Despertar
Han pasado unos meses desde aquella misión, y la vida en casa ha tomado un ritmo distinto. Mi dulce esposa, Allison, ya muestra orgullosamente su vientre de cuatro meses. Es increíble ver cómo su cuerpo se ha ido transformando para dar vida a nuestra pequeña. Cada día que pasa, la realidad de ser padre se vuelve más tangible, más cercana. El tiempo corre, y con solo cinco meses restantes antes de dejar atrás esta vida de asesino a sueldo, la presión por reunir el dinero suficiente se siente cada vez más fuerte. Debo asegurarme de que a nuestro bebé no le falte nada.
Renunciar al trabajo no es solo una cuestión de supervivencia o moral, es también una promesa que le hice a Allison y a mí mismo. Pero después de dejar esta vida, surge una pregunta inquietante: ¿qué haré? Terminé mi carrera en ingeniería mecánica, sí, pero encontrar un empleo estable podría tomar tiempo. Un tiempo que no sé si puedo darme el lujo de gastar, especialmente si quiero ser el padre presente que mi hijo y mi esposa merecen. ¿Y si ese nuevo trabajo también me consume, como este lo hace ahora? Criar a un hijo, cuidar de Allison... ¿Podré equilibrar todo sin perderme en el proceso?
[...]
Estaba sentado en mi oficina, la luz tenue del monitor frente a mí iluminaba el espacio mientras revisaba mi correo buscando más encargos. Sin embargo, por alguna razón, mi mente estaba lejos de ahí. Cada pocos minutos, miraba de reojo mi teléfono, esperando un mensaje que sabía que no iba a llegar. No era un día para trabajar, simplemente no me sentía con ganas de hacerlo.
Abandoné el correo y comencé a distraerme, disparando grapas de mi grapadora como si fuera una pistola, apuntando a una pila de papeles desordenados. Acomodé una y otra vez objetos sobre el escritorio, tratando de justificar la pérdida de tiempo. Pero todo eso no era más que una fachada, una manera de ignorar que estaba completamente desconectado de lo que debía estar haciendo.
El sonido del teléfono cortó la monotonía, y sin mucho ánimo, contesté:
Jacob: Se comunica con Shadow, asesino a sueldo. -dije con tono monótono, como si ese papel ya no me perteneciera-
Allison: Cariño, soy yo. -su voz sonaba suave al otro lado, como un bálsamo que me sacaba de la rutina-
Jacob: Oh, amor... ¿Sucede algo? ¿Necesitas que mate a alguien? -intenté bromear, aunque mi corazón no estaba en ello-
Allison: ¿Qué? No, Dios, no. -respondió con una risa ligera- Solo quería saber cómo va tu día.
Jacob: La verdad... Me gustaría darte una respuesta, si tan solo la tuviera. -admití, dejando escapar un suspiro pesado-
Allison: ¿Pasa algo, cariño? -su tono se volvió un poco más serio, perceptiva como siempre-
Jacob: Pues... La verdad es que no tengo ganas de trabajar. Se supone que debería estar revisando los correos de los encargos, pero... me aburro. -confesé, sintiéndome más vulnerable de lo que pretendía.
Allison: Quizás estés en una pequeña crisis, cielo. Es normal. -su voz era cálida, reconfortante- Además, quiero decirte algo, amor.
Jacob: ¿Hmm? Dime, amor. -Respondi con un tono que mostraba mi curiosidad-
Allison: El bebé está dando sus pataditas. -Dijo con una alegría que apenas contenía-
Aquellas palabras me golpearon directo en el pecho. Mi corazón dio un vuelco. Las pataditas... ¿Cómo describir lo que sentí en ese instante? Un deseo irrefrenable de estar a su lado, de colocar mi mano sobre su vientre y sentir esas pequeñas señales de vida. El mundo del asesinato, del dinero y los encargos parecía tan vacío en comparación. Mis prioridades estaban cambiando, y lo sabía.
Pasamos casi dos horas en esa llamada. Hablamos de todo y de nada. Pero finalmente, el tiempo se agotó cuando Allison tuvo que salir con su madre. Colgué el teléfono y me quedé unos minutos mirando el vacío, pensando en todo lo que había dicho y en lo que no había dicho. El trabajo ya no se sentía tan importante.
Justo cuando me decidí a volver a la computadora, como si el destino estuviera jugando conmigo, la puerta de mi oficina se abrió de golpe y Miles entró como un vendaval.
Miles: Jacob, amigo mío. -anunció con su tono característicamente despreocupado-
Jacob: -Suspiré con frustración.- ¿Qué pasa, Miles?
Miles: Verás... -se subió a mi escritorio sin pedir permiso, ocupando el espacio como si fuera suyo- Te traigo unas noticias que quizás no te agraden.
Jacob: ¿En serio vienes a arruinarme el día con malas noticias? -pregunté, tratando de no perder la paciencia-
Miles: No lo hago a propósito, pero debo decírtelo. -se encogió de hombros- Al parecer van a asignar a Yamata a Eclipse.
Eclipse... Nuestro equipo, lo que solía ser un equipo. Desde que Waylon murió, todo cambió. Ahora querían meter a ella... Yamata.
Jacob: ¿Esa pendeja? No la aceptaré. Soy el líder del equipo. -mi voz se endureció, la idea de tenerla bajo mi mando era inaceptable-
Miles: Sí, pero Blackout lo decidió así. Y para serte honesto, me sorprende que ya hayan reemplazado a Waylon tan rápido. -agregó, con un tono más serio del que esperaba-
La mención de Waylon hizo que un silencio incómodo se instalara entre nosotros.
Jacob: Y bueno... ¿Eddie y Loona? –pregunté, cambiando de tema de repente-
Miles: No son parte de nuestro equipo, es como si fueran... los refuerzos. –respondió con indiferencia, encogiéndose de hombros-
Suspiré profundamente, dejando escapar la tensión que sentía desde hacía tiempo, y finalmente, solté lo que llevaba días meditando.
Jacob: –Suspiré pesadamente– Miles, voy a renunciar. –dije, más serio que nunca-
Pude ver cómo la expresión de Miles cambió, aunque fuera ligeramente. Para alguien como él, una persona casi siempre imperturbable, esa pequeña chispa de sorpresa en su mirada era suficiente para decirme que mis palabras lo habían impactado.
Miles: ¿Renunciar? –repitió, visiblemente incrédulo– Nunca pensé que tú... –dijo, dejando la frase a medias-
Jacob: Miles, voy a ser padre. –mencioné con un tono firme– Y quiero estar presente para mi hijo, apoyar a Allison en la crianza. –añadí, dejando que mi voz se suavizara– No quiero acabar como el desgraciado de mi padre. -Dije con un tono de amargura-
Las palabras salieron de mi boca antes de darme cuenta, pero lo cierto era que lo había estado pensando por mucho tiempo. Hablar de mi padre siempre traía consigo un peso, un peso que había llevado durante años sin decir nada.
Miles: No me cuentas mucho sobre tu vida personal... No sé quién es tu padre o cómo fue tu relación con él. Pero lo que sí sé es que quieres dedicarte a algo mucho mejor... –dijo con una seriedad inusual en él– Y no a esta vida de ganar dinero manchado de sangre.
Asentí en silencio, agradeciendo que, aunque Miles no conociera todos los detalles, entendiera lo esencial. Había una verdad profunda en sus palabras.
Jacob: Lo sé, pero siempre quise esto. –dije, dejando que mi voz se quebrara un poco– Siempre he querido casarme, formar mi propia familia... pero no puedo soportar la idea de que mi hijo crezca sabiendo que fui un asesino. –mi pecho se sentía pesado al decirlo–
Jacob: No quiero que me vea como alguien malo. Quiero que me vea como un buen padre.
Las últimas palabras salieron más como un ruego, una súplica interna que había guardado por años. Ya no podía seguir cargando con ese manto de sombras, no si eso significaba poner en riesgo el futuro que había soñado para mi familia.
[...]
3 MESES ATRÁS...
Narra Waylon
He muerto... Finalmente he muerto. El final de aquel que apodaban "El francotirador de las sombras" ha llegado. Yo... un legendario francotirador que fui bautizado con ese apodo, finalmente he caído.
sus pensamientos resonaban en la oscuridad mientras reflexionaba sobre su vida y su legado.
Con más de 467 muertes registradas con un fusil de francotirador sin mira telescópica, era como aquel demonio de la primera guerra mundial. Ese loco tenía más de 600 bajas registradas con un fusil con mira de hierro... Él fue mi inspiración para convertirme en francotirador...
El vacío eterno que lo envolvía se sentía sofocante, opresivo. Waylon no podía sentir nada más que un vasto espacio negro que parecía extenderse infinitamente. Pero, más allá de la oscuridad que lo rodeaba, era el peso de su historia lo que lo hundía en una melancolía amarga.
Y aquí estoy, en un vacío eterno. Morí a manos de mi exjefe, y todavía para joderme más, me reveló que fue él quien exterminó a mi familia... Mamá, papá, Zoe...
Sus palabras internas eran como cuchillas desgarrando su conciencia.
Mis padres, mi hermana pequeña, por quienes luché para seguir adelante... Fueron jodidos por mi propia culpa... Debí haber seguido trabajando en aquel casino... Este es el precio que pagamos los asesinos a sueldo, ¿no? El de... exponer a tu familia al peligro...
Las imágenes de su familia llenaban su mente como una película en la que no podía interferir, sólo observar. Momentos de alegría y amor que ahora se sentían distantes, inalcanzables. La amargura le retorcía el alma.
Me pregunto si mi nombre será una leyenda ahora que estoy muerto. Specter, el francotirador de las sombras... Diablos, esto es lo malo de morir después de cometer hazañas, ya sean buenas o malas: no estarás vivo para disfrutar de esa fama... Aunque, bueno, es mejor morir que volver a prisión... Me recuerda al incidente de Albania. Puto Miles...
Los recuerdos de sus compañeros, de las traiciones y de los momentos compartidos, invadían su mente. Había tanto que lamentar, tanto que había dejado atrás. Pero, lo más desconcertante de todo, era la incertidumbre.
Ahora, ¿qué se supone que pase? ¿Esto es lo que hay después de la muerte? Un vacío solitario en el que estoy condenado a estar solo con mis pensamientos? Aunque de hecho... ¿dónde estoy exactamente? Todo está oscuro y silencioso... ¿Acaso no hay un paraíso o un infierno como dicen las religiones?...
Entonces, algo cambió. Un sentimiento inesperado lo golpeó, sacándolo de sus reflexiones.
Qué raro... Me estoy sintiendo... abrumado. Es como si el viento me estuviera golpeando la espalda. Se supone que ahora soy solo mi subconsciente en este vacío eterno, ¿por qué estoy sintiendo esto? ¿Qué mierda está pasando? ¿Acaso estoy...
Antes de que pudiera completar sus pensamientos, todo se detuvo bruscamente. El vacío que lo rodeaba desapareció, y su cuerpo se estrelló violentamente contra algo sólido. El dolor se esparció por su espalda mientras jadeaba, sorprendido por la caída.
Waylon: Puta madre... Mi espalda... –gruñó con los dientes apretados-
Al abrir los ojos, lo que vio lo dejó perplejo. El cielo sobre él era de un rojo intenso, un color profundo y sangriento que parecía vibrar con una energía oscura y densa. La alarma se encendió de inmediato en su mente. ¿Dónde estaba? ¿Cómo era posible que estuviera vivo si había presenciado su propia muerte?
Un pensamiento oscuro cruzó su mente, una respuesta que le heló el alma.
Waylon: El infierno... –murmuró, con la mirada fija en el cielo carmesí que parecía devorar todo a su alrededor.
Ni de puta coña... Estoy en el infierno...
pensó, sintiendo una extraña mezcla de incredulidad y... ¿alegría?
Jaja, es real... ¿Por qué me alegro? Se supone que aquí será mi castigo eterno y toda esa mierda... Bueno, Miles sí que tenía razón. Cómo me gustaría decirle que el infierno es real.
La idea de comunicarle a Miles esa surreal revelación lo hizo sonreír por un breve instante, pero la realidad lo golpeó de nuevo. La risa interna desapareció tan rápido como llegó. El peso de la situación lo aplastaba nuevamente.
¿Qué se supone que haga ahora? Debo recibir mi castigo eterno o algo así, ¿no?
Se cuestionó mientras intentaba dar sentido a todo lo que lo rodeaba.
Bueno, mejor debería levantarme y ver exactamente dónde estoy...
Con esfuerzo, Waylon se reincorporó, levantándose del suelo lentamente. Su cuerpo se sentía extraño, como si la caída hubiera afectado algo más que solo sus huesos. El mareo y la confusión lo envolvían, pero al ponerse finalmente de pie, notó que algo no estaba bien, algo profundamente diferente en él.
Sus sentidos estaban alterados, su equilibrio fallaba, y un cosquilleo lo recorrió. Al bajar la vista hacia sus manos, su sorpresa fue abrumadora: en lugar de la piel que esperaba ver, encontró un grueso pelaje gris cubriéndolas. No solo eso, sino que en lugar de dedos humanos, ahora tenía unas enormes garras afiladas, como las de una bestia.
Waylon: ¿Qué... qué demonios es esto? -Su mente se aceleraba, buscando respuestas mientras levantaba ambas manos frente a su rostro, horrorizado- Esto... está de locos. ¿Qué se supone que soy? ¿Una especie de demonio peludo o algo así?
El desconcierto lo invadía por completo. No entendía lo que estaba pasando, pero era claro que ya no era el hombre que había sido. A pesar de que todo a su alrededor tenía ese tono rojizo infernal, había algo más en el horizonte que capturó su atención. Una silueta lejana, una forma que contrastaba con el paisaje inhumano que lo rodeaba.
¿Qué es eso...?
A medida que sus ojos se enfocaban, su inquietud crecía. Lo que fuera que se encontraba frente a él, en aquella vasta extensión infernal, podía ser su próxima amenaza... o una pista hacia lo que verdaderamente le estaba ocurriendo.
Esto es... ¿real?
La pregunta resonaba en su cabeza mientras intentaba darle sentido a todo lo que estaba experimentando. Cada paso que daba le confirmaba una cruda verdad: se sentía vivo. El aire caliente en sus pulmones, el suelo bajo sus pies, todo era demasiado real para ser una ilusión.
Al ver rastros de lo que parecía civilización en la distancia, Waylon decidió caminar hacia allí, buscando respuestas. Mientras avanzaba, su mente seguía trabajando en lo que había sucedido. Había muerto, y de alguna manera, había terminado en un lugar que la ciencia siempre había descartado. Un lugar que muchos consideraban irreal, pero que ahora lo rodeaba en todas direcciones. Al acercarse más, notó un cartel enorme con letras desgastadas pero legibles.
Bienvenido a Pentagram City...
El nombre de la ciudad no le resultaba nada tranquilizador. De hecho, solo hacía que sus pensamientos se enredaran más. Pentagram City... una ciudad en el infierno. ¿Qué se suponía que debía esperar ahora?
Bueno... al parecer es una especie de ciudad, pero... no puedo ni pensar ahora mismo.
Se llevó una mano a la frente, intentando despejar la confusión.
Soy un pecador, estoy en el infierno y he llegado a una ciudad. Así que supongo que aquí habrán... otros pecadores, ¿no? Mejor iré a descubrirlo...
Cada paso que daba lo hacía sentir más fuera de lugar, pero también más intrigado. Su mente se inundaba de información: la ciencia siempre había desacreditado lugares como el infierno, pero aquí estaba, caminando en lo que parecía ser una metrópolis infernal. Mientras seguía su camino, los pensamientos sobre la representación clásica del infierno empezaron a cruzar su mente. Recordó vagamente lo poco que sabía sobre la Divina Comedia de Dante.
Según Dante, el Infierno está dividido en nueve círculos...
Su memoria comenzó a repasar los detalles.
Primero, el limbo. Luego, los anillos de la lujuria, la gula, la codicia... los de la ira y la pereza, los herejes... y más abajo los violentos, los fraudulentos, y por último los traidores. Cada uno de ellos con un castigo acorde a sus pecados.
El tiempo pasaba mientras él se sumergía en sus propios pensamientos. Casi veinte minutos después, llegó finalmente a los límites de la ciudad. Y fue entonces cuando sus dudas comenzaron a disiparse: estaba rodeado de demonios.
Tauros, repetiles, anfibios, marinos, caninos, felinos, diablillos... y una cantidad enorme de criaturas que me sería difícil describir...
Caminaba lentamente por la acera, observando todo con una mezcla de fascinación y aprensión. Todo a su alrededor estaba teñido por ese característico tono rojizo infernal. El sol, o lo que parecía serlo, era un gigantesco pentagrama en el cielo, vigilando desde lo alto.
Está repleto de demonios... y la verdad... me siento algo aterrado. Mierda... todos aquí están feos y deformes, parecen muy tenebrosos. Aunque, bueno, hay algunos que no dan ni miedo, pero... me dan cosa.
Waylon siguió caminando, su paso tranquilo pero su mente alerta. No sabía cómo funcionaba el infierno, ni qué podría ocurrirle en cualquier momento. Aunque relajado, permanecía cauteloso. Sabía que, en este lugar, cualquier cosa podría pasar.
???: ¡Aún lado pulgoso! -Exclamó con cierto tono agresivo, empujando a Waylon con su hombro mientras siguió su camino-
Mierda... Pero que jodido feo estaba ese tipo... Espera, ¿me dijo "pulogoso"?
Mientras se alejaba del demonio que lo había empujado, Waylon trataba de mantener la calma. Sabía que estaba en el infierno, pero la agresividad de los demás no dejaba de sorprenderlo.
Waylon: Disculpe, no me fijé... -Dijo mientras seguía su camino, sin mirar atrás-
Qué tipo más desagradable... tiene suerte de que esté desarmado. Pero... ¿cómo funcionan las cosas aquí? ¿Es como vivir cuando estaba vivo? O sea, ahora estoy "vivo", pero no del todo, ¿saben? Es confuso. ¿Acaso el infierno tiene su propio sistema monetario? ¿O también usan dinero como el que yo usaba en... la Tierra? ¿Debería referirme así a mi antiguo hogar? Bueno, creo que suena mejor "el mundo de los vivos".
Por primera vez desde que había llegado al infierno, Waylon decidió mirarse detenidamente. Se dio cuenta de que era más alto, y su cuerpo estaba cubierto de un pelaje gris que no recordaba haber tenido antes. Lo más extraño era que vestía un conjunto completamente diferente al que llevaba al morir.
¿Cuándo me cambié de ropa?
Su mente aún trataba de procesar todo cuando sintió algo golpearlo en la espalda. Al voltear, vio una cola esponjosa, de un tono degradado entre gris y blanco, que se movía detrás de él.
¿Mierda... tengo una cola? ¡Es esponjosa y suave! ¿Qué carajos soy ahora?
Decidió hurgar en sus pantalones, y para su sorpresa, encontró algunas de sus antiguas pertenencias. Las llaves de su casa, su cartera... Al menos algunas cosas familiares seguían con él. Abrió la cartera, con la esperanza de encontrar algo útil, y dentro estaba el efectivo que siempre solía cargar. Pero algo había cambiado. Los billetes ya no eran del clásico verde que recordaba; ahora eran negros, con sutiles tonos rojizos, y en lugar del sello habitual, llevaban un pentagrama. Las caras de los presidentes habían sido reemplazadas por las de demonios que parecían representar cada anillo del infierno.
Increíble... se ven a toda madre. Me imagino que estos son como... ¿reyes? Bueno, no sé cómo referirme a ellos, pero supongo que son figuras importantes aquí en el infierno.
Después de un momento examinando los billetes, Waylon empezó a contarlos. La realidad de su situación se hizo más palpable cuando vio la cantidad exacta.
Esto no puede empeorar más, ¿verdad? Solo tengo unos cuatro mil dólares en efectivo. ¿Y en mi tarjeta? Tenía como... ¿300 grandes? Ya ni recuerdo. Pero carajo... ¿qué se supone que haga ahora solo con esto?
Frustrado, Waylon cerró su cartera y la guardó en su bolsillo. Lo único que le cruzaba por la mente en ese momento era una necesidad básica que parecía haber traído consigo desde el mundo de los vivos.
Necesito fumar algo.
Mientras Waylon seguía caminando por las calles infernales, observaba a su alrededor, y algo inusual captó su atención. Entre la multitud de demonios deformes y grotescos, vio una demonio empujando una carriola, como si fuera una madre común cuidando a su bebé.
Vaya... hasta los demonios tienen hijos. Con la peor cara que algunos puedan tener, no son tan repugnantes. No lo digo por su aspecto, sino por su actitud.
Es sorprendente… incluso en este lugar, lleno de condenados, hay demonios que llevan una vida aparentemente "normal". Aunque claro, normal en el infierno debe ser algo relativo.
Mientras continuaba su caminata por las calles infernales, algo captó su atención en un callejón. A simple vista, Waylon vio lo que parecía ser un cuerpo, y no tardó en deducir que estaba muerto.
Un muerto... y no hay ni una ambulancia para llevárselo. Fácil tiene horas aquí... ¿A nadie le importa? ¿Es normal la muerte aquí en el infierno? Bueno... ahora que lo pienso, sí tiene sentido.
Justo cuando estaba absorto en sus pensamientos, sintió un leve empujón que lo hizo apartarse del camino.
???: A un lado, consigue tu propio filete. -Dijo una voz seca y despectiva-
Waylon: ¿Eh? ¿Cómo que "filete"? -preguntó con sorpresa-
???: Sí, ese tipo. Lo cortaré en trozos y lo llevaré al barrio caníbal. -contestó el demonio-. No te hagas, sabes muy bien que quieres comértelo.
Waylon: ¡Mierda, no! Eso es una abominación. -respondió, asqueado-
???: Entonces no lo veas con esos ojos de sabueso depravado. -dijo el demonio, sin mostrar remordimiento-
Waylon observó cómo el demonio, con aspecto de cabra, levantaba el cuerpo sin vida y lo arrastraba hacia una camioneta cercana. Con una facilidad inquietante, lo lanzó a la parte de carga como si fuera solo un pedazo de carne más.
Esto... bueno... no sé ni qué decir. ¿Barrio caníbal? ¿En serio? Este lugar es asqueroso.
Sin pensarlo más y sin decir nada, Waylon decidió darse la vuelta y marcharse, alejándose lo más rápido posible de la grotesca escena. Sabía que el infierno sería un lugar depravado, pero lo que acababa de presenciar superaba cualquier expectativa que tuviera.
Definitivamente... este lugar es peor de lo que imaginé.
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