(54) ✝ DIE STILLE VOR DEM STURM ✝
† 54 †
LEIGH
<<No lo provoques.
No seas tú misma.
No lo mires a los ojos.
No hagas nada estúpido.
No.
Reglas.
Pautas>>.
Siempre había sido buena siguiendo las reglas. Así me había ganado el respeto de toda mi comunidad y de mi iglesia, así fue como pude seguir adelante después de lo que pasó con mamá. Si había algo en lo que podía decir que era una experta era en eso así no fue ningún problema para mí seguir las indicaciones de Mila Stein.
<<Pórtate bien para que Heiner te incluya en las cenas donde se reúnen>>.
Mantener la cabeza baja era tan difícil, en especial, después de lo que él me había hecho, pero lo hice. Fui sumisa, de pocas palabras y asustadiza. Me di cuenta de que mientras más miedo le demostraba a Heiner, menos le interesaba, sus miradas de diversión cuando solía desafiarlo se convirtieron en miradas de desprecio y aburrimiento cuando ya no fui su entretenimiento. Después de pedirle varias veces que me dejara comer con ellos, que tenía hambre todo el tiempo y que así no tenía que preocuparse por encargar a alguien a llevarme comida, finalmente aceptó.
Así que ahí estaba yo sentada en la mesa, con todos esos seguidores con túnicas. La larga mesa estaba ocupada con la Reina roja a la cabeza y Heiner a su lado. Las velas encendidas sobre el candelabro que guindaba y quedaba en el medio iluminaban el comedor. También había velas posicionadas en cuatro puntos diferentes de la mesa que le daban un tono siniestro a los rostros de todos, entre ellos: Rhett. Él me dio una mirada fría antes de comenzar a charlar con un chico a su lado. No sabíamos cuando Heiner estaba mirando así que siempre fingíamos odio mutuo.
<<Memoriza la dinámica de las cenas: hora, quien sirve la comida, quien se sienta donde, de que forma interactúan con Heiner, ¿le temen? ¿le admiran?>>
Esa era una tarea que compartía con Rhett ya que él estaba más dentro que yo, pero Mila quería ambas perspectivas por si algún detalle se le escapaba a él o a mí. Ya sabíamos que el número de seguidores de Heiner no pasaba de doce, a veces faltaba uno y asumimos que era el que Heiner mandaba a buscar provisiones y comida. Heiner se puso de pie y levantó su copa de vino. Él no llevaba puesta esa ridícula túnica si no ropas negras casi todo el tiempo.
—Tenemos un juguete nuevo en el sótano —Heiner dijo con orgullo.
Observé los rostros de todos y un chico en especifico bajó la cabeza. Disimulé ojeando mi comida, pero levanté mi mirada y la fijé sobre él.
<<Encuentra una debilidad, Heiner es muy inteligente, pero estoy segura de que entre sus seguidores hay alguno que está reconsiderando su decisión al presenciar todas esas muertes innecesarias y todo lo que han hecho.>>
—Es una chica esta vez —Heiner agregó. El chico se tensó—. A medianoche comienzan las torturas, ¡Salud!
—¡Salud! —Todos levantan sus copas y el chico les siguió, forzando una sonrisa.
<<Tienes que aprender a fingir mejor>>, casi le dije.
Heiner se sentó y esa era la señal para que todos comenzáramos a comer. Comí con desesperación para que Heiner notara que era el hambre lo que me había motivado a rogarle un lugar en su mesa.
—Come despacio.
Brinqué al sentir una mano helada sobre mi hombro. No necesitaba girarme para saber que Mila estaba detrás de mí. Su mano apretó mi hombro y ese fue el recordatorio de que ella no era la Mila que había sido mi pilar estos días, era la Reina roja y era la razón principal porque la que yo estaba en esta cena. Mi tarea más importante:
<<Observa a la reina roja, sus gestos, sus expresiones, como interactúa con Heiner y con los seguidores, hasta como se viste>>.
Mila necesitaba esa información porque parte del plan requería que ella se hiciera pasar por la reina roja el día que pudiéramos llevar a cabo el plan y Mila no recordaba nada de lo que pasaba cuando la Reina roja tomaba el control. Si ella quería imitar su otra personalidad, necesitaba mucho más que solo su apariencia porque Heiner no era estúpido y estaba informado de su trastorno. Así que intenté relajarme, interactuar con la Reina roja me servía de mucho.
—Tenía mucha hambre —murmuré.
—¿Ya has terminado de comer?
Asentí. Ella me agarró del brazo bruscamente y me levantó de golpe, mi silla casi cayendo hacia atrás por el movimiento repentino. Todos nos miraron. Sus uñas se clavaron en mi piel dolorosamente y resistí la necesidad de soltarme de un manotazo. Heiner nos observaba con curiosidad.
—No eres bienvenida en mi mesa —Ella siseó en mi oído. —Las chicas débiles como tú me recuerdan a ella, a lo que solía ser. Temblar y llorar era todo lo que ella sabía hacer cuando papá se la follaba.
—Ella no es débil —comentó Heiner, obteniendo la atención de la reina roja. —Solo finge serlo porque cree que eso le ayudará a sobrevivir. O quizás, ha entendido que desafiarme no cambia nada. De cualquier forma, no es débil.
—¿La defiendes en mi cara? Eso si que me motiva a hacerle daño.
—No la estoy defendiendo —. Heiner bufó, —solo corrijo tus afirmaciones erróneas.
La reina roja me giró hacia ella y la enfrenté. Era la primera vez que la tenía tan cerca, y me di cuenta de que sus expresiones faciales eran completamente diferentes a las de Mila, ese desdén en su mirada, la tensión en su mandíbula como si siempre estuviera enojada. En ese momento, me di cuenta de que Mila no iba a poder imitarla del todo.
—¿Tú qué piensas, Leigh? ¿Eres débil?
Tuve que pensar muy rápido, la decisión de si me quedaba en esta mesa y si esto se volvía algo habitual ya no era de Heiner si no de la mujer frente a mí. Y si ser débil y sumisa le recordaba de alguna forma a algo que despreciaba, tenía que cambiar de estrategia. Y aunque eso le confirmaría a Heiner que estaba fingiendo ser sumisa, no tenía mucho que perder porque estaba segura de que él ya lo sabía. Así que la miré directamente a esos ojos apagados y vacíos.
—Sobreviví en un bosque helado, vi morir a mi madre en un proceso lento y doloroso, vi como los lobos se alimentaba de su cadáver —Pausé. —Asesiné a sangre fría, y me enfrenté dos veces a Mayne Stein, una con palabras y otra con un arma apuntada a su rostro, ¿qué has hecho tú? ¿Escudarte detrás de un montón de niños para que hagan tu trabajo sucio? ¿Follarte a Heiner? Porque si crees que eso es un logro, la débil eres tú.
La bofetada no me sorprendió, de hecho, jamás pensé que me dejaría terminar. Mi mejilla ardió con el impacto y ella agarró mi rostro y lo apretó con fuerza antes de sonreír en mi cara.
—Mucho mejor —. Me soltó, se dio la vuelta y volvió al lado de Heiner, —bienvenida a mi mesa, Leigh.
La confusión me dejó paralizada por unos segundos antes de que reaccionara y volviera a sentarme. Los demás siguieron comiendo como si nada. Sin embargo, pude sentir esos ojos oscuros sobre mí, siempre podría sentirlos, mi piel ardía en repulsión. Mi mirada fue a la cabeza de la mesa y Heiner me estaba mirando con intensidad mientras tomaba el último sorbo de su copa de vino. Cuando se le terminó, tomó el jarrón de vino y se sirvió otra copa. Yo aparté la mirada, mi cabeza maquinando una idea.
Vino...
En la cena siempre había vino, Heiner siempre iniciaba las cenas con un brindis. Y el vino nunca era servido directo de la botella, siempre lo servían de un jarrón grande, supuse para que durara más para servirle a todos. Si podíamos echarle algo al jarrón de vino, podíamos encargarnos de todos en la mesa de un solo golpe. El problema era que no teníamos acceso al exterior como para decir que Rhett podía buscar algún veneno o algo así. Lo que sea que pusiéramos en el vino, tenía que ser algo que ya estuviera en la casa y que no le cambiara el sabor al vino. Jugué con mis dedos sobre mi regazo, pensando y recordé una vez que escuché a Heiner hablar de como habían sedado a una victima. Bingo, en algún lugar de está casa tenía que haber sedantes.
Todos comenzaron a levantarse e irse de la mesa, Rhett incluido, así que reaccioné y estaba a punto de levantarme cuando la voz de Heiner me hizo tensarme.
—Tú no, quédate —. Él me ordenó, su tono casi retándome a desafiarlo.
Lo miré y la reina roja ya no estaba a su lado, éramos solo él y yo en esta larga mesa iluminada por las velas.
—Extrañaba ese lado de ti. —Él me dio una sonrisa llena de diversión, —eres mi creación, después de todo, tengo grandes expectativas para ti.
Me mordí la lengua.
—¿Silencio de nuevo? —Él se puso de pie, y apreté la tela de mi vestido sobre mi regazo al escuchar sus pasos hacia mí, —no me gusta hablar solo, Leigh.
Mi pecho comenzó a subir y a bajar rápidamente, traté de controlarme, pero el miedo ya fluía libre por mis venas porque cada paso me recordara a la última vez que estuvimos solos, la última vez que lo hice enojar y él terminó estampándome contra una pared y tocándome en contra de mi voluntad. No pude contenerme así que me levanté y me alejé de él, quedando del otro lado de la mesa. Heiner se detuvo y me observó.
—No te alejes así de mí, Leigh.
—Lo siento —murmuré y me abracé a mi misma como si mis brazos mantuvieran mi miedo a raya. —¿Puedo volver a mi habitación?
—No.
Verlo de pie me traía recuerdos de todas las veces que lo vi en la oscuridad del patio de mi casa, con esa capucha negra. Heiner se movió de nuevo, su mirada advertía que no me alejara de nuevo, que habría consecuencias si lo hacía.
<<No lo hagas enojar, Leigh>>.
Tenía que seguir el plan, la Reina roja ya me había dejado entrar en su mesa, pero si Heiner se enojaba, no tenía ni idea de lo que podría hacerme.
—Sé que ahora piensas que yo te destruí, que arruiné tu vida —. Él se paró frente a mí, —pero no es así, te he mejorado, ¿no lo ves?
No dije nada, Heiner apretó sus labios en una línea y supe que estaba irritado.
—¿Puedo irme?
Él se inclinó sobre mí, su rostro tan cerca del mío que la oscuridad de sus ojos parecía eterna, y luché contra el terror incendiando mis venas para no retroceder. Él ojeó cada parte de mi rostro minuciosamente.
—Lo que seas que estés maquinando en esa cabecita —él presionó la punta de su dedo índice a un lado de mi frente. —No funcionará.
—¿Le temes a tu creación?
Las palabras dejaron mi boca antes de que pudiera controlarlas. Heiner ladeó la cabeza. Su dedo bajó del lado de mi frente para trazar el contorno de mi rostro.
—Le temo a la decepción que sería para mí que pienses que puedes derrotarme en el estado tan precario en el que te encuentras —. Él sacudió su cabeza, —imagino que Mila y Rhett te han llenado de esperanza, ¿no es así? —Ante mi silencio, él se echó a reír un poco en mi cara, sus facciones volviéndose más frías, más siniestras, —<<Juntos podemos lograrlo, saldremos de esto >>. ¿Algo así?
—¿Eso es lo que crees? —Bufé. —¿De verdad crees que me uniría al chico que intentó matarme y a la mujer que se sienta a tu lado? Como si pudiera confiar de nuevo tan fácilmente.
Heiner se enderezó, bajó su mano y pude respirar de nuevo al tenerlo a una distancia prudente.
—No se trata de confiar, Leigh —. Él me dio la espalda, —se trata de sobrevivir.
Él le hizo un gesto a alguien que había permanecido en las sombras hasta ese momento y él chico en la túnica se acercó a mí para escoltarme a mi habitación. Heiner siempre rotaba los guardias y para mi suerte, era el turno del chico que vi dudar en la cena. Heiner desapareció escaleras arriba y él chico se paró a mi lado para que comenzara a caminar. Lo hice, mi voz apenas un susurro:
—Sé que no estás de acuerdo con lo que él está haciendo —. El chico se tensó a mi lado y me empujó ligeramente para que siguiera caminando. —No te uniste para verlos asesinar inocentes.
—Silencio.
—Querías justicia contra aquellos que lo merecían. —Seguí al subir el primer escalón, —pero pierde sentido cuando solo asesinan a quien les da la gana.
Él me agarró de la parte frontal de mi vestido y me estampó contra la pared de un lado de la escalera.
—Si crees que soy tan idiota como para tomar el lado perdedor, estás muy equivocada, ahora cállate y camina. —Él me jaló hacia un lado y me soltó para que continuara mi camino.
En mi habitación, le vi cerrar la puerta de mala gana y suspiré al darme la vuelta para sentarme en el suelo. Mi mirada cayó sobre el pequeño agujero que había en la pared, era lo más cercano que tenía a una ventana, era un hueco del tamaño de mi puño por donde se colaba la luz nocturna. Las noches eran lo más difícil de todo, la oscuridad absoluta de esta habitación me consumía, me atormentaba, me llevaba a recordar esa noche en el bosque con mamá. Por eso dormía en el suelo, mi rostro sintiendo ese destello de luz nocturna. Cada vez que intentaba dormir en la cama, me despertaba con pesadillas o parálisis del sueño, lobos emergían de la oscuridad, listos para devorarme como devoraron a mamá.
Cogí la sabana y la almohada, preparando mi lugar como siempre. Me acosté en el suelo sobre mi espalda con los brazos extendidos a mis lados. Giré mi rostro para enfocarme en ese agujero y la luz casi azulada que se colaba por el.
<<Estoy tan cansada>>
Para ser honesta, mis esperanzas de salir con vida de esta situación se desvanecían con cada día, con cada noche oscura, con cada ataque de llanto y desesperación. Y aunque Mila, Rhett y yo tuviéramos un plan, dudaba mucho que pudiéramos ejecutarlo con éxito. Heiner estaba en el poder, tenía los hombres, las armas, y la inteligencia. No quería ser pesimista sino realista. Teníamos todas las de perder. Sin embargo, eso ya no me asustaba, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿qué nos matara a los tres? Por alguna razón, la idea de la muerte ya no me atemorizaba tanto. Levanté mi mano en el aire, observando como la luz se reflejaba sobre mi delgada muñeca. La muerte era silencio, paz, oscuridad. No más dolor, no más miedo. Mi mente estaba quebrantada, y mi cuerpo apenas sobrevivía, ¿valía la pena vivir así?
—¿Suicida, Leigh? —La voz de Heist venía de alguna esquina de la habitación, —que poca originalidad.
Sonreí, no era la primera vez que lo escuchaba, su voz era una alucinación, una creación de mi mente para ayudarme a lidiar con todo.
—¿Qué sería original para ti, Stein?
—No lo sé, pero rendirte sin luchar es aburrido.
Mi sonrisa se ensanchó mientras movía mis dedos bajo esa pequeña línea de luz nocturna.
—Luchar es agotador.
—Solo mantente con vida hasta que pueda encontrarte.
—Quise creer que tú o mi padre me encontrarían las primeras semanas en este lugar, pero con el pasar del tiempo... —mi sonrisa se apagó. —Ya no puedo creer en nada, es como si...
—La parte de ti que cultiva esperanzas ha muerto.
—Ahora terminas mis frases, supongo que tiene sentido porque eres una creación de mi mente después de todo.
Bajé mi mano de la luz, la oscuridad recibiéndola. Mis ojos se llenaron de lagrimas.
—Estoy cansada, Heist.
—Resiste un poco más, lucha un poco más.
—No... —mi voz se rompió, —no puedo.
—Si puedes —su voz era un susurro que resonaba en el silencio absoluto, —no estás sola, Leigh Fleming. Lucha con ferocidad como una furiosa demente.
Eso me hizo sonreír entre sollozos porque recordé la palabra que significaba eso.
—Fuchsteufelswild —Le respondí.
—Exactamente, Leigh, fuchsteufelswild.
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