(2) ╋ Costumbres Rotas ╋
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—La tragedia ha golpeado nuestra preciada comunidad.
Suspiré con tristeza al escuchar a nuestro líder, estábamos en la iglesia, un ataúd blanco frente a él.
—Pilar era una jovencita brillante, con un futuro increíble por delante, hoy la despedimos con tristeza y le pedimos al Altísimo que la reciba en sus brazos, brindándole su perdón y su amor.
Pilar Ferrero, de 19 años, fue encontrada sin vida en su habitación tras ingerir dos potes de pastillas tranquilizantes. La nota suicida no fue revelada por consideración con los padres. Era la primera vez que algo así pasaba en Wilson, el pueblo estaba anonadado. Nadie quería creerlo, el suicido era un tema intocable aquí.
No podía negar que estaba triste, nunca había hablado mucho con Pilar pero al ser casi de mi edad, siempre estábamos en los mismos eventos juveniles de la iglesia y en la preparatoria. Ella era una chica muy obediente, recatada y con una sonrisa amable para todo el mundo, ella era la líder de las iluminadas, el grupo al que se unían las jóvenes de nuestra iglesia cuando cumplían 18.
Espero que estes en paz, Pilar, que el Altísimo te reciba.
Jugué con mis manos sobre mi regazo, escuchando a nuestro líder. Mi vestido negro pasaba mis rodillas y mi cabello estaba en una cola apretada y bien organizada. Nada de maquillaje o pintura de uñas, no era apropiado para un velorio.
Al terminar en la iglesia, fuimos al cementerio para el entierro, nubes negras oscurecían el cielo como si el clima también se uniera a la despedida de Pilar. El fresco aire del otoño ya nos envolvía, anunciando la despedida del verano.
Permanecí de pie a un lado de mi madre mientras observábamos al Sr. y a la Sra. Ferrero llorar desconsolados por su hija, su ataúd listo para ser enterrado, rodeado por todos de negro.
Mis ojos cayeron sobre la familia líder de nuestra iglesia: Los Philips. La Sra. Philips estaba en su cubierto vestido negro y el Sr. Philips, nuestro líder, en su elegante traje. Mi mirada viajó a su hijo menor: Carter Philips, el chico de ojos dulces y cara linda por él que siempre le había pedido a nuestro Altísimo. Él me dio una sonrisa de simpatía y yo se la respondí, sonrojándome un poco.
De pronto, el silencio reinó por todo el lugar, todo el mundo mirando detrás de nosotros. Mi madre y yo nos giramos para ver que era lo que pasaba y mis labios se abren en sorpresa.
Los Stein.
La señora Stein llevaba puesto un vestido rojo muy elegante, que llegaba sus rodillas, y dejaba sus hombros al descubierto, llevaba su cabello rubio suelto, ondulado en las puntas. Su maquillaje era impecable, su labial rojo fuego. Ella caminaba con mucha habilidad en unos tacones altos oscuros. Ella sonrió ante toda la atención, traía un ramo de rosas rojas inmenso en su manos. Su marido venía a su lado en un traje oscuro con una corbata roja como si quisiera hacer juego con la ropa de su esposa. Su cabello negro peinado hacia atrás a la perfección.
Detrás de ellos, venían sus hijos.
Kaia también iba de vestido rojo, el mismo labial fuego que llevaba su madre, su cabello negro, corto luce extraordinariamente bien contra su perfilada cara. Frey la llevaba de la mano, él también de traje oscuro con corbata roja como su padre, su cabello negro ligeramente desordenado.
Y Heist...
No sabía que era lo que tenía ese chico que llamaba tanto mi atención, a la luz del día podía detallarlo mejor y lucía tan bien, tan fuera de lo común aquí en el pueblo.
Heist tenía puesto un traje oscuro con una corbata roja como su padre y su hermano. Su cabello rubio estaba bien peinado hacia atrás, revelando lo marcadas que eran sus facciones y su mandíbula. En plena luz del día, sus ojos azulados claros se veían un poco más grises.
La Sra. Stein nos pasó por un lado, sonriéndonos y asintiendo a modo de saludo para mi y para mi madre.
Mis ojos se encuentran con los de Heist por un segundo y de nuevo, esa sonrisa ligera curvó sus labios hacia arriba hasta que también nos pasó por un lado.
¿Por qué me sonríe de esa forma? ¿Qué le parece tan divertido?
La Sra. Stein le susurró algo a los padres de Pilar y puso las flores sobre el ataúd que estaban comenzando a dejar bajar para enterrarlos. La madre de Pilar le dio una mirada de molestia al ver su vestimenta y su maquillaje. De hecho, todos a nuestro alrededor estaban cuestionando y criticando a la familia Stein por atreverse a romper nuestro código de vestimenta y respeto.
El silencio fue reemplazado por murmullos, criticas, y sacudidas de cabeza.
¿Cómo se atreven?
Ni siquiera conocían a la chica.
¿Por qué han venido?
Las mujeres de esa familia no conocen el respeto.
Ellas mostrando toda esa piel, que vergüenza.
Los Stein se dieron la vuelta, alejándose del ataúd para venir a nuestro lado y quedarse ahí, presenciando el entierro. Frey se paró a mi lado y no pude evitar echarle unas cuantas miradas.
¿Cómo es que todos en esa familia son tan... diferentes a nosotros?
Parecían salidos de un retrato familiar antiguo, la perfección y simetría de sus atuendos, sus rostros atractivos, como esculpidos en mármol sin fallas. La clase y la elegancia que todos portaban.
Ellos no pertenecen a este pueblo.
Estaba segura de que después de ese día, la gente hablaría de ellos y los apartaría, tratándolos como una plaga. Intenté no quedármeles mirando como una idiota, el teléfono de mi madre comenzó a vibrar y ella me hizo señas de que ya volvía, probablemente era mi padre.
Con mi madre lejos, me atreví a girar mi cara para mirar a Frey, no se movía en lo absoluto, sus ojos al frente en todo momento.
Pero entonces, Heist caminó detrás de su familia, silencioso como un depredador cazando y se quedó detrás de nosotros, entre Frey y yo. Lo podía sentir detrás de mi, y dejé de mirar a Frey de inmediato.
El líder prosiguió con la despedida a Pilar, con palabras de aliento para sus familiares y pidiéndole al Altísimo que la recibiera en su reino a pesar de todo.
Heist chasqueó la lengua.
Apreté mis manos a mis costados, ¿Se estaba burlando de nuestro líder? ¿Para eso vinieron? ¿Para burlarse de nuestras costumbres? ¿Por eso están vestidos así?
Por encima del hombro, le eché un vistazo a Heist quien portaba esa típica sonrisa torcida que me había dado antes. Lo vi dar un paso hacia adelante, quedando tan cerca de mi que solo tendría que moverse un poco para que nuestros cuerpos se rozaran.
Miré hacia al frente de inmediato sin saber que hacer. Todos a mi alrededor estaban escuchando al líder atentamente.
—Leigh.— él susurró en mi oído con esa voz profunda que tenía.
Di un pequeño brinco porque no lo esperaba, lo ignoré por completo.
—Eres como un ave enjaulada, Leigh.— él habló tan cerca de mi oído en un susurro que estaba segura solo yo podía escuchar, su acento saliendo a relucir, —Pero en vez de metal y rejas, te encarcelan doctrinas y creencias cuestionables.
¿De qué estaba hablando? ¿Quién se creía para hablarme de la nada? No lo conocía.
—Me pregunto si debería liberarte,— su voz tomó un hilo de diversión, —O destruirte.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante sus palabras.
¿Destruirme? ¿Me estaba amenazando?
Estaba a punto de girarme para confrontarlo cuando él habló de nuevo.
—Ojos al frente, Leigh, no seas irrespetuosa.
El sarcasmo en su voz me indignó, lo absurdo de la situación me tenía confundida, no estaba acostumbrada a lidiar con personas así, groseras y que me hablaran de la nada sin conocerme.
Necesitaba que mamá volviera, sabía que Heist me estaba hablando porque me vio sola. El líder culminó con el entierro y cuando creí que las cosas no podían empeorar, lo hicieron.
Comenzó a llover y las docenas de personas empezaron a irse, otras sacando sus paraguas, la lluvia llevándose la atención de todos. Oh no, mamá tenía el paraguas, y es en ese momento que me di cuenta de que llovía pero yo no me estaba mojando.
Alcé la mirada para ver un paraguas inmenso sobre mi, me giré y quedé frente a Heist quien lo sostenía, con una expresión arrogante sobre su rostro.
—Hola, Leigh.
Él habló como si no acabara de decirme todas esas cosas sin sentido hace unos minutos. Era la primera vez que lo tenía frente a mi de esta forma, su rostro atractivo inquietándome y poniéndome nerviosa pero eso no me haría olvidar lo que acababa de decir.
—¿Qué fue todo eso?
—¿Qué?— fingió inocencia.
—Todo lo que me dijiste.
—No se de que hablas.— se encogió de hombros.
Heist dio un paso hacia a mi, los dos debajo del paraguas fácilmente, era muy grande.
—Tengo que irme.— dije dando un paso para alejarme pero Heist bloqueó mi camino, aún cubriéndome con su paraguas.
—Estoy siendo cortés al no dejarte en la lluvia,— me informó, —¿Por qué no me dejas escoltarte hasta allá?— señaló la iglesia, nuestro cementerio quedaba justo al lado de la misma.
Ya estaba lloviendo a cantaros, el agua que golpeaba la tierra chispeaba mis zapatos y mis piernas.
En silencio, caminé a su lado lo más rápido que pude. Heist me ponía muy nerviosa, había algo en él que me aterraba pero que también me daba mucha curiosidad.
—No hablas mucho, Leigh.
—No suelo hablar con desconocidos.
—¿Repites todo lo que tu madre dice?— soltó una risita de burla, —¿No tienes tu propia personalidad?
Me detuve abruptamente, estábamos a mitad de camino pero ya no había nadie a nuestro alrededor, solo tumbas.
—¿Quién te crees que eres? Si tengo o no una personalidad, no es tu problema, así que deja de hacer tus comentarios arrogantes como si me conocieras.
La sonrisa de Heist se ensanchó.
—Ahí esta.
—¿Qué?
—Esa rabia, esa personalidad volátil que debes tener, estar reprimida de tantas cosas por tanto tiempo tiene su precio, puedo imaginarme el volcán que en realidad eres, Leigh Fleming.
—¿Así le hablas a las personas que apenas conoces? Suenas como un loco.
—Fuchsteufelswild.
—¿Qué?
—Loco no sería el adjetivo que usaría.— él se acercó más a mí, la lluvia golpeando con fuerza el paraguas sobre nuestras cabezas, los alrededores lucían blancos por la potencia de la lluvia, estaba segura de que nadie podía vernos, —Sin embargo, ¿no eres demasiado confiada con alguien que piensas que esta loco?
—¿Estas tratando de asustarme?
—No,— él se inclinó hacia mí, sus ojos azulados atravesando los míos, —Aquí estas, Leigh, a solas con un chico en medio de la lluvia donde nadie puede vernos, ¿No tienes prohibido estar a solas con chicos?
¿Cómo sabía eso?
—Solo me estoy protegiendo de la lluvia, ¿Crees que quiero estar aquí contigo? Sigamos caminando, terminemos con esto.— pero Heist no se movió.
—Solo tengo una pregunta antes de irnos.
Lo enfrenté, cruzando mis brazos sobre mi pecho.
—¿Qué?
—¿Qué harías si te beso, Leigh?
Me le quedó mirando, sorprendida y cuando se inclinó hacia mi, me tapé la boca con la mano.
Heist se echó a reír.
—Sabía que tu reacción sería divertida.
—Estás loco.
—Ya lo dijiste,— extendió la mano hacia el camino, —después de ti, señorita.
Estábamos a punto de llegar a la iglesia, y Heist se detuvo dándome el paraguas y saliéndose del mismo. La lluvia cayendo sobre él y empapándolo en segundos. Su cabello rubio lucía oscuro al mojarse y pegarse a los lados de su cara.
—¿Qué estas haciendo?— pregunté, confundida. Por el Altísimo, llevaba un traje que no se veía barato.
—Tu madre no apreciaría vernos llegar juntos a la iglesia,— explicó, —no quiero causarte problemas, además,— señaló el paraguas, —eso te dará una excusa para verme de nuevo, eventualmente, tendrás que devolverlo, ¿no?
Abrí la boca para decir algo pero él me cortó.
—Nos vemos por ahí, Leigh,— se despidió con la mano, —Ah, y hoy lo he confirmado.
—¿Qué?
—Que me voy a divertir mucho contigo.
Y con eso se dio la media vuelta, despareciendo en la lluvia.
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