Dúos en distintos lugares

Narra Miles

Con que este fue mi destino... Mi final. Morir bajo una lluvia de balas, traicionado por mi propio jefe. Pero ¿es esto todo lo que queda para mí? ¿Un oscuro vacío donde mi alma está condenada a vagar, varada en la nada? Había esperado un infierno ardiente, el lugar que me corresponde por los innumerables pecados que cometí. Un anillo eterno donde los violentos sufren su castigo, pero esto... esto es peor. Estar solo. Estar en nada.

¿Es este el verdadero infierno? No, no lo creo. Llevo años reflexionando sobre estas creencias, y dudo que esto sea el destino final. Quizá este vacío no es más que un breve espacio entre mis últimos pensamientos y...

Algo me interrumpió. Una sensación. Una presión que se apoderó de mí. Como si el viento se convirtiera en un peso insoportable, aplastándome...

No pude terminar de pensar cuando, de repente, fui impactado violentamente contra el suelo.

Miles: ¡Carajo! -Exclamé, entre el dolor y la sorpresa-

Abrí los ojos lentamente. Ante mí, un cielo teñido de carmesí, un rojo tan intenso como la sangre misma. Intenté procesar lo que veía mientras mi cuerpo se estremecía por el impacto. Me levanté despacio, sobándome la espalda, aún adolorido, y observé mi entorno con detenimiento. Ahora lo sabía con certeza: estaba en el infierno. Finalmente, pude confirmar mis sospechas y creencias.

Miles: Siempre tuve la razón... -Susurré, con un tono entre resignado y sarcástico-

El infierno es real. Y si eso es cierto, entonces también debe haber un paraíso. Lucy... al menos sé que tú estás en ese lugar.

Según lo que siempre creí, el infierno no es solo sufrimiento eterno. Es otra vida, una existencia distinta en un lugar hostil, rodeado de demonios y peligro constante. Básicamente, es como empezar de cero. Pero aquí, cualquier error podría costarme lo que sea que quede de mi existencia.

Me asaltó otra duda mientras inspeccionaba mi cuerpo con creciente desconcierto: ¿Qué soy ahora? ¿En qué clase de demonio me he convertido? La sensación de no tener armas conmigo me invadió como una sombra inquietante. Siempre había dependido de ellas en vida, y ahora, sin esa seguridad, me sentía desnudo y vulnerable.

Bajé la mirada hacia mis manos. Eran pálidas, tan blancas que casi parecía que la sangre había abandonado por completo mi cuerpo. La piel lucía tirante, artificial, y algo en su textura me recordaba al cuero desgastado. Mis dedos y manos estaban cubiertos de costuras, cicatrices grotescas que seguían patrones desiguales en mis brazos, como un mapa del sufrimiento que había padecido.

Las costuras marcaban cada lugar donde había recibido los disparos que me arrancaron la vida. Podía casi sentir el eco de aquellos momentos finales: la quemazón de las balas perforando mi carne, el calor de la sangre escapando, la fría oscuridad que se apoderó de mí. Pero ahora... esas heridas no eran más que cicatrices de hilo, señales de que algo o alguien había tomado mi cuerpo roto y lo había reconstruido con un propósito que aún no comprendía.

¿Soy una criatura remendada? ¿Un experimento? ¿Un error? Pasé mis dedos por una de las costuras de mi antebrazo. La piel cocida no era sensible como antes, pero el roce evocaba una sensación incómoda, como si mi mente aún no aceptara por completo lo que había sucedido.

Miles: Bueno... supongo que debo ir hacia allá. -Observé a lo lejos, donde algo parecido a una ciudad emergía entre las sombras y las llamas-. Aunque, sinceramente, nunca pensé que esta versión del infierno fuera la correcta.

Y así, con pasos firmes, me encaminé hacia el corazón de este nuevo mundo. Sin armas, sin aliados... pero con la certeza de que, pase lo que pase, sobreviviré. Siempre lo hago... Bueno, no siempre.

[...]

Una mañana más... Estaba en el sillón, acurrucado junto a Allison, mi mano acariciando su vientre redondeado. Nuestra pequeña casa crecía dentro de ella, y cada día me sentía más cerca de la idea de ser padre.

Jacob: Cielo... ¿Crees que nuestra hija debería conocer a... bueno, mi padre? -Pregunté, dudoso, mientras seguía acariciando suavemente su vientre-

Allison: Sin ánimos de ofender, amor, pero tu padre merece ahogarse con su propia lengua. -Respondió con firmeza, aunque sin perder ese tono dulce que siempre tenía conmigo-

Jacob: -Reí un poco por su comentario- Bueno, está decidido. No conocerá a mi padre. -Dije, tratando de aligerar el ambiente-

Allison cambió ligeramente de posición, sus ojos se fijaron en mí con una mezcla de curiosidad y seriedad.

Allison: Amor, me estuve preguntando algo... -Dijo mientras acariciaba mi mano, que aún descansaba sobre su vientre-

Jacob: ¿Qué pasa, amor?

Allison: ¿Juras siempre protegernos a mí y a tu hija?

Esa pregunta me llegó directo al corazón. ¿Qué si lo juro? Por Dios, daría mi vida sin dudarlo. Allison y nuestra hija son lo único que da sentido a mi existencia. Son mi razón para vivir. Sin ellas... mi vida no sería más que un vacío.

Jacob: Cariño, cielo... Yo lo juro y lo prometo. -Dije, con el corazón en las manos-. Dalo por hecho. Por eso renunciaré a Death Dealers. No quiero exponerme, ni a ustedes ni a mí, a ningún peligro. -Mientras hablaba, sujeté sus mejillas con suavidad, acariciándolas-. Ustedes son mi mayor tesoro.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, y un rubor suave cubrió sus mejillas. Pude ver cómo en ese momento, su mirada se llenaba de amor, igual que aquella vez que le confesé mis sentimientos por primera vez.

Se inclinó hacia mí, hasta que nuestros labios se encontraron. Sus besos siempre me dejaban sin palabras. Me hacían sentir en paz, como si el mundo desapareciera y sólo existiéramos nosotros dos. Su aroma a rosas, el dulce sabor a fresas de sus labios, la suavidad de su piel... todo en ella era perfecto.

Mientras la besaba, pensé en lo afortunado que era. No sabía qué había hecho para merecer a una mujer como ella, pero sí sabía una cosa: si iba a morir, lo haría siendo el hombre más feliz del mundo, siempre a su lado, juntos incluso en la muerte.

Cuando finalmente se separó de mí para tomar aire, noté su cansancio. Su embarazo hacía que se quedara sin aliento rápidamente, pero incluso así, no dejaba de ser encantadora.

Allison: Cielos... Ahora me canso mucho al besarte. -Dijo con una sonrisa, algo divertida pero tierna-

Jacob: -Reí suavemente- ¿Necesitas agua, cielo? -Pregunté con ternura-

Allison: Sí, por favor. Gracias, amor. -Respondió mientras se recostaba un poco más, acariciando su vientre con cuidado-

Era de tarde, y el sol comenzaba a teñir el cielo con tonos anaranjados y violetas. Estaba sentado en la pendiente de un edificio, dejando que el viento fresco me despeinara mientras observaba el paisaje urbano. Era uno de esos momentos raros en los que encontraba un poco de paz, incluso estando en medio de horas laborales. Pero esta vez, tenía un pensamiento en mi mente que no me dejaba tranquilo. Mis últimos días en este trabajo horrible se acercaban, y un nuevo capítulo estaba a punto de comenzar.

Jacob: Con que... seré padre. -Dije en voz baja, como si necesitara escuchar mis propias palabras para creerlas-

De pronto, una voz interrumpió mi reflexión, sacándome de golpe de mis pensamientos.

Yamata: ¿Estás hablando solo? -Preguntó, con ese tono neutral que siempre usaba, como si todo le pareciera un chiste interno-

Jacob: ¡Mierda! -Exclamé, girándome rápidamente-. ¿Cuánto tiempo llevas ahí? -Pregunté, tratando de ocultar mi sobresalto-

Yamata: Apenas voy llegando. -Respondió mientras se acomodaba sobre la pendiente, sentándose a mi lado con la misma tranquilidad que siempre mostraba-. ¿Es cierto lo que dijiste? ¿Serás padre? -Preguntó, ladeando la cabeza con curiosidad-

Jacob: Sí... Lleva cinco meses. -Respondí, dejando que una pequeña sonrisa se formara en mis labios-

Yamata: Wow, nunca esperé que tuvieras pareja. -Dijo con una mezcla de incredulidad y burla en su tono-

La miré de reojo, frunciendo el ceño ligeramente.

Jacob: ... ¿Lo dices por burlarte o lo dices en serio? -Pregunté, tratando de descifrar su expresión-

Yamata: Un poco de las dos. -Respondió, encogiéndose de hombros con naturalidad mientras dejaba escapar una ligera sonrisa y se acomodaba mejor a mi lado-

Jacob: Claro... -Respondí, rodando los ojos-. Además, soy yo quien debería decirte eso.

Ella arqueó una ceja y me miró con interés.

Yamata: ¿Dices que nunca me verías con alguien? -Preguntó, como si la idea le divirtiera-

Jacob: Bueno, en cierta parte eres rara y también eres muy asocial. -Dije con un tono ligeramente burlón, pero sabiendo que ella no se ofendería-

Yamata: ¿Y quién necesita amor? Solo los necesitados. -Respondió con una sonrisa irónica, mientras miraba al horizonte, como si estuviera por soltar alguna filosofía sarcástica más-

En medio de nuestra conversación, el holograma de Blackout apareció frente a nosotros, proyectado por nuestros chips integrados. Su figura digitalizada flotaba con un aire de autoridad fría, como siempre.

Blackout: Tienen objetivos múltiples. Les conviene separarse para acabar pronto. -Dijo con su tono firme, sin dejar espacio para objeciones-

Yamata: ¿A quiénes buscamos? -Preguntó, cruzando los brazos mientras sus ojos se clavaban en la figura holográfica, impasible como siempre-

Blackout: La información de los objetivos llegó a su ENSAT. Respondió con calma-. El cliente los quiere muertos antes de medianoche. Buena suerte. -Y sin esperar otra palabra, cortó la comunicación, dejando un silencio momentáneo entre nosotros-

Suspiré y bajé la mirada a mi muñeca izquierda, donde el ENSAT brillaba con una tenue luz verde. Presioné varios iconos en la pantalla, y un holograma se desplegó frente a mí, proyectando la información de nuestros objetivos. Yamata observó por el rabillo del ojo, inclinándose ligeramente hacia mí.

Jacob: Son seis personas... -Dije, dejando que las palabras pesaran en el aire-

Yamata: Uno es visto frecuentemente en la zona industrial. Otro en el club de strippers. -Comentó mientras analizaba la lista con rapidez, su mirada calculadora recorriendo los datos-

Jacob: Uno está en el club de golf, otro en los muelles de la playa... -Mencioné, notando cómo el patrón comenzaba a formarse en mi mente-

Yamata: Los últimos dos... Qué raro, parece que están juntos. -Dijo mientras entrecerraba los ojos, fijándose en los detalles que parecían fuera de lugar-

Jacob: ¿Será que los seis están vinculados? -Pregunté, mis pensamientos ya comenzaron a atar cabos-

Yamata: Lo más probable es que sí. -Respondió sin dudar-. Yo iré por los del suroeste. Tú encárgate de los del este.

Jacob: Bien. Una vez termines, me hablas para ir juntos por los últimos dos. -Dije, ajustando la correa del ENSAT en mi muñeca, listo para moverme-

Yamata: Entendido. -Respondió con un leve asentimiento antes de levantarse, su figura ágil y decidida perdiéndose entre las sombras mientras se preparaba para la misión-

Me quedé por un momento mirando el holograma, repasando la información nuevamente. Cada nombre, cada ubicación, cada detalle era una pieza más en este oscuro rompecabezas. Al final, apagué el ENSAT y dejé que la adrenalina comenzara a llenar mis venas. Era hora de trabajar.

[...]

Narra Miles

Cielos... El infierno es... es justo como lo imaginé, aunque no completamente. Sí, pensé que el infierno sería una completa mierda, pero...

Demonio cabra: ¡Al suelo, al suelo ya! -Gritó con una voz ronca y llena de autoridad mientras apuntaba un arma hacia nosotros-

Así que esto es el infierno, como una réplica torcida de la vida real. Estaba en una tienda de 24 horas, rodeado de estantes polvorientos y un ambiente cargado de tensión. Frente a mí, un demonio con aspecto de cabra y otro con apariencia de toro parecían estar disfrutando su papel como ladrones de poca monta. Era justo como aquella biblia que leí en internet decía: "El infierno es como la vida en la Tierra, solo que repleta de demonios, mala dirección y desgracia."

Me encontraba en el suelo, con el rostro pegado al frío y sucio piso de baldosas, cuando giré ligeramente la cabeza hacia la izquierda. A mi lado estaba una chica pájaro, agachada y temblando. Su rostro, pálido y con forma de búho, reflejaba puro terror. Su cabello negro caía como una cortina hasta sus hombros, y vestía una camisa negra de tela delgada sobre una blusa floreada. Sus plumas, de un gris oscuro casi negro mate, brillaban bajo las luces mortecinas de la tienda.

Demonio tauro: ¡Rápido, mete todo a la puta bolsa! -Gritó con un rugido grave y lleno de impaciencia-

Demonio cabra: ¡Y ustedes ni se muevan! -Añadió, apuntándonos con su pistola mientras su compañero saqueaba la caja registradora-

Mis ojos se clavaron en el arma que sostenía. Parecía una Glock 18, pero... algo no cuadraba. El brillo del cañón, los detalles de la pintura... Espera. No mames, no me digas que...

Sin pensarlo mucho, comencé a levantarme lentamente, mis movimientos firmes y calculados.

Demonio cabra: ¡Quédate en el piso! -Gritó, retrocediendo unos pasos mientras me apuntaba con la pistola, su voz ahora temblando un poco-

No respondí. Mis ojos fijos en él, mi rostro completamente inexpresivo.

Demonio cabra: ¡Te lo advierto! -Volvió a gritar, ahora con un tono de desesperación-

Con un movimiento rápido, agarré el cañón del arma y lo doblé. El metal cedió con facilidad, partiéndose en dos. Una sonrisa sardónica se dibujó en mis labios al ver cómo el demonio cabra se daba cuenta de la verdad: el arma era de juguete, pintada con aerosol para lucir real.

Demonio cabra: Esto... -Murmuró con un hilo de voz, sus ojos abiertos como platos-

Antes de que pudiera reaccionar, lancé un puñetazo directo a su rostro. Sentí cómo mi puño se hundía en su cráneo, como si hubiera golpeado un saco de arena demasiado lleno. Sangre y dientes volaron por el aire, su cuerpo cayendo al suelo como un muñeco roto. El demonio yacía allí, inconsciente, con los ojos en blanco, el pómulo y el ojo amoratados, la nariz rota y sangrante, el labio partido y un espacio vacío donde antes estaban cinco de sus dientes frontales.

El silencio llenó el lugar por un breve instante, interrumpido solo por el débil quejido del demonio cabra.

Miles: Así que dime, grandote, ¿tu cuchillo también es de juguete? -Preguntó, cruzándose de brazos con una expresión relajada, aunque sus ojos destilaban un brillo peligroso-

El demonio tauro bufó, dejando caer el cuchillo al suelo con un estruendo metálico. Levantó ambos puños, adoptando una postura de pelea mientras gruñía.

Demonio tauro: No como ese idiota -Dijo, señalando al demonio cabra desparramado en el suelo-. Yo sí aguanto los golpes.

Miles: Vamos a ver cuánto aguantas -Replicó con una sonrisa irónica, girando el cuello para relajar los músculos mientras sus hombros se movían como si calentara antes de la acción-

El demonio tauro cargó como un toro real, bajando la cabeza para intentar embestirlo con sus enormes cuernos. Miles, con agilidad sorprendente, se apartó a un lado en el último momento, pero el demonio giró rápidamente y lanzó un golpe directo al rostro de Miles, obligándolo a bloquear con ambos brazos.

El impacto resonó como un trueno, y Miles dio un paso atrás, sintiendo el poder del golpe.

Miles: Vaya, eso fue interesante. ¿Es todo lo que tienes? -Preguntó mientras alzaba una ceja, con una mezcla de burla y desafío en su tono-

El tauro rugió, enfurecido por el sarcasmo, y lanzó una serie de puñetazos, cada uno con más fuerza y velocidad que el anterior. Miles esquivó dos, atrapó el tercero con una mano y desvió el cuarto, usando el brazo del demonio como palanca para torcerlo hacia atrás con una facilidad alarmante.

Demonio tauro: ¡Aaahhh! -Gritó cuando su brazo crujió, doblándose en un ángulo antinatural-

Antes de que el demonio pudiera reaccionar, Miles lo agarró por el cuello y lo lanzó contra una estantería cercana. El sonido de botellas y latas cayendo llenó la tienda mientras el tauro intentaba levantarse, tambaleándose.

Demonio tauro: ¡Bastardo! -Rugió, abalanzándose de nuevo con una furia ciega-

Esta vez, Miles no esquivó. En su lugar, atrapó al demonio por los cuernos mientras este cargaba y lo detuvo en seco, como si el enorme cuerpo del tauro no pesara nada.

Miles: Eres más lento de lo que pensaba -Dijo con una sonrisa torcida, antes de usar los cuernos como palanca para girar al demonio y lanzarlo contra el suelo con un estruendo-

El tauro intentó levantarse de nuevo, jadeando y con sangre goteando de su nariz.

Demonio tauro: ¡No he terminado contigo!

Con un último esfuerzo, el demonio lanzó un gancho derecho directo a la mandíbula de Miles. Pero este lo bloqueó con una sola mano, deteniéndolo en el aire.

Miles: ¿Eso es todo? -Preguntó con un tono de voz bajo, frío, como si hablara con un oponente que no valía la pena su tiempo.-

Miles levantó la otra mano, colocando dos dedos sobre el puño del tauro, y comenzó a doblarlo hacia atrás lentamente. El crujido de los huesos resonó en el lugar.

Demonio tauro: ¡Espera! ¡Detente! -Gritó con desesperación, cayendo de rodillas mientras su brazo quedaba inutilizado-

Miles lo soltó, permitiendo que el demonio cayera al suelo. Pero no terminó ahí. Tomó al tauro por el cuello de su camisa, levantándolo para mirarlo directamente a los ojos.

Miles: Qué decepción -Dijo con un tono bajo, casi susurrante, lleno de desdén, como si no valiera ni siquiera la furia de un grito-

Sin darle tiempo a responder, Miles lo remató con un brutal rodillazo en el rostro. El cráneo del demonio impactó contra el suelo con fuerza, dejando su rostro completamente destrozado: dientes esparcidos, nariz aplastada y ojos cerrados.

Miles se enderezó, sacudiéndose las manos como si se hubiera ensuciado al pelear. Miró alrededor, notando que todos los rehenes, incluida la chica pájaro, lo miraban con expresiones de asombro y miedo.

Miles: Bueno, ya pueden levantarse. Creo que estos dos ya no molestarán más. -Dijo con calma, su tono relajado contrastando con la escena de caos a su alrededor-

Los demás demonios comenzaron a levantarse lentamente del suelo, todavía temblando por el reciente enfrentamiento. Algunos miraban a Miles con una mezcla de miedo y gratitud. Después de murmurar unos apresurados "gracias", salieron de la tienda apresurados, como si temieran que Miles pudiera cambiar de opinión y volverse contra ellos.

Mientras tanto, el cajero, un pequeño demonio reptiliano con escamas verdes y ojos amarillos, tomó el teléfono para llamar a la policía. Sus manos temblaban al marcar, pero logró completar la llamada. Sabía que, al menos, esos dos desdichados demonios seguirían inconscientes cuando llegaran las autoridades.

Miles se giró hacia la chica pájaro, que ahora estaba de pie sacudiéndose el polvo de sus ropas. Aunque su postura intentaba transmitir calma, su mirada lo observaba con un asombro genuino, casi incrédulo.

Miles: ¿Te encuentras bien, chica? -Preguntó con tono neutral, aunque sus ojos la examinaron para asegurarse de que no estuviera herida-

???: He tenido peores días. Es casi una costumbre ser rehén en un asalto aquí abajo -Respondió con un tono seco, aunque sus plumas todavía estaban erizadas por los nervios-

Miles: Ya veo... Sí que el infierno es una puta mierda -Dijo mientras suspiraba y se pasaba una mano por el cabello. Luego señaló hacia la entrada de la tienda-. Bueno, ya estás a salvo, así que puedes seguir con lo que hacías. Yo haré una compra y me largaré.

Mientras caminaba hacia los estantes, el pequeño cajero reptil se acercó corriendo a él, su diminuta figura apenas alcanzándole a la cintura.

Cajero: Disculpe... Si quiere, llévese algo. Es lo mínimo que puedo hacer para agradecerle -Dijo mientras le daba unas palmadas torpes en la espalda baja para llamar su atención-

Miles: Bien, gracias -Respondió con un leve asentimiento-

Miles recogió lo que necesitaba: una botella de agua fría, una cajetilla de cigarros y un hot dog que estaba en una de las bandejas calientes. Pagó con un gesto de cabeza al cajero y salió de la tienda.

Se dirigió a una banca de una parada de autobús cercana, donde se sentó con calma. El hot dog tenía un sabor extraño, ligeramente ácido y con una textura que no pudo identificar. Mientras masticaba, su mente se llenó de teorías poco alentadoras sobre el origen de la carne, pero decidió que no valía la pena preocuparse. El hambre ganaba.

Después de terminar, bebió la mitad de su botella de agua y sacó un cigarro de su cajetilla. Mientras intentaba encenderlo, notó que alguien se había sentado junto a él. Era un demonio alto y delgado, de piel grisácea, vestido con un traje rojo brillante que contrastaba con su apariencia lúgubre. Sus ojos carmesíes parecían brillar con una intensidad antinatural, y una sonrisa enorme y perturbadora adornaba su rostro, como si fuera permanente.

Miles: Oye... ¿No tendrás lumbre? -Preguntó mientras sostenía el cigarro entre los dedos-

El extraño demonio amplió aún más su sonrisa, si es que eso era posible. Sin decir nada, levantó un dedo y, como un truco mágico, de la punta surgió una pequeña llama azulada que encendió el cigarro de Miles con un parpadeo hipnótico.

???: Aquí tienes, mi buen hombre -Dijo con una voz que resonaba como una vieja radio de fondo distorsionado, cada palabra llena de un eco metálico y tintineante-

Miles: Gracias -Respondió mientras daba una calada y soltaba el humo lejos del extraño-

???: No es nada. Todo por ayudar a un pecador más que necesita sucumbir a un vicio para relajarse -Dijo, sin perder la sonrisa que parecía tallada en su rostro-

Miles: Sí... Dijo mientras miraba al frente. Luego, levantó la cajetilla hacia el demonio-. ¿Gustas uno?

???: No, gracias. Me molesta el humo -Respondió con tranquilidad-

Miles: Como digas. -Exhaló el humo lejos del rostro de su interlocutor y, tras unos segundos de silencio incómodo, se levantó-. Bueno, cuídate, colega.

???: Un gusto hablar contigo y haber solucionado tu problema -Dijo, aún con la sonrisa inamovible, mientras inclinaba ligeramente la cabeza-

Mientras se alejaba, Miles no pudo evitar pensar en lo peculiar que era ese demonio. "Agradable, sí, pero perturbador como el demonio que es", pensó. Algo en esa sonrisa enorme y en esa voz antigua lo ponía en alerta, aunque no lo dejó mostrar.

Cuando pasó junto a un automóvil estacionado, algo llamó su atención. Se detuvo frente al cristal y vio su reflejo. Su cabello, antes negro como el carbón, ahora era completamente blanco, casi como la nieve. Sus ojos habían cambiado drásticamente: el blanco reemplazaba al iris, mientras que sus pupilas eran ahora líneas negras verticales, semejantes a las de una serpiente. Pero lo más impactante eran las marcas. Su rostro y cuello estaban cubiertos de costuras gruesas y oscuras, como si alguien hubiera cocido su cuerpo a mano. También notó las mismas costuras en sus manos y brazos.

Miles: Vaya, parece que el infierno sí me dejó huella... -Dijo en voz baja mientras observaba cada detalle de su rostro, su expresión serena oculta una mezcla de sorpresa y aceptación-

Con un último vistazo al reflejo, continuó su camino sin rumbo, el humo de su cigarro disipándose en el aire denso del infierno.

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