III. La odio
Mi mirada fija en el espejo del baño, veo como un gran moretón comienza a formarse sobre mi pómulo. Manchas color rojo, morado e incluso verdes rodean mi ojo inyectado en sangre a un lado. Odio a Amy, la odio.
- ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? - sisee mientras lagrimas resbalaban por mis mejillas.
Abrí la canilla del agua fría y juntando mis manos me mojé en el lugar donde el golpe se encontraba.
*Tiene la mano dura, pero no le llega ni a los talones a mi padre*, pensé.
Dolía, ardía, de una horrible forma. Lo malo es que no había traído la crema para ocultar las heridas y que lograba esconder moretones o manchas provocadas por los golpes que recibía a diario. Bien, tendré que inventar una excusa por si alguien me pregunta.
*No miraba por donde iba y golpee con un ventanal*
*Iba distraída y choque con la puerta*
*Si... podría funcionar*
La campana de receso retumbo por los pasillos y yo me apresure a salir, intentando que mi cabello creara una cortina y así evitar la mirada de todos hacia mí. Cada vez que pasaba al lado de alguna persona recibía insulto o golpes.
-Hola rarita
- ¿Que te sucedió en el ojo?
-Creo que Amy te dio un muy buen golpe
Ignorando la presión que sentía en mi pecho, caminé más rápido, yendo a mi casillero para sacar los libros que necesitaría para la próxima clase. Al llegar, lo abrí y saqué el libro de historia junto a una agenda y un boli para así poder tomar apuntes. Me encamine hacia al aula justo al tiempo que sonaba la campana de regreso a clase, por lo que estaba segura que es aula estaba vacía.
Me senté en uno de los asientos de al frente, al lado de la pared y ventana, como siempre. Nadie nunca se sentaba a mi lado, era mejor para mí. A los pocos segundos el curso comenzó a llenarse de a poco, primero los inteligentes, Mikaia y Andy, seguidos de la "clase media" y luego los tan "amados" populares, hasta que al fin entro el Sr. Adams cerrando la puerta detrás de él.
-Buenos días, alumnos - dijo mientras hacia su camino hasta su escritorio dejando sobre este libros e informes. - Bien, antes de comenzar... - fue interrumpido por un chico que acaba de entrar al salón.
Ojos miles, piel blanca, cabellos rubios. Llevaba puesto unos jeans azul oscuro, una camisa verde igual oscura y sobre sus hombros una chaqueta de cuero negra. Es una de sus manos tenía varios papeles, eso daba señal de que era nuevo.
El camino hacia el profesor y le entrego uno de los papeles, intercambiaron unas cuantas palabras antes de que el Sr. Adams volviera a hablar- Este es su nuevo compañero. Vino desde Nueva Orleans a estudiar a California ¿Cuál es tu nombre? ¿Muchacho?
-Adam, Adam Blake
-Bien, Adam. Siéntate donde quieras - le dijo antes de caminar hacia su escritorio y comenzar a leer unos papeleos.
Adam miro distraídamente todos los puestos, hasta que su mirada callo firmemente hasta donde me encontraba yo, lograba verlo a través de mi cabello. El camino despreocupadamente hasta el lugar donde estaba sentada para detenerse frente a mí.
- ¿Está ocupado? - pregunto, su voz ronca y gruesa-
Negue mientras agachaba más la cabeza para que así el velo que mi cabello formara cubriera bien mi rostro. Es se dejó caer a mi lado, mientras colocaba sus manos despreocupadamente sobre la mesa. Mire hacia los lados de mi cabeza, los jugadores se reían mientras me miraban, otro par reía por algo que había dicho Amy, seguramente contando lo que he había hecho- Quizás él quería ser parte de este juego, y ¿Por qué o?
-Be, como decía. Antes de comenzar entregare los pases libres para el almuerzo, ¿Bien?
Oh no...
- ¿Thalía?
La chica pelirroja levanto la cabeza y lo miro - ¿podrías entregarlas?
Thalía asintió y se levantó. Tomo los papeles y leyendo el nombre que aparecía en la boleta comenzó a repartirlos. Entrego la primera a David Harrison, todos en la escuela sabían que él era de clase baja, pero no lo molestaban como a mí.
Thalía rio al ver que la siguiente era la mía, baje sumisamente la cabeza e intente esconderme en mi lugar.
-Bien rarita, no te escondas de la realidad- rio y miro a Adam, esperando a que el riera con ella. Yo también lo esperaba, pero no lo hizo En cambio, le dio la espalda a Thalía, obligándola indirectamente a volver a su lugar.
Durante el resto de la clase lograba sentir su mirada sobre el lado derecho de mi rostro. Supongo que estaba deduciendo el daño de mi ojo, ya que estaba a plena vista. Yo solo intentaba hundirme en mi asiento y prestarle atención al Sr. Adam, pero no podía.
¿Sería El el siguiente en burlarse de mí? ¿O golpearme? Pensar eso me hacia sentir enferma. La hora paso y sonó la campana. Me levante apresuradamente, recogiendo mis cosas algo torpe, pero en tiempo récord. Salí antes que todos a pasos apresurados y me dirigí a mi casillero sin importarme quien me empujaba o insultaba. Lo abrí y dejé mis libros allí para luego encaminarme con sigilo a la cafetería.
Al llegar vi que la gila era pequeña, así que me formé allí. Al llegar mi turno enseñe mi pase a la cocinera para no pagar por mi almuerzo. Esta asintió y me dio algo de arroz, pollo y ensalada, junto con fruta y un jugo. Tome la bandeja y camine a la mesa que siempre ocupaba. Siempre me sentaba sola en aquella mesa ya que Amy comenzó a decir que esa mesa solo era para gente rarita como yo y ya nadie más se sentó ahí. Las puertas se abrieron, dejando ver a Adam de pie junto con otros tres chicos del equipo de futbol. Lucas, Tadeo y Christopher. Los cuatro reían al unísono mientras se formaban para conseguir su almuerzo.
Me concentre en mi comida, ya que suponía que sería lo único que podría comer en el día. Los almuerzos siempre los aprovechaba al máximo ya que la mayoría de las veces papa me dejaba sin comer. De esta forma no amanecía famélica. Me llevaba la fruta para casa, así igual tendría algo para comer en la noche.
Mientras comía, sentí como unas sillas de la mesa frente a mí se corrían. Alce la mirada para ver a los cuatro chicos tomar asiento mientras conversaban animadamente. La mayoría de las veces esa mesa también quedaba desocupada, la ocupaban los nerds de la escuela. No les preste mucha atención. Me pase una mano por mi frente, tocándome los moretones que allí tenia, gimiendo de dolor y maldiciéndome por mi estúpida acción. Chris volteo a verme, pero no vi en él, ninguna mueca de gracia o que le causa risa lo que me pasaba. Me sentí intimada rápidamente.
· No, no dejes manipularte. *
Adam miro hacia mi lado derecho fijamente, acechando algo. Volví a encogerme para ver de reojo a mi derecha como Aaron se acercaba a mí con esa sonrisa cínica y una pose felina, como esperando a que su presa este distraído. Me miraba atentamente, sabia sus intenciones y solo comencé a prepararme mentalmente para lo que venía. El tomo el lugar a mi lado.
-Hola rarita - susurro en mi oído
Me aparte de él.
-Oh no, no tengas miedo cariño - rio mientras posaba una de sus manos en mi rodilla. Corrí la cara, intentando no verle. El rio aún más fuerte mientras tocaba mi mejilla dañada, haciéndome gemir de dolor.
*Ouch duele, para, por favor*
-Te duele ¿Eh? - dijo cínico
Comenzó a subir su mano hacia arriba de mi muslo. Me aparte de un empujón
-No me toques - sisee
-O cariño, nos divirtiéremos
Siguió riendo mientras volvió a apretar mi mejilla, provocando que cerrara los ojos con fuerza para evitar aullar del dolor. Dolía demasiado para ser unos moretones.
-Ella dijo que la sueltes
Abrí mis ojos ante esa voz masculina y me encontré a Adam de pie, detrás de Aaron. Su expresión fría, calculadora y seria. Aaron le dirigió una mirada cómplice.
-Oh vamos, nos estamos divirtiendo ¿No es así cariño? - me soltó la mejilla, de inmediato lleve mi mano allí y la frote con suavidad sobre las contusiones. Negué para mí misma.
Adam agarro del hombro de la chaqueta a Aaron y lo alejo de mí.
-No te vuelvas a acercar a ella, estas advertido. Imbécil
Aaron lo miro furiosamente, se soltó de un movimiento brusco y camino hasta la mesa donde sus amigos se encontraban. Le dirigí una mirada apenada, el solo me miro y sin decir palabra alguna se alejó hasta salir de la cafetería. En cuanto desapareció de mi vista note que todo mundo estaba en silencio y tenía su atención sobre mí. Algunos hablaban en susurro entre ellos, claro, ¿Quién me defendería de esa forma?
Sintiéndome extrañamente enferma, me levanté agarrando la manzana y salí de allí prácticamente corriendo.
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