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CAPÍTULO OCHO

Él no decía nada, absolutamente nada. La enfermera dejaba una larga venda alrededor del pie de la niña mientras les explicaba los cuidados a tener, y que debía estar en reposo hasta que sus padres se acercaran a la escuela en busca de ella. YoonGi asentía a los dichos, se mostraba preocupado por la revoltosa alumna, y Hae-in… lo único que quiere es salir de la incómoda situación. Ni siquiera tiene bien claro sus pensamientos, está mareada, y no entiende la razón de tantos nervios, es sólo su ex novio, el chico que dejó por comenzar una carrera en Seúl. Nada del otro mundo, miles de parejas rompen luego de la secundaria, ¿Por qué ellos serían diferentes? 

—Maestra… —oyó el llamado de la menor, al bajar su vista del techo, nota que las tres personas en la habitación la observan atentos.

—¿H-Hum? 

—Gracias por preocuparse. 

—Es lo menos que puedo hacer. —negó— Ahora toma reposo, no te sobreesfuerces. Y haz caso al profesor Min a partir de ahora, ¿Bien? 

—Bieeen. —giró los ojos junto con un bufido. 

Pasaron unos diez minutos donde YoonGi seguía regañando a LeeHi por ser tan quejumbrosa hasta que fueron obligados a irse por la campana sonando, era hora de trabajar. Salieron de la habitación juntos, uno detrás del otro, y aunque uno podría pensar que tuvieron más tacto con el otro, no fue así. Pasó a ser ignorada por él, lo peor, es que iban en el mismo camino. Pensó en huir, irse hacía otro pasillo, subir la escaleras, y esconderse en la azotea junto a otros adolescentes hormonales, pero era tirar la poca dignidad que le quedaba. 

Con su espalda recta y la barbilla en alto se le adelantó, dio pasos más largos, dejando que vea su espalda. Era como un grito de victoria, estaba ganando en esa guerra silenciosa. 

La cosa no duró mucho. YoonGi no quiso quedarse atrás y ser ganado, con sus delgadas piernas –ahora levemente más ejercitadas– dio zancadas en grande para poder, con nada de discreción, ir adelante. Cuando lo logró, mostró una sonrisa victoriosa, ¡Já! ¿Creía que le iba a ganar? ¿A él? Jamás, Hae-in no podría hacerlo ni en un millón de años.  

La mujer gruñó, ¡Lo está haciendo! Se volvió una competencia personal entre ambos. Con el ceño fruncido y hombros tensos corrió para superarlo, sólo unos pasos más adelante para que él le viera la espalda, y que no sea al revés. Nuevamente, YoonGi también se le adelantó, corrió por el pasillo más adelante. 

Tal vez, los alumnos que pasaban y los veían pensaban que eran raros. Tal vez, parecía que jugaban o que estaban muy apurados. O, tal vez, sólo tal vez, estaban recibiendo la llama que una vez extinguieron. 

—¡Deja de hacerlo! —le gritó ella, los tacones en sus pies la estaban matando, ya no podía correr más.

YoonGi también se detuvo, estaban en la puerta de la sala de maestros, sus labios se apretaron para evitar demostrar la agitación por correr. La vio, sería mentira decir que no estuvo pendiente a ella durante los días que llegó a la escuela, había estado como un loco siguiendo sus movimientos, atraído por la energía que emana hacía él, y los alumnos. Aún así, no cree que le sea fácil verla y perdonarla. 

—¿Hacer qué? —fingió demencia. 

—¡Eso! ¡Volverlo una competencia! 

—Yo no lo volví una competencia —objetó—. Esa fuiste tú, tú quisiste adelantarte. 

—N-N… —sus mejillas se volvieron rosas, mordió su lengua y simplemente dio la vuelta— ¡Hmmh! —exhaló— Idiota. 

Muerto de risa, YoonGi la vio marcharse con prisa, molesta y avergonzada. 

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