help me hold onto you
Tanjiro acomodó con pesadez la canasta que cargaba en su espalda. Ya estaba casi vacía, después de un día entero vendiendo carbón en el pueblo junto a Inosuke. Sin embargo, no pudo evitar soltar un suspiro de incomodidad al sentir el material áspero rozar sus hombros a través de la tela. Solo esperaba que Inosuke no se hubiese dado cuenta.
El día había sido un poco más soleado, al menos en comparación a las últimas semanas. A pesar de que aún corría un viento helado en la montaña, parecía que el clima ya estaba listo para dejar atrás al invierno. Tanjiro se forzó a concentrarse en subir cuesta arriba, un pie frente al otro en lo poco que quedaba de nieve. Pero no podía evitar pensar que los días de volver a casa junto a Inosuke quizá estaban llegando a su fin.
Zenitsu y Nezuko habían dejado la casa cuando recién había comenzado el otoño. Kanao y Aoi habían enviado un cuervo unos meses atrás, invitando a Nezuko a quedarse en la Finca Mariposa con ellas durante algunos meses. Al inicio, Nezuko se había negado, insistiendo en que no quería dejar a su hermano. Sin embargo, Tanjiro sabía que las tres se habían hecho muy amigas desde que Nezuko había vuelto a ser humana, y que ella realmente quería aprender de Aoi sobre medicina. Así que, aunque también le dolía tener que separarse de ella, le había insistido que acepte la invitación. Y Zenitsu, para sorpresa de nadie, se había ofrecido a acompañarla.
Por eso, cuando empezó el invierno, quedaron solo Inosuke y él.
Y Tanjiro disfrutaba mucho de su compañía, en serio. Pero también sabía que él se iría en algún momento. Probablemente en primavera, que era cuando Nezuko y Zenitsu planeaban volver. Después de todo, Inosuke siempre había vivido por sí mismo en su montaña, y no estaba acostumbrado a establecerse en un lugar fijo.
Tanjiro no podía evitar sentirse culpable, al pensar que estaba reteniendo a Inosuke donde tal vez no quería estar. Porque después de la pelea contra Muzan, a Tanjiro le había tomado bastante tiempo recuperarse. Todavía le costaba aceptar que el peligro realmente había terminado, y que ya no tenía que estar alerta todo el tiempo, ni listo para arriesgar su vida peleando cada vez que su cuervo aparecía.
Además, aún no se acostumbraba del todo a tener un ojo ciego y a no poder mover su brazo izquierdo. Pero lo más importante, aún no se hacía la idea de que ya no podía ser tan independiente como lo había sido siempre. Quisiera o no, ahora necesitaba la ayuda de otros para hacer ciertas cosas. Y actualmente, el único que podía ayudarlo era Inosuke.
Puede que este no fuera muy bueno en el aspecto social, o teniendo tacto en general. Sin embargo, sí que era perceptivo a las emociones de los demás, aunque no siempre supiera muy bien qué hacer con ellas. Quizá se había dado cuenta de que Tanjiro no se sentía listo para quedarse solo, y por eso aún no se había ido.
—¿Monjiro? —preguntó de repente Inosuke, sacando a Tanjiro de sus pensamientos. No estaba usando su máscara de jabalí en el momento, ya que se la había quitado mientras vendían carbón en el pueblo. Cuando Tanjiro volteó a verlo, se encontró con sus brillantes ojos verdes, los cuales lo miraban como buscando algo. Tanjiro se obligó a poner una sonrisa.
—¿Sí, Inosuke?
El otro entrecerró los ojos, aun intentando encontrar algo inusual en la expresión de Tanjiro.
—Puedes darme tu canasta —habló finalmente, levantando la cabeza con una sonrisa desafiante—. Yo puedo cargar más peso, después de todo.
Era normal que Inosuke estuviera tratando siempre de demostrar su fuerza, sin malas intenciones. Aunque siempre quisiera mostrar que era el mejor de todos, eso no significaba que pensara en los demás como menos capaces. Pero Tanjiro no pudo evitar pensar en que su amigo quizá se había dado cuenta de su debilidad.
Eso era lo último que quería.
—No es necesario, Inosuke —dijo, ofreciéndole a su amigo una sonrisa cálida—. Estoy bien, pero gracias por preocuparte. Eres muy amable.
Y, como cada vez que Tanjiro le ofrecía algún cumplido, Inosuke miró hacia otro lado, sus mejillas ganando color. Unos soniditos avergonzados llegaron a sus oídos, y esta vez Tanjiro no tuvo que fingir la sonrisa que apareció en su rostro.
Aprovechando que Inosuke estaba distraído, Tanjiro volvió a acomodarse la canasta en los hombros. La verdad era que, con un solo ojo, su balance ya no era tan bueno. Y al solo poder usar un brazo, este se terminaba cansando más de lo normal. Pero Tanjiro decidió seguir con el camino cuesta arriba, sin decir nada más.
Cuando llegaron a casa, los dos empezaron la rutina que llevaban cumpliendo los últimos meses. Inosuke se encargó de prender el fuego, mientras que Tanjiro desocupaba en el almacén las cosas que habían comprado en el mercado.
Ambos se concentraron en lo suyo, cayendo en un silencio cómodo. Afuera, se podía oír el sonido del viento en la montaña, moviendo las pocas hojas que quedaban en los árboles. Algunos últimos rayos de sol entraban por la ventana, y Tanjiro aprovechó para prender las lámparas, antes de que se quedaran sin luz. Ninguno de los dos estaba hablando, pero a Tanjiro le gustaba la domesticidad de lo que estaban haciendo, sintiéndose cómodos solo con la presencia del otro. Como siempre, sonrió cuando escuchó a Inosuke reír emocionado desde el otro lado del cuarto, una señal de que había logrado prender el fuego.
—¡Gompachiro, trae la comida!
—Ahí voy, Inosuke.
Tanjiro lo iba a extrañar mucho cuando se fuera.
***
—Cierto —mencionó Tanjiro mientras levantaba los platos, ignorando la punzada que sintió en el hombro derecho al esforzarse nuevamente—, ya se nos acabó la carne. Pensaba que mañana podríamos salir a pescar.
Ahora que tenían suficiente dinero, Tanjiro sabía que era más simple comprar carne o pescado en el pueblo, pero ese día se había olvidado por completo. No se había dado cuenta hasta la cena. Y realmente no tenía ganas de hacer el viaje montaña abajo dos días seguidos.
Inosuke se cruzó de brazos.
—Yo iré, Santaro. Tú deberías descansar.
Tanjiro intentó protestar, pero antes de poder decir algo, Inosuke continuó.
—¿No te duele el brazo? Te vi fastidiado mientras volvíamos. Y mientras cenábamos.
—Oh, ¿eso? —preguntó Tanjiro, volviendo a girarse hacia al lavadero. Sabía que no había forma de poder mentir si Inosuke miraba su rostro—. No es nada, en serio. Estoy bien.
Hubo un silencio después de aquello, y el corazón de Tanjiro empezó a acelerarse. No era un secreto que su cara lo delataba cada vez que intentaba mentir, pero que él supiera, no tenía algún otro rasgo que lo traicionara. Inosuke no podría descubrirlo, ¿verdad?
Al no escuchar respuesta, se giró en dirección a la sala, solo para encontrar a Inosuke a pocos centímetros de él. Tenía el ceño fruncido, y otra vez, Tanjiro sintió que quizá esos ojos verdes eran capaces de ver a través de él. Sin embargo, después de unos segundos, su rostro se relajó.
—Está bien —dijo, antes de empujarlo sin fuerza, moviéndolo a un costado del lavadero—. Pero entonces, yo voy a encargarme de los platos hoy —declaró, ofreciéndole una sonrisa.
Tanjiro se la devolvió.
—Está bien.
—Y no voy a romper nada esta vez —agregó Inosuke, y Tanjiro escuchó como empezaba a enjuagar los platos. Se permitió reír un poco, recordando como unos meses atrás, Zenitsu se había declarado como el encargado de lavar, después de darse cuenta de que Inosuke terminaba rompiendo los platos sin querer, no estando acostumbrado a manejar cosas frágiles.
—Estoy seguro que no —dijo en medio de un bostezo—. Voy a ir acostándome, entonces. Buenas noches, Inosuke.
—Buenas noches, Tanjiro.
Al escuchar su nombre bien dicho, se detuvo en seco. Volteó a ver al chico, el cual estaba sumamente concentrado en su tarea. Pudo percibir un leve aroma emanando de él. Se sentía bien. Olía como carbón, como una fogata recién prendida tras un día gélido. Y así, un sentimiento de calidez le inundó el pecho, prueba del cariño inmenso que le tenía a Inosuke.
Sonriendo, Tanjiro se permitió darle una última mirada antes de ir a acostarse.
***
Al día siguiente, como habían dicho, los dos salieron temprano a pescar.
Tanjiro nunca se iba a cansar del paisaje que ofrecía la montaña al amanecer. El cielo color violeta iluminando los árboles, el aroma característico del bosque y el canto creciente de los pájaros que iban despertando. Todavía se podían ver tramos de nieve en el pasto, pero la mayoría ya se había derretido. Sabiendo que iba a entrar en calor con la caminata, Tanjiro se aflojó un poco la bufanda.
Al frente suyo, Inosuke caminaba con la canasta en la que iban a traer los peces.
Bueno, caminar no era exactamente la palabra que Tanjiro usaría. El chico iba medio trotando, super activo incluso desde tan temprano. Y cada tantos metros, se distraía con algún animalito o insecto cerca, o con alguna piedra o arbusto que encontraba interesante. Tanjiro sonrió con cariño al observarlo. A pesar de haber perdido fuerzas después de la pelea contra Muzan, Inosuke seguía lleno de curiosidad.
No pudo evitar recordar el gesto que había tenido con él anoche. Había sido algo tan simple como ofrecerse a lavar los platos. Pero saber que Inosuke estaba pendiente de él, era algo que lo había hecho sentirse bien.
Sin embargo, cuando ya había estado en su cama, ojos cerrados y listo para dormir, la duda se había interpuesto. Tanjiro sabía que a él le tomaba más tiempo lavar. Después de todo, solo podía usar una mano, e Inosuke también lo sabía.
Y sabía que debería aceptar la ayuda como lo que era: un gesto bonito de una persona que lo quería. Pero Tanjiro estaba demasiado acostumbrado a ser el hermano mayor. A ser independiente, a encargarse de todo. A no dejar que nadie se preocupara por él.
Y, sin embargo, no se podría haber negado. Después de un día entero vendiendo carbón, su brazo realmente había estado adolorido. E incluso después de haber descansado toda la noche, el dolor aún no había pasado. De hecho, estaba casi seguro de que había empeorado. Ahora se extendía desde el hombro hasta su muñeca, molestando si se movía demasiado.
Pero al escuchar el sonido del agua tan cerca, Tanjiro decidió dejar de pensar en eso. Tenía que concentrarse si realmente iba a pescar.
—Bien —dijo Inosuke, dejando la canasta en el suelo. Estaba sin su máscara de nuevo, así que Tanjiro pudo ver cómo su mirada analizaba el río. Después de unos segundos, señaló un tramo—. Pescaremos aquí.
Tanjiro asintió.
Sin esperar otra respuesta, Inosuke se metió al agua, despreocupado por quedar empapado. Al instante, comenzó a clavar su lanza en el río, riendo mientras anunciaba que era el mejor pescando. Tanjiro suspiró con afecto, observándolo por unos segundos. Le encantaba ver a su amigo con energía y sin preocupaciones.
Antes de unirse, se remangó el pantalón y pisó dentro del río con cuidado. Ahora tocaba la parte difícil.
En general, pescar no era una tarea especialmente trabajosa para Tanjiro. Lo había hecho decenas de veces durante su tiempo como cazador de demonios. Pero en ese entonces, todavía podía usar sus dos ojos y sus dos brazos.
Aun así, no era la primera vez que salía a pescar desde que habían regresado a casa. En varias ocasiones, había acompañado a Inosuke al río mientras Nezuko y Zenitsu se encargaban de la casa. Sin embargo, esas salidas eran más para seguir en forma y mantenerse ocupados. No había problema si regresaban solo con un par de peces, ya que siempre tenían algo más separado para el almuerzo. Además, como eran cuatro en la casa, cada uno tenía menos quehaceres por cumplir.
En cambio, ahora que solo quedaban ellos dos, se estaba empezando a cansar más rápido. Tanjiro tomó aire, preparándose para lo que venía. Se negaba a preocupar aún más a Inosuke.
Y hablando de Inosuke, no pudo evitar echarle de nuevo una mirada. El chico llevaba puesto un haori a cuadros azules que Tanjiro le había regalado unos meses atrás. Tenía la lengua ligeramente afuera en concentración, sus ojos mirando el río en busca de presas fáciles.
Tanjiro sabía que sus sentimientos iban más allá de una simple amistad, y que la manera en que miraba a Inosuke no solo se trataba de apreciar la atractividad objetiva de una persona. Su atracción iba un poco más allá. Siempre lo había sabido, pero ahora que todo había acabado y tenían tanto tiempo libre, este sentimiento lo estaba empezando a consumir. Cada vez más seguido, se daba cuenta de que quería descubrir si sus manos encajarían la una con la otra, o cómo se sentiría el cabello negro de Inosuke entre sus dedos. Cómo sería oír su risa fuerte de cerca y tener sus brazos alrededor de su cintura. Quería saber si el bonito aroma a tierra mojada que sentía cada vez que se quedaban a solas se haría más intenso.
Pero no podía permitirse perseguir esas fantasías. Después de todo, ¿qué tenía él para ofrecer a Inosuke?
Con el ánimo decaído, Tanjiro decidió volver a la pesca antes de que el chico se diera cuenta de que lo estaba mirando. Pero tras varios minutos, no tuvo mucha suerte. No era sorpresa que el hombro de su brazo funcional le estuviera doliendo aún más, si eso era posible. En ese estado, era demasiado difícil concentrarse, sin mencionar tener la agilidad para atrapar peces. Tanjiro no entendía cómo podía haberse vuelto tan inútil. Muchas personas tenían heridas peores que las suyas, y podían seguir con sus vidas. Por ejemplo, el señor Uzui había perdido también un brazo y un ojo, y por las cartas que recibía de él, parecía estar muy feliz.
No entendía por qué tenía cada vez con más frecuencia estos pensamientos. Los primeros meses desde que habían vuelto a casa se había sentido feliz de estar allí, vivo y a salvo con su nueva familia. No le hubiese cabido en la cabeza estar algo que no fuese profundamente agradecido de tener una oportunidad más para vivir. No sabía en qué momento se había vuelto tan negativo.
Y parecía que pensamientos negativos atraían esa misma energía, porque en un intento de adentrarse más en el río, tropezó con una piedra que no había visto. Era predecible, pensó Tanjiro, mientras se daba cuenta que definitivamente iba a caer al agua fría. Todavía no estaba acostumbrado a haber perdido la vista de un lado.
Pero en vez del golpe contra las piedras que esperaba, Tanjiro sintió los brazos de Inosuke atrapándolo justo a tiempo. En el aire, pudo percibir un fuerte aroma a leña quemándose.
Era el mismo que había sentido la noche anterior, cuando Inosuke se había ofrecido a lavar los platos. Pero ahora pudo percibir mejor de qué se trataba: un instinto de protección, mezclado con algo más.
Los dos chicos se observaron por unos segundos. Tanjiro no sabía si era capaz de recuperar el equilibrio, pero no debido a la caída. No sabía qué lo mareaba más: si la mirada intensa de Inosuke, o sus brazos sujetándolo de la cintura con fuerza, pero sin hacerle daño.
Y no estaba seguro si esto era su imaginación, pero las mejillas de Inosuke parecían haber ganado un bonito color rosado.
—¿Estás bien, Kentaro? —dijo, jalándolo para que quedara de pie. Tanjiro sintió que su cara también se ponía roja al ver cómo Inosuke lo examinaba.
—Sí, estoy bien. Gracias, Inosuke —respondió. Pero al incorporarse, no pudo esconder una mueca de dolor, la cual no pasó desapercibida por el otro.
—Ya pescamos bastante —dijo este, frunciendo el ceño—. Será mejor que volvamos a casa.
Tanjiro no pudo evitar darse cuenta de que él solo había conseguido dos peces, mientras que Inosuke tenía ya cinco.
Inútil, pensó. Se sentía demasiado inútil. Pero no lo contradijo sobre terminar la pesca, porque la verdad era que ya no aguantaba el dolor. Ni siquiera hizo el intento de ofrecer ayuda cuando vio a Inosuke cargar todo en su canasta.
Pero incluso sin el peso extra, el camino a casa estaba siendo una tortura, y Tanjiro tuvo que detenerse a respirar. Si fuese por él, se hubiese tirado en el pasto húmedo en ese mismo instante. Ya no podía soportar más el movimiento.
Inosuke se giró hacía él, y aun con la máscara de jabalí encima, la preocupación emanaba de él por todos lados.
—Ya casi llegamos, Tanjiro.
Y otra vez, escuchar su nombre en la voz grave de Inosuke, lo hizo olvidarse de todo. El chico le tendió una mano, que Tanjiro aceptó sin dudar. Igual que antes, su agarre era fuerte pero gentil. Solo quedaba caminar un poco más y podría descansar.
***
Apenas llegaron a casa, Inosuke mandó a Tanjiro a acostarse. De todas formas, eso era lo único que tenía en mente. Pero, en vez de dejarlo solo, Inosuke lo ayudó a acomodar las almohadas.
—¿Está bien así? —preguntó. Tanjiro sabía que él casi nunca usaba más de una almohada para dormir, así que se veía un poco perdido en el tema de cómo colocarlas.
—Sí, está bien.
Inosuke aún lo miraba preocupado.
—Ahora regreso.
Tanjiro cerró los ojos cuando Inosuke salió de la habitación. Respiró hondo, intentando concentrarse en algo que no fuera el dolor. Con las horas, este había trepado sigilosamente, llegando ahora incluso a su cuello. Quizá haber salido a pescar había sido un error, quizá debería haberse quedado en casa desde un inicio. Pero odiaba la idea de no poder hacer nada.
¿Así iba a ser su vida de ahora en adelante? ¿Teniendo que recordar todas las cosas que ya no podía hacer igual que antes, y pagando el precio si fingía que todo estaba bien?
Por estar tan sumido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Inosuke había vuelto, hasta que lo sintió sentarse en un lado de la cama. El chico traía un tazón de agua caliente, con varios trozos de tela dentro.
—Son para el dolor —explicó, mientras colocaba una de las telas en su hombro—. No está demasiado caliente, ¿no?
Oh, eso se sentía bien. Pero a pesar del alivio, a Tanjiro se le formó un nudo en la garganta. No pudo responder a su pregunta, pero Inosuke pareció darse cuenta de que podía continuar. Con cuidado, extendió otra tela en su brazo.
—La chica mariposa me enseñó qué hacer —continuó Inosuke—. Me dijo que el calor ayuda para el dolor de músculos. Así que esto debería funcionar.
Y no sabía por qué, pero eso fue lo que finalmente desencadenó las lágrimas. Era un llanto casi silencioso, del tipo que Tanjiro probablemente hubiese podido disimular en medio de la noche. Pero aquí, con Inosuke al frente, era imposible no notarlo.
Este parecía haberse paralizado, sin tener idea de qué hacer.
—¿Qué pasa? —preguntó preocupado, abandonando el tazón a un lado—. ¿Te duele demasiado? ¿Tienes sueño? ¿Hambre?
Esto último sacó una risa de Tanjiro, quien intentó secarse las lágrimas. Sin embargo, estas seguían saliendo en contra de su voluntad.
—Si quieres, puedo hacerte té —dijo Inosuke, quien parecía estar intentando buscar una solución a lo que sea que estuviese pasando con él—. Aoi me dijo que eso sirve cuando alguien se siente mal. Ah, y Nezuko me dijo que ayuda contar historias, pero Monitsu dijo que lo que de verdad ayuda es que haga silencio. Aunque creo que estaba intentando fastidiarme.
Tanjiro sentía que iba a morir de ternura. Quería responder algo, pero aparentemente el llanto no quería irse. Inosuke tomó su mano de nuevo, y Tanjiro aprovechó para incorporarse, quedando sentado en la cama.
Durante unos minutos, se concentró en regular su respiración, lo suficiente para poder comenzar a decir lo que llevaba semanas guardando.
—No me gusta depender de otros —empezó, mirando a Inosuke—. Sabes que siempre he sido el hermano mayor en mi familia, y no estoy acostumbrado a que otros tengan que cuidar de mí todo el tiempo. En especial ahora, que aparentemente no puedo hacer nada sin ayuda.
—Eso no es cierto —dijo Inosuke, sorprendido—. Desde que vivimos aquí, tú me has estado enseñando a leer y escribir. Y a ponerle otras cosas a la comida para que sepa más rica. Y cómo vender carbón.
—Inosuke...
—Así que no digas que no eres capaz de nada —insistió.
Pero Tanjiro no cedió.
—Eso no quita que hay otras cosas que ya no me salen bien. Básicamente, tú hiciste toda la pesca hoy. Y soy más lento en otras cosas. Cómo cocinar, o lavar la ropa, o...
—¿Y eso qué? —interrumpió Inosuke—. No necesitas hacerlo todo ahora, no hay apuro. Ya te irás adaptando. Además, me tienes a mí.
Tanjiro negó.
Eso era justo lo que no quería. No quería asumir que tenía a Inosuke. Más aún, no quería que Inosuke pensara que tenía el deber de cuidar de él. Así que decidió ser sincero, y simplemente sacar lo que llevaba guardando por semanas.
—No quiero que te quedes aquí si eso no es lo que tú quieres.
Inosuke se quedó quieto, pareciendo cada vez más extrañado con sus palabras. Y por primera vez, Tanjiro se dio cuenta de lo ridículo que era lo que estaba diciendo. Inosuke no estaría aquí con él en este momento si no lo quisiera. Pero, de todas formas, sabía que debía terminar de soltar todo lo que pensaba.
—Sé que no te gusta estar mucho tiempo en un mismo lugar, y que seguro extrañas tu montaña —continuó, y la voz se le cortó un poco—. No me voy a enojar si quieres irte. En serio, no tienes que sentirte obligado a estar aquí por mí. Sé que doy mucho trabajo, en especial ahora que Nezuko y Zenitsu no están.
Hubo un silencio después de eso, interrumpido finalmente por Inosuke, quien se cruzó de brazos.
—¿Eres idiota?
—¿Qué?
—Que si eres idiota.
Tanjiro no entendía qué estaba pasando.
—Pero...
—Tú sabes que yo no hago nada que no quiera —dijo Inosuke, sin dejarlo terminar.
Era cierto, Tanjiro sabía eso.
—Y sabes que yo decidí venir aquí con ustedes.
Sí, Tanjiro también sabía eso.
—Y que estuve todos los días contigo mientras te recuperabas.
Tanjiro lo sabía perfectamente. Inosuke había sido una presencia tan constante como Nezuko en esas semanas, incluso si algunas veces su compañía solo fuese durmiendo al pie de su cama, el resto del día dedicado a robar comida de la cocina.
—Estuve ahí cuando volviste a ser tú.
—Lo sé —asintió Tanjiro. Sus memorias de aquel momento eran vagas, probablemente reprimidas a modo de defensa propia. Al convertirse en demonio, había cargado con un odio inmenso, demasiado fuerte para ser contenido por una persona. Apenas despertó, había pensado que se iba a morir, su cuerpo humano incapaz de soportarlo. Pero entonces, había sentido unas manos temblorosas sujetándole la cabeza, la textura familiar de la máscara de jabalí haciéndole cosquillas en la frente.
Tanjiro sabía que también había algo implícito en el aire.
No pude hacerlo. Es lo que le había dicho Inosuke meses atrás, cuando le habían contado que el chico había logrado acercarse lo suficiente para cortarle el cuello, pero se había echado atrás, poniendo en riesgo su propia vida.
¿Qué prueba más fuerte podía existir de lo que realmente sentía Inosuke?
—Entonces sácate la idea de que me quiero ir —dijo, decidido—. No quiero, y no me puedes obligar. Después de todo, es mi deber como rey de la montaña cuidar de ustedes. Incluyéndote a ti.
Tanjiro le sonrió, a manera de decirle que había entendido. Sin embargo, una oleada de dolor regresó a su brazo en ese momento. Y probablemente su cara lo había delatado, porque Inosuke frunció el ceño nuevamente.
—Voy a traer más agua caliente para las telas —dijo, saliendo de la habitación.
Estando solo, Tanjiro se quedó pensando. Todo lo que había dicho Inosuke era cierto. Quizá no había podido verlo antes, estando enfocado solo en la carga que significaba para los demás. Pero si la situación estuviera invertida, estaba seguro de que no dejaría solo a Inosuke, sin importar qué.
Además, no era algo que se estuviera tomando a la ligera: había estado preparado para ayudarlo con el dolor, y parecía que también había estado pidiendo consejos a Nezuko y Zenitsu. Haciendo memoria, incluso podía recordar a Inosuke atento meses atrás, escuchando cada indicación que le daban las chicas de la finca mariposa mientras se recuperaba.
Ahora que se daba tiempo para pensar, habia un olor a tierra mojada cubriendo todo el cuarto.
A diferencia de lo que había sentido en el río, este aroma significaba algo distinto. Iba más allá que un instinto protector, más allá que solo cariño. Tanjiro no sabía con qué palabra describirlo, pero pronto se dio cuenta que no era ajeno a aquella sensación. Los sentimientos que tenía por Inosuke no eran muy diferentes, después de todo.
Al poco rato, Inosuke regresó, directo a sentarse en la cama para cambiarle las telas.
—Hagamos algo, Tanjiro —dijo serio, extendiendo su mano y sacando el meñique—. Te prometo que no quiero irme de aquí, a menos que sea contigo. No me importa cuidar de ti, eso es lo que quiero hacer.
Tanjiro asintió, juntando con cuidado sus dedos.
—Y también —siguió Inosuke—, debes prometer que me vas a avisar cuando no te sientas bien. Y que vas a pedir ayuda cuando la necesites.
Tanjiro volvió a asentir. Podía hacer el intento por él.
—Está bien, Inosuke.
***
Tanjiro se despertó con el sonido de los pájaros cantando. Todavía había luz natural entrando por la ventana, pero estaba teñida de un naranja tenue. Aquello quería decir que había dormido lo que quedaba de la mañana y toda la tarde, lo cual explicaba por qué su estómago estaba rugiendo con hambre.
Eso le hizo recordar que Inosuke al final le había preparado un té, usando una medicina que Aoi les había dado para el dolor. Probablemente había calculado un poco mal la cantidad, lo que explicaba que hubiese dormido tanto.
Tanjiro rio para sus adentros, pensando en Inosuke. Inosuke, que incluso sin saber bien qué hacer, había cuidado de él hasta que el dolor disminuyó lo suficiente para poder dormir. Inosuke, que le había prometido que quería estar con él. Inosuke, quien se le había... ¿confesado? ¿Podía interpretarlo así?
Quizá Inosuke tenía las cosas más claras de lo que pensaba. Era cierto que el chico solía ser denso en ciertos aspectos sociales, pero tenía que recordarse que no le era desconocido el concepto del amor romántico. Y obviamente, aunque haya crecido solo con ejemplos de la naturaleza, sabía lo que era tener una pareja. Sabía de la relación que tenían el señor Uzui y sus esposas. Sabía que a Zenitsu le gustaba Nezuko, y que los dos llevaban un tiempo saliendo. ¿Podría ser que le gustara de vuelta?
De verdad esperaba eso.
Pero, ¿dónde estaba Inosuke ahora?
A Tanjiro le llegó el aroma del pescado cocinándose en la casa. Evaluando su brazo derecho, se dio cuenta de que lo peor ya había pasado. El dolor no se había ido del todo, pero se había convertido en algo soportable. Así que decidió levantarse e ir hacia la sala.
En la esquina de la cocina estaba Inosuke, sumamente concentrado. Seguía usando el haori azul a cuadros, aunque ahora tenía la máscara de jabalí puesta.
—Inosuke.
El chico se volteó de golpe, casi tumbando la comida. Tanjiro pudo percibir un leve olor a quemado, pero decidió ignorarlo.
—Tontaro —dijo Inosuke, —¿Ya estás mejor?
—Si, mucho mejor —contestó, sonriéndole—. Gracias... por lo de antes.
—No hay problema, ya lo sabes.
Tanjiro quería verle la cara. Quería saber si entendía que no solo se refería a ponerle paños calientes y prepararle té para el dolor. También quería que supiera la fuerza que le había dado saber que Inosuke quería estar con él.
¿Pero cómo? Pensó. ¿De qué manera quieres estar conmigo?
—Hice pescado —dijo Inosuke, sacándolo de sus pensamientos. La nariz de su máscara se arrugó un segundo, pero no comentó nada sobre las manchitas negras en la comida que sugerían que quizá no todo era comestible.
—Mmm. Huele rico, Inosuke.
El chico puso sus manos en sus caderas, satisfecho.
—Claro que sí, y le puse las especias que me enseñaste a usar.
—Oh.
Inosuke se sacó la máscara, dejando ver una sonrisa orgullosa. Parecía feliz de poder probar su punto.
Y lo había hecho, realmente. Tanjiro sabía que no iba a estar bien de un día para otro, pero lo que le había dicho Inosuke era cierto: no había apuro. Estaba acostumbrado a ser demasiado exigente consigo mismo, y había dejado que sus pensamientos negativos lo nublaran.
Quizá le iba a tomar un tiempo sentirse cómodo con su nueva realidad, pero tenía un presentimiento de que todo iba a mejorar.
Entre ambos, llevaron la comida servida a la mesita y se sentaron en el suelo. Inosuke le echó una mirada, asegurándose de que todo estuviera bien.
—¿Seguro que quieres comer aquí? Puedo llevar una bandeja al cuarto.
—No, está bien aquí. No quiero ensuciar la cama.
Inosuke asintió, y dieron las gracias. Pero después de agarrar los palillos, Tanjiro se quedó mirando el plato. Sabía que era capaz de mover su brazo en ese momento, pero ya había hecho bastante al ayudar a poner la mesa, y no quería esforzarse demasiado todavía. Si el dolor regresaba, no iba a ser bueno para nadie.
—¿Quieres ayuda?
Tanjiro frunció el ceño, a punto de decir que no por costumbre. Pero entonces recordó la promesa que habían hecho en la mañana, y aceptó.
Inosuke hizo lo posible para sujetar los palillos.
—Otro día puedes enseñarme a usarlos —dijo casualmente, mientras lograba atrapar un trozo de pescado con ellos.
—De acuerdo, Inosuke.
Así, con mucha concentración, Inosuke ayudó a Tanjiro a comer. Al inicio, a pesar de algunos intentos fallidos por sujetar la comida, todo estaba saliendo bien. Pero entonces, sin querer, Inosuke perdió su agarre sobre los palillos, y terminó estrellando un pedazo de pescado contra la cara de Tanjiro.
Por un segundo, ambos se miraron en silencio. Y entonces, Tanjiro empezó a reír.
Inosuke le siguió, mientras intentaba limpiar su desastre con la mano. Pero lo único que estaba consiguiendo era esparcir la grasa por todos lados.
Tanjiro empezó a reír con más fuerza, sintiendo una calidez en su pecho, proveniente de escuchar las risas del otro. Sin embargo, no tardó mucho en tomar conciencia de lo que realmente estaba sucediendo. Podía sentir cada roce de los dedos de Inosuke sobre su mejilla, su respiración tan cerca a la suya, sus ojos fijos en su cara. Y al poco rato Inosuke pareció notarlo también, porque ambos se quedaron quietos, dándose cuenta de la posición en la que estaban.
La mano de Inosuke permaneció allí, en su mejilla, y Tanjiro sintió otra vez el aroma a tierra mojada.
Su corazón comenzó a latir cada vez más rápido. Sería tan fácil inclinarse y...
Pero, ¿debería? ¿Realmente debería?
—Ino...
Pero Inosuke no lo dejó decir nada, atrayéndolo hacía sí y terminando de juntar sus labios.
Era un beso torpe, pero lo que ninguno tenía en experiencia, lo estaban compensando con los meses y meses que llevaban queriendo aquello. Tanjiro reconoció esa sensación en el estómago que había aparecido el día que vio a Inosuke por primera vez. Una sensación que nunca se había ido, sino que había crecido con el paso del tiempo, y que se había terminado de adueñar de un espacio permanente en su corazón con aquella promesa del meñique.
Inosuke dejó una mano en su mejilla, pero llevó la otra a su cadera. Tanjiro se atrevió a mover su mano derecha, en un impulso de enredarla en el cabello del otro. Inosuke respondió acercándose más, haciendo la posición más cómoda sin la mesa entre ellos.
Tanjiro cerró los ojos, dejándose llevar. No sabía si objetivamente era un buen beso, jamás había besado a nadie. Pero era Inosuke quien lo estaba besando, así que al menos estaba seguro de algo: no quería que se detuviese. Y podría haber seguido así por horas, pero pronto descubrió que se estaba quedando corto de aire. Así que, en contra de su voluntad, se separó de él.
Sus ojos se encontraron, aún a una corta distancia. Tanjiro sintió que debía decir algo, pero su respiración seguía agitada.
—Gané.
¿Qué?
—Gané —repitió Inosuke—. Te dejé sin aire.
Tanjiro lo miró, sorprendido. Al chico también parecía faltarle el aire, pero al menos había podido articular palabra. No cabía duda de que irradiaba felicidad, y Tanjiro estaba seguro de que él se veía igual.
Después de recuperar el aliento, Tanjiro rio. No sabía quién podría haberle dicho a Inosuke que besar era una competencia, pero si eso significaba que cada vez que el chico lo besara lo iba a hacer sentirse de esta manera, entonces no tenía problema.
—Sí, Inosuke, ganaste —dijo. Y con una confianza reencontrada, sujetó su mentón y dejó un beso en su mejilla.
Al instante, pudo sentir a Inosuke deshaciéndose por dentro, como cada vez que le hacía un cumplido.
Dos podían competir en ese juego, entonces.
______________
¡Hola! A quienes estén leyendo esto, espero les haya gustado este fic. Lo empecé hace como 2 años como una especie de terapia (necesitaba proyectar en alguien mis problemas de salud, perdón Tanjiro), y me tomó todo este tiempo acabarlo porque me sucedieron mil cosas en el camino.
Pero en fin, me alegro de que finalmente pueda ver la luz :)
Gracias por leer! 💖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top