palabras.
—Lo mismo digo—. Sana respondió en un tono apagado antes de aplaudir dos veces, haciendo que las puertas se cerraran detrás de ella. —Todos, tengo un anuncio. Me gustaría que conozcan a mi novia; Park JiHyo.
Un jadeo llenó el pasillo antes de que los susurros se extendieran entre las personas sentadas alrededor de la mesa. JiHyo podía sentir sus ojos sobre ella, evaluándola, tratando de identificar si era una amenaza o no. Sabía que no se suponía que pareciera una, así que saludó y se río como si fuera demasiado tonta para entender el peligro de asociarse con las personas en la habitación, y demasiado atrevida y confiada para preocuparse.
—Lo haré claro y simple para que todos entiendan lo que esto significa. Si la faltas al respeto, mueres. Si la tocas, mueres. Si le causas algún daño, intencional o involuntariamente, mueres—, dijo Sana, su voz completamente imperturbable por las duras palabras que se estaban pronunciando.
Estaba amenazando sus vidas y, sin embargo, bien podría haberles estado diciendo lo que había almorzado. Sonaba aburrida y fría, sin un atisbo de afecto, ni siquiera una mirada hacia la chica de la que estaba hablando. Era como si no fuera más que una simple instrucción cotidiana.
—¿Entendido? —preguntó la nipona, el único cambio en su expresión fue una ceja levantada, y aun así eso fue suficiente para que toda la sala respondiera rápidamente "sí" y "por supuesto".
Sana se sentó en la parte delantera de la sala, abrió las piernas y se dio una palmadita en el muslo derecho, indicándole a JiHyo que ese era su asiento. JiHyo se acercó con confianza, sin quitarse la máscara mientras se dejaba caer en el regazo de la japonesa, enroscando largos mechones de cabello rubio alrededor de su dedo y usando su brazo libre para sujetar el hombro de la otra mujer. Sana chasqueó los dedos, haciendo que un empleado en la esquina de la sala le trajera un trago de vodka sin dudarlo. Se lo bebió rápidamente, dejando escapar un suspiro de satisfacción antes de decir:
—Bueno, entonces, comencemos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top