Capítulo 2
Ya perdí la cuenta de las veces que he suspirado en lo que llevo del día. Pero no es mi culpa que tenga frente a mis ojos un libro que me llama a gritos para ser adquirido. Mi cabeza está apoyada en la vitrina de la librería babeando por aquella trilogía que salió hace una semana, es una desgracia que no me alcance para comprarla.
—Vendré por ti bebé, mami conseguirá el dinero.
Suspiro hondo a la vez que me acomodo el uniforme y la mochila sobre los hombros. Entre poco me graduaré de la secundaria y tengo miedo por enfrentarme al siguiente nivel. Cuando doblo la esquina, me llevo un golpe que me reinicia el cerebro.
—¡Auch! —chillo llevándome una mano a la frente —oye, por favor... ¿Ian?
El rubio parpadea avergonzado llevándose la mano al pecho. Sus orbes azules se conectan con los míos y trago en seco.
—Heidi, ¿estás bien? ¿T-Te lastimé? —hace un intento por encontrar algún golpe en mi rostro —dioses, debo ver donde camino, no era mi intención.
—Qué va. Ya no me duele mucho —le sonrío y el silencio se apodera del momento por unos segundos —. Mmm, ¿y qué haces por aquí?
El rubio esconde sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.
—¿Sabes guardar secretos?
—Sí, es una de mis fortalezas —le sonrío.
—De acuerdo, tengo que contarte algo antes de que no pueda cerrar el pico —me hace un ademán con la cabeza para que lo siga y emprendemos el camino sobre la acera —para empezar, esto te sonará loco, hace poco me planté escribir un libro, la verdad es que solo fue una ocurrencia super loca de mi parte hasta que me di cuenta cuanto me gusta desvelarme por planear lo que pasará en el siguiente capítulo y...
Parpadeo atónita y me detengo en seco.
—Espera, ¿acabas de decir que te gusta escribir?
Ian asiente con la cabeza. Sus mejillas no tardan en adquirir un color rojizo que lo hace ver adorable. Hunde el cuello entre sus hombros como si secreto le causara vergüenza.
—Uh, eso es... ¡Magnífico! Aaaah, acabas de decirme una noticia increíble.
De la emoción comienzo a saltar agitando las manos
—¡Lo sé! Es que desde hace poco no creí que pudiera hacerlo, espero que en un futuro pueda pulir mis manuscritos.
—¿Te imaginas ver ese escrito publicado, Ian? Boom, sería tremendo —le doy un codazo en el hombro de manera amistosa —. Gracias por contármelo, tu secreto está a salvo conmigo.
Continuamos caminando por la acera acercándonos a un parque en centro de Múnich. Me aliso la falda con tablones limpiando el sudor que mi brota de mis palmas, estar junto a él me provoca nervios. Ian tiene dieciocho y entre poco se irá a Berlín para presentar un examen junto a mi hermano para estudiar cinematografía. Yo todavía no tengo la mínima idea de lo quiero estudiar, para eso falta muchísimo tiempo.
—Heidi, en realidad hay otra cosa de la cual quiero hablar contigo.
—Oh, te escucho —nos acercamos a una banca donde las hojas de los árboles han proclamado su territorio y sin romperlas las dejo caer al piso —. El suspenso me mata, Ian.
Me remuevo de mi asiento y cruzo las piernas.
El rubio duda moviendo la cabeza gesticulando gestos que no logro comprender. Sus labios rosas son delgados y apuesto que deben ser suaves. Mi piel se estremece cuando su mano toma la mía con lentitud, por un segundo clavo los ojos en nuestros dedos acariciándose con suavidad.
—No me imaginé esto pudiera suceder, Heidi y espero que mi declaración no te espante luego de que finalice ya que a ciencia cierta dudo si es correcto, pero prefiero a arriesgarme que callarme —enarco una ceja sin saber que demonios sucede —uh, hace mucho que tú me atraes, al principio me dije que debía controlarme ya que te llevo tres años, aunque comprendí que la atracción se incrementaba en las veces que te miraba, no como algo pervertido, sino que tú me llamabas la atención de una manera, ¿bonita?
Abro y cierro la boca anonada.
—Ian, ¿estás diciendo que te gusto?
—Sí,
—¿Desde hace mucho?
—Pues fue cuando me recibiste la primera vez en tu casa —suelta una risita nerviosa —recuerdo que estabas envuelta en una pijama afelpada de ositos cubierta de una manta y como siempre acompañada de un libro, me pareciste lo más tierna en ese momento.
—¿Mi hermano sabe de esto?
—No, nada.
—Wow —es mi respuesta final y vuelvo a bajar la mirada a nuestros dedos entrelazados —. No me lo creo es que... me pareces lindo en todos los sentidos y no creí estar a tu alcance por ser menor que tú. ¿Por qué ahora me lo dices?
—No lo sé, supongo que debí aprovechar ahora que te he visto —encoge los hombros.
—Ian, tú también me gustas.
Mi declaración final es suficiente para ver como sus comisuras se elevan al cielo.
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