Capítulo 3

—¿Puedo preguntar porque sonríes mucho?

—Porque soy feliz —le contesto a Aníbal —acabo de adquirir una trilogía que está para alabar en un pedestal.

—Puf, ¿entonces no quieres ir a una fiesta conmigo? Seguro debes estar ocupada leyendo.

Despego la mirada de las hojas para enfocarla en mi hermano que se lleva a la boca una bolsa de gomitas, va vestido con ropa casual. Tengo una buena relación con él que, con Dominik, Aníbal no me restringe nada, me lleva a sus reuniones, vamos al parque o cine juntos sin importar que sea la menor. De un salto me levanto del sillón y le digo que sí quiero ir, así que voy a mi habitación es busca de una ropa que me haga sentir cómoda.

—Estoy lista —le hago saber después de varios minutos —. ¿A qué tipo de fiesta vamos?

—Una que va a gustarte, solo que te prohíbo el alcohol, ¿entendiste pecosa?

—Entendido, pequitas —siseo en burla.

Gruñe a modo de respuesta porque no le gusta que lo joda con sobrenombres que me invento a cada rato.

—Poe cierto, bonito vestido, ¿mamá te lo compró?

—Nop, papá me acompañó el sábado a una boutique —mi hermano asiente con la cabeza y salimos de la casa —. Me pido la radio.

—Vas atrás.

—P-Pero no es justo, ¿por qué atrás?, ¿acaso ya tienes novia?

Mi hermano me mira aterrorizado y blanquea los ojos.

—Pasaremos por Ian, pecosa.

Con tan solo escuchar su nombre me erizo. Sonreiría ahora mismo, pero eso levantaría sospechas y mi atracción por el rubio es como un secreto de estado, confidencial. Me subo al auto y entre poco ya estamos en la avenida rumbo a la casa del susodicho, tiro de mi vestido a cada segundo como un tic nervioso. No es por nada, pero me he estado viendo con el chico algunos días, todo es inocente, él me espera en la heladería que está a dos esquinas de mi escuela, nos sentamos a charlar y disfrutar de nuestros helados. Me ha estado dando avances sobre su historia que en verdad es una maravilla y añoro leerla completa.

El auto se detiene frente a una casa pequeña de dos pisos. Aníbal toca dos veces la bocina y enseguida el rubio sale de su casa luciendo espectacular. El aire se me escapa de los pulmones una ves que entra y su colonia varonil se impregna en mis fosas nasales.

—¿Acaso te bañaste con colonia? —se burla mi hermano —has minado el auto.

—Hola mejor amigo, yo estoy bien, gracias pro preguntar —responde con sarcasmo —. Hey, hola, Heidi, que bueno que te animaste a venir.

Intercambiamos una mirada a través del espejo y sonrío.

—Aníbal me convenció, espero que no me dejé olvidada al final de la festa como lo hizo atrás.

—Agh, por favor, no empieces pecosa, eso fue hace años.

Cuando era más pequeña, Aníbal estaba a cargo de mí esa vez que fuimos al supermercado con nuestros padres, estaba tomada de su mano y lo último que recuerdo es haberme quedado sola en el departamento de juguetes llorando por media hora al no encontrarlo.

—Que mal ejemplo de hermano eres, Aníbal Volker —me sigue el juego el chico rubio y me guiña un ojo desde el espejo provocando que me sonroje —en marcha.

La fiesta no está para nada mal, hay demasiada bulla y cuerpos bailando en medio de la pista improvisada. Todos son mayores que yo, he visto algunos beber y fumar en el exterior de la casa.

Una soda de sabor fresa repara frente a mis narices y sonrío.

—Gracias —la acepto enseguida.

—De nada.

Ian se sienta a mi lado dándole un largo trago a su Coca Cola. Repaso todo el lugar adornado de luces, mesas con aperitivos, bebidas y cervezas. Mi hermano está a unos metros de nosotros charlando con su grupo de amigos a la vez que prueban una cámara fotográfica.

Ian y yo intercambiamos una mirada cómplice transmitiendo lo que sentimos al estar juntos.

De repente me pongo de pie y estiro la mano en su dirección cuando escucho una canción de mis favoritas.

—¿Bailas?

Mi sonrisa tiembla con el miedo que me rechace la invitación, sin embargo, Ian termina entrelazando sus dedos con los míos. No veo nada de malo con bailar, todo el mundo lo hace. Nos acercamos a la pista y comienzo a sentir el ritmo apoderarse de mi cuerpo como energía, agito los brazos y muevo las piernas sin importar lo que piensen los demás en la manera de como disfruto de la música.

Ian me sigue imitando mis movimientos, me entretengo analizando sus facciones varoniles. Ian Phillip es guapo, no como los modelos, porque él tiene su encanto que me atrae. Me voy acercando un poco más hasta que mis manos se apoyan sobre su pecho y sus manos se adhieren a mi cintura.

—Te besaría —sisea en nuestra cercanía —pero nos expondríamos y lo que menos quiero es meternos en problemas.

—Los besos no son malos cuando ambos lo desean —deslizo hacia arriba hasta enredar mis brazos y ponerme de puntillas quedando a escasos centímetros —. Entiendo que no sea el momento y sé que temes porque tengo quince.

Ian se relame los labios y baja la cabeza como si me estuviera decepcionando.

—¿Sabes, Ian? Yo esperaría por ti, no importa que suene ridículo. Sé que entre poco te irás, porque tengo fe que entrarás a la carrera para estudiar lo que te gusta y no frecuentaremos como solemos hacerlo.

—He estado pensando justo en eso, no quiero decepcionarte, Heidi.

—No te preocupes.

Mi corazón late con fuerza al sentir el roce de nuestras narices.

—Yo también esperaría por ti, no importa cuanto tiempo, ¿vale? Te quiero.

Oh, santo recórcholis. 

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