II. Me afecta.
Los rayos de sol atravesaron la ventana sin cortinas, llegando justamente a mis ojos y logrando así que me despertara. Hoy era mi primer día en la secundaria luego de unas pequeñas vacaciones de invierno.
Me levante, sintiendo un pinchazo de dolor en el pecho, justó donde papa había roto mis costillas. Gemí por lo bajo para luego ignorar el dolor e ir a buscar algo de la única ropa que tenia y aun me quedaba. Sobre una degastada silla de madera, tenía mi ropa. Mi cuarto era muy pequeño, y con suerte entraba allí la cama por lo cual no podía darme el lujo de poner un armario, no solo porque no cabría, sino que tampoco teníamos dinero.
Saque una desgastada remera gris, era vieja pero no tenía algo más decente para ponerme, me quite la blusa que ya me quedaba pequeña y que la usaba como pijama. Me coloque la remera gris, mientras buscaba unos jeans, lo bueno es que eran de mi madre y ella me los había regalado antes de morir. No me quedaban cortos como el resto y eso era una ventaja. Busque bajo la cama unas zapatillas deportivas y me las coloque mientras buscaba con la vista el polerón que había encontrado olvidado en la biblioteca pública. Ese día había do allí para estudiar para el examen de Biología, y cuando salía de allí lo encontré. Le había dicho a la bibliotecaria que lo dejara allí con el resto de las cosas perdidas, pero ella había insistido en que me lo quedase. Así lo hice. Era tibio y suave por dentro y además me quedaba muy grande.
Saque mi bolso donde estaban mis libros y cuadernos que, trabajando a escondidas, había podido comprar junto con dos lápices. El bolso era feo y viejo, de un color café oscuro y con manchas de todo tipo, pero no me importara mientras no estuviera en la secundaria.
Sabía que a esta hora mi padre ya había salido a trabajar, era martes y le pagarían. Me libraría de una u dos noches sin golpes, ya que era obvio que saldría a emborracharse por allí. Baje las escaleras maldiciendo mentalmente cada que sentía puntadas en mis costillas. Salí de la pequeña casa de madera, esta se encontraba cerca de una pradera, al lado del bosque, y comencé mi caminata diaria. Me demoraba al menos una hora en llegar a la escuela y otra para volver. Caminar no me agotaba tanto, ya que estaba acostumbrada a estos largos caminos llenos de burlas y miradas que tenía que soportar cada vez peor a medida que iba llegando a la calle donde la escuela estaba ubicada,
A mí, aparte de recibir golpes, insultos y maltratos en mi casa, también los sufro en la escuela. Y cada día parece ponerse peor.
Todo por Amy Lubert. Ella es la chica popular y junto a sus amigas se divierten haciéndome la vida imposible. ¿Saben que es lo peor? Que ella fue alguna vez mi mejor amiga, si, así como lo oyen, mi mejor amiga. Fue hace años, ambas teníamos 12 años y cuando le conté lo sucedido con mi madre ella tan solo se alejó de mi sin decir nada y comenzó a juntarse con las personas que dicen ser sus amigos. No sé bien que fue lo que paso que hice mal para que ella se alejara de mí y comenzara a maltratarte tanto física como psicológicamente.
Los minutos pasaban mientras yo caminaba por los caminos de tierra y pastizales. Este era mi atajo para así llegar más temprano.
A lo lejos pude divisar la secundaria, una construcción enorme, pintada de un color beige por fuera, con grandes espacios verdes y zonas para juegos deportivos. Camine a pasos lentos, preparándome mentalmente para los insultos que recibiría a medida que llevaba.
Mientras avanzaba lograba ver como las miradas, de los grupos que se juntaban fuera del establecimiento, posaban su mirada sobre mí. Si las miradas mataran... me negué a mirarlos con temor.
Uno de los chicos que jugaba en el equipo de la escuela se acercó a mi mientras miraba de reojo a sus amigos y reía para sí mismo. Aaron poso su mano sobre mis hombros, mientras me miraba y enarcaba una ceja.
-Pero miren quien llego. Pensé que no vendrías, rarita.
"Rarita". Hace mucho que no me llamaban así, bueno las dos semanas de vacaciones, pero los golpes de papa me habían hecho olvidar momentáneamente los adorables comentarios que mis compañeros me decían.
-Aléjate de mi
-Wow, parece que alguien se levantó de pie izquierdo esta mañana ¿Eh, gatita?
Me aparte de el con un empujón para luego sentir unas fuertes manos en mis hombros, suspire exasperada, ¿Hasta cuándo tendré que seguir soportando esto? El que se encontraba atrás de mi me quito mí ya dañado bolso y comenzó a vaciarlo en el suelo, para luego tirarlo en un charco creado por las regaderas automáticas. Bueno al menos había tenia la decencia de no tirarlo con los libros incluidos.
- ¿Sabes rarita?
No respondí
-Te hice una pregunta, tonta
Mordí con fuerza mi labio inferior, tan fuerte que estaba segura que no tardaría en salir sangre. Levante mi vista hacia él.
- ¿Qué?
-Eres estúpida
La campana sonó. Aaron sonrió satisfecho y se fue con sus amigos mientras reían y entraban. Yo solo tome mis libros, cuadernos y lápices y fue a ver el bolso. Estaba empapado y más sucio que antes, ya no lo podría llevar así. Baje la mirada mientras suspiraba, llegaría tarde a clases, tome bien el pesado material y con la cabeza gacha comencé a caminar hasta la entrada e ir a mi casillero. Saque la llave de mi bolsillo y lo abrí, seguido deposite los libros ordenadamente y lo cerré ¿Qué daño me haría faltar a una clase? Guardé mis manos echas puños en el bolsillo del poleron y fui a los baños, mientras intentaba que la rabia e impotencia no se adueñaran de mí.
Al entrar me lleve una no deseada sorpresa. Allí frente al espejo y maquilándose, estaba Amy, junto a sus amigas, Jane y Charlotte. Las tres me miraron y vi como una sonrisa cínica se formaba en los labios de Amy. Ella dejo el lápiz labial a un lado y me miró fijamente.
- Vaya, vaya. Miren quien se apareció al fin. Ya me empezaba a aburrir.
Me alejé e intente salir del baño antes de qué me hiciera algo, pero no funciono. Charlotte me había agarrado del brazo y empujado hacia dentro, mientras que Jane aprovechaba y bloqueaba mi única salida. Una de ellas, no vi bien quien fue, provoco que tropezara y caí al suelo, mojado y sucio.
-Levántate, tontita- la sonora risa de Amy me hizo dar escalofríos.
Me levante, no quería que se enfadara ya que eso lo haría peor. Baje la cabeza.
-Me das pena, rarita ¿Has visto tu ropa?¡Pareces vagabunda! Sé que eres pobre, pero vamos, al menos roba algo, no sé.
Cerré mis ojos sintiéndome avergonzada, ella tenía razón, parecía un asco.
*NO! ¡No dejes que sus palabras te manipulen! *
Me agarro con fuerza del mentón, yo solo la aparte con rudeza, ella me lo devolvió con un golpe en mi mejilla, fuerte y demasiado cerca de la cien, provocando que volteara mi cabeza hacia el lado contrario, gimiendo por el ardor que se formó en el lugar del impacto coloque mis manos. Mientras lagrimas comenzaban a salir.
-No vuelvas a poner las manos sobre mí, sucia ¿Entendiste?
Asentí, sin moverme, mientras sentía como las tres abandonaban el baño.
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