(14) ╋ Recuerdos Macabros ╋

14

Heist

Hace un año.

Septiembre, 2017.

Munich, Alemania.

Las hojas y ramas caídas crujían bajos mis pies mientras corría a toda velocidad por ese bosque que conocía también, el patio de práctica de tiro de mi familia, donde muchos objetivos habían caído bajo la puntería implacable de mis padres, en especial de Peerce.

Tengo que llegar a tiempo.

Ramas rozaban mis brazos, rasguñando, rompiendo la piel pero no me molestaba. El dolor era algo que había aprendido a tolerar con el pasar de los años. Las víctimas se podían poner violentas al intentar defenderse así que había recibido mi cantidad considerable de dolor para ser capaz de tolerarlo tan bien.

En la distancia, las luces de mi casa se destacaban en la oscuridad de la noche.

Debí saberlo, ah, mierda, nunca debí dejar la casa. Toda mi familia se había ido a nuestra cabaña en las montañas a pasar el fin de semana dejando la casa sola, todos, menos Frey. Y yo sabía porque, por esa razón no me había despegado de él. Odiaba las complicaciones y Frey tenía la capacidad de convertirse en una complicación más rápido de lo que cualquiera pudiera imaginar.

Fue mi culpa por buscar algo de comer en la ciudad cuando sabía que él tramaba algo. Salí de la casa y apenas había recorrido unas cuantas millas cuando el auto se apagó de la nada, revisé para darme cuenta que alguien se había metido con el.

Frey.

¿Querías deshacerte de mi, hermanito? ¿Dejarme varado en medio de la nada?

Así fue como terminé corriendo como desquiciado en medio de la noche. Agradecí mi excelente condición física que me permitía correr por el bosque con rapidez y acortar el camino. A pesar de que corría, mi mente calculaba todas las posibilidades de lo que podía estar pasando en la casa. Frey había tenido más de media hora desde que me había ido.

Eso era suficiente para él.

Eso era todo lo que él necesitaba para hacer lo que sea que había planeado. Ah, maldición, odiaba limpiar el desastre de los demás.

Al acercarme a la casa, comencé a gritar su nombre con la intención de que eso le detuviera, como si algo pudiera detener a esa idiota impulsivo.

—¡Frey!— mi grito hizo eco por todo el lugar, —¡Frey!

Sin aliento, abrí la puerta principal y entré a la casa, deteniéndome en seco en la sala, mi pecho subiendo y bajando por mi acelerada respiración.

Frey.

Él estaba sentado en el mueble, inclinado hacia delante, sus manos ensangrentadas sosteniendo su cabeza, mojando su cabello negro, no podía ver su cara.

Mierda.

Mis ojos bajaron a sus pies y fue cuando la vi: Marlene, una chica que había caído en las garras de Frey y que a veces se metía a escondidas en la casa para verlo y hacer quien sabe que. Su vestido floreado resaltaba del charco de sangre sobre el que yacía, pálida. Me arrodillé frente a ella para revisar su pulso: no había nada.

Frey comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás.

—Mierda, Frey.— murmuré, ojeando a la chica, —esa es la alfombra favorita de mamá.

Frey no dijo nada, y yo me eché hacia atrás, sentándome por completo en el suelo frente al cadáver de Marlene, casi sintiendo pena por la chica, su único error fue meterse con mi hermano. Frey estaría en problemas con mis padres.

No matamos inocentes. De eso no se trata esta familia.

Vaya que a Frey le gustaba pasarse nuestro legado por el culo.

Con mi hermano al borde de un colapso emocional, suspiré, comenzando a analizar, a buscar la manera de que mis padres no se enteraran de esto. Los adolescentes de las familias normales ocultaban sus salidas nocturnas, besos, y alcohol, Frey y yo ocultábamos cadáveres.

En su defensa, Frey había sido diagnosticado con un montón de cosas cuando era pequeño, crecer en esta familia definitivamente no le hizo bien. Solo le llevó a desarrollar arranques de violencia inexplicables. Mamá siempre intentó mantenerlo alejado de todo lo que pasaba en el sótano pero siendo traviesos, Frey y yo nos colábamos allá abajo. Yo lo llevaba conmigo, porque sentía curiosidad por ver como le afectaría.

La curiosidad iba de la mano con mis ganas de explorarlo todo, de saber como reaccionarían ciertas personas expuestas a alguna situación, como si todos fueran piezas sobre un tablero que podía alterar a mi antojo.

Supongo que Frey fue el resultado de uno de mis primeros juegos.

Le eché un vistazo a mi hermano quien seguía balanceándose y supe que eso le tomaría tiempo, que esa era su forma de calmarse. Si me le acercaba o lo tocaba en esos momentos, se pondría violento, aún recordaba la vez que casi me había roto la nariz, Frey tenía más fuerza de lo que cualquiera pensaría.

En silencio, envolví el cuerpo de Marlene en la alfombra y lo cargué fuera de la casa, dejándolo en el patio ya me encargaría de enterrarlo luego. Cuando volví a la sala, la madera donde había estado la alfombra tenía manchas de sangre, por supuesto que se traspasaría la alfombra.

Bajé a nuestro sótano para buscar los químicos que usaban mis padres para limpiar en el sótano cuando asesinaban o torturaban personas, nunca inocentes, siempre eran delincuentes, violadores, pedofilos, asesinos etc. Diría que mi familia hacia justicia a su manera en aquellos casos que las leyes nos fallaban.

De día, éramos los perfectos Steins, dignos de portadas de revistas, la familia perfecta. De noche, capturábamos y nos deshacíamos de las escorias del mundo, aquellos que no merecían vivir. Eramos un poco versátiles, debía admitir.

Al soltar todos los candados y bajar las escaleras del sótano, crucé a mi izquierda para buscar lo que necesitaba. Con el rabillo de ojo, le eché un vistazo a ella.

Ella estaba inconsciente en un colchón en el suelo, una cadena alrededor de su tobillo derecho. Esperaba que la droga que le di no fuera demasiado fuerte. Me acerqué y me arrodillé frente a ella para quitarle el cabello de la cara. Sus labios estaban entre abiertos mientras respiraba suavemente, su pecho subiendo y bajando. 

—Dulce sueños.— le susurré antes de inclinarme y besar su frente.

Me levanté de ahí, recogí lo que necesitaba y subí las escaleras, cerrando los candados detrás de mi. Al volver a la sala, los rocié sobre el punto ensangrentado, tendría que dejarlo húmedo un buen rato, que bueno que tenía toda la noche para limpiar este desastre y yo que quería cenar pollo frito, mis planes de un fin de semana tranquilo se fueron a la mierda.

Gracias a mi hermanito.

Cuando limpié todo, me metí en internet a buscar esa alfombra, para mi suerte, yo era el que se encargaba de decorar y remodelar nuestras casas cuando nos mudábamos. Yo sabía donde podía encontrar otra alfombra como esa, unos cuantos clicks aquí y allá y con el pago de un envío bastante costoso nos podían entregar una mañana por la mañana.

Perfecto.

Ahora solo quedaba resolver el desastre sangriento que era mi hermano en estos momentos, ah, y el cadáver.

Detalle importante.

Con paciencia, llevé a Frey al baño y lo metí en la ducha y tomando su ropa para quemarla. Lo dejé solo, él ya había reaccionado un poco y sabía lo que tenía que hacer.

Bien, hora de deshacernos de un cadáver.

Al día siguiente, cuando mis padres regresaron fue como si no hubiera pasado nada. Yo los recibí con una sonrisa y Frey con su semblante frío y silencioso.

Como siempre, porque para Frey y para mi, nada había pasado.

#

Unos días después decidí ir a la ciudad para divertirme un poco en la vida nocturna. Me entretenía ir a los bares más populares de Munich. En especial este que era muy reconocido por su atracción para los turistas. Me gustaba observar a los extranjeros, sus expresiones de sorpresa y su atrevimiento a hacer cosas que probablemente no harían en sus países. Lo que pasaba en otro país en tus vacaciones, ahí se quedaba, les había escuchado decir un montón de veces.

Era fascinante las excusas que se podían inventar para desinhibirse y mostrar sus verdaderos colores. Tomé un sorbo de mi cerveza, agradecimiento en mi mente a las leyes alemanas porque después de los 16 años ya podías beber.

—¿Solo esta noche?— Aranela, la mesonera de turno, me preguntó, limpiando la barra frente a mi, —Esperando a tu próxima víctima.

Víctimas...

Interesante elección de palabras, Aranela.

—No son víctimas, no es mi culpa que me elijan cuando se ve me a leguas que solo quiero pasar el rato.

—Claro, claro, es que no ven más allá de ese atractivo rostro y esos ojos que prometen una noche salvaje e inolvidable.

—¿Estás coqueteando conmigo?

—Ya quisieras.— ella bufó, sus ojos cayeron en alguien tomando el asiento a mi lado.

—Lo se siempre.— esa voz familiar le pidió y Aranela se sonrojó ligeramente antes de ir por la bebida.

Tomé un sorbo de mi cerveza sin mirarlo, ¿Qué estaba haciendo aquí?

—No me gusta que me subestimen.

La frialdad y claridad en el tono de su voz me hicieron apretar mis labios. El temor no era algo que yo conociera bien, pero si alguien lo despertaba en mi, era él.

Mayne Stein.

Mi tercer padre.

No dije nada, no había nada que pudiera decir para defenderme.

Aranela le trajo su bebida y le sonrió antes de irse. Mi padre tomó un sorbo de su bebida.

—¿Quién era?— su pregunta no me sorprendió.

—Marlene.

—Fue Frey, ¿no es así? Tú no eres tan impulsivo.

—Si.

—¿Por qué lo dejaste solo?

Ni siquiera me molestaría en preguntarle como lo sabía.

—Porque...— no me gustaba admitir que había sido estúpido, que mi padre pensara que no soy tan inteligente como él, —no lo se.

—¿Qué hiciste con el cuerpo?

—Lo quemé y esparcí sus cenizas en el lago.

—¿Alguien sabe que ella estaba en casa esa noche?

—No, su relación con Frey siempre fue secreta.

—Bien, no eres tan estúpido como pensé.

Eso me hizo tensarme, la aceptación de Mayne Stein era algo que yo siempre buscaba por alguna razón. Tal vez era porque él pasaba algunos meses en casa y otros meses fuera, supuse que desde niño quise llamar su atención en esos meses que pasaba con nosotros.

—Tu madre no puede enterarse.

Lo se.

—Ni tampoco Milo y Peerce,— él se bebió todo su trago y bajó su vaso de golpe en la barra, dejando salir un larga respiración, —yo me encargaré de Frey.

—Mamá sospechará si vuelves a intervenir con Frey, sabrá que algo pasó.

—¿Me estás poniendo en duda, Heist?— él se levantó y puso su mano sobre mi hombro, —yo se hacer las cosas a diferencia de ti y de tu hermano.— él se inclinó para hablarme al oído, —y deja de buscar mi aceptación como un niño, es molesto.

Y con eso se fue.

Salí por aire fresco y a fumarme un cigarro, el humo dejando mis labios con lentitud antes de apagarlo y volver dentro del bar. La noche estaba tranquila, no habían tantos turistas como de costumbre. Estaba a punto de irme cuando las vi.

Un grupo de tres chicas se adentraban entre la multitud del bar, luciendo incomodas, fuera de lugar. También lucían muy jóvenes, sus expresiones atemorizadas despertaron mi curiosidad. Varios chicos se les acercaban agresivamente pero ellas sacudían la cabeza y seguían caminando.

Le di el último trago a mi cerveza y me puse de pie.

Usé todo mi encanto y sonrisa con ellas al hablarles para sacarlas de ese lugar. Se veían demasiado vulnerables ahí, con todos esos chicos listos para ofrecerles bebidas que probablemente venían cargadas de drogas. Los había visto hacerlo varias veces y los había denunciado, pero los bastardos solo pasaban unos días en la cárcel y salían como si nada.

Por eso siempre estuve de acuerdo con mis padres, las leyes a veces nos fallan.

Las saqué de ese lugar porque no estaban nada cómodas ahí y las lleve a un café tranquilo cercano. Ellas se sentaron al otro lado de la mesa.

—Me llamo Heist.— les dije, ofreciéndoles mi mano, ellas me dieron una sonrisa tímida antes de presentarte cada una.

—Pilar.

—Sofia.

—Jessie.

Les devolví la sonrisa.

—Mucho gusto, chicas. 



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