4. No soy tu muñeca
Mis lágrimas caían por mis mejillas mientras me recogía a mí misma en el frío suelo de la habitación. Mis ojos ardían de haber llorado tantas horas y mi respiración se sentía algo pesada. Anoche ni siquiera podía recordar que había pasado de tantas veces en las que Jungkook me hizo hacer lo que él deseara. Tal vez no niegue que una parte de mí sí quiso todo aquello, pero cuando comenzó a volverse tan forzado para mí sentí que volvía a revivir aquellos de recuerdos que mi propia mente había sellado para no causarme más dolor. Aún lo recordaba como ayer.
-Señor Seo, la chica es muy joven, no creo que deba...
-Cállate, la quiero a ella.-Sus ojos me miraban de forma penetrante como si quisieran perforar mi alma.-Ven aquí pequeña, no te haré daño.-Sonrió tranquilamente extendiéndome su mano, pero su sonrisa a pesar de ser tan calmada no me traía ni una pizca de confianza.
Era demasiado joven en aquel tiempo, quizás demasiado para la crueldad a la que se me sometió. Me escondí tras Madam Kim, la dueña del burdel en el que me había dejado mi padre luego de venderme a esa mujer por pagar sus deudas. Escondí mi rostro tras la espalda de la mujer de apariencia elegante intentando buscar resguardo, pero de todas formas la mujer me empujó hasta el señor Seo.
La malicia se reflejaba en sus ojos, sabía que no estaba segura junto a él.
Me llevó a través de un pasillo en el que la música tenue se mezclaba con los gemidos y el morbo del lugar. Sin mucho esfuerzo ya estaba sobre mí en aquella gran cama de sabanas de terciopelo rojo.
-Vamos linda, no dolerá.-Murmuro mientras besaba mi cuello inmovilizado mis manos en una de las suyas.
-Por favor...-Mis lágrimas comenzaron a salir, no quería aquello, pero ya era demasiado tarde.
El recuerdo de ser tomada a la fuerza por el señor Seo había volvió a mi mente después de tanto tiempo, el dolor de haber perdido mi inocencia a tan corta edad era horrible de recordar. Pero aun así de todos modos tenía la culpa, había dejado que el señor Seo hiciera lo que deseara conmigo. No me negué, preferí callar y obedecer. Aunque de que había servido todo aquello, si de todos modos ahora me había casado con él, todo por estar desesperada por salir de aquel burdel en el que mi padre me dejó sin mirar atrás. Quizás si hubiera conocido a aquellos dos chicos antes que a su padre, o si mejor aún no me hubiera dejado someter por la pasión y el deseo que me provocaban, ahora no estaría aquí lamentándome por otra vez cometer los mismos errores. No creo que el señor Seo vuelva a perdonarme, lo dudo mucho.
Había pasado hace unos tres años más o menos o eso es lo que recuerdo.
Era una noche de invierno, casi vísperas de Navidad y estaba tan devastada por la petición del señor Seo. Pero no quería arruinar la vida de Heeseung así que por miedo a lo que le pudiera pasar simplemente decidí acabar con todo.
-Vamos, porque te casarías con un hombre así.-Me reclama él agitándome un poco de los hombros.
-No es tan fácil como piensas, que podrías hacer tú.-Lo aparté de mí dejando escapar unas cuantas lágrimas.-Heeseung, entiéndelo, tú no puedes resolver todos mis problemas, pero el sí.-Dije con desesperación negando varias veces.
-Solo te importa el dinero, verdad.-Grito él sobresaltándome.-Entonces quédate con tu maldito dinero.-Intente detenerlo, pero salió por la puerta dando un fuerte portazo sin mirar atrás.
Fue la última, vez que lo vi y me arrepiento en lo más profundo de mi ser, de nunca poder decirle lo mucho que lo quiero.
Aun así no podía odiar, no sabía como odiar al señor Seo y mucho menos como odiar a sus hijos por cautivarme de alguna forma. Le debía mucho al señor Seo, así que aunque fuera infeliz debía pagar todo lo bueno que hizo por mí.
Escuche la puerta de la habitación, abrirse de golpe, sobresaltándome. Observe como el señor Seo me miraba con furia logrando que mi respiración se detuviera. Se acercó a mí haciendo que me levantara de golpe, intenté decir algo, pero mis palabras fueron silenciadas por una fuerte bofetada en mi rostro que me hizo soltar un quejido de dolor. Me ardía demasiado y mi vos se selló como si me hubieran arrancado las cuerdas vocales, impidiéndome hablar.
-Acaso no te dije que no te metieras con mis hijos.-Tomo mi cabello con fuerza acercando mi rostro al suyo.
¿Cómo lo había descubierto acaso Jungkook le contó?
-Creíste que no me di cuenta, cariño, ay cámaras por todos lados.-El agarre en mi cabello se apretaba cada vez más, sentía como si en cualquier momento arrancaría los mechones de mi cabello.
-Por favor.-Supliqué débilmente.
-Debiste haberlo pensado dos veces antes de ser una puta ofrecida.-Respondió con furia tirándome al suelo.-Acaso crees que te perdonaré otra, vez algo así.-Grito y patio mi abdomen provocándome un grito de dolor. Me retorcí en el suelo intentando protegerme, pero aun así continuó.
Continuó pateando y mi débil cuerpo mientras me quejaba por el intenso dolor. Por un momento se detuvo y nuestras miradas se cruzaron, la mía llena de terror, la de él, como si cualquier pizca de piedad hubiese desaparecido de él. Se agachó frente a mí sin expresión alguna, volviéndome a agarrar del cabello con fuerza.
-Al parecer no aprendiste nada sobre la última vez, verdad.-Río sin una pizca de gracia.-Porque crees que no volviste a ver a Heeseung. Pensaste que te abandono, voy a contarte un secreto, él está hace mucho tiempo bajo tierra.-Murmuro en mi oído helándome la sangre, todo aquel respeto o devoción que sentía por él desapareció en aquel momento, a pesar de todo él había acabado con la vida de Heeseung.
Mis lágrimas comenzaron a caer en mis mejillas, mientras lloraba en silencio. Por eso es que nunca supe nada de él. Aquel hombre no tenía corazón y ahora es que habría los ojos cuando ya era tarde y no podía escapar.
-Porque lo hiciste.-Sollocé bajando mi mirada.-Dije que lo terminaría todo con él.
-No era suficiente, sabia que si él volvía a aparecer no lo dudarías dos veces y huirías con él.-Apretó su mano en mi cabello.-Pero ya veo que el problema no son los hombres, eres tú, así que si no puedo tenerte nadie lo hará.
Su mirada era desconocida para mí, cargada de odio y cinismo, al punto de parecer un psicópata estaba aterrada. Soltó su agarre en mi cabello apartándose, por lo que aproveche a levantarme intentando huir de él.
-A donde crees que vas puta, no puedes huir de mí.-Me agarró por la cintura, llevándome hasta la cama y tirándome en esta.
Forceje cuando comenzó a intentar quitar mi blusa, acaso lo haría de nuevo.
-Deja de moverte.-Apretó mi cuello con sus dos grandes manos haciendo presión y provocando que respirar se me hiciera difícil.
La presión en mi cuello aumentaba y sentía que en algún momento comenzaría a tener falta de aire. Puse mis manos en su rostro intentando apartarlo con dificultad, pero nada funcionada. Vi la pequeña lámpara en la mesa de noche a mi lado y sin pensarlo dos veces la estampé contra su rostro. Lo escuché gritar de dolor aprovechando que me había liberado para salir de debajo de él corriendo hasta la puerta.
-Auxilio.-Grite con mis últimos fuerzas intentando que alguien me escuchara.
Lo sentí acercarse a mí y cubrir mi boca arrastrándome hacia atrás. Grite forcejeando para intentar liberarme sin éxito. Me soltó y caí al suelo arrastrándome hacia atrás con casa paso que daba hacia mí.
-Déjame, no soy tu muñeca.-Grite sintiendo mis lágrimas caer con desesperación.
-Claro que lo eres y lo serás siempre, aunque tenga que meterte a un pedestal en el que solo yo pueda admirarte.
Su confesión me heló la sangre. ¿Acaso pensaba en matarme? ¿Él no lo haría verdad?
-Aléjate.-Murmuré alterada cuando se acercó a mí, pero mis quejas eran inútiles, ya que solo tomó mis manos y me arrastro sacándome de la habitación hasta afuera del pasillo.
Hale hacia mí, pero era mucho más fuerte.
-Deja de poner fuerza zorra.-Grito y me pateo haciéndome gritar de dolor.-Es inútil.-Sonrió y me tomó de la barbilla apretando con fuerza.-Harás lo que te diga, verdad Eunha... Recuerda sin mí no eres nada.
Mis lágrimas caían. Quería gritar y escapar de allí, pero no sabía como nadie me escucharía, estaba sola, pero lo más triste era que había abierto los ojos cuando ya no había vuelta atrás.
-Di algo zorra.-Grito con furia al ver mi silencio estampando mi cabeza contra la pared.
Sentí como líquido comenzaba a salir de mi cabeza y todo a mi alrededor se volvió negro perdiendo el conocimiento.
Cuando desperté estaba acostada en el sofá y todo a mi alrededor era silencioso. Por lo que en un momento pensé que quizás era un sueño, pero el dolor en mi cuerpo y el ardor que sentía al tocarme la cabeza no creo que fueran a causa de un sueño.
-Ya despertaste.-Dijo el señor Seo, quien estaba frente a mí en un tono que me hacía estremecer.
-Te pido que te detengas.-Murmure bajando la mirada.-Déjame ir, por favor.-Murmuro levantándome del sofá cuando él comenzó a acercarse.
-No me hagas reír, no vas a salir de aquí a menos que sea muerta.-Lo vi sonreír cínicamente apuntándome con un arma.
Retrocedí sintiendo como mi corazón palpitaba con fuerza y mis piernas flanqueaban, haciéndome caer al suelo con terror en mi mirada. Cerré mis ojos esperando a que esperando el arma, pero sin más disparó.
"Sabes que te quiero y sabes que te necesito. Quiero un mal... Quiero tu mal romance."
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