Una decisión firme

Coco no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro.

_________________________________________________________

Héctor estaba buscando su guitarra y a su más grande tesoro; debía de despedirse de ella antes de partir junto con Ernesto rumbo a una gira. Ni a él ni a Coco le gustaba la idea de estar separados, pero los tiempos se ponían difíciles con la Revolución a punto de concluir.

No quería ver el hambre reflejado en los ojos de su niña.

El día después que nació, con lamentos de gallo y pisadas fuertes entre las piedras, el pueblo sepultó a Imelda Rivera en el cementerio; Héctor escuchó los murmullos de la gente "Pobre hombre" "Pobre niña" "¿Qué será de ellos?" "Esperemos que Dios los amparé"

La sensación déjà vu era se sentía tan seco en sus labios, casi pudo ver el reflejo de su pasado delante de él. Un pequeño de unos diez llorando a moco suelto por la pérdida de su madre querida y un padre que le pedía sin expresión en la mirada que se calmará.

Los murmullos de la gente eran los mismos de hace tiempo, pero deseaba que fuera diferente para Coco, que en los brazos de Doña Dolores estaba acunada y dormida. No sería un padre alcohólico que apenas podía ver a su hijo sin recordar su propia tristeza y Coco no tendría que refugiarse en sus abuelos para sustituir la falta de cariño.

Eso fueron cosas que le confesó a Ernesto en la cantina antes de tomar una decisión. Haría todo lo posible para que Coco no le faltará nada, no solo hablaba de las pertenencias o la comida, también se refería al cariño. Si tenía que asumir ambos roles lo haría, la familia de su esposa le miró extraño cuando semanas después le pidió a Doña Dolores que le enseñará a cocinar.

La familia no lo juzgo, tal vez se estaba llevando al muerte de Imelda de diferente manera, pero poco después comprendieron a lo que se debía; eran muy pocos los casos donde un hombre se quedaba solo con la criatura, pero siempre existía las opciones de apoyarse de su familia o de casarse con una jovencita para que empleara el rol de mujer.

Héctor no quería abusar de ellos... ¡y ni hablar de la segunda opción! Para él, únicamente existió Imelda como la dueña de su corazón, aunque ahora la que tenía más prioridad de ello era su hija.

Con esas razones, aprendió a cocinar y ocuparse de los quehaceres del hogar, ya se sabía todas las burlas de su suegro por hacer el trabajo de vieja y también el de un hombre; porque aún tenía que ganarse el pan para él y para Coco.

Aunque en ese momento, las cosas se estaban poniendo difíciles; y Ernesto pareció como paloma blanca para salvarle, volvió a sacarle el tema de los sueños que tenían de pequeños, de ser grandes músicos y lograr una fama que los sacaría de esa miseria.

Los argumentos De La Cruz ya no parecían trillados e inalcanzables en situaciones como está. Por eso, hoy en la mañana partiría rumbo a Querétaro, brincando de estado en estado hasta llegar a la capital en busca de una mejor vida.

Pero antes debía de despedirse de ella, era todo lo que le quedaba y no quería que ella pensara que iba a abandonarla. Paró la oreja cuando escucho un estornudo, dio vuelta sobre sus talones y dirigió sus pasos a la mesa de la cocina.

― ¿Dónde se habrá metido?―se cuestionó mientras se apoyaba al borde la mesa― ¿Se habrá ido con su abuela?―una risita pequeña se escuchó― ¡Qué mal! Tal vez no me vaya si no la encuentro.

― ¡Sí!―ese grito escapo de los labios de Coco.

Héctor sonrió y corrió el mantel del comedor― ¡Te encontré!―anunció al ver a su pequeña con la guitarra debajo de la mesa.

―No es justo―exclamó con tristeza al no tener éxito en su cometido y esto le removió el corazón a su padre.

―Ven aquí―dijo suavemente mientras la cargaba y con una mano sostenía su guitarra.

La llevó a su habitación y la acomodó perfectamente en la cama, afinó un poco la guitarra antes de mirarla.

―He estado trabajando en algo para ti...

Rascó las cuerdas y comenzó a entonar una canción, Coco al instante reconoció de lo que se trataba, ya que había escuchado fragmentos de está a lo largo de la semana cuando su padre se descuidaba y este callaba al instante al darse cuenta de su error. Al fin podía escucharla completa, pero no aguanto quedarse callada y acompañó a su padre en la última estrofa.

"Recuérdame

Si mi guitarra oyes llorar

Ella con su dulce canto

Te acompañará

Hasta que

En mis brazos tú estés"

Recuérdame~...―entonó al final Héctor.

Coco se limpió los ojos con las palmas de su mano, los talló con fuerza para que su padre no la viera triste y él también sintiera su tristeza.

― ¿Sí vas a volver?

―Te lo prometo―le dio un beso en la frente y esto calmó a la niña.

Después de un rato llego Ernesto acompañado de Doña Dolores, Héctor le entregó la niña a su suegra para cargar su morral.

―Buena suerte, papá―exclamó la pequeña.

―Gracias, mi vida―ambos se veían tristes―Llegaré bien...

Ernesto interrumpió―No te preocupes, Coco―le dio una palmada en la espalda a Héctor, casi le sacaba el pulmón―Tu papá está a mi cuidado, tu padrino te lo entregará a salvo.

― ¿De verdad?―los ojitos de Coco brillaba ante esas palabras.

― ¡Te lo aseguro!

― ¡Gracias, tío Ernesto!

Les dieron la dieron la bendición para que Dios los acompañe, y despidieron de las mujeres, ambos emprendieron la dura tarea de ser escuchados por el mundo. Los días se volvieron semanas y estás se convirtieron en meses; la fama poco a poco parecía más cerca, pero Héctor sentía que la distancia se había hecho más larga de lo que esperaba, eso le comenzaba a doler.

Su sueño de ser músico ahora ya no era una prioridad en su vida, necesitaba volver. Esto no lo tomó para bien Ernesto ¿Quién lo tomaría bien cuando te dejan solo a mitad del camino? ¿Qué pasaría con él? ¿Qué hay de su sueño?

La discuta se cerró junto con la maleta sin aviso de Héctor, Ernesto dio un suspiro antes de hablar retiró los dedos de la maleta para peinar su copete.

―No me puedo enojar contigo, y más por tus razones; pero en serio nos falta muy poco.

―Pero necesito volver, no creo que esto sea la vida que quiero para ella...

― ¿Me dejas terminar?―Héctor guardo silencio―Puedes irte, pero necesito tus canciones, las compondrás y yo las interpretaré.

―Así no se puede, sabes que tanto tú como yo buscan a cantantes con el paquete completo; cantante y compositor.

― ¿Y eso qué? Tú necesitas el dinero y yo solo deseo la fama, ambos podemos ganar; podrías trabajar bajo un seudónimo. Sé que va hacer algo difícil encontrar a alguien que me contrate, pero no pienso rendirme y que se desperdicien tus canciones en vano...

Ernesto hablo durante largo tiempo, ambos negociaron las cosas y con un tequila sellaron el trato; después acompañó a Héctor rumbo a la estación del tren que se encontraba en Morelos. No hubo ningún inconveniente en el camino y esa misma noche Héctor partió rumbo a Santa Cecilia.

.-.-.-.-.-.-.-.-.

― ¡Chingada Madre!―exclamó de dolor Héctor por darse un martillazo.

Hace unos meses que había regresado para la alegría de Coco, Héctor le había contado de las aventuras que tuvo en distintos estados que no pudieron caber en papel y sobre la decisión de Ernesto de seguir con la gira.

Pero poco importaba si había vuelto, cuando no traía ni un centavo, y ante las pocas posibilidades que tenía por conseguir un trabajo que le permitiera pasar tiempo con su hija. Solo conocía el trabajo en el campo, un oficio de tiempo completo o de ser ayudante en la carpintería del tío de Imelda.

El foco se le prendió ante ese último pensamiento, con las herramientas a la mano comenzó hacer zapatos; parecía que su amada le estaba dando apoyo desde el cielito lindo con solo pensar en ella, Imelda una vez le dijo que la parecía interesante hacer zapatos, tal vez hacerlo no era mala idea. No fueron perfectos los primeros, pero poco a poco comenzó a tenerle ritmo a los martillazos y a la costura de la misma.

Aunque ahora se había dado justo en el dedo por un descuido y ya se lo estaba chupando para calmar el ardor.

― ¡Papá!―se tensó al escuchar eso, esperaba que no hubiera oído la grosería.

― ¿Qué pasa?

―Te llegó una carta de mi padrino.

Héctor paró las cejas sorprendido, desde hace tiempo que Ernesto dejó de comunicarse, parecía que se lo tragó la tierra; agarro el sobre y al abrirlo ¡Vaya gusto se dio! Levantó a Coco mientras gritaba de felicidad.

Con esa cantidad de pesos podría abrir el negocio y le sobraba para la despensa del mes.

Aunque si seguía llegando dinero podían vivir de ello, pero ¿Qué le garantizaba si Ernesto fuera descubierto? ¿Habrá dicho la verdad? ¿Ernesto triunfaría con sus canciones? Además, el negocio era en honor a Imelda, a pesar que tenía el Rivera en ello para que Coco pudiera vivir de ello. No estaba de más ser precavido...

Tenía que pensar en el futuro de su hija antes que el suyo.

_____________________________________________________________

¿Gustan comentarios? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top