Paloma Mensajera
Coco no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro.
____________________________________________________
Héctor no se podía negar a casi nada, ahora vivía con Ernesto y eso significaba acoplarse a la vida que tiene en la capital. Muy lujosa para sus gustos y los de Coco, aunque en si, para ella era completamente desconocido.
Pero conociéndola, la vida en un pueblo era suficiente. Los tres fueron al centro de la ciudad en busca de esa persona que le haría a su padre más presentable. A Socorro le sobraban vestidos, todos bonitos y se veía adorable con cualquiera, en cambio, Héctor apenas pudo llevar lo indispensable, pero nada elegante.
Hasta se había traído unas camisas viejísimas que uso cuando trabajó en el campo. Ernesto estuvo tentado en tirárselos, pero ante su mirada de reproche no lo hizo.
Es como si con la mirada le decía; "Atrévete, Ernesto y vas a ver". Ser padre soltero lo ha dotado de poderes que desconocía.
—Aquí es...—hablo Ernesto mientras entraba al establecimiento.
Héctor no pensó que fuera así de lujoso ¿O tal vez pensaba que lo era por los grandes ventanales de cristal? Al entrar ya sentía que los ojos le dolían por el brillo de los cristales.
—De la Cruz. No pensé verte hasta dentro de una semana.
—Hola, Ceci...—habló de manera seductora.
Héctor rodó los ojos "Esté vato" solo pudo pensar en eso. Coco, en cambio, sacó la lengua asqueada por lo que coqueto que era su nino*.
—Ceci, quiero presentarte a mi...
—Déjame adivinar ¿Tu novio?
Héctor ni siquiera pudo taparle los oídos a su hija; Coco tenía la ceja alzada ¿Por qué su papá le cubre los oídos? ¿Qué no recuerda que ella también le hizo esa pregunta?
La verdad a ella no le molesta eso, ver a su papá feliz era todo lo que quería; pero con el pasar del tiempo se dio cuenta que no podría ver a Ernesto cómo otro papá.
Más bien como un hermano, su nino y un amigo.
—No me confunda a la niña—exclamó indignado al abrazar a Coco― ¿Dónde están los bolillos pal susto?―pensó con apuros.
Ernesto solo se frotó la brecha de sus cejas— ¿Frida te ha metido ideas, verdad?
—Solo es intuición, no te enojes―respondió relajada.
—Bueno, dejemos esto de lado. Él es Héctor, un AMIGO y su hija Coco.
—Un gusto ¿qué es lo que desean?
—Necesito un traje...—habló Héctor sin tenerle mucha confianza a esa mujer.
Antes de lo que hubiera cantado un gallo, Héctor se medió tanto traje traían; pero ninguno convencía a Ceci y Ernesto, en cambio, Coco ya se desesperó, ¿¡Por qué chingados tardaban tanto!?
Cualquier traje le quedaba bien a su padre ante los ojos de la pequeña, pero seguían probándole cada traje que estuviera a la mano. Ni sus muñecas tenían tantos cambios, humildemente apenas tenían dos.
— ¿Y si le probamos...? ¡Ay! —Ceci se había caído con el traje en la mano.
Ambos hombres fueron a ayudarla, en espera que no le hubiera ocurrido nada— ¡Malditos zapatos! Se les zafó el tacón.
—Déjame verlos—comentó Héctor.
Ceci alzó la ceja—Mi amigo es zapatero—aclaró Ernesto.
—Está bien.
Héctor los examinó de manera cuidadosa, los tacones en si ya estaban gastados—No hay problema, te los tendré listo...
—Será mejor que me los des mañana...
— ¿Por qué?
—Se les hace tarde ¿No? —se quitó el otro zapato y se lo dio sin más.
(...)
Aunque Ernesto no estaba del todo convencido con el traje que tenía Héctor, Ceci tenía razón, ya se les hacía tarde. Conociendo a su representante y su sobrina, no estarían del todo contentos.
Los tres llegaron a la casa apenas por los pelos.
—Muy bien, Coco. Pórtate bien—exclamó Héctor mientras acomodaba los moños de su tesoro y luego lo hacía lo mismo con su corbata.
Ernesto se acercó a la chiquilla—Si le dicen algo malo a tu papá, ya sabes que hacer.
—Entendido.
— ¿Entendido qué? —cuestionó el zapatero sin saber que sucedía.
—Nada—respondieron al unísono los dos. Sí, también eran cómplices.
—Sean ustedes mismos, Doña Laura los va amar.
Fueron atendidos por la chacha de la casa, ella los dirigió hasta el comedor del jardín. Hacía un lindo día y no había nada mejor que comer afuera para apreciar esa belleza. Leticia fue la primera en levantarse para recibir a Ernesto.
—Mi am-...—sus palabras se acortaron al saber que no iba solo— ¿Y ellos que hacen aquí? —susurro entre dientes.
—Señores Fuentes...—se dirigió a los dueños de la vivienda—Les presentó al compositor y amigo mío, Héctor Rivera; y a su hija y mi ahijada, Socorro.
Laura se incorporó de la silla sorprendida de ver a las personas que con tanta devoción les hablaba De la Cruz. Héctor relucía un traje azul marino, su cabello peinado (Coco se encargó de hacerlo) y sus zapatos perfectamente lustros; la primera impresión siempre cuenta, eso era lo que siempre decía Ernesto.
— ¿Con que es el mismísimo Héctor? Encanta de conocerlo—exclamó con una sonrisa mientras recibía un beso en la mano por parte del susodicho.
—Él gusto es mío.
Se dirigió a la pequeña—Y tú, debes de ser Coco.
—Mucho gusto—dijo tímidamente.
—No tengas miedo, llámame Laura... —la mujer miró a su alrededor— ¿Te gustan los animales, Coco?
La niña asintió y la mujer la guio hasta la jaula donde tenía a sus retoñitos. En cambio, Don Fausto miraba atentamente a Héctor.
—Ernesto ¿Por qué los trajiste? —interrogó Leti en bajito mientras veía como su tío y ese amigo platicaban.
— ¿Qué no me invitaste?
—Solo a ti.
—Bueno, ellos son mis invitados.
Leti ni siquiera pudo hacer un berrinche, ya que la chacha comenzó a traer la comida para los invitados. En la mesa se sentaron todos y comenzaron hablar.
—Señor Rivera ¿A qué se debe su inesperada visita a la ciudad?
—Leticia, ya hablamos de eso—regañó Laura al instante.
—Perdón, tía. Pero la verdad tengo mucha curiosidad porque...
—No le haga caso, Héctor.
—No se preocupe, señora Laura―exclamó el zapatero algo nervioso.
—Bueno, la verdad hemos querido saber de usted—argumentó Fausto.
— ¿De verdad?—preguntó extrañada la joven Leti.
—Siendo un excelente compositor, ¿Qué lo motivo abrir una zapatería en vez de darse una vida de lujos con el dinero que gana con las canciones?
Héctor era una persona de orígenes humildes; creció junto a ellos, se enamoró siendo así, se casó, tuvo una hija, perdió muchas cosas. Sabía que en algún momento el también estaría en una tumba para reencontrarse con los suyos, todo era tan banal, porque a los ricos también les echarían tierra; ¿cuál era la diferencia de ello?
—La vida nunca es fácil, con mucho respeto Don Fuentes. Pero quiero enseñarle a mi hija como ganarse la vida con sus propias manos, para que ella se las puede arreglar estando grande―quiso agregar "cuando ya no esté con ella", pero no le pareció el tiempo ni el lugar adecuado para decirlo.
Coco aún tenía que acostumbrarse como era la vida.
Fausto tardó en comprenderlo, recuerda muy poco de la infancia que tuvo cuando su papá se rompía el lomo para poder sacar a flote este negocio para que cuando él estuviera a cargo, fuera en óptimas condiciones.
Las conversaciones comenzaron a fluir como un río, el ambiente era llevadero y ayudo mucho que Fausto ya no frunciera el ceño. Esa visita fue muy agradable.
(...)
― ¿Quién lo diría? ¡Son estupendos!―exclamó Ceci después del segundo taconeo.
Héctor se sentía satisfecho con el resultado, la verdad pocas veces hacía zapatos para dama, siempre le salían desnivelados o con el arco de la planta en otro ángulo. Sabía que no era un don perfecto para eso, pero aún le queda mucho por aprender.
— ¿Te interesaría hacer un pedido especial?
— ¿Y eso...?
—Veras, tengo una amiga que necesita unos tacones, no sé cuánto tiempo dure en pie.
— ¿Quién es ella?
—De seguro la conoce por ahí, se llama Frida Kahlo.
Héctor pelo los ojos ¿La esposa de Diego Rivera, el famoso muralista? Bien, estar con Ernesto lo hacía tener un círculo de conocidos demasiado especial. Y eso le llegó a incomodar un poco.
¿Qué pasa si le subía a-la-cabeza todo esté show?
¿Su niña ya no podría adaptarse a la vida de campo?
¿Le crecería la soberbia?
—Con mucho gusto—fue lo único que pudo responder antes de que Ceci le dijera detalles sobre eso.
No, no debía de pensar así. El seguiría siendo el mismo, aún no podía empezar todo desde cero después de lo ocurrido en Santa Cecilia, no quería sentirse roto o vacío.
Eso no se podría llenar, con el tiempo estaría bien, aún tenía mucho por ofrecer, tenía que mantenerse firme ante los ojos de su hija.
(...)
Había pasado una semana desde que se mudaron con Ernesto; y las cosas iban de cabeza por donde lo vieras. Parecía que criaba a dos niños; uno más responsable que otro y ese puesto lo tenía Coco.
Ernesto es algo flojo, tenía que regañarlo para que fuera a trabajar (ya que también quería hacer) y hasta hacia los deberes al lado de Coco para que mejorará su caligrafía. De todas formas, su amigo lo invita a pasar en varios lugares y que conociera nueva gente; en poco tiempo su cara estaba en todos los periódicos con títulos despampanantes.
Aún recuerda cuando fueron a la premier de una de las películas de su compadre, tuvo que taparle los ojos a Socorro en los besos apasionados.
El mundo de Ernesto era demasiado cansado y agobiante, no entendía como su amigo podía soportar eso.
—Señor Rivera...
—Margarita, ya te dije que me puedes llamar Héctor, nada de formalidades.
Su nombre se estaba gastando y parecía envejecer con ello.
—Le llegó un telegrama.
— ¿Telegrama?
—Si, ¿Se la leo?—pregunto la muchacha al verlo tan concentrado en coser unos botines.
En su estancia no solo había conocido a los amigos de Ernesto, también pudo conocer gente por sus propios méritos y logró tener un pequeño puesto de zapatero en la colonia. Esos botines eran un encargo que le pidió Margarita, al parecer se los quería regalar a su "abuelo".
Aunque por lo dicho de la muchacha, no era su abuelo, era el portero de unas viviendas por aquí cercas. Todos lo conocían por Chicharrón ya que ese fue uno de sus empleos antes de dedicarse totalmente para ser portero.
—Por favor.
La muchacha abrió el sobre y comenzó a leer.
"Héctor, mandé a Felipe a la capital, necesita ayuda con su pierna. Yo me quedo, estaremos en contacto."
Dejó el martillo de lado y le arrebató el comunicado de las manos a la quinceañera, la leyó detenidamente, sin poder creer lo que sucedía.
—Marga ¿Dónde se están alojando los heridos en la Cristera?
—Creo que en el hospital militar si son... ¿A dónde vas?
Héctor había agarrado su sombrero y ya se dirigía a la puerta. Si se apuraba, tal vez el tráfico no lo demoraría.
(...)
Coco se había quedado en la ventana en la espera de su papá, Ernesto esta en las mismas, aunque su misión principal era entretener a su ahijada para que no se preocupara; se había quedado sin ideas y sin historias de la madre de la chiquilla para tenerla encima suyo (contados desde el punto de vista de él, por supuesto).
También él comenzaba a tener algo de angustia, por lo que le dijo la muchacha, solo podía pensar que se lo entregaron muerto
¿Cómo una herida de bala puede aguantar tanto?
¿La sacaron tal vez?
¿Fueron rápidos con él?
Sus pensamientos se disiparon cuando escuchó que tocaron la puerta y Margarita fue atender.
—Marga, ayúdame—pidió Héctor abrazando del hombro a un joven.
—Sí, claro—ambos fueron a llevarlo a una de las habitaciones.
Ni Ernesto pudo evitar que Coco lo viera, pero no hizo nada de lo que espero. No se puso a llorar o a gritar de alegría al ver a uno de sus tíos vivos, solo veía la escena sin expresión en el rostro.
Parecía que lo hacía de manera monótona.
Eso sí, puso sus manitas a trabajar cuando fueron acomodarlo en la cama, el muchacho se retorcía de dolor, el viaje lo dejo molido y con una pierna en pésimo estado la agonía parecía no tener fin.
Estaba borracho para que no sintiera dolor, pero aún podía percibirlo de alguna u otra forma, era un dolor emocional.
Ver el rostro de su sobrina preocupada por él, hizo que sus lágrimas se desbordaran.
—Lo siento, Coco. No los pude proteger—lloriqueo.
Le había fallado, tanto a Coco como a sus padres. Fue torpe por andar jugando al soldado y a petición de Óscar lo llevaron con ellos; era inútil.
Coco en cambio, le quitó sus lentes y los puso en la mesita de noche; le acomodó algo el cabello sudoroso producto del viaje para darle un beso en la frente, ella sonrió con algo de tristeza—No fue tu culpa. Gracias, tío Felipe.
La sonrisa de su sobrina con el espectro de su cuñado y del bello ángel que lo llevaron a la cama, fue lo último que recordó antes de caer dormido por el cansancio del viaje.
____________________________________________________
*nino: se refiere a padrino.
Las opciones eran:
1_ Paloma negra: No dejes vivos a los gemelos alv, no va tener rayitos de sol este fic en un buen tiempo, no hay que dar chance.
2_Paloma mensajera: Déjalos vivos, no hay que quitarle la felicidad a Coco, Héctor y al nino Ernesto, que esto termine bien alv.
Y si, así escribo mis notas cuando hago fanfics, en segunda persona y ¿exigiéndome...?
Gracias por ayudarme a decidir, y al tomar el rumbo de Paloma Mensajera, el fic será bonito; en el término de bonito-triste-feliz no en el de triste-angustioso.
¿Gustan comentarios?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top