VI
Alce temblorosa mi vista reconociendo esa voz ¿Por qué justamente debería encontrármelo al? No era justo y menos estando como ahora estaba; con frio, pálida y con los labios más oscuros que una mora mientras temblaba como un chihuahua.
- ¿Quién está ahí? – volvió a preguntar, sentía sus pasos acercarse cada vez más a mi "refugió" improvisado.
- S-soy yo -mi voz apenas y fue un murmullo. Esperaba que él me hubiera escuchado. Hubo un momento de silencio y yo ya estaba pensando que se había dado media vuelta he ido, abandonándome aquí en el frio.
- ¿Rebeca? – lo escuche acercarse algo más rápido hasta que logre ver su oscura silueta entre copos de nieve. Sentí sus profundos ojos mieles mirar hacia mi dirección, pero no me inmute ya que no podía estando así de congelada.
Se acercó a grandes zancadas para después de ponerse de cuclillas frente a mí. Tenía puesta una bufanda gris gruesa y un polerón de polar. Se bajó la bufando y me miro escéptico.
- ¿Qué haces aquí y estando así de desabrigada? -acerco su mano, tocando la frente, pero al hacerlo la aparto rápidamente. – estas congelada, Dios. puedes morir estando aquí. acompáñame – no era una sugerencia, más bien me lo ordeno. Negué temblorosa sin decir palabra alguna, él se levantó y me agarro bajo mis brazos, alzándome y obligándome a mi cuerpo a levantarse – No te dejare aquí para que muerdas de frio. Te llevare a mi casa y en el camino me explicaras la razón del por qué estás aquí sentando y congelándote.
No me podía mover y eso lo note cuando intento hacer que caminara. Los músculos de mis piernas no reaccionaban y dolían de una forma desagradable. Negué, mientras que con miedo me aferraba a su cuerpo para no caer.
-N-no me puedo mover – mi voz salía entrecortada por la fuerza que mis pulmones hacían al intentar inhalar aire caliente. Eran os primeros síntomas de que estaba comenzando a sufrir de hipotermia.
El me miro y sin esfuerzo alguno me levanto y me apretó a su cálido cuerpo, esperando que así sintiera algo de calor. Camino hasta llegar a su auto y me subió al asiento del copiloto, cerrando la puerta. Camino hasta llegar a su lado y comenzó a conducir por los nevados caminos, encendió la calefacción del auto y sentí como el aire caliente comenzaba a chocar con mi rostro. En ese momento tenía los ojos cerrados, intentando inhalar el cálido aire que estaba dentro del coche.
Luego de unos minutos, abrí los ojos y vi como en ese momento dirigía su mirada a la mía y suspiraba. Se quitó la bufanda y con cuidado la enrollo alrededor de mi cuerpo, sin siquiera desviar la mirada del camino.
La bufanda tenía su aroma masculino y estaba tibia. La lana era suave y producía en mi un leve cosquilleo.
Tal vez el no fuera tan mano después de todo, pero, aun así, sacando aquella conclusión no logre agarrar confianza.
- ¿Y bien? – pregunto, sacándome de mis pensamientos-
- ¿Qué?
- Explícame el porqué, Rebeca.
Pensé a forma de como podría explicarle "mi padre en vez de golpearme me tiro fuera de mi cada para que muriera de frio"
No, no era conveniente decirle de esa forma. Formule una historia creíble.
-Salí a caminar y comenzó a nevar, pero no me preocupe mucho, luego la tormenta comenzó fuerte, me di vuelta para regresar, pero no lograba distinguir los caminos. Entonces me senté bajo el árbol esperando que la tormenta terminara, pero como puedes ver la suerte no está de mi lado – intente que sonara lo más convincente posible y que no sospechara.
Vi su expresión y por primera vez me fijé en como era su rostro. Tenía una nariz entre resta y respingada de un tamaño perfecto. Sus labios eran de un color rosa pálido, pero no sabía si eran así por el frio o por naturaleza. Su labio superior era fino a comparación con el inferior que era carnoso y un poco más oscuro. Tenía una ligera barba de un día cubriendo la parte inferior de su rostro. Sus mejillas lisas, sus pómulos levantados lo que le daba una forma extravagante a su rostro. Su mentón partido ligeramente por la mitad y sus ojos miel, largos y finos, rodeados por una larga fina pestaña negra. Sobre ellos unas espesas cejar del mismo color.
Sus ojos se salieron por un momento de camino para mirarme fijamente, antes de desviar su mirada. Me sentí intimidada por lo que volteé, observando la ventana y acurrucándome contra el asiento de piel.
El suspiro antes de hablar.
- ¿Cómo puedes perderte?
Me encogí de hombros mientras juntaba mis congelados párpados y esperaba a que la calefacción me calentara lo suficiente como para dejar de temblar. Aunque no sabía si estaba temblando por el frio o por el miedo e inseguridad.
-No lo se
El camino fue una eternidad, por más que solo hubieran pasado cerca de dos o tres minutos, detuvo el auto, sacando las llaves de la chapa y abrió la puerta, mientras yo abría los ojos para encontrarme frente a la enorme construcción. Jamás pensé que de cerca seria aún más enorme. A través de la ventana lograba ver un ambiente acogedor; las luces estaban encendidas y en lo que parecía ser una sala había una gran chimenea encendida.
La puerta de mi lado se abrió y vi como la mano de Adam se acercaba a la mis para agarrarla firmemente y sacarme de allí con cuidado. Me cubrió con un brazo para que el frio no me volviera a consumir y luego de bloquear el auto nos encaminamos rápidamente hacia el interior de la casa.
Un aire cálido y suave se aferraba a mi piel descubierta en cuanto entramos. Mire a mis alrededores boquiabierta, jamás hubiera pensado que su casa seria así de grande.
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