Epílogo

Tras varios días de los sucesos con los de I.M.P. Diccolo se encontraba caminando por las calles de la ciudad. Consciente del peligro en cada paso, se enajena con sus audífono mientras evita chocar con los demás. Pero una extraña silueta llama su atención en unos de los callejones. Al principio solo mira con desconfianza y decide ignorarla, pero la curiosidad fue más fuerte que él. Se adentra en el callejón con cuidado, procurando no hacer ningún ruido. La oscuridad envuelve muchos rincones y unos pasos son perceptibles, pero él no logra ver a nadie. Su corazón comienza a agitarse, su respiración se vuelve pesada, un fuerte escalofrío recorre su espalda. Y entonces, desde su espalda, sin previo aviso:

¡BAM!

Siente como unas manos lo agarran por la cintura. Entró en pánico y se empezó a sacudir, pero la criatura no lo soltaba. En cambio, comenzaba a trepar por su cuerpo lentamente. Diccolo no podía ver con claridad a la criatura, y en su desesperación cae de espaldas contra el suelo. El golpe que se da en la cabeza lo deja atolondrado. Cuando se recupera, la criatura estaba apoyada sobre su estómago y le costaba respirar. Lentamente, la silueta se alza y deja ver unos grandes colmillos blancos, y cuando creyó que era el final para él:

????: - Hola hermanito. - Escuchó una voz angelical.

Sorprendido, alza la mirada y logra ver el rostro de una pequeña niña lobo bajo la capucha que llevaba puesta. Pero detrás de su aspecto, pudo reconocerla al instante.

Diccolo: - ¿Lia? - La niña se rie inocentemente. - Pero como... cuando... como... - La niña lo interrumpe dándole un fuerte abrazo.

Lia: - Te extrañé, hermano. -

Diccolo: - Pero. ¿Co... como llegaste a aquí? Vi a los querubines llevarte. -

Lia: - Si... con respecto a eso... eh... -

Diccolo: - ¿Que travesura hiciste ahora? -

Lía: - Yo... los maté. - Diccolo quedó en shock.

Diccolo: - ¿¡Tu qué!? -

Lia: - Yo quería ir contigo, pero ellos me dijeron que yo había sido buena y toda esas boberías. Intenté escaparme, pero no me dejaron. Así que mate a uno de ellos. Y aquí estoy. -

Diccolo miraba la cara felicidad de su hermana gustoso; como si esperase una alabanza, aunque en el fondo quería golpearla en la cabeza. Pero sintió un regocijo. Después de tantos años, su sueño de poder ver una sonrisa en el rostro de su hermana por última vez por fin se había cumplido.

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