12. The biggest sin
[Momentos antes...]
Jimin había llegado al cielo luego de su visita al infierno con una gran sonrisa en su rostro.
No había imaginado jamás que alguien como Yoongi lo fuera a hacer feliz, pero estaba sucediendo. Se había enamorado sin remordimiento alguno del Rey del Infierno, del mismísimo Min Yoongi. Aquel diablito que intentó alejarse de él para protegerlo, pensando erróneamente que simbolizaba un peligro inminente para el ángel.
Pero ya no existía opción. Para ninguno de los dos en realidad.
Desde que Yoongi había visto a Jimin bailar en su forma más delicada y angelical y desde que Jimin vio esos gatunos ojos — uno de ellos atravesado por una llamativa cicatriz — se había sellado su inevitable destino.
En el fondo de sus corazones siempre lo supieron.
— Siempre pensé que tu sonrisa era hermosa, Jimin-ah... — murmura Namjoon a espaldas de Jimin. Ya estaba lejos de la entrada al infierno, pero era evidente de dónde provenía.
Jimin se congela, reteniendo el aire al sentirse capturado.
— ¿S-Señor? — pregunta. No voltea.
Namjoon se acerca a él volando ágilmente hacia donde estaba. Jimin baja la cabeza pero Namjoon lo obliga a mirarlo.
— ¿Sabes? Es una lástima perderte. — murmura. En los ojos del menor se notaba el inmenso terror que sentía. — Pero disfrutaste dejarme cómo un idiota, así que me siento menos culpable.
— ¿De qué habla? — pregunta sacando voluntad de algún recóndito lugar.
El celestial silencio se rompe por el estruendoso choque de la gran mano de Namjoon contra la mejilla derecha del pequeño ángel.
— Encima lo preguntas, definitivamente crees que soy un idiota. — Jimin se acaricia la enrojecida zona en su afán de calmar el dolor.
El Rey del Edén mira hacia a más arriba antes de bajar una de sus manos sobre la cabeza de Jimin y tomar sus cabellos con excesiva fuerza, llevándolo de esa cruel forma a algún lugar que el otro no conocía. Entre desesperados gritos y patadas que no lastimaban a nadie, Jimin intenta pedir ayuda a alguien sin éxito alguno.
Nadie quiso intervenir.
— ¡Yoonie! — grita con su voz algo ronca por el esfuerzo. El Diablo era su única esperanza en ese punto, aunque sabía que estaba muy lejos para escucharlo — ¡Mi amor, a-ayudame! ¡Yoon-!
Su último llamado fue cortado por el impacto que recibió su espalda contra la pared del castillo de Namjoon. Kim había decidido lanzarlo contra aquella estructura con el objetivo de acallar sus inútiles llamados.
— Suerte con eso. — dice, observando desde arriba el cuerpo del ángel hecho bolita en el suelo. — No creo que te escuche desde aquí, y si lo hace... — ríe con altanería. — No creo que llegue a salvarte.
— ¡Yoonie va a venir, lo sé! — dice. De sus ojos brotaban lágrimas sin cesar.
— Eres un iluso, pero bueno... Quizá pueda llamarlo para hacer esto más divertido y así poder apostar si llegas a verle la cara por última vez o no.
— ¿Porqué haces esto? — pregunta Jimin.
Namjoon había chasqueado los dedos haciendo aparecer un papel, un sobre y un bolígrafo que empezaron a escribir como si tuvieran vida propia.
— No quiero que mis hermosos ángeles se mezclen con esos demonios, nada muy complicado. Tal parece que la leyenda del ángel sin alas no fue suficiente para que le teman a desobedecer las reglas... Pero tú sobrepasaste los límites, Jimin-ah. No podías enamorarte de un simple demonio, ¿no? ¡Claro que no! ¡Él ángel más bello tenía que enamorarse del Diablo! — escupía sus palabras con odio. — Este es el pecado más grande que alguna vez pude imaginar alguien iba a cometer, caíste muy bajo.
El bolígrafo dejó de escribir y el papel recién escrito se dobló perfectamente para ubicarse dentro del sobre. Este se cierra y con otro chasquido de Namjoon desaparece en el aire.
— Párate. — ordena Namjoon, pero Jimin no obedece. — ¡He dicho que te pongas de pie! — pero nadie le contesta. — Oh, claro. Lo olvidaba: quieres las cosas de la forma complicada.
El alto hombre se agacha y con facilidad deja a Jimin sobre sus dos pies apoyado contra la pared. Sus alas estaban algo descolocadas por el impacto contra la pared y la forma en la que fue arrastrado hasta allí, por lo que sólo bastó un poco de fuerza por parte de Namjoon para estirarlas casi por completo.
Con sus alas abiertas, Jimin era aún más vulnerable que al haber recibido tanto maltrato.
Namjoon vuelve a chasquear los dedos con una gran sonrisa en su rostro, provocando que el brillante sol golpeara pleno sobre las dañadas alas del ángel. Poco a poco, el intenso calor que Namjoon había generado en el sol y enfocado en aquellas alas provocó que sus plumas empezaran a incendiarse de forma lenta.
Los gritos de Jimin se volvieron aún más fuertes, mientras el resto de los angeles observaba todo con pena.
— Ahora espera que llegue tu príncipe del infierno... — dice. — O no.
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