-Capitulo dos-

Holita ¿Como están? Yo adolorida y en bloqueo para escribir UvU.

La vida si que me odia, no tengo mucho que decir, solo que amo la amistad Todoroki Y Momo <3.

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Capitulo dos: Familia real.

Un príncipe despertó agotado, temeroso. Observando su habitación, de una esquina a otra, hasta que confirmó estar solo , pero no era motivo de alegría, solo podía hacer una expresión intentando esconder su miedo y, pequeños espasmos tras la pequeña pesadilla, aunque, en verdad fuera un recuerdo que lo atormenta al dormir.

Todos lo clasificaban de esa forma al encontrar al príncipe tan cansado al amanecer.

Aun era de noche, se notaba que el sol no saldría en unas horas. Sabía que los únicos despiertos serían los guardias. Unos pocos guardias vigilando las puertas principales de un ladrón o algo parecido.

Con su pijama inició una pequeña caminata por su palacio, ya que, a eso no podía llamarlo hogar.

Sabía el camino que debía tomar, aunque nunca tenía el valor de hacerlo. Aquella noche, decidió salir de sus aposentos e ir al lugar dónde se originó su trauma, desdicha que no lo dejaba conciliar el sueño.

Con tan solo ver esa puerta el recuerdo de aquella mirada venía a él, haciéndole creer que, quizás, al abrirla pudiera verla de nuevo, con sus manos, labios y ojos acusadores por ser parecido a él.

Las características físicas nunca fueron de su agrado después de ese día, pero recordaba el momento en que su progenitora dejo de ejercer fuerza comenzando a llorar y susurras tantas cosas.

Palabras como: "lo siento", "te lo mereces"; incluso, algunos insultos al bastardo de su padre. Lo último que escuchó de sus labios cuando los guardias la custodiaron por traición a la familia real, fue:

"Soy libre de esa maldición, así termina el cuento, Shouto."

No sabia que hacer, al ser un niño no pensó demasiado esas palabras de su madre hasta que un día, una noche dónde su padre le obligo a entrar hasta que sus piernas no pudieran más y una forma de protegerse de los daños que provocaba ser rey.

Fue tan mágico, surrealista y tan poderoso.

Poder, el pequeño príncipe obtuvo un poder que jamás se vió a un humano tenerlo, a menos que fuera de las tierras del más allá o un mago.

Pero, él no tenía ninguna conexión a esas dos cosas, hasta que dedujo lo obvio.

El príncipe estaba maldito.

Al abrir la puerta de la ex–habitación de su madre vió que todo estaba como lo dejo, las flores antes blancas, ahora, eran polvo. Observando la cama de la reina imagino, recordando su niñez junto a ella mientras le contaba cuentos de hechizados.

Ahora, él era uno. Siempre supo la razón de porque ahora lo era, pero, tristemente nunca se la contaría a su padre.

Un secreto que se llevará a la tumba, se prometió a sí mismo y la cumpliría.

Alzó la vista para ver aquel ventanal, tenía una hermosa vista hacía el jardín trasero. No tenía ganas de verlo aún.

Comenzó un pequeño recorrido al escritorio de su madre, maquillaje y adornos para el cabello llenos de joyas, sorprendido al ver que Fuyumi no ha tomado nada, al parecer su hermana los veía como recuerdos de la mujer que les dio la vida. Una ofrenda de que cuando volviera todo estaría como antes o mucho mejor.

Sin maltratos, gritos, rechazo familiar o algo que tenga que ver con una familia rota. Todos deseaban unirla.

Qué mal que su padre no pensara igual.

Madre, Natsuo escapó del castillo para casarse. Él nos pidió que fuéramos a su boda, tristemente ninguno de los tres pudimos ir. Touya desapareció de la noche a la mañana, el rey se que haría un reclamo si hubiera escapado como Natsuo; porque lo vi, pero ese desayuno no dijo nada, hasta ahora no ha hablado de él, como si nunca hubiera existido. Fuyumi sigue aquí, continúa siendo la muñeca de ese viejo, según las sirvientas, el rey estaba buscando un esposo o mejor dicho, un reino para unir fuerzas en las futuras guerras que se aproximan —. Informó sobre sus hermanos al aire, pensando que su madre era el espejo del tocador.

Deseando que todo ese cabello bicolor fuera blanco y sus ojos grises castaños como su madre.

No pienso caer ante la locura —. Eso fue suficiente para que el hielo de su lado derecho comenzara a formarse.

El miedo de no cumplir sus palabras le causaban temor, sentía que todos lo juzgaban a sus espaldas. Necesitaba ayuda. Urgentemente.

Necesitaba mejorar su vida familiar y salir de aquel infierno de oro.

Príncipe maldito. De cabellos bicolor y alma dividida en dos. No sabes que hacer, pero, aún así no intentas ni una o las dos —. Una voz dulce, juvenil logró martillar sus oídos —. Acércate, ven a mí o ¿quieres morir con dudas?, aunque por creencia y obviedad esa maldición acabará antes con tu quemada alma congelada —. No entendía nada, esa persona hablaba tan lento, con ironía. Como si sus palabras fueran la cura de todo.

¿Quién eres? — Preguntó pero hubo respuesta, aunque se escuchó el choque de una piedra con el ventanal

Se acercó a el y logró divisar una figura femenina.

Vine por tí, mi salvación esta en tus manos, bastardo sin amor —. De nuevo la escuchó —. Sígueme ¿qué esperas? Los búhos no están todo el día, nunca lo están. ¿Acaso el ratón a punto de ser atrapado piensa en segundas oportunidades mágicas? ¿Los gatos tendrán compasión hacia un alma sin vida? — Intentó analizar lo que decía la jóven en su cabeza, aunque eso le extrañaba más que de la razón de que hablará de esa forma.

¿Quieres que te siga o no? — Es lo único claro que entendía.

Cerebro le falta a tu corona sin joyas, preparar un pastel debemos, pero ni ingredientes para convivir con salvajes tienes. La luz de la luna real debe decirte algo, pero solo piensas en bañarte sin agua y jabón —. La chica se iba alejando, con su voz de decepción toral ante las pocas acciones del príncipe.

No sé que dices, pero espérame —. Terminó de decir para correr a su cuarto, aún sin olvidar una joya de su madre que según sus recuerdos era la adulta que más amaba —. Un recuerdo para mí —. Corrió a su habitación, sorpresivamente no se encontró ningún guardia.

Como si algo los hubiera desaparecido en ese corto momento de su escape.

Al llegar con la joven logró observar que vestía una capucha larga.

Príncipe traicionero, la corona te representa, pero ni una gota de sangre derramas por ella, maldito seas y el día que nuestras vidas ahora controlas y controlaras. El sol saldrá y ella se irá, así que correr como yegua debemos haber nacido ahora —. Caminaron un poco, viendo como dos potros los esperaban —. ¿Ser libre y valiente? ¿O ahogarse en un vaso de lágrimas y fuego?-

Solo recordemos esa noche, a un príncipe subirse a su caballo blanco. Harto de la vida en el palacio.

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