La lluvia caía por décima vez esta semana y ya su sonido me lo sabía de memoria. Cada gota que resbalaba por el cristal era un claro reflejo de cómo me sentía por dentro pero que, por miedo a la reacción de mi captor, no exteriorizaba.

Ya no me sentía engañada, esa fase ya había pasado por mí y ahora se había instalado mi necesidad de sobrevivir por encima de cualquier cosa. También pensaba en Alexa y el cómo ese cabron maquinaba cada día algo para ella, algo que llevaba en un completo silencio.

La mayor parte la pasaba sola en un dormitorio pequeño con poco más que una cama y una mesa en la que podía escribir. Robert tuvo el detalle de dejarme un cuaderno con un bolígrafo para poder escribir mis pensamientos a modo de diario para no perder por completo la cabeza aunque pensaba que lo más probable era que quería comprobar si escribía cosas sobre Alexa para usar en su contra.

No sabía si en toda esa maquinación de conquistarme para llegar a ella él sentía o llegó a sentir algo por mí. Cada día se me hacía más difícil asociarlo con una persona frívola que me tenía en sus planes no para pasar el resto de su vida conmigo sino para llegar a mi mejor amiga. Lo peor es que estábamos unidos y eso no sabía qué destino tendría, ¿Querría obligarme a seguir con él o me desecharía en cuanto pudiera tener lo que quería?

No sabía cuál era mi destino en su mente pero lo que tenía claro era que no iba a quedarme quieta viendo la lluvia caer.