I ||idílico

Gritos llenos de rabia acompañados de sollozos lastimeros inundaban como cada día aquella casa, retumbaban en las paredes y lo susurraban entre chismes los vecinos.

Una conducta que ahora era cotidiana.

Esos ojos verdes se apagaban cada vez más como consecuencia de aquello.

El brillo que había sido rechazado desaparecía un poco más en el transcurso de los días, no habría misterio si pronto su color se desvanecía permitiendo el paso al oscuro negro, a la espesa oscuridad que reflejaría su día a día. En el espejo aquel adolescente con el rostro adornado de adorables pecas contadas repetía.

Si son negros entonces podría pasar desapercibido, sus ojos eran una de las razones por las que la gente se le acercaba tanto, veían esos envidiables ojos esmeralda y creían tener el derecho de verlos todo el tiempo, el privilegio de contemplarlos cuando se les daba la gana.

Izuku odiaba eso.

Odiaba esos malditos ojos color Jade que eran una muestra más de que su sola existencia era un error, un hijo ilegítimo, un bastardo.

...

Su alarma resonó tenue, como cada mañana a la misma hora, una hora antes de tener que asistir a su centro educativo.

Como cada día llegaba la hora de dibujar una sonrisa bonita y fingir que todo en su vida era perfecto, un paraíso que todos querrían vivir, un sueño que para nada se comparaba a una pesadilla.

Sólo el espejo era consciente y más sincero que cualquiera, pues mostraba al verdadero Izuku, un chico que veía su miserable vida desvanecerse frente a sus ojos, alguien que trataba de ser de piedra, que no lloraba pues no quería preocupar más a su madre y tampoco tenía el suficiente derecho de recriminar nada en absoluto, no podía exigir tranquilidad, no cuando bien sabía que había arruinado dos vidas, una familia que no le pertenecía.

A pesar de todo, asistía a uno de los mejores institutos de la ciudad, ya estaban a mitad de año, pero no lo parecía.

Prefirió optar por una ducha rápida, normalmente siempre lo hacía y si en algún momento se enfermaba no le importaría, por alguna razón tenía tanta suerte que no perecía, alguien tan despreciable como él no moriría tan fácil, eso lo tenía claro.

El uniforme de colores deprimentes tan incómodo como siempre cubrió su cuerpo otro día más, la corbata roja que acompañaba tenía un nudo resistente podía aflojarse y apretarse con facilidad, no sabía como atarla, nunca le interesó aprender a hacerlo, así que simplemente se la ponía y se la sacaba sin deshacer el nudo.

Buscó sus materiales, los útiles que serían necesarios para el día, tampoco lograba memorizar el horario, así que también era costumbre revisarlo para asegurarse de que no faltase nada, pedir prestado no era algo que haría, jamás.

Tras asegurarse de su apariencia cerró su habitación con llave, habían algunas cosas que por ningún motivo debían ser vistas por terceros, eran suyas y no podía mostrarlas, quizás porque no tenía con quién o porque no lo entenderían, sus gustos son algo.. "extraños".

Pronto escuchó como los gritos cesaron y el cristal de algún objeto pareció romperse, resonó con fuerza el crujido contra el suelo.

Bajó las escaleras a paso lento y observó sin demasiado asombro el florero que su madre decía adorar en el suelo, roto, pedazos de él por todas partes y flores esparcidas, sin mencionar el agua empapando el pequeño tapete.

Se apresuró en silencio para recoger los trozos de vidrio esparcidos, tirar las flores marchitas y secar el desgastado tapete. No preguntó ni mencionó nada, no es como si fuera la primera vez, le dio un vistazo a su madre que se hallaba sollozando en la cocina, otra vez, tampoco algo nuevo y prefirió simplemente dejarla calmarse, su presencia sólo empeoraba todo.

Una vez terminó de limpiar salió de la casa, formulando un titubeante《Adiós, mamá》que no esperaba hubiese sido oído.

El auto de "Padre" no estaba ahí, probablemente no volvería hasta el día siguiente, ya casi como cada inicio de fin de semana, el instituto no quedaba tan lejos, por lo que podía ir caminando con tranquilidad, prefería eso mil veces antes que montarse en un auto donde un hombre fingiría siquiera algo de importancia, pero seguiría mirándolo con desprecio como siempre había sido. Un hijo bastardo, era su condena, algo que él no eligió, pero le tocó vivir.

...

Los estresantes pasillos hasta ese salón remoto estaban tan vacíos como de costumbre, faltaban unos cuantos minutos para que tocara el timbre que anunciaría la hora del almuerzo, entonces no regresaría a su aula, nadie sospecharía, creerían que seguía en el baño y lo dejarían pasar, ¿Quién podría siquiera sospechar algo del pequeño nerd sonriente y según inocente?

La "comida" de Izuku era algo peculiar, algo que poco a poco lo estaba consumiendo estaba más que consciente de ello, pero no le importaba pues lo hacía viajar a lugares tan pacíficos que era ya casi una necesidad.

-Bienvenido de vuelta, Deku. -Canturreó con melosidad, se tomaba una confianza que no se le había dado. -¿Quieres lo de siempre o lo que acaba de llegar? Te recomiendo lo último, es más.. cómo decirlo..- Parecía intentar descifrar alguna palabra que no le salía -¿excitante? Sí, algo así, sólo sé que es buena, ¿ustedes que opinan?

El grupo que estaba sentado o acostado en círculo a su alrededor asintieron cómplices, formando muecas ridículas o simplemente riéndose mientras algunos susurraban tonterías.

Izuku terminó sentado en su rincón, como siempre. No era incómodo en lo absoluto, sabía que estaba rodeado de un grupo de otros estudiantes que ni nombres se sabía de cursos inferiores o superiores que al igual que él disfrutaban de la sensación tan adictiva y asfixiante que esos polvos les traían.

¿Qué más había que saber?

La diferencia quizás era que ellos lo hacían por diversión, probablemente, jamás entenderían lo que es vivir en un infierno y sólo encontrar el cielo en esas sustancias tan dañinas que los amarraba lentamente y al mismo tiempo les permitía volar. Algo que era lo único bueno en su mundo tan tétrico, tan gastado, tan destrozado.

-Cualquiera, sólo dámelo ya. -Una pequeña bolsa de bolsillo fue lanzada en su dirección e intersectada con éxito.

Izuku no tardó demasiado en abrir el contenido e inhalar ese polvo blanquecino que necesitaba y su cuerpo exigía.

¿Era un maldito drogadicto?

Probablemente la respuesta era obvia.

Esas cuatro paredes estaban inundadas por los aromas distintos de las sustancias ingeridas, era fácil simplemente ingresar en ese salón y drogarte sin siquiera probar nada.

El pecoso se mantenía tranquilo, relajado inconscientemente escuchando las conversaciones del grupo que estaba a un par de metros de su ubicación, escuchaba sus voces algo amplificadas, pero no le impedía entenderlas.

Mierda, realmente el nuevo producto era fuerte.

-¿Cómo van sus días? Estamos en confianza, adelante, ¿quién empieza?- Escuchó la voz chillona y animada de un pelinegro que estaba acostado con la cabeza sobre las piernas de otro.

-Hoy solamente me violó una vez, con ésto..- Levantó ese pequeño rollo entre sus dedos y lo miraba como si fuera algun tipo de salvador. -ya siento la dicha..

Izuku continuaba simplemente observando al grupo apoyado en la pared, pero no podía evitar extrañarse tras aquel comentario, nunca oía sus conversaciones, principalmente porque creía que eran tonterías de drogadictos, pero quizás estaba equivocado. Esa chica sonriente de cabello rosado y lentes no parecía estar mintiendo.

-¿Enserio? Me alegro por ti, Sum. Yo tengo una nueva marca hecha con el ovillo del látigo, se ve fantástica, ¿la quieren ver?

El rubio que suponía era un par de años menor se levantó la camisa soltando un leve quejido tras ello, pronto mostró su espalda descubierta y al principio Izuku se horrorizó, estaba repleta de cicatrices, horribles cicatrices y un corte cerca del hombro el cual tenía sangre reseca alrededor, ese era reciente.

-Ven aquí, traje la medicina, debe cicatrizar pronto o podría infectarse. -Nuevamente habló la chica de lentes, sacando de una pequeña cartera una especie de crema o algún tipo de medicamento extraño, colocándola sobre la espalda del rubio que se dejó hacer.

-Me gusta, me gusta. -Comentó, terminando de observar la herida del chico a su lado. -Esta mañana mis padres volvieron a echarme de casa, otra vez vendrá mi hermano, quizás me quede en el club algunos días, ¿quién me acompaña?- Preguntó relajado, dejando que aquel chico con una cicatriz en el rostro le diera caricias en la cabeza, mientras continuaba acostado en sus piernas.

-Yo puedo hacerlo, mi madre ya está a salvo en casa de mis abuelos, puedo descansar en alguna parte por algún tiempo. Veamos una buena película, Shindo. -Comentó sonriente luego de haber ingerido un poco más de su porción.

-Seguro, Tetsu.

El peli-verde volvió a mantenerse ajeno a aquel grupo al cerrar los ojos, sintió la necesidad de también desahogarse, contar lo que le pasaba, pero lo dudaba.

-Y tú, Deku?- Observó sin demasiado interés al azabache que le hablaba. -Casi nunca hablamos y tengo tanta curiosidad..- El pecoso volvió a inhalar un poco más del polvo en su bolsita. -¿Por qué necesitas venir a drogarte aquí casi todos los días?, ¿es por simple adicción o algo más?

Izuku desvió la mirada, no los conocía, pero la necesidad de compartir también sus penas aumentaba.

-No debes preocuparte, amigo. Venimos aquí para desahogarnos y olvidar nuestros problemas por un rato con estas sustancias del cielo, nada de lo que se dice aquí sale afuera, además.. ni siquiera nos conocemos, sólo tranquilízate y habla, te aseguro que te hará bien. -Lo decía con tanta facilidad y normalidad que cualquiera diría que era un buen amigo que lo animaba para escucharle.

Sólo eran desconocidos que acostumbraba ver solamente en ese salón, ¿qué podría pasar?

Ya le hace falta hablar con alguien más que con su almohada.

Básicamente todo el grupo volteó a verlo con muecas y posibles sonrisas bobas, también asegurándole que serían tumbas y que su secreto estaría a salvo, incluso quizás se les olvidaba después.

Soltó un suspiro.

-Mis padres peleando otra vez..- Sonrió con amargura, tras acostarse con cuidado en el suelo, observando el techo. -Soy un hijo creado a base de una violacion, un bastardo que arruinó la vida de dos personas, un ser despreciable que arruinó una familia no dejan de recordármelo, así que busco simplemente desaparecer y dicen que las drogas son un buen viaje de camino a la paz del sepulcro. -Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla, pero no borró su sonrisa, se sentía bien desahogarse.

Pasaron algunos segundos de silencio y algunas pequeñas risitas por parte del grupo retumbaron en la sala.

-Venga hombre, eres uno de nosotros después de todo. -Escuchó la voz algo ronca del de cabello gris.

-También queremos ir al sepulcro, disfrutar con tanta dicha todo el camino, pues ésto se supone que nos mata, pero en realidad nos da más vida de la que ya tenemos, ¿estamos de acuerdo?. -Mencionó risueño el azabache que creyó oír se llamaba Shindo, parecía divagar en las nubes de su paraíso, pero todos asintieron igual de extasiados que él.

-No hay excepción, todos aquí somos pobres diablos que nacimos en un mundo tan cruel como este, pero dicen que la siguiente vida siempre es mejor, entonces.. ¿para qué esperar? -Entre risas la pelirosada con lentes se deleitaba todavía con el rollo que aún permanecía entre sus dedos.

-Hasta los profesores son igual de imbéciles despreciables, piden una paga y no abren el hocico de lo que hacemos aquí, es justo pero lamentable que adultos como ellos les valga un carajo el bienestar de sus estudiantes, aunque como a nosotros tampoco nos importa supongo que no es tan malo, pero deberían tener algo de consideración por los otros niñatos que andan en las afueras del colegio. -Habló con ironía un peliblanco, aunque no mostraba molestia en su expresión, lo contrario a sus palabras, también estaba ensimismado en su propio universo, ajeno a su alrededor probablemente.

Se pasaron alrededor de una hora en ese estado, Izuku casi dormitando extasiado y el resto regresando a la tierra de a poco.

-Hey Deku, vayamos a algún lado ésta noche, ¿estás libre?

-Ajá.

-Te invito, habrá un buen espectáculo como inicio del fin de semana en "Henko", ¿lo conoces?

Izuku no hizo memoria, de nada serviría en esos momentos, pero seguramente había oído de ese sitio.

-Quien sabe, iré si mi madre llora.

-Entonces es un hecho. -Bromeó, terminando guardando en su bolsillo la bolsita del polvo blanquecino. -¿Ustedes podrán?- Se dirigió a sus amigos que también comenzaban a guardar sus cosas.

Pronto sería hora de las clases de la tarde.

-Quizás, aunque no será tan difícil decir que estoy en casa de Kendo y escapar, ese bastardo no podrá negarse. -La chica pelirosa murmuró con diversión.

-Eso suena bien, yo puedo salir por la ventana.

-Iré, rara vez puedo ver buenos espectáculos.

-Soy uno de los que presenta a la gran estrella de la noche, ¿cómo podría faltar? -el azabache presumió, sacudiendo su ropa.

-Dinos quién es. -insistió el rubio, dándole un leve codazo.

-Entonces no sería una sorpresa, les aseguro que no van a arrepentirse, así que vayan y véanlo ustedes mismos. Deberías ir, Deku. Él te demostrará un mundo diferente, uno en donde sólo existe nuestro paraíso. -Le ofreció la mano, al principio el de ojos esmeralda dudó, pero accedió y fue ayudado a levantarse.

Izuku evitó el contacto visual al salir de aquel salón, pero recordando el comentario de aquel azabache sintió como si hubiese visto algo parecido antes.

[...]

Creía que ser una leyenda era lo mejor que podría pasar en su asquerosa vida tan aburrida. Los espectadores eran realmente gente que desprendía soledad, amargura, depresión.

Cuando practicó el estilo de su patinaje al principio no tenía en mente hacerlo por nada más que distracción, nada más que una escapatoria de su asfixiante día a día.

Entonces conoció a un héroe, a su único y más grande ídolo, Beast Jeanist.

El hombre elegante que patinaba de igual forma, fue una tarde en la que practicaba en un callejón cercano al sitio, fue pura casualidad topárselo, parecía practicar o simplemente hacerlo para sí mismo, pero su pasión.. el sentimiento con el que lo hacía lo dejó totalmente embobado.

Su forma de patinar era como ver a un ángel usando sus alas en un perfecto baile en el cielo, entre las nubes. Era un fisgón, pues estuvo tan embelesado que al final fue notado.

-Hey chico, ¿cuánto más te vas a quedar ahí?

Recuerda perfectamente la sensación, en ese momento sintió casi un infarto cuando notó que había sido descubierto.

-No mucho en realidad, tu estilo es impresionante. -Las palabras salieron por sí solas, pero no se arrepentía.

-Te lo agradezco, ¿tú también patinas?

-Así es, aunque lo hago sólo por diversión. -Dudó de su propia respuesta.

-Diversión ¿eh?

-¿Tú por qué lo haces?

-Quiero ser un ángel. Quiero representar la belleza, pero a la vez la justicia, quiero que todos los que me vean sientan mi pasión por patinar y que los ayude a encontrar la fuerza suficiente para continuar con su día a día y no rendirse, jamás. Porque rendirse es perder y a nadie le gusta perder. -Sintió también sus palabras, no mentía, lo decía totalmente enserio.

-Enséñame.

-¿Estás seguro? No es un camino fácil, tendrás que absorber todas las emociones agotadas de tus espectadores, será difícil.

-Lo sé y estoy seguro.

-Veo en ti un gran futuro. Tienes el aura de un ave fénix, ¿lo sabías?

Pasaban ya dos años desde aquella primera conversación que él no podía olvidar, ¿cómo lo haría?

Ese hombre marcó gran parte de su vida y siempre lo haría.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top