v. resentment



capítulo cinco
EL RENCOR

El príncipe Daemon Targaryen y su hija mayor compartían un lazo inquebrantable. Criada para ser un claro reflejo de él, Lady Alyssa demostró ser una hábil guerrera y una gran fuerza a tener en cuenta, se veía como la reencarnación de la doncella misma pero en su interior se encontraba nada más que el Señor de los siete infiernos.

Septón Eustace







Kepa.

Alyssa se puso de pié cuando su padre se en sus aposentos. Había esperado que él viniera a verla durante la noche, pero no lo hizo, no vino cuando las criadas la bañaron y le cambiaron la ropa de cama, y ciertamente no lo hizo cuando el maestre le acomodo la nariz en su lugar.
Había dado vueltas en su cama por toda la noche, no logró dormir ni siquiera un poco, la preocupación se había apoderado de su ser ahora que la adrenalina de la pelea había desminuido y no quedaba nada más que el terror de que su padre le diera su mano a algún señor.

Ya lo tenía decidido, si su padre la quería casar con algún señor, se escaparía, robaría dinero y se iría en el lomo de Vermithor tan lejos como pudiera, quizás buscaría a su madre en Volantis. No le importa convertirse en la nueva Saera Targaryen de la familía, no quería casarse, amaba a su familia y haría lo que sea por ellos, menos ser usada como una moneda de cambio. Se negó.

Amaba inexplicablemente a su padre, pero si él la obligaba a casarse, lo abandonaría, sin importarle lo mucho que le dolería el corazón.

Zaldrizes —él dijo con diversión, notando su nerviosismo.

Ambos se quedaron en silencio. Daemon cruzo la habitación y se sentó en su cama de forma despreocupada.

—¿Que dijo el maestre sobre tu nariz?

Probablemente debería estar resentida con él porque no quedarse a su lado, pero ella lo sabía bien.
Ella misma se había metido en esa pelea y ella misma tenía que enfrentar las consecuencias, lo doloroso de su nariz torcida fue mérito de sus propias acciones. En la guerra, le diría su padre, ellos mismos se suturaron las heridas y se acomodaba los huesos, no había ningún maestre allí.

—Dijo que probablemente sanaria torcida. Aemond me dio un buen golpe.

Los ojos de Daemon se oscurecieron y novio su mano para que su hija se acercara a él.
Ahora sin la sangre en toda su cara la examinó de cerca.

Alyssa era muy vanidosa, era muy bonita para su edad y los hombres en Pentos susurraban que iba a crecer para convertirse en una mujer hermosa, pero ahora con la nariz torcida se parecía más que su tocaya que en cualquier otro momento.

—Te hace parecer más ruda —él dijo, pasando suavemente su dedo por la curva torcida de su nariz— si quieres participar en justas e ir a la guerra tendrás mucho más que una nariz torcida.

—¿Cómo podría participar en una justa y combatir codo a codo con un hombre en la guerra si solo me ven débil por ser una mujer?

—No eres una mujer. Eres un dragón y los dragones hacen lo que quieren.

—Entonces no me quiero casar.

Daemon tarareo, estaba a punto de darle un golpe en la nariz hasta que recordó que la tenía rota.

—¿Eso es lo que te tiene tan preocupadada?

Alyssa miró hacia otro lado.

—No quiero estar lejos de ti y de mis hermanas, no quiero casarme con un señor que no conozco, no quiero...

—No te entregaré a ningun señor —el dijo, cortando su discurso— tu fuiste mia antes que nada, te reclamé como un jinete reclama a un dragón. Y no te dejaré ir nunca, no te quiero lejos de mi.

—¿De verdad? —ella preguntó, volteandose a verlo.

—La tradición dicta que la hermana mayor debe casarse con el heredero varón. Por lo que te quedarás en casa, a mi lado.

Alyssa arqueo las ceja con disgusto.

—A menos que tengas otro bastardo no se con quién pretendes que me case.

Daemon se rió.

—Tendre más hijos, no te preocupes.

—Cuando tengas más hijos yo seré lo suficientemente mayor como para casarme con un niño.

—Esperaras a que crezca y serás libre mientras tanto, podrás hacer lo que se te de la gana y..

—No quiero casarme con un niño ¡No quiero casarme en absoluto!

—Harás lo que yo te diga que hagas.

Alyssa frunció el ceño y se alejó de su padre, por más que hiciera todo tipo de muecas nunca se opuso a las peticiones de él. Por más que deseara escapar, en lo profundo de su corazón sabía que no lo haría, nunca podría abandonar a su padre.

—Me escápate con Vermithor —ella dijo al fin, aunque mentía descaradamente.

—¿Y a dónde irías? —él le preguntó con diversión, siguiéndola con la mirada.

—A Volantis a buscar a mi madre.

La diversión rápidamente desaprecio de la cara de Daemon y se levantó para acercarse a su hija.

—Te lo prohíbo.

—¿Por qué? —ella lo desafío.

—Por que tu eres mi hija. Mia y de nadie más. ¿Por qué querrías conocerla? No la necesitas.

Alyssa alzó los hombros.

—Seguramente ella no me obligará a casarme con un hermano que ni siquiera existe.

—Peor. Te venderá al mejor postor y dejara que un cabron te mate en alguna casa de placer porque no sabe controlarse —él dijo con dureza— ¿Es esa la vida que deseas? Aquí te estoy ofreciendo la libertad, te dejaré volar en Vermithor a dónde sea que quieras, no te alejadas de la familía y podrás luchar en todas las justas que se te dé la gana. Mientras tu hermano crezca podrás follarte a la persona que quieras hasta que el sea mayor.

Alyssa frunció el ceño, una expresión burlesca se apoderado de su rostro.

—Tu esposa murió. ¿Quién será la mujer que me dará un hermano? —ella preguntó con recelo.

—Rhaenyra.

—Ella está casada —dijo Alyssa con obviedad — ¿Qué? ¿Te tomara por segundo esposo? ¿O como segundo amante ahora que el primero murió?

La mano de Daemon se levantó, lista para golpearla, Alyssa cerró los ojos con fuerza. Fuera de los entrenamientos, su padre nunca la había golpeado, sabía que los padres golpeaban a sus hijos, la reina había golpeado a su primo ayer en la noche... Pero su padre.. Alyssa sabía que tenía una lengua larga, a veces decía cosas fuera de lugar y muy hirientes, pero su padre nunca le puso un límite, él era usualmente quien se reía de las cosas que decía.
Pero cuando las cosas que decía eran en su contra él no lo encontró muy divertido, Alyssa lo aprendió rápido, a veces le apretaba la cara con fuerza, clavaba sus dedos en sus hombros, o elevaba el tono de su voz pero nunca le había levantado la mano.

Daemon suspiró con fuerza.

—Ten cuidado con lo que dices, Alyssa —dijo al final.

Ella volvió a abrir los ojos y lo miro con culpa, más no se disculpó por lo que dijo.

—Antes hablé con mi hermano y afirmó que le gustaría que lo visitaras.

Alyssa tenía la intención de arrugar la nariz, pero aún le dolía por lo que hizo una mueca de disgusto.

—¿Y por qué piensas que me gustaría visitarlo?

Daemon volvió a  alzar la mano y le puso el cabello detrás de la oreja.

—Pense que te gustaría pasar tiempo con Aemond.

—Si, me encantaría.

Ambos se miraron en silencio por un momento. Daemon sonrió y Alyssa pronto se le unió.

—Le hice saber que todavia no te dejaba viajar sola con Vermithor, pero dentro de unos años tendrás que ir. Sera beneficioso para nosotros, las capas doradas aún son leales a mi así que te cuidarán y al volver, me informaras sobre los planes de esos cabrones. Desde anoche quedaron claro los bandos.

Alyssa desvío la mirada. No quería casarse con un hermano que ni siquiera existía y tampoco quería volar a desembarco del rey para pasar tiempo con su tío y su asquerosa familía, pero tampoco quería tomar a Vermithor y huir.

Desde pequeña, Alyssa había tenido un grado de devoción por su padre más grande que el que cualquier hijo tendría por su progenitor. Alyssa tomaba su palabra como la única verdad y hacia todo lo que le pedía sin rechistar, él era su ejemplo a seguir y su héroe, para ella no había persona en el mundo mejor que su padre.
Alyssa nunca se pudo negar, se doblegó ante él fácilmente aunque no quisiera hacer lo que él le pedía, lo hizo.

—¿Cómo lograras casarte con mi prima? —ella preguntó al fin.

Daemon le acarició la mejilla y de dio un beso en la frente.

—Eso dejámelo a mi, Zaldrizes.

Cuando su padre se fue, Alyssa se acercó a la ventana, desde su lugar podía ver el barco que se estaba preparando para partir con la familía real.

Alyssa se encontró preguntándose si Aemond volvería a desembarco del rey a lomos de Vhagar, deseo que si lo hacía que un rayo lo atrapada o que se cayera a la profundidad del mal por no sujetarse bien de su silla.

No dejes que el rencor se apodere de tu corazón, solía decirle Laena, cuando la encontró enfurecida luego de haber perdido una pelea con el hijo de una criada en Pentos. El rencor corroe el alma. Pero a Alyssa poco le importaba mientras tomaba la espada de madera y golpeaba al hijo de la criada una y otra vez. No debería haberse burlado de mi, murmuró mientras la separaban del niño lleno de sangre.

Aemond Targaryen había golpeado a sus hermanas, ella tenía derecho a guardarle rencor. Debería haberlo matado, debería haberle enterrado la daga en el cuello hasta que saliera por el otro extremo, pero solo había logrado cortarle el brazo.
Un brazo desgarrado y un ojo perdido, ese debería haber sido un precio justo, pero no lo fue para Alyssa, deseo que la fiebre por la infección se lo llevará.

Salió de sus aposentos con la intención de visitar a sus hermanas, pero el séquito que acompaña a la familía real, la hizo olvidarse de eso. Vio el cabello blanco se sus primos y lo único que deseo fue acercarse a terminar lo que había comenzado en la noche, pero un guarda la detuvo.

La familía real se volteó a verla. La Reina se aferró a su hijo tuerto, mientras que el Rey hizo un movimiento con la mano, ordenándole al guardia que la soltará.

Alyssa miró a Aemond a el unió ojo que tenía. Algunos podrían decir que los puntos en su cara lo hacían verse terrorífico, pero la niña siempre había tenido un gusto extraño por las bestias. Se veía feo y patético, pero se libero del agarre de su madre y se paró derecho. Alyssa le sonrió.

La sonrisa malvada de Daemon, pensó la Reina.

La sonrisa amorosa de su madre, pensó el Rey.

—Ven aquí, querida sobrina —él murmuró.

Alyssa se deslizó con gracia hasta pararse frente a el. Era flaca y alta para su edad, y su belleza ahora se veía opacada por el morado que se formaba alrededor de su nariz, pero el Rey en lo único que podría pensar era en su madre. Una madre que le habían quitado demasiado rápido, pero aquí estaba su sobrina, siendo la viva imagen de la primera mujer que había amado.

—¿Te duele mucho la nariz? —él le preguntó, sosteniéndose de su bastón.

Aemond giro la cabeza con brusquedad para mirar a su padre. A él, que era su hijo, que le habían quitado un ojo, ni siquiera se había volteado en su dirección para preguntarle si estaba bien, pero con la bastarda que tenía solo un moretón en la cara se mostraba muy preocupado.

—Mucho, su majestad —Alysaa murmuró uniendo sus manos detrás de su espada con inocencia.

La nariz había dejado de dolerle hace un rato, pero la satisfacción que tuvo cuando vio por el rabillo del ojo a su primo, no tuvo precio. Fingiria ser débil y una tonta frente a el Rey, si eso significaba molestar a Aemond Targaryen.

El Rey le pasó la mano por la cara, de la misma forma amorosa que su padre lo había hecho hace un momento.

—Aemond disculparte con tu prima —él Rey demandó, volteandose a ver a su hijo.

La reina dio un paso adelante. El enojo en ella era muy evidente. Alyssa solo sonrió.

—Viserys, tu hijo...

—No hace falta, su majestad —Alyssa se apresuró a decir, aún intentado ser el reflejo de una niña inocente— mi primo ha quedado lisiado y cargará con ese peso por el resto de su vida. El mundo es cruel para personas como él. Ya lo he perdonado, no es bueno guardar rencor.

Aemond le dio a Alyssa una mirada mortal, estuvo a punto de dar un paso hacia ella, pero su abuelo lo tomó por el hombro.

—Asi es, el rencor es el peor de lo males —el Rey le dijo— eres muy sabia, querida mia. Me alegra saber que no eres igual a mi hermano en ese sentido.

Oh si supiera...

—Mi padre es una buena persona, a veces es solo un poco pasional —ella lo defendió.

El rey sonrió.

—¿Tu padre te ha contado sobre la petición que le hice anoche?

Era obvio que la Reina y el señor mano, no tenían idea de que los hermano Targaryen habían hablado.

Alyssa sonrió aún más.

—Lo ha hecho, su majestad.

—¿Y que te ha parece la propuesta? La vida en la corte te sentará bien, allí podrás compartir tiempo con tus primos y aprender sobre nuestra historia. Mi buena abuela, siempre afirmo que rodearse de la familía era lo mejor, los lazos que formaras con mis hijos perduran en los años venideros. Y a mi ciertamente me alegraría tenerte allí.

La mueca de disgusto en la cara de ella reina fue breve, pero Alyssa lo notó. Aemond por el contrario, no la escondió.

Si bien hace un momento Alyssa había detestado la idea de visitar a su tío, ahora le parecía el mejor medio para conseguir su fin. Su primo no parecía nada feliz, y eso la alegro mucho.

—Me honras, tío —ella dijo con dulzura— mi padre dijo que cuando el considere que tenga la edad apropiada para volar sola me quejara quedarme un tiempo en la corte. Nada me parece mejor que pasar tiempo de calidad con mis primos. Pentos, aunque es un lugar muy hermoso, carece de la calidez que solo la familía puede brindar.

El Rey la miró con ternura.

—Cuando te veo, es el reflejo de mi madre el que me devuelve la mirada. Pero de tu boca sale la sabiduría que solo mi buena abuela poseía.

—Espero entonces en mi estadía en desembarco del rey poder aprender más sobre las grandes mujeres de mi casa.

—Su majestad, el barco está listo —uno de los guardias le avisó.

El Rey estaba encorvado, por lo que Alyssa se puso en puntas de pié para darle un beso en la mejilla.

—Ha sido un gusto conocerlo, su majestad. Le brindo mis mejores deseos en su viaje.

El Rey le puso una mano en la cabeza con cariño.

—Espero verte pronto en casa, querida sobrina.

Alyssa se inclinó de forma burlona ante la Reina, luego se acercó a saludar muy amablemente a sus primos. Aemond se paró derecho cuando ella se acercó a él.

—Primo —ella se inclinó para darle un beso en la mejilla que tenía los puntos. Aemond hizo una mueca pero no demostró más dolor que eso— te extrañaré, pero mientras tanto mi corazón rememorará los buenos recuerdos que llegamos a compartir.

Aemond se estiró y le tomo ambas manos antes de que pudiera alejarse de él. Se las apretó con fuerza, pero Alyssa solo lo miró con diversión.

—Estare esperando con ansías tu llegada, prima.






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