The Word
Habían fracasado, Yoko los tenía donde los quería. Sólo un error por parte de la asiática podría salvarlos, claro que tenían una ventaja: Brian. Ono no sabía que el mánager estaba bajo la mesa, él podría atacarla cuando ella menos se lo espere.
Paul, Ringo y George se sintieron como hormigas frente a la joven, lo cual era extraño porque le llevaban al menos una cabeza de altura. No podían ignorar el temor que sentían: sus corazones latían constantemente como si fueran bombos, sus piernas temblaban, sus manos sudaban. Pero no debían mostrar vulnerabilidad, tenían que ser fuertes, o al menos tenían que hacerle creer eso a Yoko, fingir que no le temían.
—Bien jugado, Ono —dijo George, procurando no tener ninguna expresión en su rostro.
La mujer estaba sonriendo torpemente, para ella ya había ganado.
—¿Dónde está John? —preguntó Paul, agarrando con ambas manos los barrotes de la pesada jaula de metal.
—Él está conmigo, ya no los necesita —les aseguró.
—¿Qué le has hecho? —preguntó Ringo con cierto pavor.
—Les digo que nada, jamás lastimaría a mi esposo.
Al escuchar la palabra «esposo», se asombraron. Brian les había comentado sobre el matrimonio, bueno, que Yoko lo obligaría a casarse con ella; pero jamás pensaron que ya estarían casados. Intentaron no demostrar su desconcierto, pero tampoco le seguirían el juego. No serían amables con ella, ni siquiera si de ese modo recuperaban a John.
—Tú no eres su esposa —le dijo George—, su esposa es Cynthia.
—Si... —aseguró Yoko, tocando su barbilla—, tal vez deba encargarme de ella luego —sus ojos brillaron con maldad, los muchachos temieron que le fuera a hacer daño a Cyn—. Pero primero lo primero: ustedes.
—¿Por qué haces esto? ¿Qué te hemos hecho? —interrogó Ritchie, sonando razonable.
—Ustedes no lo recuerdan... pero me dañaron.
Luego de esa confesión, los tres intercambiaron una mirada y no se preocuparon por ocultar su estupefacción. Incluso Brian corrió un poco más el mantel para escuchar mejor.
—¿Dañarte? ¿Cuándo? —preguntó Paul, sus ojos estaban muy abiertos por la sorpresa.
—No tiene importancia, pero siempre quise vengarme por eso.
—Si te vas a vengar de nosotros, al menos dinos qué fue lo que te hicimos —declaró Harrison.
Ono los miró con profundo odio e hizo que la jaula —en la cual los tres Beatles estaban apoyados— se electrificara. Los muchachos se alejaron instantáneamente por la descarga que habían recibido. Ahora estaban mareados y les dolía todo el cuerpo.
—No me agradas, Harrison —le dijo.
—El sentimiento es mutuo —susurró este.
—Si quieren a John de vuelta, tendrán que obedecerme en todo lo que les ordene. Y portarse bien conmigo —eso último lo dijo mirando a George con los ojos achinados, más de lo normal, claro.
—Es injusto, a fin de cuentas nos matarás —replicó Paul.
—No quiero matarlos, sólo quiero destruirlos y que The Beatles deje de existir, así yo seré la cantante más famosa.
—Eso es muy distinto —dijo George sarcásticamente.
—Creo que no has tenido en cuenta algo, Ono —comentó Macca con superioridad. Yoko fingió no prestarle atención, pero levantó bien el oído para escuchar mejor al Beatle—. Sin nosotros, los mejores son The Rolling Stones, The Kinks, o The Who...
—Es cierto, ¿qué hay de The Animals, The Hollies, The Dave Clark Five...? —preguntó George, con una sonrisa burlona—. ¿Eliminarás a todos ellos también?
—...Haré lo que sea para ser famosa —finalizó y, luego, con otra mirada de odio, le dio otra descarga eléctrica a los barrotes de la jaula.
El trío gritó de dolor y cayeron al suelo. Yoko se fue satisfecha, pensando en las sabias palabras de Paul. ¿Cómo era posible que ese detalle se le hubiera pasado de largo? Debía hacer algo, tal vez invitara a todas las bandas a un falso festival y un terrible accidente termine con la vida de todos los presentes. Nadie podría echarle la culpa porque nadie lo sabría, no quedarían testigos...
Una vez que Ono ya no estaba cerca, Brian salió de su escondite y corrió procurando no hacer ruido hasta la jaula donde sus amigos estaban. Tocó uno de los barrotes y quitó la mano automáticamente, le había dado una pequeña descarga eléctrica.
—¿Cómo se encuentran? —les preguntó jadeando.
—Oh, de maravilla, gracias por preguntar —respondió Harrison, con su habitual sarcasmo.
—Tienes que sacarnos de aquí, Brian —le suplicó Richard.
—Lo sé, pero no tengo idea de cómo hacerlo... Además, si los saco de seguro me descubrirá y nos matará o algo peor.
—No sabría qué es peor a que nos maten —dijo Paul, dubitativo.
—Lo importante es que ella no sabe que estoy aquí —susurró el mánager.
—Entonces escóndete porque escucho pasos en el pasillo —declaró George.
Brian se sobresaltó y se dirigió velozmente detrás de la cama, donde los muñecos de John y Yoko aún seguían besándose. Al parecer, eran señuelos para atrapar a los muchachos en la jaula, suerte para Brian que no cayó en la trampa. Levantó un poco la cabeza para ver si Ono había regresado, pero en vez de cruzarse con ella observó que se trataba de Lennon.
Su cabello estaba algo largo y no llevaba sus típicos lentes, se preguntaron cómo es que podía ver sin ellos. En su mirada había confusión, observaba al trío de la jaula con cierta curiosidad, parecía como si no los conociera.
—¿Quiénes son? —les preguntó con cierta timidez. El verdadero John Lennon jamás sentía timidez, ni siquiera cuando hacía el ridículo en público. Sus amigos se preocuparon.
—¿Es broma? ¿No nos recuerdas? —preguntó George alarmado, estaba acostumbrado a las bromas de John, pero esto parecía ser enserio.
—¿Se supone que deba hacerlo? —Lennon cada vez estaba más desconcertado; ni siquiera sabía con quién estaba hablando, pero esa situación no le agradaba en absoluto.
—¡Si! ¡Somos como hermanos, John! Nos conoces desde hace años, ¿no lo recuerdas? —Paul sonaba alarmado, pero su amigo simplemente negó con la cabeza con lentitud.
—¿Cuánto LSD te dio esa malvada? —interrogó Ringo con inquietud.
—¿LSD? Es una droga, ¿cierto? —se preguntó dudoso. Los tres Beatles intercambiaron miradas de incertidumbre.
—Lo hemos perdido —declaró Harrison.
—¿No me recuerdas? ¿A mí, a Paul McCartney?
—¿Paul McCartney? —a Macca le brillaron los ojos por unos segundos cuando su amigo dijo su nombre—. ¿El mismo Paul McCartney que quiere hacerle daño a mi esposa? —ahora John no sonaba confundido, sino indignado, y frunció el ceño dándole a entender que no estaba contento.
—Escucha, John, ella no es tu esposa... —comenzó McCartney, pero Lennon lo detuvo.
—¡No me separarás de Yoko! ¡Ella es la única persona en la que puedo confiar! —exclamó.
—¡Te está utilizando! Despierta, John. Tú no eres así, sabes que amas a Cynthia —intervino Ringo.
—Resulta que no conozco a ninguna Cynthia. Y ahora, si me disculpan, voy a ir con mi esposa —las últimas dos palabras las remarcó para que no quedarán dudas acerca de su relación. Pero Paul no se daría por vencido.
—¿Ya te olvidaste de todo? —le gritó, ya que había dado media vuelta y se dirigía al pasillo oscuro, ignorando todo lo que le decían—. ¿Ya olvidaste a tu esposa e hijo? ¿Ya olvidaste tu vida en Londres? ¿Ya olvidaste que eres un Beatle?
Al oír aquella palabra, John se detuvo en seco. No volteó a ver a sus amigos, pero al menos no se había ido del cuarto. Brian comenzó a salir lentamente de su escondite, procurando que el muchacho no lo viera. A la mente de John comenzaron a llegar miles de recuerdos junto a los Beatles, recuerdos como sus primeras actuaciones en Hamburgo y en The Cavern Club, el éxito de Please Please Me, el show de Ed Sullivan, su primera película, la Beatlemania, Help, las medallas del Imperio Británico, entre otros. Recordaba a sus amigos: Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, incluso tenía vagos recuerdos de Martin, Neil, Mal, Freda, Brian y el resto de personas con las que trabajaba. Sacudió su cabeza y dijo en un tono seco y carente de sentimientos:
—No recuerdo nada de eso.
Acto seguido, salió de la habitación. Su cabeza le dolía, se sentía desorientado. Caminó tambaleándose hasta la habitación de al lado, que era idéntica a la habitación que había dejado unos segundos atrás. Yoko había construido ese cuarto para traer a sus amigos a una trampa, pero lo que no sabía era que John ya lo recordaba todo, desde el secuestro de Brian hasta ahora. Aún había unas cosas que creía olvidadas, pero no eran importantes en ese momento. La palabra Beatles era tan fuerte y poderosa como decir "te amo" o "abracadabra"; curiosamente, esa palabra le había traído problemas anteriormente, como cuando dijo "The Beatles, más populares que Jesús".
Ahora que recordaba gran parte de su vida, tenía que ayudar a sus amigos. Yoko creía que aún él estaba enamorado de ella, ¿cómo había caído en su trampa? Ni siquiera era atractiva o graciosa, se sintió un estúpido, pero no podía culparse. Claro que aún ignoraba algunas cosas respecto a ella, como que tenía poderes y que haría lo que fuera necesario para volverse famosa... y si John no la ayudaba, pues entonces tendría que deshacerse de él, tal como pensaba hacerlo con Brian anteriormente.
Se dirigió hasta su cama, en la cual Yoko descansaba con los ojos abiertos y la vista en el techo. Parecía pensativa, John deseó saber en lo que pensaba aquella mujer. De repente, volteó hacia él y lo miró sin expresión en su rostro, como usualmente hacía.
—Hola... cielo —le dijo John, intentando sonar amable.
Yoko achinó más sus ojos y lo miró con desconfianza, lo veía distinto. Aún decía cosas cursis, pero sus ojos no demostraban amor. Pensó que sería hora de besarlo nuevamente, le parecía repulsivo, pero debía hacerlo si quería seguir teniéndolo bajo su poder.
—Hola, John —le dijo casualmente.
Se sentó sobre la cama y se corrió un poco para darle espacio a Lennon, así podría sentarse junto a ella. John estaba nervioso, ¿cómo fingir estar enamorado de una mujer a la cuál debía enfrentar?
—¿Te encuentras bien? —le preguntó la japonesa.
—¿Q-qué? —anteriormente, el muchacho siempre estaba atento a lo que su esposa decía, y el distraerse con nada le llamó la atención a Yoko.
—Te noto extraño...
—Si, es que... —si había un buen momento para mentir, definitivamente era ese—. Me encontré con los muchachos de la otra habitación. Dicen que quieren separarnos, pero no lo permitiré.
A continuación, y con un leve temblor en la mano, acarició el pálido rostro de su "amada". Ono no hizo nada frente a esa muestra de afecto, ni siquiera correspondió a su caricia. Lennon temió que Yoko sospechara, por lo que la besó levemente en los labios.
Ahora sí, Yoko sonrió con satisfacción. De seguro el beso haría que John volviera a pertenecer solamente a ella. La mente del Beatle se vio afectada, ya que las memorias que creía recordar comenzaban a desvanecerse. Sin embargo, se mantuvo firme pensando sólo en una cosa: The Beatles. No dejaba que otra cosa entrara o saliera de su mente, sabía que esa palabra lo ayudaría a salvarse de la situación.
Trató de no verle la cara a Yoko, eso lo ayudaría a no pensar en ella. Bajó su vista hasta el cuello de la mujer, y ahí fue cuando lo vio...
***
Al parecer, John fue recuperando la memoria poco a poco con ayuda de sus amigos. Pero Yoko no va a dejarlo escapar tan fácil. ¿Qué creen que vio John? ¿Qué pasará con los demás Beatles? Comenten lo que crean que va a ocurrir, y gracias por leer ♥
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