Como comenzó...

Caí al suelo con una fuerza impresionante que me sorprendió que no me haya roto. Él se acercaba a mí, sentía sus pesadas pisadas chocar contra el suelo de madera. Respirando aceleradamente, moví un poco la cabeza para ver como el lanzaba contra mi estómago la botella de vidrio vacía de cerveza. El impacto causo en mí que me estremeciera, pero estaba contenta en un grado mínimo al saber que los vidrios partidos y afilados no habían perforado mi piel, todo gracias a la chaqueta que traía puesta para calentar mi débil cuerpo y protegerlo del clima frió de invierno. El gruño al ver que no me había sucedido nada con la botella. Vi sus ojos estaba ebrio, sus oscuros ojos estaban impregnados en sangre por el alcohol que tenía en su sistema. Me pateo cruelmente las costillas, quitándome el aliento y haciéndome chillar por el dolor del impacto de su bota. El rió, mientras caminaba hacia una silla, se sentó en ella y me miro.

-Eres tan estúpida. Supongo que eso te enseñara a que debes lavar los platos antes de que yo llegue a casa.

Respiraba entrecortadamente, la sensación de tener a tus pulmones intentando recobrar el oxígeno perdido por el golpe era increíblemente doloroso. Gimiendo, intenté ponerme de pie, pero de inmediato caí por el dolor el mi pecho. Fue ahí cuando supe que me había roto otra costilla más.

Sacando fuerza mental y física, volví a intentarlo y me levanté, tambaleándome. Me afirme de la mesa desgastada de madera para evitar caerme.

Baje la vista con miedo.

-Lo siento padre – susurre agudamente, intentando no mostrar ninguna mueca de dolor.

-Vete, no te quiero ver aquí y por si no lo sabes, no te has ganado tu comida esta noche.

Asentí, e ignorando el dolor en mis costillas, caminé hasta mi pequeña habitación. Me deje caer en la cama, mientras buscaba abajo mi desgastada almohada una gasa elástica. Me la coloqué sobre mis costillas, apretando firmemente y evitando así más daño en mi interior.

Sufría este tipo de abuso casi todos los días, pero no podía detenerlo, no tenía la fuerza para hacerlo. Es era mi padre y haría todo por mantenerlo a salvo.

Su alcoholismo comenzó con la muerte de mi madre, yo para ese entonces tenía 12 años, y no entendía porque mi madre nos había abandonado de esa forma.

*Flashback*

-Cariño iré al centro comercial por algunas cosas para la cena ¿Te quedas con la niña o vienen? – pregunto mientras nos dedicaba una de sus tan dulces sonrisas.

Mi padre negó, mientas se paraba y la abrazaba dándole un suave beso en sus labios, yo solo sonreí mientras volvía a jugar con mis muñecas. La escuche gritar un te amo, pero estaba muy entretenida para contestar... tendría que haberle gritado lo mucho que la amaba.

Pasamos la tarde jugando, éramos felices hasta que esa maldita llamada llego. Era del Hospital Garden Grove de California.

Un imbécil iba hablando por teléfono mientras conducía y no había visto a mi madre, no alcanzo a frenar y así le arrebato la vida a mi madre.

...

Papa cayo en un estado grave de depresión, y comenzó a tomar mas de la cuenta cada noche. Mi primer golpe fue cuando tenia 15 años, me había tropezado y caído sobre la alfombra y accidentalmente mi pie choco contra la mesita ratona en la que se encontraba una botella casi vacía de cerveza. El se enfureció conmigo y me golpeo tan fuerte el brazo que me lo fracturo. Supongo que le quedo gustando esa sensación de superioridad que sentía cuando me levantaba la mano que siguió así cuando veía en mi cada pequeño error que cometía. Los daños a veces eran graves por eso tome clases de primer auxilio en mi escuela todo un mes. Allí aprendí a curar mis heridas yo solo, incluso fracturas de gran magnitud. Esta no seria la primera vez que mi padre golpeándome, me rompiera las costillas. Lo bueno es que estas se han curado bastante bien, tanto que ni se notaba.

*Fin Flashback*

Suspirando entrecortadamente, apreté las vendas y me acosté en el incomodo y desgastado colchón que tenia. Papa no tenia dinero para comprar uno nuevo ya que cuando ganaba dinero se iba a emborrachas con los mejores licores que existen y de vez en cuando, me traía comida. Me cubrí hasta la cabeza con las finas y frías sabanas de algodón, y tiritando de frió,me quede dormida.

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