Capítulo 23

—¡No! —la desesperación llegó a él tan fuerte como el impacto de la bala en el cuerpo que ahora estaba en suelo—
No, no, no, no.

Hefesto bajo  corriendo las últimas gradas de la salida del hospital con el corazón latiendo a mil por hora y la ansiedad recorriéndole en la sangre mientras recogía el cuerpo de Laynna.

—No, por favor no —rogó viendo como la sangre empapaba sus manos mientras trataba de retener su fluido inútilmente— Laynna, Lay, cariño, amor, por favor despierta —le pidió moviendo el cuerpo de la chica contra suyo— Lay...

—Hefesto, da espacio a los doctores para que la atiendan —ordenó su tía tirando de él hacía atrás.

Por un segundo, y solo por acto reflejo casi se sacude de su agarre; sin embargo, la rápida intervención de los médicos lo hizo reaccionar, entender la situación y que eso era lo que Laynna necesitaba en ese momento.

Observó como alzaron su cuerpo sobre una camilla para llevarla dentro del hospital mientras él los seguía muy de cerca hasta que una enfermera le impidió el paso.

—Lo siento, pero no puedes ingresar —le dijo dejándolo atrás y cerrando la puerta del área de operaciones.

—Ya es tarde, Hefesto, ya es muy tarde para mí.

Las palabras de Laynna regresaron a su mente como un maldito eco que él no quería escuchar porque se negaba a creer que la chica que había empezado a amar -y a quién quiso a pesar de todo- muriera.

«No ella no puede morir», pensó mientras se recostaba contra una pared y se dejaba caer al suelo con su cuerpo en tensión. Ella no puede morir, se repitió recordando los momentos más felices que había pasado con Laynna.

—Hefesto...

—No quiero que muera, no quiero que muera —le dijo a su tía que se arrodilló delante de él y lo abrazó— No merece morir por mi culpa —murmuró entre dientes contra el hombro de la única persona que fue constante en su vida desde que nació.

—Oh, cariño. No es tu culpa, a veces el destino...

—El destino debería dejar de jodernos —señaló aguantando las lágrimas y apretando sus manos en puños en la espalda de su tía— ¿Acaso no sufrimos ya lo suficiente? ¿No pagamos ya lo que debíamos pagar?

—Hefesto...

—Ella era inocente y la utilizaron como un peón para... —no pudo terminar la oración porque el nudo en su garganta se lo impidió haciendolo temblar.

—Esta bien si quieres llorar —consoló su tía, pero él negó con la cabeza.

¿Quería llorar? Sí ¿iba a hacerlo? no, porque llorar no ayudaría en nada a Laynna y él tenía que estar fuerte para ella.

—Lay va a salir de esto, tengo fe —porque eso era todo lo que le quedaba y a lo que tenía que aferrarse para no sucumbir a la locura.

Su tía se separó de él y lo miró con resignación, pero no lo contradijo ni añadió nada más.

Los minutos empezaron a correr convirtiéndose en lo que parecían horas, pero fueron apenas cuarenta y siete minutos cuando la enferma que le impidió seguir a Laynna apareció por la puerta que le había cerrado con un doctor junto a ella.

Lo primero y peor fue la mirada que le dieron al verlo antes de pronunciar las palabras que derrumbarrían su mundo. Sin importarle nada empujó a ambos de su camino y entro al área restringida y buscó a Laynna en cada una de las salas hasta que la encontró siendo tapada de pies a cabeza por el personal médico.

Cuando entró a la habitación se aferró al cuerpo de Lay y luchó con todo aquel que quiso alejarlo de ella.

No, simplemente no podía creerlo, no quería creerlo.

—Por favor, no —suplicó, aún cuando sabía que era inútil.

La frialdad en la piel de Layna, sus labios resecos, su cuerpo flacido entre sus brazos eran un claro indicador de la verdad con la que tanto luchó desde que la tomó en sus brazos fuera del hospital.

Esta vez las lágrimas que se acumularon en sus ojos cayeron sin lucha por su parte, se sentía roto, vacío y culpable recordando cada "te amo", cada sonrisa, cada lucha.

Aún no es tarde para ti —la voz fue como un susurro en su mente y por un segundo Hefesto se ilusionó creyendo que un milagro había sucedido, pero no, no era más que su mente jugando cruelmente con él.

Aún no es tarde para ti —se repitió como un eco, como un deseo de la voz de Laynna que le rogaba vivir, luchar y seguir adelante, hacer lo que ella no pudo, porque siempre supo cual era su sentencia por amarlo, el final de su destino desde que entró a una guerra que no era suya.

***

Cuando su tía logró sacarlo de la sala de operaciones y dejar que los enfermeros pudieran seguir con su trabajo para enviar a Laynna a la morgue Hefesto solo quería salir de ahí e ir a su casa, alejarse del mundo para sufrir su pena antes de enfrentarse nuevamente a la realidad, pero tenía asuntos más importantes que atender como ir a ver a la madre de Laynna y decirle lo que había sucedido con su hija.

El hospital parcía haber vuelto a entrar en un silencio absoluto, pero a diferencia de cuando él estaba siendo dado de alta, este silencio se sentía más normal, más natural, como una pausa déspues de una lluvia torencial antes de dar paso a la verdadera tormenta.

—Te voy a acompañar —le dijo su tía y él asintió, no tenía ganas de pelear y siendo totalmente sincero estaba seguro que necesitaría su ayuda para tratar con la madre de Laynna.

El camino no era muy largo, pero mientras su tía manejaba Hefesto observo las calles de Nuevo Agrigento bajo una nueva luz, vio el lugar en el que creció con otros ojos, con los ojos de un dios, de un humano que aceptaba que era más que eso y que había perdido tanto como había quitado en su momento.

Nunca, nada quedaba impune para el destino y con el tiempo todos -incluso los seres míticos, dioses como él- lo pagaban. 

Cuando su tía se estacionó delante de la casa de Laynna dejó que él se tomara su tiempo antes de bajar del auto, pero cuando lo hizo, soltó un suspiro y sintió una nueva reslución debajo del dolor.

Melania camino detrás suyo, pero cuando tocó la puerta y esta se abrió dio un paso atrás.

—Hefesto...

—Vuelve al auto, tía.

—No pienso dejarte —le dijo la mujer y aunque él pudo ver el miedo en su mirada tambien observó la determinación.

—Detrás de mí —le ordenó y ella asintió con una mueca.

Empujando la puerta en su totalidad Hefesto esperó unos segundos y cuando no sucedió nada ingreso con cautela mirando alrededor de la casa de Laynna.

—¿Donde esta la mamá de Laynna? —le preguntó su tía y él negó antes de gritar el nombre de la señora; sin embargo, cuando no obtuvo respuesta se preocupó de que le hubiera sucedido algo, por lo que, camino apresuradamente dentro de la casa buscando alguna pista con ayuda de su tía; sin embargo, cuando llegó a la habitación de Laynna su determinación flaqueó.

Si bien se sentía culpable por su muerte y lo que había sucedido en su relación, no podía ignorar los motivos iniciales por los que ella se acercó a él y tenía muchas reservas de lo que podría encontrar si entraba ahí.

—Puedo hacerlo yo si quieres —le ofreció su tía, pero él negó.

—Está bien, tú revisa el otro cuarto —le dijo entrando a la habitación de Laynna con cautela.

Hefesto no era un experto en habitaciones de chicas, pero suponía que por regla gneral en el cuarto de cualquier persona había algún objeto personal, un pqueño desorden, una fotografía, algo que identificara el lugar como suyo; sin embargo, el cuarto de Laynna parecía como si nadie nunca hubiera vivido ahí.

—¿Qué es esto? —preguntó en voz baja mirando alrededor antes de abrir los cajones y encontrarlos vacíos disparando su ansiedad.

Negándose a creer que Laynna no pudo haber vivido ahí reviso cada espacio de su habitación para obtener el mismo resultado; sin embargo, cuando destendió la cama, debajo de la almohada encontró un sobre con su nombre escrito en él.

"Hefesto" ponía simplemente y aunque le doliera admintirlo el reconocería la pulcra letra que había escrito su nombre donde fuera.

Tomando el sobre con sospecha saco la carta confirmando sus dudas de que la persona que lo había escrito era Afrodita. Con cada línea que leía su estómago se revolvía por lo que la pelirroja había escrito, por lo explicaba e informaba acerca de Laynna, su madre y de ella misma.

Su peor pecado en esa vida fue cegarse a que podía esconderse, a querer tapar el sol con un dedo, a hacer lo que quería sin importarle los demás -o la mayoría de ellos.

—¿Hefesto? ¿Qué pasó aquí? —las preguntas llegaron desde la puerta y el se giró para encontrarse con la única amiga y aliada que había tenido, pero con quién cometió tanos errores.

—Las Eris limpiaron el lugar —le respondió guardando la carta de Afrodita en su bolsillo— No dejaron nada de Laynna.

—Lo siento, te busqué apenas me enteré, pero pensé qué estarías en el hospital —le pregunó y él negó.

—Tenía cosas que hacer —le respondió mirando la habitación que probablemente estuvo llena de vida antes de su llegada a la vida de Laynna.

Artemisa asintió y se acercó a él tomandolo de la mano— Eres mi hermano y mi mejor amigo —le dijo—Lo que decidas hacer cuentas conmigo —prometió y Hefesto no dudo de su palabra; sin embargo, no estaba seguro de su amiga iba a aceptar su cambio, por lo que, la miró fijamente antes de decirle:— Tenemos que unirnos, tenemos que estar con ellos porque los enemigos que enfrentamos ahora son más que humanos.

—¿Qué quieres decir?

—¿Recuerdas al hombre que mató a Vannia? —lepreguntó y Artemisa asintió con su mandibula apretada— Sentíamos que lo habíamos visto antes pero no lo ubicabamos —le recordó y Artemisa asintió.

—¿Recordaste quién es?

—No, pero ya sé quién es —le respondió y tomó aire antes de soltar el nombre de uno de los pocos enemigos a los que ellos verdaderamente deberían darle la batalla como el Olimpo unido sino querían perder.

—¿Quién?

—Tifón —dijo con seguridad sintiendo el peso de la carta en su bolsillo trasero.

Las palabras con Artemisa no eran necesarias ambos sabían que estaban al límite y más allá de haber intentado hacer su vida lejos de los demás, de lucha por su cuenta, de estar solos. Era el momento de que volvieran y aunque se sentía más seguro de su decisión ahora que cuando Athenea los obligó, lo unicó que le causaba un mal sabor en su boca con todo ello era que tuvo que perder a Laynna para que pudiera verlo.

***

Yyyyyy FIIIIIIIIN

OKNO, aún no es un fin xd, pero solo falta el epílogo que subiré la próxima semana 🥳🥳🥳🥳

En fin.

¿Se esperaban este final? ¿Que creen que suceda ahora? ¿Creen que Laynna merecía ese final?

Como siempre muchas dudas y pocas respuestas.

Ya que solo queda un epílogo me preguntaba si se dieron cuenta del pecado de hefesto y por qué le tocó pagar de esta manera.

Tengo tanto que expresar pero lo dejaré para el epílogo donde hay muchas más sorpresas #MIEDO

Espero que les haya gustado muchas gracias por leer y acompañarnos hasta aquí 🤎 Nos leemos en el siguiente libro... QUE YA PUEDEN ENCONTRAR EN MI PERFIL 😅

Olímpicos mortales #6 ya tiene Dios designado y fecha de estreno 😆 NO SE LO PIERDAN!

PD: Por si les gusta los libros de distopía también volveré actualizar uno (Generación Z: la persecución), de igual forma pueden encontrarlo en mi perfil.

Nos leemos pronto !

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