VIII
-¿Qué? – pregunte confundida-
El suspiro, mientras se pasaba una mano por su cabello desordenándolo por completo.
-Es que te veo... No lo sé ¿Rara? No de la forma en que tú crees, es que tus ojos... logro ver miedo, también tu inseguridad. Era solo una pregunta de curiosidad... No importa
Desvié mi mirada para ver que hacia mis pies, no le diría mi reputación como la rarita en la escuela, ni tampoco el tipo de relación que tenía con mi padre. Era obvio que cuando fuéramos nuevamente a la escuela él se daría cuenta de cómo me trataban; se daría cuenta de que el golpe que me vio cuando se sentó a mi lado en la clase del Sr. Adams lo había provocado Amy por haber intentado protegerme.
¿Se notara el golpe? Inconscientemente me lleve la mano hasta el pómulo de mi mejilla. No sentí el mismo dolor que en la tarde pero aun así sentía unas ligeras punzadas.
No, no le respondería aquella pregunta con la verdad
- Bueno, apenas y se t-tu nombre – diablos , debo dejar de tartamudear
El rio. Notaba la diversión detrás de aquella sonrisa – Eso es obvio, yo tampoco te conozco pero no podía dejarte allí para que murieras de frio.
Asentí entendiendo su punto y por un momento me sentí ¿Querida? , aunque no fuera un cariño que se pudiera notar
-¿Tuviste piedad de mí? – Pregunte con la mayor inocencia del mundo-
El me miro realmente extrañado, sonrió de lado al mismo tiempo que negaba con la cabeza
- No sentí piedad de ti, Rebeca. Solo te vi y me dije que debía ayudarte ¿Qué si no? Estabas pálida y más helada que un cubo de hielo. aun no logro entender cómo fue que te perdiste
-No siempre fui buena con los caminos
Asintió mientras sonreía.
(...)
Luego de aquella conversación la madre de Adam me llevo hasta la habitación de invitados que era del porte de mi habitación multiplicada por diez, era ¡Realmente enorme! Tenía una cama matrimonial cubierta por colchas de color carmesí, las paredes de un color rojo suaves y los pisos de madera, las cortinas marrones que cubrían unos visillos transparentes que me separaban de la hermosa vista. Tenía varios muebles con cajones y otros para dejar cosas por encima. Como antes ella había mencionado, había una pequeña chimenea en una esquina que el Sr. Blake se había tomado la molestia de encenderla para temperar la habitación.
Pattie me prestó un camisón que era de ella, me había dicho que ya no le quedaba y me lo regalaba, gustosa acepte.
Estuve despierta hasta las dos de la madrugada, pensando en la hospitalidad de esta familia. Ellos me habían dado alimento sin ninguna condición o golpe a cambio. Me dejaron en una cómoda habitación, mi espalda contra un suave y blanco colchón junto a unas colchas que rápidamente quitaron todo frio. La chimenea aún estaba encendida pero el fuego se extinguía de a poco alumbrando la habitación y marcando las sombras de los muebles con sus movimientos cada vez más y más lentos.
Estaba fijamente viendo aquel fuego que poco a poco iba desapareciendo cuando unos pasos irrumpieron en mis pensamientos. Había alguien en el pasillo de afuera, rápidamente me levante y camine hacia la puerta, abriéndola con lentitud.
Allí, caminando completamente de negro iba Adam. Al verme se detuvo y puso un dedo índice sobre sus labios, indicándome que haga silencio- solo asentí mientras entraba nuevamente a la habitación. Cuando estaba a punto de cerrar la puerta Adam me lo impidió y entro, bloqueando con su cuerpo el salido, retrocedí instintivamente.
-Tranquila. Rebeca no le puedes decir a nadie que Salí ahora – susurro-
Lo mire extrañada mientras corría mi cabello temporalmente rizado desde la nuca hasta la punta a un lado, sobre mi hombro derecho y jugueteaba con él entre mis dedos.
-¿Dónde vas? Claro si es que no te importa responder- susurre agachando mi mirada por un momento-
Negó, mientras una delicada sonrisa tiraba de sus labios alzando la comisura izquierda de sus labios rosados
-No, no puedes saber
Asentí esta vez bajando la mirada del todo
-Yo... creo que intentare dormir o algo – murmure y gire sobre mis talones, pude sentir como la puerta se abría-
- Buenas noches, Beca – murmuro y cerro tras de sí la puerta-
Beca... mi madre me decía así. Cuando murió, pensé que jamás volvería a escuchar ese apodo nuevamente.
Recuerdos de ella llenaron mi mente instantáneamente, provocando que mis ojos se llenaran de lágrimas y mi visión se tornara borrosa. Sorbe mi nariz mientras secaba las esquinas de mis ojos y volvía a la cama para enterrarme entre las colchas e intentar conciliar el sueño luego de tan terrible día.
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