2
Una noche, Jimin no llegó a su casa como era costumbre desde que ellos dos habían iniciado esta extraña relación, tan extraña y singular como lo era Jimin. Pero “Ojitos”, había aceptado toda norma con tal de seguir juntos.
Cansado de estar cansado de esperar, salió con un cigarrillo al que nunca encendía porque había dejado de fumar hacía tiempo y se alejó de su casa. Caminó sin rumbo fijo por varios metros y curiosamente encontró placer en el frío que le pegaba sobre las mejillas. Colocó el cigarro en la oreja, subió la capucha de su abrigo, puso sus manos en los bolsillos y con hombros elevados, comenzó a cantar bajito una de sus canciones favoritas.
El vaho que formaba el frío cuando salían las palabras de su boca, entretejía pálidos círculos de vapor que se mimetizaban con la cerrada noche, antes de disgregarse por completo.
Se sentía contento con muy poquito, tenía la cabeza llena de momentos con Jimin, cantaba algo para él y mientras hacía aros de "humo" con su aliento de frío, algo lo succionó de la espalda y cayó boca abajo, cincuenta metros de donde se encontraba.
Sintió que ese «algo» se montaba sobre su espalda. Carne y piel de su cuello, en cuestión de segundos estaban siendo desgarrados con precisión quirúrgica.
Gritó con todas sus fuerzas y la cosa detrás suyo emitió una desagradable risa demoníaca.
Gruñía cerca de su garganta y cuando sintió el hálito caliente de la bestia hablándole en un lenguaje espectral, él creyó que su corazón no resistiría.
Una segunda criatura llegó y se posicionó delante de Jungkook y de «aquello» que tenía sobre su espinazo.
No podía verla porque la bestia que lo dominaba por la espalda sostenía su cabeza hacia abajo, pero levantó el mentón lo suficiente y alcanzó a ver los pies de quién estaba intercediendo para no ser destrozado.
Él reconoció esos pequeños pies, los inconfundibles piecitos descalzos de Jimin.
Las criaturas hablaron en un lenguaje desconocido, ni siquiera discutían, una se impuso sobre la otra y Jungkook sintió alivio cuando «eso» soltó el agarre que ejercía sobre sus omóplatos.
Se desmayó producto del miedo y de la pérdida de sangre y al recuperar el conocimiento se encontraba en el portal de su vivienda.
Como pudo se incorporó e ingresó.
Se sintió triste, desconcertado y aterrorizado.
¿Qué mierda era lo que había ocurrido?
Dormí durante doce horas y cuando abrí los ojos sentí a la desdicha ascender por mis vértebras buscando lugar donde hacer nido para regocijarse con mi dolor.
Mi pobre mente era incapaz de comprender lo que había ocurrido en la oscuridad de aquel parque, pero si hay algo de lo que no tengo dudas, es que Jimin está involucrado y eso... eso, juro por los cielos que me está partiendo el corazón en dos.
¿Cómo fue que permití que él se metiera así en mi vida?
Maldición, ahora que lo pienso, cada cosa alrededor de Jimin me lo cantaba a los alaridos.
¡Pero si el chico tenía un cartel luminoso en la cabeza anunciando ¡Peligro! con mayúsculas y en neón.
¿Y quién decidió ignorarlo?
Yo.
¿Quién decidió que no debía darle importancia a que su cabello cambiara de color a voluntad y sin efectos especiales?
Yo, por segunda vez.
¿Sus ojos rojos mientras hacíamos el amor no eran un llamado de atención?
Volví a decidir que no.
Y por supuesto, sus preciosos pies descalzos, siempre níveos, siempre tibios aunque caminara en la nieve...
¿No era digno de ponerse a pensar?
Nunca vi que dejara huella al caminar...
Una vez más me hice el idiota porque me estaba volviendo loco, todo él, con su bendita cara de ángel y sus encantos de pecado.
Maldición, hablo de él y me oigo enamorado.
¿Cómo es posible que me haya enamorado de Jimin de esta manera?
¿No es humano?
¿No lo advertí?
¿No me di cuenta?
Solo un idiota no se hubiera dado cuenta... o sea yo, el idiota mayor.
No olía a monstruo.
¿Cómo huele un monstruo?
¿Qué estoy diciendo?¡Qué va oler a monstruo si la piel de mi chico emana olor a chocolate blanco, dulce y delicioso!
¿Así huele un monstruo?
Mi chico dije... casi me comen dos engendros allá afuera y yo le digo «mi chico» ¿Se puede ser más idiota?
No me da más la cabeza de tanto pensar, tengo mil dudas y no me sobran pruebas pero con una me basta, y es que lo vi.
Vi sus pies, su figura casi flotando, como siempre no tocando el suelo. Los vi, vi esos piecitos que he besado y he tenido entre mis labios.
Eras tú, Jimin, hablando en lenguas.
Sentí tu olor, no miento cuando digo que hueles a chocolate blanco, te sentí.
Escuché tu voz. Aunque no entendiera ni una sola palabra de lo que hablabas, yo sabía que era la misma voz con la que noche tras noche desde hace casi un año has declarado, mirándome a los ojos, que me amas y que lo harás hasta el fin de los días...
¿Qué voy a hacer ahora?
¿Qué hago con esto que me quema en el pecho?
¿Qué hago con el amor que hiciste que sintiera por ti?
¡Porque tú podrás ser el demonio que quieras! Pero yo... yo, sí te amo, Jimin... ¡¡Te amo!!
—Yo te amo más, Jungkook.
—Ahhhh —Un alarido de terror se encajó en su garganta, Jungkook giró hacia donde venía la voz para ver parado a Jimin, casi flotando, sobre su cama.
—¿Qué haces aquí? —Jungkook lanzó una mirada de odio antes de comentar con sarcasmo— Intenta hablar en mi idioma por favor así te entiendo...
—Quería saber cómo estabas.
—¿Vienes a matarme? ¿Quieres mi sangre o mi alma, Jimin?
—Nada de eso.
—Te dejé entrar a mi casa y a mi vida. Me entregué entero a ti pero rompiste mi corazón, puedes quedarte con los despojos que quedan de lo que fui... ven mátame ya no tengo defensas.
—Yo no hago eso. No vine a eso.
—¿No? ¿Y a qué vienes entonces?¿a ver cómo me transformo?
Jimin levantó sus cejas con asombro.
—¿Qué?
—Esa cosa encima mío, me mordió, tú lo viste, vi tus pies. Te vi parado delante de eso, así que, bien sabes de lo que hablo.
—Sé de lo que hablas.
—¿Así que vienes a ver al hombre lobo, o Drácula o en la maldita cosa en que me vaya a convertir?
—¿Hombre lobo? ¿Drácula?
Jimin reía sobre sus manos sin poder contenerse.
—¿De que te ríes? Mira mi hombro. Mira cómo me lastimó...
—Ya lo sé, yo estuve hasta tarde curando tu herida. Y si de algo te sirve lo que te diga, no te convertirás ni en lobo ni en vampiro... —Y volvió a reír con sus ojos de medialuna que hasta unas horas atrás a Jungkook lo enamoraban pero ahora mismo lo enfurecen.
—No es gracioso. ¡No es una jodida broma! ¿Quién eres? ¡¿Qué eres?! ¡¿Quién mierda eres, Jimin?!
Caminó hacia él y venció la barrera de miedo que había sentido en un comienzo, de un tirón lo bajó de su cama donde estaba flotando, lo tomó por los hombros y lo sacudió fuerte.
—¿Quién eres?
—Jungkook, detente.
—Nooo. Dime, mírame y dime...
Se acercó a su rostro y le gritó aún más fuerte...
—¡¿Qué mierda eres?!
—¡Una jodida mierda salida del infierno!
La voz de Jimin sonó grave y severa.
—¿Eso es lo que quieres escuchar?
Retrocedió y con ojos de pavor, observó al chico de arriba a abajo .
—Quiero saber la verdad, de todo. No tienes derecho a entrar a mi vida de esta manera, ni de engañarme para que me enamore de ti. ¿Con qué derecho? Tal vez pienses que porque eres un demonio, tienes privilegios, pero no es así.
—No soy lo que piensas.
—¿Entonces qué eres? ¡Dime! Si eres una maldita bestia solo transfórmate y matame ¡Pero ya! —gritaba a todo pulmón, la cara se le había puesto roja y las venas del cuello parecían a punto de estallar.
—¡Vamos, muéstrate! Muestra tu verdadera cara «Jimin»... —Hizo comillas con los dedos— Si es así que te llamas, porque esa debe ser otra mentira...
Jimin seguía mudo.
—Muéstrate. ¿Quién eres...?
El silencio alrededor de ellos era incómodo y sepulcral.
—¿No vas a decir nada? ¿Seguirás allí impávido, sin hablar? ¿Quieres mi cuello, mi alma? ¡¡¿Qué quieres, JIMIN?!!
A esta altura Jungkook había perdido todos los estribos y gritaba mientras lloraba señalando a Jimin que no se movía ni un centímetro de donde se hallaba.
—¿Qué quieres de mí? Habla, maldito. ¿No dirás nada?
Ese «maldito» salido de la boca del hombre que ama, hizo que Jimin lo sintiera como puñal por la espalda.
—Estoy esperando que te calmes. En ese estado no podrás escuchar lo que tengo que decir.
Jimin seguía de pie y su cabello comenzaba a tornarse negro. De un intenso negro igual que sus ojos.
—Deja de hacer eso...
—¿Qué? ¿Qué estoy haciendo?
—Deja de cambiar tus colores
—Perdón, no quiero asustarte.
—No me asustas.
¿Cómo iba explicarle que esa condición lo atraía a tal punto de que hubiera corrido a tocar su cabello y hundir su nariz en él para comprobar a qué olía el color negro?**
Jimin comenzó a caminar hacia Jungkook.
—No te me acerques.
—No tengas miedo, no te haré daño.
—No te tengo miedo, solo te quiero lejos.
—Está bien. No me acercaré, ni te tocaré, tú tampoco vuelvas a tocarme del modo que lo hiciste hace un rato.
—No te preocupes, no voy a ponerte un dedo encima, nunca más en mi perra vida.
—No quise decir eso...
—No me importa lo que quisiste decir...
Clavó su mirada en los ojos negros de Jimin y su llanto se presentó de manera tan incontenible que le costaba respirar.
—Cálmate, Ojitos.
—No me llames así. Perdiste todo derecho a llamarme así... solo di lo que tengas que decir y desaparece de mi vida.
—Lo primero que debes saber es que no vas a transformarte en nada. Lo que tú llamas «eso», no te mordió, solo desgarró tu piel con un punzón.
—¿Debo sentirme mejor?
—Lo aclaro para que sepas que no hubo intercambio de fluidos. Estás limpio en ese sentido.
—Sigues evadiendo mi pregunta sobre qué eres...
—Voy a contarte todo, solo si me aseguras que serás capaz de escuchar toda la historia completa. Después puedes emitir el juicio que desees, pero por favor, escúchame.
—Habla —ordenó Jungkook.
—Sentémonos.
—Estoy bien así.
Jimin caminó hacia la ventana, miró hacia su casa amarilla, volvió el rostro a Jungkook y comenzó su relato...
—No soy humano, lo descubriste de la peor forma, deseaba ser yo quien te lo dijera. Pero cuando anoche fuiste atacado creí morir, debí intervenir porque si a ti te pasa algo —negó con la cabeza para agregar— también sería mi fin. Tú eres mío.
Jungkook y sus ojos redondos eran un enorme signo de pregunta.
—Déjame continuar. Pertenezco al reino de íncubos y súcubos. He girado por la Tierra desde hace muchos años, más de los que te imaginas.
—¿Qué edad tienes?
—No es importante, además no contamos los años de edad como el conteo que hacen los humanos. Solo sé que son muchos.
Fui condenado a vivir aquí cuando me revelé con género masculino.
»En mi reino, nacemos sin características sexuales definidas, cuando entré en el ciclo de desarrollo me presenté como varón en un reino dominado por hembras y eso fue perfectamente aceptable hasta que se hicieron visibles en mi espalda dos enormes alas negras. Eso sí era algo imperdonable para un clan que no las tiene.
Ese rasgo dejaba en evidencia a mi madre de haberse apareado con un alado, un íncubo de otra manada. Algo penado con la muerte entre las súcubos. Mi madre tenía dos opciones, o me sacrificaba allí mismo, o me exiliaba al mismísimo infierno. Y allí fui.
—¿Te enviaron al infierno por un error que ella cometió?
—Sí.
—¿Y cómo saliste de allí..?
—Jungkook, cuando digo infierno, me refiero a esto. Vivir aquí significó el infierno para mí, llegué siendo un crío infrahumano y sin mis alas, porque mi madre las arrancó en un arrebato de rechazo y furia hacia lo que ellas representaban.
»Como pude, sané esas heridas y me adapté a vivir entre ustedes. Y contra todo pronóstico, me gustó. Nadie notaba mi presencia porque no sobresalía nunca en ningún sitio.
Interrumpió su relato...
—¿Quieres que me detenga? veo tus ojos enormes llenos de preguntas.
—Continúa.
—Podría vivir bajo el sol y no chupo sangre, porque no soy un vampiro. No soy un hombre que se convierte en lobo con luna llena...
»Soy un íncubo, las creencias populares dicen que debería alimentarme de la energía humana hasta saciar mi hambre y sed. Pero esa no es la realidad. Eso no ocurre en este plano. Yo no necesito tragar el alma de nadie para subsistir.
—No lo puedo creer, lo que dices es...
—Aún falta , déjame continuar, prometiste escucharme.
—Sí, hazlo.
»Comencé de a poco a tener hábitos humanos, trabajaba de lo que fuera solo para relacionarme con las personas y no sentirme solo y abandonado.
Años y años pasaron desde mi exilio, cuando ya pensaba que tal vez podría recibir el perdón materno y regresar, irrumpió en mi vida un sentimiento desconocido por mi raza.
El amor.
Me enamoré. Caí rendido de amor por un humano que se apropió de mi corazón y mi alma y no la soltó nunca más.
—¿Nunca más? ¡Ja! ¡Qué interesante! —comentó con sarcasmo, Jungkook que sintió celos del humano de ciento de años atrás.
Jimin siguió hablando.
»Amé y me dejé amar y floté en esa nube loca de placer infinito. Fui tan feliz como nunca lo había sido. Estaba seguro que eso era el paraíso terrenal y yo me lo había ganado con él a mi lado.
Pero la felicidad duró hasta que mi madre atravesó cielos y avernos y llegó cual demoníaca bestia a condenar mis actos. En mi reino, amar a un humano es el peor de los pecados.
Ella podría haber matado a mi enamorado en un abrir y cerrar de ojos pero decidió darme un escarmiento con algo peor.
Me castigó con la inmortalidad, con ella me condenaba a ver morir a cada persona con la que me relacionara, de allí a la eternidad.
Me devolvió las alas y con ellas regresó mi oscura condición de íncubo. A partir de entonces y hasta hoy, nunca pude recuperar mi vida con «normalidad».
—¿Hasta hoy? Conozco tu cuerpo de memoria, Jimin, nunca vi ni una pluma, no te creo...
—Mis alas se manifiestan de día. Por eso solo salgo de la casa a la noche. Nunca has visto mis alas y ojalá nunca las veas, no estás listo para mí.
—¿Por qué dice eso?
—Veo el rechazo en tus ojos.
—No te rechazo, Jimin, es que no lo comprendo.
—Ya lo sé, déjame que continúe contand...
—¿Hay más? —Lo interrumpió— ¿Tengo que seguir escuchando sobre tu amor por el humano de la antigüedad?. ¿Aún lo amas?
—Con todo mi ser. Lo he amado por ciento de años. Cuatrocientos para ser exactos.
La boca de Jungkook se abría cada vez más y no lograba distinguir, si el dolor que sentía en el pecho era por descubrir que el hombre que ama es una maldita criatura o porque le acababa de confesar amor por otro.
—¿Por qué hiciste que yo me enamorara de ti si tu corazón le pertenece a otro, según tú, para siempre?
—¿Aún no te das cuenta?
—¿De qué debería darme cuenta?
—Que tú eres mi amor eterno. A quién amo eres tú. Porque te elijo una y mil veces. Y te amaré por toda la eternidad.
Jungkook lloraba sin quitar sus ojos de los de Jimin sin entender lo que este quería decirle.
—No te entiendo...
—Siempre has sido tú, Jungkook. Aquel primer amor, fuiste tú. En aquella primera vida que vivimos unidos, yo consagré tu alma con la mía y desde entonces hemos estado juntos.
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*** Me tomé la licencia de escribir algo que tal vez suene raro pero en mi caso es natural. Soy sinestésica, las personas con esa condición percibimos olores, colores, sabores, sonidos de manera distinta. Yo puedo saborear u oler un color, o puedo hacer que un aroma se manifieste a voluntad, con solo pensarlo.
El Jungkook de mi cuento, es sinestésico. Por eso Jimin le sabe a chocolate blanco y puede oler los colores de su cabello.
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