La carga de los pecadores
Me encontraba en la oficina de Blackout, sentado en uno de los sillones de cuero que crujían con cada movimiento. Había venido a pedirle permiso para no asistir al trabajo el sábado; deseaba cenar con Allison y sus padres después de mucho tiempo. Mientras esperaba, tamborileé los dedos sobre el apoyabrazos, intentando mantener la calma, pero la impaciencia comenzaba a hacer mella.
El silencio de la sala era casi sepulcral, roto únicamente por el leve zumbido de la lámpara en el techo. Entonces, la puerta se abrió con un ligero rechinido detrás de mí. Sin mirar, asumí que se trataba de él y hablé con la misma confianza que siempre usaba cuando estaba seguro de algo.
Jacob: Blackout. -Solté un suspiro pesado, claramente nervioso, ya que esperaba que acepte mi permiso-. Quería decirte algo.
Una voz femenina respondió, cargada de ese típico sarcasmo que ya me resultaba familiar.
Yamata: ¿Qué? No soy él. -Dijo con su tono monótono-
Giré la cabeza, ligeramente desconcertado, y vi a Yamata entrando con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Jacob Oh, perdón. Creí que eras Blackout. -Dije, encogiéndome de hombros con una leve sonrisa irónica-. ¿Y qué asunto tienes con él? -Pregunté con un poco de interés, ya que Yamata no suele ver a mi jefe-
Yamata: Por fin seré miembro oficial de la agencia. -Respondió con un deje de orgullo contenido en su voz-
Jacob: Vaya, eso es bueno. -Asentí, dejándome caer un poco más en el sillón-. Al menos ahora sí te pagarán el salario completo. -Añadí, dejando que un tono burlón escapara sin disimulo-
Yamata: Espera... ¿no me pagaban el salario completo? -Preguntó, deteniéndose en seco con una expresión que mezclaba incredulidad y enfado-
La puerta se abrió de nuevo, esta vez con un golpe seco que interrumpió nuestra conversación. Entró Blackout, con esa presencia imponente que siempre lo caracterizaba. Mi postura cambió al instante; me enderecé en el asiento y fijé la mirada en el escritorio, dejando de lado cualquier comentario innecesario.
Blackout caminó hasta su lugar habitual, tomando asiento con la calma de alguien que siempre tiene el control. Yamata, por su parte, se acomodó en el mismo sillón que yo, pero mantuvo la distancia, como si no quisiera invadir demasiado mi espacio.
Blackaout: Bueno, Yamata. -Dijo con un tono que mezclaba formalidad y orgullo mientras sacaba un pequeño cofre metálico de uno de los cajones-. Será un honor tenerte como miembro oficial de Death Dealers. Bienvenida, Yamata, o más bien dicho, Four Eyes.
Ella inclinó ligeramente la cabeza, aceptando el reconocimiento con una leve sonrisa que, aunque escasa, delataba su satisfacción.
Yamata: Gracias, señor. El honor es mío. -Respondió con un tono ligero de orgullo, aunque su formalidad la hacía sonar neutral-
Blackout abrió el cofre, revelando un pequeño pin de plata con el logo de la agencia. Un símbolo sencillo, pero cargado de significado. Yamata tomó el pin con cuidado, como si fuese un trofeo, mientras Blackout asentía con aprobación.
La observé en silencio, preguntándome qué pasaba por su mente. Yamata siempre me había parecido un enigma. Una joven de aproximadamente 23 años, antisocial y con una obsesión peligrosa por los virus y venenos. Su apodo de "Doctora Muerte" no era una exageración; se lo había ganado a pulso con sus creaciones letales. Sin embargo, en el campo, todos la conocían como Four Eyes por la peculiar máscara de gas que usaba, diseñada para parecer que tenía cuatro ojos oscuros y penetrantes.
Sabía de su pasado gracias a su expediente. Había crecido en Japón, en el seno de una de las mafias más poderosas del país. Su padre, el líder de la organización, le enseñó a manejar armas desde pequeña, moldeándola para sobrevivir en un mundo cruel. Pero Yamata no era solo violencia; había estudiado virología y usado ese conocimiento para alimentar su faceta más peligrosa como asesina. Una mente brillante en un cuerpo pequeño, pero con una voluntad férrea.
De repente, la puerta se abrió de golpe, sacándome de mis pensamientos. Entró Miles, con pasos decididos que resonaron en la sala. Su expresión era seria, casi desafiante, algo que no solía mostrar a menudo.
Blackout: ¿Ravager? No recuerdo haberte llamado. -Dijo con un tono de confusión por la repentina llegada de su otro empleado-
Miles: No, señor, y ya no pienso hacerlo de ahora en adelante. -Mencionó sin expresión alguna en su rosto, sin emoción alguna en su voz-
Miles dejó un papel doblado sobre el escritorio de Blackout y lo deslizó con cuidado hacia él. Blackout lo tomó, y mientras leía, su expresión se endureció ligeramente, aunque su sorpresa era evidente en el leve arqueo de sus cejas.
Blackout: Ravager, ¿Qué significa esto? -Preguntó, incrédulo por lo que leyó en aquel papel-
Miles: Ya no me llame así. Ahora soy solo Miles. -Dijo con un tono firme, casi desafiante-. Y sí, señor, es mi renuncia. Renuncio.
El aire en la oficina se volvió denso. Blackout dejó el papel sobre la mesa y lo miró fijamente, pero Miles no se inmutó. Su determinación era evidente; estaba harto, y esta era su forma de demostrarlo.
Miles: Yo ya junté mis cosas, ahora mismo me largo -Dijo con firmeza, mientras avanzaba hacia la puerta, su voz tan cortante como su determinación-
Cuando pasó junto a mí, se detuvo un instante. Sin girar la cabeza, extendió la mano y me dio un par de palmadas en el hombro. Su toque fue sorprendentemente suave, casi como si temiera lastimarme.
Miles: Cuídate, idiota -Añadió con un tono que mezclaba seriedad y un leve dejo de preocupación-
Me quedé mirándolo, perplejo. ¿Desde cuándo Miles se preocupaba por mí? Ese gesto, aunque mínimo, se sintió más humano de lo que esperaba de él. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se cerró tras él con un golpe seco, marcando su partida definitiva.
Mientras la oficina caía en un incómodo silencio, volví a mirar hacia Blackout, quien observaba la renuncia firmada como si fuera un papel cualquiera. La dejó a un lado del escritorio con un movimiento desinteresado, como si no le importara en lo más mínimo.
Blackout: Bueno, ¿en qué estaba? -Preguntó con un tono despreocupado, tamborileando los dedos sobre la mesa-. Ah, sí. Four Eyes, tu oficina está en el piso 10, sección B, número 34 -Dijo mientras giraba ligeramente su silla hacia Yamata, mirándola con ojos calculadores-
Yamata: Gracias, señor -Respondió con una inclinación de cabeza, su tono tan neutro como su expresión, pero sus manos temblaban ligeramente al sujetar la insignia que acababa de recibir-
Blackout: Es todo por ahora. Puedes retirarte -Añadió, haciendo un gesto vago hacia la puerta-
Sin decir nada más, Yamata se levantó, guardando la insignia en el bolsillo de su chaqueta con movimientos metódicos. Caminó hacia la salida con pasos firmes, aunque algo lentos, como si aún no terminara de asimilar lo que acababa de suceder. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Blackout se recargó en su silla, cruzando los brazos mientras me dirigía una mirada inquisitiva.
Blackout: Bien, ¿y tú qué quieres? -Dijo, con un tono que denotaba ligera impaciencia-
Jacob: Verá, es sobre pedir un permiso -Respondí, enderezándome en el asiento-
Blackout: ¿Un permiso? -Repitió, arqueando una ceja mientras me estudiaba con esos ojos afilados-. ¿De qué tipo?
Jacob: Para faltar el sábado, es que... tengo un compromiso familiar -Dije, intentando mantener mi tono firme, aunque sentía el peso de su mirada-
Blackout se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio mientras entrelazaba los dedos. Sus ojos se estrecharon y su voz adquirió un matiz severo.
Blackout: Déjame adivinar: tu esposa, ¿verdad? -Preguntó con un ligero gruñido-. Muchacho, ya te lo he dicho antes. Esa mujer será tu debilidad, tu ancla.
Sus palabras eran como una daga, pero me armé de valor.
Jacob: Esa mujer es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida. Ella estuvo para mí cuando tú no estabas, papá -Solté, dejando que mi tono se endureciera en las últimas palabras-
El rostro de Blackout se tensó. Por un momento, pareció sorprendido, pero rápidamente recuperó su compostura.
Blackout: ¿Qué te he dicho sobre llamarme así? -Espetó, su voz cargada de reproche-
Jacob: ... Señor. Lo siento, señor -Dije, bajando ligeramente la cabeza, aunque aún sentía una punzada de resentimiento-
Blackout suspiró pesadamente, pasándose una mano por el rostro. Finalmente, asintió, aunque sin mucha convicción.
Blackout: Bien, tienes permiso para faltar. Pero vete ya, no tengo tiempo para más tonterías. -Mencionó, con un cierto tono que denotaba su molestia-
Me levanté del sillón, asintiendo en silencio. Caminé hacia la puerta con paso lento, sintiendo un nudo en el estómago. Decirle "papá" después de tanto tiempo se sintió extraño... incómodo.
Cuando salí, escuché un resoplido pesado detrás de mí.
Blackout: Papá... Cómo que papá... -Murmuró en voz baja, su tono cargado de incredulidad-. Hacía tiempo que el mocoso no me decía así...
Él es mi padre, sí. Aunque, a decir verdad, no parece que lo sea. Mi infancia estuvo marcada por su ausencia. Pasaba días, semanas, incluso meses sin verlo, siempre ocupado con su "trabajo". Nunca fue un padre afectuoso, ni siquiera cercano.
Mis recuerdos están llenos de entrenamientos duros y fríos. Cuando otros niños jugaban con sus padres, él me enseñaba a disparar, a pelear, a sobrevivir. Una vez me encerró en una habitación helada para "fortalecerme". Salí con quemaduras por el frío. ¿Qué tipo de padre hace eso?
Pero eso no importa ahora. Yo seré diferente. Con mi futura hija, seré el padre que nunca tuve. Le daré el amor y el tiempo que él me negó. Porque ella lo merece, y porque sé cómo se siente crecer sin un verdadero padre.
[...]
Desde otro lugar, en un rincón del infierno, un lobo antropomórfico vestido con un chaleco rojo ajustado y un gafete que llevaba su nombre estaba de pie entre los pasillos de un supermercado. Su expresión era una mezcla de resignación y aburrimiento, reflejada en sus ojos rojos que apenas parpadeaban al mirar los estantes frente a él.
Había pasado meses desde que llegó a este nuevo y eterno tormento, y finalmente había conseguido un trabajo. Un empleo que, para su alivio, no requería empuñar armas, infiltrarse en sitios peligrosos, asesinar por dinero ni arriesgar su vida por causas cuestionables. No, este era distinto. Solo debía acomodar productos en los estantes y lidiar con las interminables quejas de los clientes... algo que, aunque menos letal, podía llegar a ser igual de agotador.
El lobo, que ahora era conocido como Waylon, pasó una garra por su frente mientras suspiraba profundamente. Su cola se movía de un lado a otro con un ritmo irregular, delatando su frustración contenida mientras se inclinaba para recoger un par de latas caídas en el suelo.
Waylon: ¿Cómo rayos terminé aquí? -Murmuró entre dientes, dejando las latas en el estante con más fuerza de la necesaria, como si quisiera descargar algo de su molestia en ellas-
Un cliente pasó cerca, un demonio bajo y robusto con cuernos diminutos, y le lanzó una mirada de reproche. Waylon rodó los ojos con fastidio, cruzándose de brazos mientras veía al pequeño demonio alejarse murmurando algo ininteligible.
Waylon: Genial, ahora hasta los enanos cornudos se creen mis jefes... Esto no puede ser más patético. -Gruñó por lo bajo, sacudiendo la cabeza antes de enderezar el chaleco sobre su torso-
Miró alrededor del pasillo, asegurándose de que nadie más estuviera observándolo, y luego se dejó caer contra el estante más cercano, soltando un largo y pesado suspiro.
Waylon: Al menos no tengo que preocuparme por balas, cuchillos o bombas... Solo por... latas y clientes... Y pensar que antes era alguien temido... -Murmuró, su tono cargado de sarcasmo y una pizca de nostalgia amarga-
Se llevó una garra al rostro, masajeando sus sienes con cansancio. Aunque su nueva vida era mucho menos peligrosa, Waylon no podía evitar sentir que había caído en un nuevo tipo de infierno, uno más monótono, pero igual de sofocante.
En ese momento, un grito estridente resonó desde otro pasillo.
Cliente: Señor! ¡Señor! ¡Este producto tiene un precio distinto en la caja!
Waylon cerró los ojos y respiró profundamente, como si buscara reunir toda la paciencia que le quedaba.
Waylon: ... O tal vez este sí sea el peor tipo de infierno. -Gruñó para sí mismo antes de encaminarse al origen del escándalo, con las orejas gachas y su paciencia al borde del colapso-
Y así, su día continuaba, un recordatorio constante de cómo había cambiado su vida desde aquellos días de peligro y gloria.
Narra Waylon
Ha pasado bastante tiempo desde que llegué al infierno, y, bueno... creo que ya entiendo cómo funcionan las cosas por aquí. Más o menos. Digo, no es que me haya adaptado al cien por ciento, pero al menos ya no me pierdo intentando encontrar la salida de mi apartamento. Eso ya es algo, ¿no?
Cuando llegué, literalmente estaba muriéndome de hambre. Bueno, no literalmente porque, ya saben, estoy muerto. Pero realmente estaba jodido, así que tuve que buscarme la forma de "ganarme la vida". O algo así, porque aquí "vida" es un concepto bastante relativo.
Conseguí este trabajo. No gano ni de cerca lo que ganaba antes, pero es suficiente para pagar un techo y algo de comida. Y aunque no me malinterpreten, el infierno no es tan malo... bueno, si ignoras que aquí reina el crimen y la corrupción, claro. Pero, en términos generales, puedes llevar una existencia más o menos normal. Aquí todos tienen un empleo, ganan dinero, tienen una casa y hasta hay familias... Sí, familias. Es... curioso. Casi tierno. Aunque luego están esos demonios de mierda que te hacen preguntarte por qué carajos alguien los aguanta.
A veces me siento raro... Vacío, incluso. Han pasado meses y no he matado a nadie. Ni una sola alma. ¿Qué tan jodido está eso? Era mi vida, lo que hacía mejor que nadie, y ahora... aquí estoy, acomodando productos y escuchando quejas idiotas de clientes.
Pero, dejando de lado mis frustraciones, hay cosas bastante interesantes sobre este lugar. Para empezar, aquí la policía es un chiste. No les importa un carajo el crimen, siempre y cuando reciban su paga. Es como una versión más honesta de la policía humana, diría yo.
Otra cosa que aprendí es que aquí hay realeza. ¿Saben? Castillos, títulos, magia, todo eso. No es que sepa mucho de religión, pero he escuchado cosas mientras estoy aquí. La familia Goetia es como la realeza del infierno; no sé exactamente qué los hace tan especiales, pero aparentemente tienen poderes y magia demoníaca.
También hay clasismo. Sí, incluso en el infierno hay jerarquías. Es como una pirámide, y adivinen quién está en la base... Sí, yo. Soy un hellhound, un sabueso infernal, lo más bajo de lo bajo. Básicamente, somos tratados como esclavos, matones, o guardaespaldas. Siendo honesto, creo que incluso los diablillos, o "imps" como les llaman, están mejor que nosotros.
Y luego están los Overlords, casi olvido mencionarlos, aunque ellos están por el punto medio de la pirámide. He oído que son pecadores que llevan siglos aquí y, por algún motivo, adquirieron poderes. Algunos hicieron tratos con Lucifer, otros vendieron sus almas a Satanás... Ya saben, lo típico. No estoy seguro de cómo funciona eso, pero he visto a otros pecadores con habilidades que no puedo explicar. Me hace preguntarme... ¿tendré yo algo parecido? Hice muchas cosas en vida, cosas que no están en ningún manual de moralidad. Pero aquí estoy, sin poderes, sin magia. Solo un simple hellhound tratando de no ser aplastado por esta maldita pirámide social.
Así que, aquí estoy, sobreviviendo. No sé si esto es un avance o solo otro tipo de condena, pero al menos no tengo que preocuparme por las balas... por ahora.
[...]
Han pasado tres semanas desde que Miles renunció. Ahora solo trabajo con Yamata, y con el tiempo, he llegado a conocerla un poco mejor. Debo admitir que no es la idiota que creí que era al principio. Cuando trabajaba en la otra agencia, sí, era una completa cretina, pero como persona... su compañía resulta bastante agradable. Hace bien su trabajo, es higiénica, ordenada y no anda haciendo bromas inmaduras como solía hacer Miles. Sin embargo, todavía me pregunto qué fue de él.
Ese día me encontraba en un parque. Allison se había quedado en casa mientras yo salía a hacer algunas compras. Decidí tomarme un respiro y relajarme en una de las bancas. El aire fresco ayudaba a despejar mi mente. Últimamente, he pasado más tiempo con mis suegros, lo cual me hace perder horas de trabajo, o incluso faltar del todo solo para quedarme con Allison. Eso, por supuesto, no tiene a Blackout muy contento. Aunque, ¿por qué debería importarme? Ese hombre puede haberse encargado de engendrarme, pero nunca fue un padre para mí. Para él, siempre seré Shadow, y para mí, él siempre será Blackout.
Miles: ¿Está ocupado? -Preguntó, con una ligera sonrisa y las manos metidas en los bolsillos-
Levanté la mirada, sorprendido. Apenas había pensado en él y ahí estaba, parado frente a mí como si el destino hubiera decidido jugarme una broma.
Jacob: Hey, Miles. ¿Cómo te ha ido? -Pregunté, devolviéndole una sonrisa-
Miles: La verdad, no me quejo. Me mudaré a Eslovaquia -Respondió con un tono despreocupado, encogiéndose de hombros-. Hay un restaurante bastante grande al que le eché el ojo, y bueno, ya sabes que cocino de maravilla.
Jacob: Entonces cumplirás tu sueño de ser chef. Me alegro por ti -Dije, genuinamente feliz por su decisión con una pequeña sonrisa-
Miles se sentó a mi lado, suspirando como si hubiera cargado un peso durante mucho tiempo.
Miles: Sabes... no quiero meterte miedo, pero creo que deberías cuidarte un poco de Blackout -Mencionó, bajando la voz-
Fruncí el ceño, sorprendido por su comentario.
Jacob: ¿Por qué lo dices? -Pregunté, intrigado-
Miles: No lo sé... El día que renuncié, me llamó por la noche. Intentó convencerme de que me quedara, diciendo cosas como "no te quedes abajo" o "no termines como Waylon" -Respondió, mirando al suelo mientras hablaba-
El nombre de Waylon me hizo tensarme. ¿"Terminar como Waylon"? Pero Waylon murió por una trampa... ¿Qué quiso decir Blackout con eso?
Jacob: Espera... ¿estás diciendo que terminar muerto? ¿Por qué? -Pregunté, intentando sonar calmado, aunque mi mente ya comenzaba a llenarse de dudas-
Miles: Me pregunto lo mismo. ¿Waylon realmente murió por una trampa, o fue... asesinado? -Preguntó, mirándome a los ojos con seriedad-
Mis labios se entreabrieron, pero no salieron palabras. Sentí cómo el aire se volvía más denso.
Jacob: ¿Qué quieres decir con eso? -Logré preguntar finalmente-
Miles: En el hospital me dijeron que estaba mejorando. Incluso mencionaron que pronto le quitarían las vendas. Pero de un día para otro, murió. Algo no cuadra, Jacob. -Dijo con seriedad-
Jacob: ¿Y crees que Blackout tenía algo que ver? -Pregunté con incredulidad, aunque una parte de mí sabía que la posibilidad no era tan descabellada-
Miles: No lo sé. Pero recuerdo lo que me dijo una vez... Trabajar como asesinos nos hace ganar demasiados enemigos. Ellos aprovecharán el más mínimo error para acabar con nosotros.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, pesadas como una sentencia. Miré al horizonte, con el corazón latiéndome más rápido de lo que quería admitir.
Jacob: Mierda... Allison... -Murmuré con preocupación, frotándome el rostro-
Miles: Amigo, no debes preocuparte tanto por ella. -Dijo con tono tranquilo, mientras apoyaba su codo en el respaldo de la banca-. Veamos, eres el asesino más cabrón que conozco. No creo que haya alguien tan loco como para intentar joderte. -Agregó con una sonrisa confiada-
Jacob: A menos que en verdad sí esté loco. -Repliqué, soltando un suspiro pesado-
Miles: Lo sé... aunque, si te sirve de consuelo, creo que los Death Dealers ofrecen cierto servicio al trabajar ahí. -Dijo mientras alzaba la vista pensativamente-. No recuerdo el nombre exacto, pero implica que ocultan todo rastro de nuestros datos personales... y de paso, limpian las escenas del crimen. -Explicó con calma-
Jacob: Entonces... ¿el único que podría dar con mi verdadera identidad tendría que revisar los archivos y la base de datos de la agencia? -Pregunté, intrigado-
Miles: Básicamente. -Respondió asintiendo-. Y además, recuerda que el edificio está lleno de asesinos, incluyéndote a ti. No creo que alguien sea tan idiota como para intentar infiltrarse con toda esa seguridad. Puedes estar tranquilo, Jacob.
Jacob: Sí... supongo que tienes razón. -Admití, aunque aún con cierta inquietud en la voz-
Miles se puso de pie con un movimiento decidido, sacudiendo ligeramente su abrigo.
Miles: Bueno, la verdad fue un gusto verte. -Dijo con una sonrisa sincera-. Pero debo irme... Tengo que rezarle una última vez a mi esposa antes de decir adiós.
Jacob: Está bien, amigo... Nos veremos del otro lado. -Respondí, devolviéndole la sonrisa-
Miles extendió su puño hacia mí con ese gesto típico entre amigos. Lo entendí de inmediato y choqué mi puño contra el suyo. Luego, me dio unas palmadas en el hombro y, sin decir más, se giró y comenzó a alejarse.
Lo observé mientras caminaba, su figura desapareciendo lentamente en la distancia, rumbo al lugar donde empezaría una nueva vida.
Jacob: Me alegro mucho por ti, Miles... -Susurré para mí mismo, mientras una mezcla de nostalgia y orgullo se apoderaba de mi pecho-
[...]
Era de noche. La iglesia estaba desolada, sumida en un silencio casi sepulcral. Solo una figura permanecía en su interior, arrodillada frente al altar. Miles, con las manos juntas y los ojos cerrados, parecía cargar un peso invisible sobre sus hombros.
Narra Miles
Mi querida Lucy...
Tu esposo debe irse. Debe empezar de nuevo, construir otra vida, aunque sea tarde para hacerlo bien. He cometido miles y miles de pecados imperdonables. ¿Por qué no te hice caso cuando me pediste que renunciara? Y aquí estoy ahora... arrepintiéndome de cada decisión que tomé.
Voy a seguir mi sueño, ese que siempre quisiste que cumpliera. Voy a ser chef, Lucy, en un gran restaurante, uno lo suficientemente bueno como para que todos hablen de mi cocina. Lo haré, lo prometo, aunque ya no estés aquí para verme hacerlo.
Miles apretó las manos con más fuerza, su voz temblando mientras hablaba.
Miles: Si en verdad me escuchas... lamento haberte dejado ese día... Ese maldito día en el que te abandoné y te dejé morir -Murmuró, con los labios apretados y un brillo de lágrimas en sus ojos cerrados-. Tú me llevaste siempre en tus brazos. Siempre me apoyaste. Te aseguraste de que estuviera bien, de que tuviera todo lo que necesitaba...
Abrió los ojos lentamente, mirando hacia el altar con una mezcla de tristeza y determinación.
Miles: Y entonces... no hubo nadie que pudiera hacer lo mismo por ti. Nadie más que yo, y aun así te fallé. Sé que no estarías contenta con solo desaparecer, no tú, mi esposa. No mi Lucy.
Miles dejó caer las manos sobre sus rodillas, inclinándose hacia adelante, como si el peso del recuerdo lo aplastara.
Miles: Así que ahora... ahora es mi turno. Mi turno de llevarte en mis brazos, como tú lo hiciste conmigo.
El silencio de la iglesia se hizo aún más profundo, como si incluso las sombras respetaran el dolor que invadía el lugar.
Aunque... habían sombras no respetaban su luto. De hecho, se acercaban lentamente, como depredadores acechando a su presa.
Miles abrió los ojos de golpe, alerta. En un movimiento fluido y rápido, se levantó de rodillas, sacó una pistola de su abrigo y disparó dos veces hacia las figuras que emergían de las sombras. Ambos cuerpos cayeron al suelo con un ruido sordo.
Miles: Me encontraron... -Gruñó con los dientes apretados, mientras sus ojos escudriñaban el lugar-
Desde debajo de las bancas de la iglesia, emergieron más figuras, siete en total. Vestían trajes negros impecables, pero todos llevaban un distintivo peculiar: un pin con dos pistolas cruzadas y un cuchillo en el centro.
Miles apretó la mandíbula al reconocer el símbolo.
Miles: Death Dealers... -Murmuró con desdén-. Lo sabía. Blackout los mandó, ¿verdad? -Preguntó con un tono mordaz, aunque ya sabía la respuesta-
Ninguno de ellos respondió. En lugar de palabras, sacaron sus armas de fuego y apuntaron sus miras láser directamente hacia él.
Miles no esperó a que abrieran fuego. Se lanzó hacia un pilar cercano, usando la sólida estructura como cobertura mientras las balas comenzaron a silbar a su alrededor.
Miles: Censuremos esto, terminará violento... -Dijo en voz baja, con una sonrisa sardónica antes de volver a la acción-
La escena se transformó en un caos absoluto. Los disparos resonaban, rebotando en las paredes de la iglesia. Gritos ahogados, impactos sordos y el crujir de huesos llenaron el espacio sagrado.
Minutos después, el lugar estaba sumido en un silencio mortal. Miles permanecía en pie, apenas. Su torso desnudo estaba cubierto de heridas, con varios disparos incrustados en su piel. Su cabeza sangraba profusamente, y sus pantalones estaban desgarrados, mostrando marcas de balas y sangre seca. Respiraba con dificultad, jadeando mientras observaba el resultado de la masacre.
A su alrededor yacían cuerpos inertes. Algunos tenían agujeros de bala en el pecho, otros mostraban cortes precisos en el cuello, mientras que varios habían sido brutalmente golpeados hasta morir. La sangre manchaba las bancas y el suelo, mezclándose con los restos de los vitrales rotos que habían caído durante la pelea.
Miles tosió, llevándose una mano ensangrentada al costado.
Miles: Mierda... -Escupió con dificultad, tratando de recuperar el aliento-. Parece que Blackout contrata a cualquier pendejo... -Añadió con un tono cansado, antes de dejarse caer pesadamente contra un pilar, todavía alerta por si alguien más aparecía-
Miles avanzaba tambaleándose, con cada paso sintiendo cómo el peso de su propio cuerpo lo traicionaba. Estaba agotado, adolorido, y sus heridas abiertas drenaban lo poco que le quedaba de fuerza. Al llegar a la puerta, la empujó lentamente, apenas logrando abrirla.
Pero apenas cruzó el umbral, su cuerpo se congeló. Docenas de puntos láser rojos rodearon su figura, todos apuntando directamente a él. Frente a él, un grupo de asesinos se alineaba con precisión militar, portando armas letales. Sin embargo, uno de ellos avanzó, destacándose del resto. Portaba una pistola distinta, con el logo de la agencia grabado en su costado.
Blackout: Fuiste uno de mis mejores asesinos, Ulrich... -Dijo con un tono calmado y casi nostálgico, mientras caminaba hacia él con pasos medidos-. Incluso ahora, sin ser parte de los Death Dealers, tus habilidades siguen sorprendiéndome. Mataste a nueve élites tú solo... Dime, ¿cómo te hace sentir eso? -Preguntó con una sonrisa fría, casi burlona-
Miles, jadeando, alzó la mirada, con una mueca de dolor y odio en su rostro.
Miles: Mientras más hablas, más ganas me dan de golpearte. -Gruñó con voz rasposa-. Tú asesinaste a Waylon, ¿verdad? -Preguntó directamente, con los ojos encendidos por la furia-
Blackout sonrió con suficiencia.
Blackout: Acertaste. Desde hace tiempo sospechabas, ¿verdad? -Dijo con un tono teatral, como si disfrutara del momento-
Miles: Desde que me llamaste aquella noche... Fue muy evidente tu estupidez al hacer ese comentario. -Escupió con desdén, apenas logrando mantenerse de pie-
Blackout soltó una risa breve y controlada.
Blackout: ¿Sabes? Esto me recuerda a esas películas de espías que tanto me encantan... -comentó, girando su pistola en la mano mientras daba un par de pasos hacia un lado-. Donde yo te cuento todo mi malévolo plan y las razones detrás de mis acciones, mientras tú, de alguna forma, piensas en un absurdo plan para escapar en el último momento. -Sonrió con un brillo irónico en sus ojos-
Miles apretó los dientes y lo miró con desafío.
Miles: Suena bien para mí. -Respondió, irónico, sin apartar su mirada de Blackout-
Blackout: -Dejó caer su sonrisa- Pues esto no es esa clase de películas. -Declaró con firmeza, levantando su puño en señal de orden-
Sin dudarlo, los asesinos alrededor abrieron fuego.
Las balas llovieron sobre Miles sin piedad. Su cuerpo se sacudió violentamente con cada impacto, mientras sus intentos de respirar se convertían en un jadeo desesperado. Su pecho, sus brazos, sus piernas, todo quedó perforado por cientos de disparos. Finalmente, cayó de rodillas al suelo, con la cabeza inclinada hacia adelante.
Intentó alzar la vista, su rostro empapado en sangre y su respiración entrecortada, hasta que logró fijar su mirada en Blackout, quien lo observaba con una mezcla de desprecio y superioridad.
Con un esfuerzo titánico, Miles intentó ponerse de pie, pero sus piernas no respondieron. Volvió a caer sobre sus rodillas, tambaleándose al borde del colapso. Aun así, levantó el rostro una última vez, solo para encontrarse con el cañón de la pistola de Blackout apuntándole directamente a la frente.
Blackout: Salúdame a Waylon. -Dijo con voz fría, mientras apretaba el gatillo sin titubear-
El disparo resonó en el aire, y la cabeza de Miles retrocedió bruscamente. La bala atravesó su cráneo, dejando un rastro de sangre y fragmentos en el aire antes de que su cuerpo sin vida cayera de espaldas al suelo.
El silencio volvió a reinar en el lugar, roto únicamente por el eco del disparo que se desvanecía en la noche.
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