Sin retorno

Eran las altas horas de la noche, y la ciudad de Los Ángeles se desplegaba ante el cielo como un tapiz de luces brillantes, un vasto océano de neón y resplandor. Desde lo alto, el panorama era deslumbrante: los rascacielos se alzaban como colosos iluminados, sus reflejos parpadeando en las ventanas de cristal como si estuvieran salpicados de estrellas. Cada calle principal era un río luminoso de autos que avanzaban lentamente, sus luces rojas y blancas serpenteando entre las sombras de los edificios. La ciudad parecía respirar con una vida propia, un pulso vibrante que latía al ritmo de la música y el ruido de las calles.

A simple vista, Los Ángeles era un espectáculo cautivador, un santuario moderno donde las estrellas de cine y los soñadores de todos los rincones del mundo venían a brillar. Pero más allá del brillo y la opulencia, había una oscuridad que se escondía entre las luces. Los barrios más antiguos, con sus callejones estrechos y oscuros, guardaban historias que nunca se contaban, lugares donde los pecados se cometían en silencio, lejos de las miradas indiscretas. La ciudad de los ángeles también era la ciudad de los pecadores, un lugar donde las esperanzas y las desesperaciones se entrelazaban en un intrincado baile nocturno.

En cada esquina, se podía sentir la tensión entre lo sagrado y lo profano. Bajo las luces brillantes de los carteles de neón que prometían glamour y diversión, había sombras que hablaban de traición, de secretos enterrados y de vidas quebradas. Las avenidas principales, llenas de turistas y soñadores, contrastaban con las esquinas oscuras donde figuras encapuchadas intercambiaban miradas furtivas y apretaban manos con un propósito siniestro. Los Ángeles era un lugar de contrastes: de luz y oscuridad, de virtud y corrupción, de promesas de un nuevo comienzo y de la inevitable caída en desgracia.

Los Ángeles, con su deslumbrante fachada, no era solo una ciudad; era un ser viviente, un alma dividida entre la salvación y la perdición. Una ciudad donde los ángeles y los demonios caminaban juntos, cada uno buscando algo, cada uno ocultando algo, en la interminable noche iluminada por la tentadora promesa de las luces de la ciudad.

Estaba sentado en el capó de mi auto, en el interior estaba Miles en el asiento de copiloto, es un Dodge Challenger SRT Demon, si que le tuve que rogar a Allison para comprar este demonio, este auto es muy rápido y me ha ayudado mucho en mis escapes, actualmente en estás fechas, ya no se fábrica este modelo... Fue bastante costoso.

Mi auto fué modificado en el taller de la agencia. Vidrios polarizados, neumaticos antibalas, sistema de camuflaje, aumento del blindaje de un 100%, turbo y piloto automático. Es tan blindado que las balas perforadoras, daño por láser o una explosión no le dejaría ni un rasguño.

Mientras disfrutaba de la vista, mi mente se perdía en un torbellino de pensamientos. Reflexionaba sobre mi vida como asesino a sueldo, una existencia marcada por la violencia y la muerte, pero también llena de adrenalina y un extraño sentido de propósito. Sin embargo, con la llegada de mi futura hija, sabía que todo eso tenía que cambiar. Tenía que renunciar a este estilo de vida y dedicarme a ser el mejor padre que pudiera ser. No quería que mi hija creciera sin un padre como yo lo hice; quería estar ahí para ella, ser su protector, su guía, su ejemplo.

Mis pensamientos se vieron bruscamente interrumpidos cuando una pantalla holográfica emergente apareció frente a mí, proyectada desde el chip implantado en mi cerebro. Era una llamada entrante de Edward. Al centrar mi mirada en el icono de aceptación, la interfaz cambió a "llamada en proceso". Este tipo de comunicación ya era habitual; los teléfonos estaban quedando obsoletos desde que esos chips se hicieron comunes, gracias a Elon Musk y sus innovaciones de hace años. Ahora, con estos dispositivos implantados, la conectividad era inmediata, constante, sin necesidad de aparatos adicionales.

Eddie: ¿Están listos? -Preguntó con voz calmada pero firme, rompiendo el silencio de la noche-

Jacob: Sí, estamos en el lugar acordado y justo a tiempo. -Respondí con determinación, echando un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que todo estuviera en orden-

Eddie: Bien, no tardará mucho en salir la limusina del hotel. -Indicó, su tono permanecía relajado pero con una tensión latente- Si las cosas se ponen... violentas, Loona llegará como refuerzo. -Añadió con un toque de precaución en su voz-

Jacob: Recibido fuerte y claro. -Respondí con confianza- ¿Cuánto tiempo tenemos? -Pregunté, queriendo confirmar los detalles finales de la operación-

Eddie: El objetivo saldrá del hotel en 10 minutos. Calculando el trayecto, la ruta programada de la limusina y la distancia desde el hotel a tu posición... hoy no hay mucho tráfico y considerando la velocidad del vehículo... tienen exactamente 23 minutos y 53 segundos. -Detalló con precisión quirúrgica, como si fuera un reloj humano-

Wow, en serio... ¿En serio calculó todo eso en cuestión de segundos? Este tipo no solo es un asesino; parece un maldito ingeniero. Carajo, Edward es alguien brillante... Su capacidad para procesar información a esa velocidad me dejaba boquiabierto, pero también me daba una extraña sensación de confianza. Con alguien como él cubriendo nuestras espaldas, quizás esta misión no sería tan peligrosa como parecía. Aunque, claro, nunca podía estar completamente seguro. Este era nuestro mundo, un mundo donde la violencia podía estallar en cualquier momento y la muerte siempre estaba al acecho.

[...]

Conducía por las calles iluminadas de Los Ángeles, con las luces de neón y los faros de los autos creando un caleidoscopio de colores en el parabrisas. A mi lado, Miles estaba sentado en el asiento del copiloto, mirando fijamente por la ventana. Era extraño verlo así, tan callado y con la mirada perdida. Normalmente, estaría haciendo alguno de sus comentarios sarcásticos o contando chistes inmaduros, como un adolescente atrapado en un cuerpo de adulto. Pero ahora, había un aire de seriedad en él, una tensión que casi se podía cortar con un cuchillo. Me pregunté si debía decir algo, si debía romper el hielo que se había formado en el aire entre nosotros.

Jacob: -Me aclaré la garganta, buscando el tono adecuado-. Y... ¿cómo va todo? -Pregunté con un tono casual, tratando de no sonar demasiado preocupado-

Miles: ¿Por qué preguntas? -Respondió sin mirarme, su voz sonaba apagada, distante-

Jacob: Te veo un poco... pensativo. -Dije con suavidad, manteniendo una mano firme en el volante mientras le echaba una rápida mirada-

Miles: No... Es solo que... -Hizo una pausa, finalmente girando la cabeza para mirarme-. Me preocupa Waylon... y también tú y yo mismo. No creo que esta vida sea realmente la que quiero. -Dijo con una voz que llevaba una mezcla de tristeza y frustración-

Jacob: ¿Qué quieres decir con eso? -Pregunté, sintiendo que una conversación importante estaba a punto de desarrollarse-

Miles: ¿Y si mi vida se trata de más que matar y obedecer a un jefe trastornado? -Preguntó con amargura-. Mi esposa tuvo razón, mi vida no era esta. Waylon, antes de acabar hospitalizado, también mencionó esto de la mala vida y... mierda... -Dijo, su voz quebrándose ligeramente-. Tiene razón... -añadió con un suspiro-

Jacob: ¿Planeas renunciar? -Pregunté con un tono más serio-. Y si es así, ¿qué harías entonces? -Agregué, queriendo saber más sobre sus intenciones.

Miles: Extrañaré la paga... pero ya no me estoy sintiendo muy bien. Matamos a gente por dinero, pero no sabemos si esa gente es mala. -Dijo, reflexionando en voz alta-. No quiero ser el villano de la historia de mi vida... -Confesó, su voz cargada de una profunda tristeza-

Jacob: Entonces... ¿qué querías ser realmente? -Pregunté, sintiendo una curiosidad genuina por lo que respondería-

Miles: Sabes que mi cocina es estupenda, siempre quise ser chef. -Admitió con una pequeña sonrisa, como si se sintiera aliviado al decirlo en voz alta-

Mis ojos se abrieron de par en par, completamente sorprendido. ¿Chef? Nunca hubiera adivinado que Miles, con su actitud dura y desinteresada, tuviera una pasión tan... delicada. Yo siempre lo había visto como un tipo que disfrutaba de la violencia y la vida en el filo. Pero ¿chef? ¿En serio? Me di cuenta de que no conocía a Miles tanto como creía.

Jacob: ... Pfft. -Una risa escapó de mis labios antes de que pudiera detenerla-

Miles: ¿Te estás riendo, bastardo? -Preguntó, frunciendo el ceño-

Jacob: ¿Quizás? -Respondí, con una sonrisa juguetona-. Es que, jajaja... amigo, yo... cielos, nunca esperaba eso de ti. -Mencioné, tratando de contener la risa-

Miles: Me estoy abriendo contigo y solo te ríes, eres un hijo de puta. -Dijo, pero había un atisbo de sonrisa en sus labios-

Jacob: Sí, soy un hijo de puta, pero soy un hijo de puta con corazón. -Dije con una sonrisa-. No me burlo de ti, es solo que... bueno, tienes esas vibras de tipo duro al que le da igual matar. -Admití, mirándolo de reojo-

Miles: No soy de piedra, Jacob. -Respondió, su voz suavizándose un poco-. No lo soy.

Mientras la conversación continuaba, sentí que algo cambiaba entre nosotros. Una barrera invisible se rompía, y por primera vez, vi al verdadero Miles, el hombre detrás de la fachada de asesino endurecido. Y me di cuenta de que, al igual que yo, él también buscaba una salida, una oportunidad para redimir su vida y encontrar un propósito más allá del asesinato.

[...]

Escondidos en las sombras de un estrecho callejón, el rugido lejano de los motores era el único sonido que rompía el silencio de la noche. Miles y yo esperábamos con paciencia. El reloj en mi visor marcaba los últimos minutos del tiempo que Eddie nos había proporcionado. La tensión en el aire era palpable. A través de mi visor, recibí el mapa de la ruta de la limusina. Eddie, como siempre, había pensado en todo. Faltaban no más de tres minutos para que el convoy pasara frente a nosotros.

El eco de los primeros motores nos alcanzó, y nuestras respiraciones se sincronizaron con el ruido, preparándonos para lo inevitable. Primero, vimos pasar el auto de escolta frontal. Observé con detalle los movimientos de los guardias, cada gesto calculado, cada mirada alerta. Y entonces, apareció. La limusina, brillante bajo la tenue luz de las farolas, escoltada por vehículos a sus lados y otro más en la parte trasera. La seguridad era intensa, como una muralla de acero rodante.

Cuando la escolta hubo pasado una distancia prudente, salimos lentamente del callejón, siguiendo al convoy con una precisión casi quirúrgica, nuestros movimientos medidos, como depredadores acechando a su presa.

Eddie: No se peguen demasiado, los van a alertar. -Su voz llegó clara a través de mi chip-

Jacob: Gracias por la advertencia, pero... ¿qué se supone que hagamos? Ese tipo tiene el culo cubierto por más guardias de los que puedo contar. -Respondí, irritado por la complicación que teníamos delante-

Miles: Eddie, ¿a quién estamos cazando exactamente? -Preguntó, su tono algo más inquieto de lo habitual-

Eddie: ¿Nunca han asesinado a un gobernador electo? -Respondió con una naturalidad escalofriante-

El corazón me dio un vuelco. Gobernador... electo. Mierda. Nunca había hecho un trabajo tan arriesgado. Los asesinatos que había ejecutado en el pasado, jefes de mafias locales o asesinos rivales, de repente parecían insignificantes. Esto era otra liga. Matar a una figura política reconocida por el estado al ganar elecciones nos pondría directamente en la mira del gobierno. Seríamos enemigos públicos.

Jacob: ¡¿Qué?! ¡Carajo, Eddie! No mencionaste que era alguien tan importante. -Dije, con la voz alzándose en incredulidad-

Miles: Si mal no recuerdo, tampoco nos habías dado información sobre nuestro objetivo hasta ahora. -Añadió, con un tono lleno de frustración-

Eddie: No lo mencioné porque sabía que se negarían a intentar matar a alguien así. -Respondió, su tono tan frío como calculador- Pero ya no hay vuelta atrás. Ya están demasiado cerca. Solo encuentren un modo de lanzarle un explosivo al auto. -Mencionó sin vacilar-

Eddie: Investigando el modelo de transporte, vi que está blindado para resistir disparos perforadores, pero no resiste bien las explosiones. -Concluyó, su voz denotando confianza en el plan-

Mientras nos acercábamos poco a poco al convoy, Miles empezó a preparar varias cargas de C4 adhesivas con una precisión casi mecánica. No me gustaba nada lo que estábamos por hacer, pero ya no había opción de retroceder.

Jacob: Esto será... lo más pendejo que haremos en nuestras vidas. -Dije entre dientes, presionando el acelerador con fuerza-

El motor rugió cuando embestí el auto que iba en la parte trasera del convoy, haciéndolo desviarse de la carretera. No pasó mucho tiempo antes de que los vehículos de escolta lateral redujeran la velocidad para emparejarse con nosotros, bloqueándonos el paso. El ambiente se había vuelto tenso como una cuerda a punto de romperse.

Miles: ¡Puta madre, acelera! -Gritó con desesperación, viendo cómo la limusina comenzaba a alejarse, acelerando para escapar-

Pisé el acelerador a fondo, obligando al Dodge a retumbar mientras intentaba alcanzar el vehículo objetivo. De repente, uno de los autos de escolta se acercó peligrosamente a nuestra lateral. Con un movimiento rápido, el guardia rompió el cristal de su ventana y sacó un fusil, un arma que reconocí de inmediato: un fusil Gauss, apuntando directamente a la cabeza de Miles.

Miles: ¡Me lleva la mier-! -No pudo terminar su frase-

Antes de que el guardia disparara, su cabeza explotó en una nube carmesí. La sorpresa en el rostro de Miles fue evidente. Se asomó por la ventana para ver lo que había pasado, y allí, detrás de nosotros, vio a Loona en una motocicleta, su cabello ondeando en el viento nocturno mientras sostenía un revólver de doble cañón.

Eddie: Mandé a la caballería. Los cubro. -Su voz sonaba calmada, pero sabía que estaba en posición, listo para eliminar cualquier amenaza-

Desde lo alto de un tejado, Eddie comenzó a disparar con su francotirador, inutilizando otro de los vehículos escolta con una precisión letal. Loona, mientras tanto, adelantó su motocicleta, colocándose frente a la limusina. Se encargó de la última escolta que quedaba, aquella que encabezaba el convoy.

La batalla apenas había comenzado.

Loona se adelantó y, con su característico estilo, comenzó a disparar al auto frontal, buscando con cada bala la posibilidad de acertar al conductor. Mientras tanto, aceleré a fondo, emparejándome con la limusina, pero justo cuando nos pusimos a la par, un disparo resonó en la ventana del copiloto. El impacto hizo vibrar todo el auto, y de no ser por los cristales blindados, Miles ya estaría muerto.

Miles: ¡Chócalo! -Gritó, con urgencia y sin dudar-

Obedecí al instante. El sonido del metal contra metal llenó el aire cuando embestí con fuerza el lateral de la limusina. Mientras el impacto resonaba, Miles abrió el tablero de control del auto, presionando un botón. Desde los rines del Dodge, unas púas emergieron con un suave zumbido mecánico. Nos acercamos más al vehículo y logré alinear las púas con la llanta trasera de la limusina. El neumático reventó con un estallido seco, y el vehículo empezó a perder el control, tambaleándose peligrosamente sobre el asfalto.

De repente, un segundo disparo atravesó el aire. La bala impactó directamente en la cabina, matando al conductor de la limusina al instante. Sabía quién había sido el autor de ese tiro perfecto.

Eddie: ¡Kopfschuss! Jajaja -Rió a través del comunicador, disfrutando de su impecable puntería-

Gracias a Eddie, la limusina se desvió violentamente de la carretera, estrellándose con un estruendo contra la pared de un edificio cercano. Los cristales se hicieron añicos, esparciéndose como pequeños diamantes rotos sobre el asfalto.

Del interior del auto, el gobernador electo emergió tambaleante. Sus pasos eran erráticos, su rostro pálido y sudoroso. A pesar de la confusión, noté las heridas visibles: un pómulo amoratado, el labio roto, y un delgado hilo de sangre que corría desde su frente. Su respiración era irregular, mientras trataba de reorientarse en medio del caos.

???: Agh... mierda... -Murmuró con esfuerzo-

Intentó escapar, cojeando desesperadamente, su pierna claramente lastimada. Pero su fuga fue patética. Desde el callejón, Miles emergió como un depredador al acecho, avanzando con una calma implacable. Su presencia era aterradora, y el gobernador, en su estado de pánico, intentó correr con más fuerza, aunque sus esfuerzos eran tan inútiles como tristes. Observé con algo de lástima cómo intentaba alejarse.

Antes de que pudiera siquiera reaccionar, Miles lo alcanzó. Con un movimiento rápido y brutal, lo tomó por el hombro y lo forzó a girarse. Vi en los ojos del gobernador el pánico puro cuando Miles lo levantó del suelo, agarrándolo por el cuello. La fuerza de Miles no estaba completamente desplegada, pero su rostro... No había expresión en él. Sus ojos estaban vacíos, su semblante frío como el acero. No quedaba nada humano en su mirada, solo una monotonía aterradora.

El gobernador intentó luchar, pataleando débilmente, pero era inútil. En cuestión de segundos, dejó de moverse. El sonido seco de su cuello rompiéndose resonó en el aire. Miles lo soltó, dejando caer el cuerpo inerte al suelo con indiferencia. Bajé del auto y me acerqué.

Jacob: ¿Y bien? -Pregunté, intentando no mostrar lo perturbado que me sentía-

Miles: Me sirvió como desahogo. -Respondió con una calma escalofriante, sin un atisbo de emoción-

Antes de que pudiéramos decir algo más, el sonido de un motor se acercó rápidamente. Ambos volteamos, y fuimos cegados brevemente por el brillo de un faro que venía directo hacia nosotros. Era una moto. Eddie y Loona estaban en ella, la luz de la luna brillaba sobre el casco de Eddie mientras la silueta imponente de Loona se mantenía firme en el asiento trasero.

Eddie: ¡Lo consiguieron! -Exclamó con entusiasmo, claramente disfrutando del éxito de la misión-

Jacob: Eddie, carajo, ¿cómo puedes estar alegre? Esto nos dará mucha notoriedad. -Respondí, frustrado por lo que acabábamos de hacer-

Eddie: Lo sé, lo sé. Pero escuchen esto: el gobernador hizo fraude electoral. Nuestro cliente fue otro de los candidatos a gobernador. -Dijo con calma, como si esa información lo justificara todo-

Miles: ¿Y qué significa eso exactamente? -Preguntó con un tono de duda-

Eddie: Significa que él tiene contactos. Toda muestra de evidencia será borrada. -Aseguró, con su habitual seguridad-.

Eddie: Cámaras, testigos, cualquier pista que pueda involucrarnos se desvanecerá. En el informe dirán otra cosa, algo que no nos vincule a nosotros. -Concluyó, como si fuera algo fácil de hacer-

Loona, que hasta ese momento había permanecido en silencio, interrumpió con un tono algo impaciente.

Loona: Genio, ¿y qué hay de los que murieron por disparos? -Mencionó, con una ceja alzada, claramente esperando una respuesta lógica-

Hubo un silencio tenso. Parecieron solo segundos, pero para mí, duró una eternidad.

Eddie: ... -Se quedó callado por un momento antes de responder-. Bueno, pues ya veremos qué se nos ocurre. -Dijo finalmente, sin darle demasiada importancia-

Jacob: No me jodas... -Murmuré, con incredulidad, acompañándolo de un suspiro pesado mientras me acarciaba el entrecejo-

Loona: Bien, ya hemos llamado demasiado la atención. -dijo con seriedad-. Lo más recomendable es que pasen inadvertidos por un tiempo. Eviten hacer desmadres de asesinatos. -Mencionó con una voz seria, reafirmando las consecuencias si eso llega a pasar de nuevo-

Jacob: Lo tendré en cuenta... quien quiera que seas. -Respondí, sin mirarla directamente-

Loona: Soy Loona, pendejo. -Respondió con un tono seco, que solo ella podía usar.

Jacob: Sí, Luna, lo que digas. Bueno, tomemos una foto juntos con el cadáver, para que Blackout vea que todos cooperamos. -Mencioné, intentando concluir la misión-

El aire seguía cargado de tensión, pero sabíamos que aquello no era más que una pausa en el conflicto que podría pasar tarde o temprano...

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