Free As A Bird
Mal Evans se cansó de contar los botones que había en el tablero, al no tener otra cosa que hacer. Todavía no pasaba una hora, por lo que aún no podía ayudar a sus amigos. Volteó a ver a Neil, quien seguía durmiendo como un bebé. Rodó los ojos y llevó su vista a la pantalla, cuando notó que algo extraño estaba ocurriendo: la pared de piedra estaba temblando, por ende la cueva también.
—¡Neil, despierta! ¡NEIL! —exclamó a gritos.
—¿Eh, eh? —Nelly se sobresaltó cuando su amigo lo llamó tan entusiasmado.
Giró su cabeza y observó las pantallas, que estaban detrás de las butacas donde dormía plácidamente. No estaba seguro de si lo que veía era producto del cansancio o si verdaderamente la pared de piedra estaba temblando. Pestañeó varias veces y aún notaba la leve vibración, que iba tomando potencia a cada segundo que pasaba. Paulatinamente, el agua también comenzó a temblar, provocando que los peces que nadaban alrededor casualmente se alejaran velozmente de la cueva.
—¿Qué sucede? —le preguntó confundido.
—¡Terremoto! —respondió Mal con inquietud—. ¡Debemos hacer algo!
Sin pensarlo dos veces, Evans tomó el timón y condujo el submarino lejos de la puerta metálica.
—¿Qué haces? —preguntó Neil, temiendo la respuesta. Su amigo no respondió, eso lo dejó aún más inseguro.
Cuando estaban a una distancia considerable, el navío, siguiendo órdenes de Malcolm, avanzó lo más rápido que pudo hacia la puerta metálica. Neil, quien reaccionó a tiempo, corrió al asidero y se sostuvo como si su vida dependiera de ello, que, en cierta forma, así era.
La puerta cedió y el submarino traspasó al interior del escondite, llevándose todo por delante. Yoko, al escuchar el estruendo que causó el navío, dejó de cantar; pero la cueva seguía temblando y amenazaba con desplomarse. El agua no tardó en penetrar. Como un tsunami, arrasó con todo, suerte que los muchachos sabían nadar.
Cuando el agua inundó la habitación donde todos se encontraban, las seis personas debieron aguantar la respiración. Paul, George, Ringo y Brian notaron que el agua le quitaba peso a la gran jaula metálica, por lo que cada uno tomó un extremo y tiró de los barrotes. La jaula cedió y los cuatro muchachos se vieron libres. Al ver al gran submarino ir en dirección hacia ellos, se sintieron agradecidos y aterrados. Agradecidos porque Evans y Aspinall les habían salvado sus vidas. Aterrados porque el submarino parecía no tener frenos e iba a aplastarlos.
Buscaron con la vista a John y lo encontraron flotando a unos metros de allí, aún estaba atado a la silla y parecía seguir inconsciente ya que sus ojos estaban cerrados. Nadaron velozmente hacia él y lo desataron tan rápido como pudieron. John fue recuperando el conocimiento, y gritó al ver que el explosivo flotaba justo a su lado. Sólo faltaban dos minutos, trece segundos. Los demás observaron al artefacto con terror y se alejaron a nado torpe y veloz. Se dirigieron al submarino que, ahora sí, se había detenido y los esperaba para marcharse.
Brian golpeó la escotilla con violencia y Neil la abrió para que ingresaran.
—¡MAL, DEBES SACARNOS DE AQUÍ!
—¡AHORA!
—¡HAY UNA BOMBA!
—¡¡DETONARÁ EN DOS MINUTOS!!
Evans se sintió aturdido al oír los gritos de sus amigos, pero cuando escuchó "bomba" y "dos minutos", no tardó en tomar el timón y retroceder para escapar de la cueva.
—¡Alto! —exclamó Paul—. ¿Qué pasará con Yoko? ¡No la he visto!
—¿Quieres salvarla? —preguntó incrédulo George.
—¡Quería matarnos! —le explicó John frunciendo el ceño.
—Además, hirió mis sentimientos —dijo Ringo, poniendo cara triste.
—Ella es nuestra fan, ¿en serio quieren dejarla morir? —les preguntó Paul. Sus amigos no respondieron, pero sus miradas lo decían todo—. ¡Qué egoístas son! —exclamó.
A continuación, Paul abrió la escotilla y salió del submarino.
—¿¡QUÉ DEMONIOS HACES!? —gritó John, consiente de que su amigo no podía oírlo.
Ninguno de los hombres que estaban allí iban a arriesgar sus propias vidas por aquella mujer, ni siquiera aunque esa mujer sea su fanática. George, John y Ringo tenían los corazones en sus bocas. Brian casi se desmayó; Neil no comprendía cómo Paul pudo hacer eso, lo admiraba y odiaba a la vez por haberlos abandonado. Y Mal ni siquiera se percató de que McCartney había salido, siguió conduciendo hasta alejarse más y más de la cueva y luego comenzó a ascender.
—¿Cómo va la tripulación? —preguntó con una sonrisa.
—Paul se fue... —le dijo Neil con un hilo de voz.
—¿¡QUÉ!? —preguntó Evans, y detuvo el submarino—. ¿¡Y NO PUDIERON DETENERLO!?
—¡SABES QUE CUANDO A PAUL SE LE METE ALGO EN LA CABEZA, NO PARA HASTA CONSEGUIRLO! —le gritó John, preso de los nervios.
—¡ÉL PUEDE MORIR! —exclamó Mal.
—Esto es demasiado para mí... —dijo Brian, y se desplomó en el suelo.
—¡DEBEMOS RESCATARLO, LA BOMBA PUEDE DETONAR EN CUALQUIER MO...! —comenzó George, cuando el explosivo estalló...
Los cinco sujetos se observaron con estupefacción. Sus ojos estaban abiertos como platos, ¿qué digo platos? Estaban abiertos como planetas. Las lágrimas comenzaron a salir y nadie pudo evitarlas.
***
Minutos antes...
Paul nadó a gran velocidad hacia la cueva. Sabía nadar muy bien, tenía grandes pulmones que lo hacían resistir mucho tiempo sin respirar. Al pasar por donde, tiempo antes, había estado la puerta metálica, encontró los trajes de buzo que habían dejado allí al ingresar. Tomó dos escafandras, se puso una y la otra la sostuvo con todas sus fuerzas mientras nadaba hacia el interior de la cueva.
—¡YOKO! —gritó con todas sus fuerzas, deseando que la joven asiática pudiera oírlo—. ¡YOKO!
Miró hacia todos lados, cuando finalmente la encontró flotando a gran distancia del suelo, inconsciente. Paul se apresuró a ir hacia ella y le puso la escafandra para que no ingiriera más agua. La tomó del brazo y se dirigió a la salida, pero antes, se encontró con la bomba. El reloj decía veintidós segundos. Los ojos de Paul se abrieron ante el asombro e intentó alejarse de la bomba tan rápido como pudo, pero Yoko era un peso extra que le impedía apresurarse. Sin embargo, no la dejaría. Ya había arriesgado bastante por ella, no la dejaría allí ahora.
Sus piernas se movían con agilidad. Intentó recordar cuando era un niño y corría para salvarse de ser comido por el temible perro del vecino, ¿o le había ocurrido a alguien más? Daba igual, no se detuvo ni por un momento. Cuando finalmente salió de la cueva, creyó estar a salvo y se detuvo para recobrar el aliento. Fue allí cuando el explosivo detonó y una gran piedra —fracción de la pared—, cayó sobre él...
***
Paul McCartney se despertó en la cama de un hospital, se asombró al ver que John, George y Ringo estaban ahí también, de pie a su lado.
—Hola —les dijo con timidez.
—¡Paul! —exclamaron sus amigos.
—¿Dónde estoy? —preguntó, su voz sonaba débil y sus ojos estaban entrecerrados.
—En un hospital de Liverpool —le informó Ringo.
—Estábamos preocupados por ti —dijo John, sonriendo.
—¿Quiénes son? —preguntó. Los otros tres se miraron alarmados—. Es broma —aclaró Paul riendo.
—Casi me lo creo —expresó Ringo, apoyando una mano sobre el pecho.
—Estábamos a punto de reemplazarte por un clon idéntico a ti —le dijo George, luego hizo una pausa—, pero entendimos que eras irreemplazable.
—Harrison, qué haría sin tu sarcasmo —dijo Macca con una sonrisa y negando con la cabeza.
—Te aburrirías —respondió George, y le sonrió.
—¿Dónde están Brian, Mal y Neil? —preguntó Paul, luego de unos segundos de agradable silencio.
—Están en la sala de espera —explicó Ringo—. Les diré que estás bien.
A continuación, salió del cuarto. Paul aún estaba dolido y no recordaba algunas cosas que habían sucedido. Hasta que se acordó de algo, más bien de alguien.
—¿Qué pasó con Yoko? —interrogó a sus amigos. John y George intercambiaron una mirada.
—Cuando la bomba explotó —comenzó Lennon—, nadamos hasta allí y te rescatamos. También la trajimos a ella, pero ambos estaban inconscientes. Al llegar a la superficie, Freda y su padre se encontraban en el muelle y se encargaron de llamar a una ambulancia. Ya pasaron tres días desde que eso ocurrió, y acabas de despertar. Yoko lo hizo hace dos días y, apenas le dieron el alta..., se marchó.
—¿Se marchó? ¿Así nada más? —preguntó Paul, incrédulo. Harrison asintió.
—Es lo mejor que pudo haber hecho —le garantizó.
—Supongo... —Paul estaba confundido. Un simple "gracias" de parte de la japonesa le habría bastado.
De pronto, alguien golpeó la puerta.
—¿Sí? —preguntó John.
La puerta se abrió y la pelirroja cabellera de Jane Asher apareció por detrás.
—Ringo me dijo que Paul ya se había despertado y... ¡Paulie, estás bien! —exclamó sonriente al ver a su novio, y corrió a abrazarlo.
Macca recibió al menos veinte besos de parte de Asher, y no le molestaba recibir algunos más.
—Creo que sobramos aquí —dijo George, y junto a John salieron de la habitación.
—Los muchachos me lo contaron todo, ¡qué valiente eres! —exclamó besándolo en los labios—. Pero... ¿por qué arriesgar tu vida por aquella mujer? ¿Acaso te parecía atractiva?
—Claro que no —respondió Paul con honestidad—, lo hubiera hecho por cualquier fanático.
—Entonces... —Jane volvió a besarlo en los labios; extrañamente, le gustaba sentir el bigote de Paul.
En ese momento, se oyeron más golpes en la puerta.
—Adelante —dijo Paul, sonriéndole a Jane.
Por la puerta aparecieron Mal Evans, Neil Aspinall, Brian Epstein, George Martin, Freda Kelly y los demás Beatles con sus esposas.
La habitación se tornó pequeña por el número de personas que había en ella. Paul estaba feliz de ver a todos sus amigos allí, pero se sintió sofocado cuando todos se le arrimaron para saludarlo.
—Cuidado, cuidado, lo van a ahogar —dijo Jane, que estaba junto a su pareja.
—No hay problema —replicó este, recibiendo un asfixiante abrazo de Freda y Cynthia.
—Me alegra mucho verte bien, Paulie —declaró Martin, sonriendo.
—A mí me alegra que todo haya acabado —admitió Paul.
—Pero aún no terminó —intervino John—. Debemos terminar un álbum.
—Y dar un concierto —les recordó Ringo.
—¿Concierto? —preguntó John.
—Para los muchachos del muelle —le explicó George.
—Un concierto en el muelle... eso es algo nunca visto —dijo John, dubitativo.
—Después de eso quiero unas vacaciones pagas en las Bahamas con todo incluido —comentó Macca mirando a Epstein y a Martin. Estos rieron y asistieron, no sabían si hablaba enserio o si era una broma.
—Después de todo lo que ocurrió me retiro del mundo del espectáculo —bromeó Ringo.
—Y eso que sólo eres el baterista —dijo George con sarcasmo, y todos rieron.
***
¡Hola! ¿Cómo les va? Nuevo capítulo y, si no me equivoco, el ante-último. Sí, queda muy poco para el final y espero que sea de su agrado.
Se podría decir que la historia ya terminó, pero aún quedan algunas cosas por hacer. ¿Dónde creen que está Yoko? ¿La volverán a ver? Eso pronto lo sabremos. Aún tienen que terminar el tan esperado álbum, ¿podrán acabarlo sin tener otro problema? ¿Qué dirá la prensa si se entera de lo ocurrido? A continuación lo vamos a descubrir...
¡Gracias por leer! Y hasta la próxima.
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