XXIII

Miré mi primer desayuno en años. Me senté frente al tazón, cogí la cuchara que estaba al lado de éste y comencé a comer. Los cereales estaban crujientes y eran muy dulces y deliciosos, además que la leche le daba más sabor.

Adam me miraba de vez en cuando, luego de que su padre saliera de la cocina para poder ir a trabajar.   

Una vez que hubiera terminado, él se levantó, tomó mi tazón y lo dejó dentro del lavaplatos. Me sonrió.   

Bien. Tenemos veinte minutos antes de la primera clase, y de aquí a la escuela son como diez minutos en auto. Llegaremos bien —se encogió de hombros.

Me tomó de la mano y me dirigió a la sala, dónde él cogió su mochila y yo la mía. Sacó las llaves de su auto de su bolsillo delantero de la chaqueta y abrió la puerta.

¡Ya nos vamos, mamá!

— ¡Bien! ¡Cuídense! – grito de vuelta

Adam salió, sin soltarme la mano aún, y se dirigió a su auto luego de cerrar con firmeza la puerta de entrada. Abrió el auto y me abrió la puerta del copiloto.

Las damas primero —dijo haciendo una mueca graciosa.

Reí tímidamente sin decir ni una palabra. Me acomodé en el asiento de cuero frío dejando la mochila vacía a un lado. Luego de que él se subiera, hizo rugir el motor y nos pusimos en marcha.

...

Luego de dos minutos por los senderos cubiertos de nieve aún no derretida, subimos por la carretera y sentí como Adam aumentaba la velocidad de a poco.

El camino fue mayormente silencioso. La radio estaba apagada y solo escuchábamos las ruedas sobre el asfalto, el motor y nuestras respiraciones. Me acomodé contra la puerta, mirando por el rabillo del ojo de vez en cuando el serio perfil de Adam, sus mieles ojos sumidos en pensamientos que no conocía. En ningún momento descubrió que yo le miraba.

La escuela se veía ya, cuando aún quedaban once minutos para la primera clase.
Estacionó el auto junto a uno rojo y uno blanco. Quitó las llaves, se bajó con su mochila en la mano y me ayudó a mí luego a bajarme. Cerró la puerta y bloqueo el auto para luego volver a tomarme la mano. Me coloqué mi mochila en un hombro y, antes de comenzar a caminar hacía la entrada me detuvo y me miró fijamente.

Yo te estaré mirando cuando no esté contigo, aunque tú no me puedas ver, ¿vale? No dejaré que nadie te moleste, estaré cerca de ti.

—Adam… —quise protestar, pero con su expresión dura, ojos firmes y la mandíbula apretada supe que era mejor no hacerlo— Bien… Gracias…

—No hay porqué —me sonrió y comenzó a caminar sin soltarme la mano y manteniendo nuestros dedos firmemente entrelazados   

A medida que nos acercábamos hacía la entrada, las personas se nos quedaban mirando. Algunos murmurando a las personas a su lado y solo mirando completamente impresionados, porque, claro, ¿Cuándo se habrán imaginado a mí caminando de la mano con un chico? Nunca. La incomodidad comenzaba a aparecer en mi rostro, mientras disimuladamente intentaba soltar el agarre de los dedos de
Adam sobre los míos. Él no me dejó.

Prácticamente me  arrastró por los pasillos hasta llegar a mi casillero, dónde dos chicos estaban apoyados, hablando y riendo. Adam resopló, antes de carraspear la garganta. Ambos voltearon a verle y su sonrisa desapareció. Sus miradas luego bajaron a mí, que estaba mirando hacia otro lado, asustada mientras tragaba sonoramente saliva.   

— ¿Les importaría? —señaló mi casillero. Ellos se miraron y, sin decir ninguna palabra, avanzaron a pasos rápidos, dejando al descubierto la palabra ‘’puta’’ con plumón escrita sobre la pared azul de éste. El agarre se intensificó, tanto que comencé a pensar que  podría romperme los dedos con facilidad.   

Los chicos que antes estaban allí, se echaron a correr, desapareciendo entre la multitud de personas que se habían acercado a ver el espectáculo.   

Sentí a Adam gruñir por lo bajo, intentando hacer caso omiso a sus instintos que decían que fuera tras ellos para darles una lección. Él me miró, sabiendo que intentaba deducir la expresión de mi rostro: tranquilidad.

Luego los buscaré para charlar con ellos —suspiró. Sacó un pañuelo que llevaba en uno de los bolsillos y comenzó a limpiar la palabra, que luego de unas frotadas, comenzaron a desaparecer.

Una vez que la mayoría de las letras hubieran desaparecido, se hizo a un lado y me soltó la mano.   

Saca tus cuadernos para que vayamos a clase —señaló.

Asintiendo, introduje mi clave antes de abrirlo y sacar los respectivos libros que necesitaba para mis siguientes dos clases y los guardé en la mochila. Volví a colocármela en el hombro y miré a Adam, quien me miraba.

Vamos —dijo, pasando uno de sus fornidos brazos por mis hombros y dirigiéndome a nuestra única clase juntos: Historia.

Adam se sentó junto a mí en uno de los asientos del frente, advirtiendo con la mirada que si alguien me molestaba o me decían algo les iría mal.
Los amigos que Él había hecho el primer día que vino, se sentaron detrás.
Tadeo, Chris y Lucas, jamás me había dicho una palabra o me habían golpeado, lo que era extraño; pertenecían al equipo de futbol.
Luego de Historia, ya en el receso, Adam me había dicho que se inscribiría para el equipo. Yo estaba feliz por él, porque cuando me lo había mencionado, sus ojos brillaron y una gran sonrisa había aparecido en sus labios. Me dijo que las prácticas eran la otra semana, y que luego de la escuela eran los entrenamientos previos. Yo esperaba luego que me dijera que me dejaría sola hasta que los entrenamientos terminaran, pero solo me dijo que antes de comenzar a calentar me llevaría a casa y que luego vendría de nuevo.

Yo realmente no estaba acostumbrada a ser tratada así, con cariño. Tal cual como me trataba Adam.

(…)

En el comedor, fui a buscar mi almuerzo donde las cocineras y luego de que les mostrara el pase de Almuerzo gratis, cogí la bandeja con algo de carne, lechuga y una naranja. Fui a la mesa que habitualmente ocupaba y me senté en una esquina. Saqué la naranja y comencé a quitarle la olorosa cáscara, dejándola a un lado. Le di un mordisco, sintiendo su sabor dulce y ácido dentro de mi boca.
Estaba jugosa y deliciosa. Le pediría a la cocinera otra si es que quedaban aquí al final del receso.

La silla de mi lado hizo el ruido que yo ya conocía: alguien se sentó a mi lado.
Creyendo que era Adam, voltee sin miedo, pero me encontré con aquellos ojos verdes que tanto miedo me hacía llegar a lo profundo de mi mente. Aarón sonrió al ver mi expresión. Tragué la naranja que tenía en mi boca mientras me encogía en mi lugar, intentando no volver a mirarle; el contacto visual era malo.

Él tomó un mechón de mi cabello castaño, retorciéndolo entre sus dedos y tirando de él cada vez fuerte. Cerré fuertemente los ojos rogando porque Adam llegara pronto.

— ¿Cómo estás muñeca? —rio cínico.

Soltó mi cabello después de darle un fuerte tirón que me hizo gemir por lo bajo.  Me pasó el brazo por mis hombros, comenzando a acariciar mi mejilla de una forma brusca.

Así que… Tú y Blake, ¿uh? —dijo, desviando su pulgar para acariciar mi labio inferior. Corrí la cara hacía un lado mientras me intentaba alejar de él, pero no me lo permitió.

Suéltame… —susurré por lo bajo. Él agarró bruscamente mi rostro entre una de sus manos, apretándome las mejillas con fuerza.

Escúchame bien, perra, aléjate de él. No puedo disfrutar de ti estando él cerca. ¿Lo has entendido? —espetó con tono autoritario. Me eché hacía atrás y, sacando el valor que hace tiempo había acumulado, le di una bofetada que resonó por el comedor. Todo el lugar quedó en silencio, mirando la escena que les mostrábamos.

Aarón quedó con el rostro volteado, respirando profundamente mientras una marca de mi mano comenzaba a hacerse visible en su mejilla. Me miró asesina mente. Se levantó, plantándose e irguiéndose sobre mí.

Serás p-.

Fue interrumpido cuando fue lanzado hacía atrás, cayendo al suelo. Vi a Adam que me miraba preocupado, viendo el miedo en mi expresión, en mis ojos. En mi posición; abrazando mi cuerpo lo más que podía, protegiéndolo de algún golpe.
Las lágrimas que habían comenzado a caer por mis pálidas y temblorosas mejillas.

Gruñó, mientras se lanzaba sobre Aarón quien se recuperaba del golpe en su espalda que le había quitado todo el aire a sus pulmones. Le comenzó a golpear y lanzar puñetazos al rostro de él, mientras sentía los murmullos de los demás.
Lucas y Tadeo aparecieron frente a Aarón y Adam, arrastrando a éste último hacía atrás, mientras él luchaba por liberarse y seguir.

— ¡Déjenme matar a ese bastardo, maldita sea! —gruñó.

¡Adam, cálmate! La estás asustando. – Dijo Tadeo

No me había dado cuenta de que Chris estaba a mi lado, hablándome. No lo escuchada por lo asustada que estaba. Mi cuerpo temblaba demasiado, como si estuviera en un terremoto personal. Mi piel, pálida y muy fría. Adam al escuchar y recapacitar la última frase de Tadeo, miró a mi dirección, cambiando su expresión por completo. Se soltó de ambos y vino hacía mí, estrechándome muy fuerte entre sus brazos.

Lo siento, Beca…

—Adam, me q-quiero ir… —murmuré en su oído, mis brazos a mis costados, sin moverlos.

— ¿Qué ha sucedido aquí? —preguntó el Director que acababa de llegar.

Aarón estaba sentado, limpiándose la sangre de la nariz y de la boca. Se levantando, mirando amenazadoramente hacía nuestra dirección. Podía verlo a través de mis cabellos y sobre el hombro de Adam. Cerré los ojos con fuerza, enterrándome en su pecho.

El Director suspiró.

— ¿Alguien me puede decir lo que sucedió aquí?

—Adam empezó —saltó Amy, apareciendo al lado de su novio.

Porque él estaba acosando a Rebeca —señaló Adam, mientras se apartaba de mí y miraba a los presentes allí.

¡Ella me golpeó! —saltó Aarón.

Te escuché, imbécil. La llamaste perra —gruñó.

Vocabulario —espetó el Director. Miró a Aarón y luego su mirada cayó en mi cara pálida y ojos húmedos. Aquel hombre me había ayudado demasiadas veces con Amy o con otras personas. Le debía la vida— Aarón, acompáñame.

Él comenzó a caminar hacía la salida de la cafetería. Amy nos miró fijamente y luego besó duramente a Aarón en los labios, sin pudor de las miradas allí presentes. Cuando se apartó, Aarón le sonrió y, luego de mirarnos por igual, se alejó, siguiendo las pisadas invisibles del director.

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