•12•


—¡No es lo que parece!—menciono con rapidez Jimin separándose abruptamente.

Y es que encontrar a su amigo en una escena tan prometedora no era algo que pasara todos los días. Menos con el chico que más odiaba en el mundo.

—De Park lo esperaba, ¿Pero de ti Jeon?—espetó Kai con cierto todo dramático.

—¡Ey!—exclamó el rubio ofendido.

—No es lo que piensas, Kai—habló esta vez Jungkook, tomando la situación tranquilamente—Sólo le enseñaba a bailar, y creí que estabas lo suficientemente lastimado como para venir.

—Fue una simple contractura en la espalda, estoy bien—comentó sirviéndose un trago.

Pero por la manera en que caminaba, definitivamente no podrías creer ese hecho.

—Yo me iré de aquí—interrumpió Jimin, quien ahora se sentía como el mal tercio.

—Ve y habla con ella—fue lo último que le escuchó decir al peli negro antes de dejarlo con el fastidioso de su amigo. 

«¿Hablar con ella?» se dijo el rubio divertido.

Para él era fácil decirlo, todas la chicas morirían por obtener aunque sea una mirada de su parte. El era sólo un pianista retirado, de un metro con setenta y cinco centímetros, problemático y amigo de dos chicos raros, quien a duras penas conseguía los puntajes más altos para poder sacar de quicio al imbecíl de Kai.
O sea, en pocas palabras, era un perdedor total.

—¿Jimin?—interrumpieron inesperadamente a su lado, obligándole a abandonar sus pensamientos—¡Qué sorpresa encontrarte aquí!

El chico podía reconocer esa voz en cualquier parte, entonces giró su cabeza despacio.

—Seul Gi—dijo abriendo los ojos más de lo normal.

—¿Tú rodilla está mejor?—preguntó sonriéndole.

Era necesario pegarle una bofetada para hacerlo reaccionar y que así dejara de actuar como un tonto.
Si. En definitiva.

—Si, ya no me duele—respondió sin lograr ocultar sus mejillas ruborizadas.

Es que ver la sonrisa de aquella castaña, hacia qué se desconectara por completo de este mundo pues lo transportaba a lugares desconocidos.
Lo hacía suspirar, ponía su suelo a temblar. Era increíble el desorden que causaba esa chica en sus emociones con sólo sonreír.

—¿Estás solo?—pregunto mirando a su alrededor—No veo a esos dos chicos que siempre están contigo.

—Realmente no tengo idea de a dónde se metieron, me han dejado a mi suerte entre todas estas personas que no conozco—respondió riendo.

«Invítala a bailar» Gritó una voz en su cabeza. Como el ángel que le reprendía antes de meterse en cualquier problema.
«Es el momento indicado» animó su subconsciente. Siendo el diablillo que apoyaba todas sus travesuras.

Por fin estaban de acuerdo en algo.

—Mmm ¿Quie...

—¿Quieres ir a un lugar con menos ruido?—le interrumpió antes de que pudiera decir algo—Siento que la cabeza va a explotarme.

Por supuesto, eso lo hizo sorprender.
¡Ella lo había invitado primero!

—¡Claro!—contestó emocionado.


—Ah, enserio necesitaba un respiro—exclamó la chica una vez pisaron el jardín en la parte trasera de la casa—Adentro sólo apesta a alcohol.

—Bueno, así son las fiestas. Pensaba igual, y verlos bailar...ahg, contaminación visual—dijo el chico con una mueca graciosa en el rostro.

Aquello hizo que la chica riera y Jimin no pudo sentirse más feliz. El simple hecho de tenerla a su lado en ese momento le parecía una ilusión, así que algo perdido en la banalidad posó su mano sobre su antebrazo y se pellizcó.

—¡Ay!—se quejó provocando que la chica se sorprendiera.

—¡¿Qué haces!?—dijo tomando su brazo preocupada por tal acción cometida.

—Es que el tenerte aquí me pareció algo imposible, quería corroborar que esto no fuese un sueño—habló tan rápido que uno debía prestar mucha atención para comprender.

—¿Qué cosas dices?—murmuro la chica con las mejillas color rojo carmesí.

Un silencio los invadió por completo después de aquello, aún así ninguno se sentía incómodo.
SeulGi tomó asiento y el frió se sintió en sus piernas descubiertas al momento en que estas tocaron el césped, Jimin sin saber con exactitud qué hacer, repitió su acción. Comenzaba a bajar la temperatura así que quitó su chaqueta con rapidez y la posó sobre las piernas de la chica.

—Oh, gracias—dijo la castaña algo avergonzada y realmente conmovida—Es lindo ver que aún quedan caballeros.

Una vez más el silencio abundó en el lugar y se mezcló con el ambiente.

—Seguramente has de preguntarte porque decidí hablarte así de la nada—mencionó la chica cortando aquel silencio como si de una lámina se tratase.

Pero en realidad, la emoción de Jimin era tan grande, que no se había puesto a pensar en eso, pero ahora que lo había mencionado, la curiosidad salió a flor de piel.

—He de aceptar que te mentí en la enfermería—admitió sin dejar de mirar el oscuro cielo con hermosos destellos—Tal vez no lo recuerdas, pero yo lo tengo presente siempre.

—¿Eh?—se limitó a decir sin comprender por completo la confesión de la castaña.

—Fue el año pasado, recién me había transferido, mi día había sido realmente fatal—comenzó con una sonrisa de boca cerrada—Cuando mi ánimo esta más abajo que el subsuelo necesito tomar algo dulce, así que entré a la cafetería más cercana que encontré.

Decía y el muchacho prestaba mucha atención.

—Pedí un granizado de café con leche condensada, es mi favorito—mencionó divertida—Pero cuando él momento de pagar llegó, me di cuenta de que había olvidado la cartera en casa—negó repetidas veces con la cabeza al recordar lo sucedido en aquel encuentro—Estaba tan avergonzada, no sabía que hacer, pero un chico de rubios cabellos y ojos como dos rendijas de alcancía apareció y se ofreció a pagar mi café.

Park realmente estaba sorprendido, ¿Cómo era posible no recordar eso? ¿Realmente tenía pérdida de memoria a corto plazo?

—Me quede estática y sólo me limité a verte salir—confesó algo tímida—Caminé unas cuantas calles buscándote para agradecerte, pero te encontré tocando en uno de los pianos en el centro de la ciudad, tomé asiento y sólo me dispuse a disfrutar, en ese momento decidí que algún día tendría que agradecerte, darte las gracias por convertir esa tarde monótona en una amenidad.

—Wow, yo no sé—se aclaró la garganta—No sé qué decir con exactitud, jamás creí que...Yo, lo recuerdo.

—¡¿Enserio?!

—Si, sufría de pánico escénico así que, papá me llevó a tocar frente a tantas personas para superarlo—explicó sonriendo al recordar tal anécdota—Es increíble que, tú...

—¿Si...?

Pero conforme trataba de hablar, el espacio entre ellos comenzaba a disminuir, a desvanecerse, hasta que:

—¡Jimin!—gritó alguien interrumpiendo a sus espaldas causando que los dos muchachos saltaran del susto y se separaran abruptamente.

—¡¿Tae!?—exclamo volteando para ver de quien se trataba—¡¿Qué pasó!?

Iba a asesinarlo.

—Tenemos un pequeño problemita.

—¡¿Qué pasó!? ¡¿Dime dónde está Hobi!?

Es que la imaginación de Jimin era tan amplía, que incontables sucesos aparecieron en su cabeza, y lamentablemente no eran muy agradables.

—¡El está bailando sobre una de las mesas borracho!

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