parte única
Sentado en un banco en la estación de trenes del pueblo de su ahora exnovia, con la cabeza entre las manos y las lágrimas empapándole el rostro, Cyno se preguntaba en qué momento de su vida se había arruinado todo. Tal vez todo comenzó el día que Tighnari se mudó a la ciudad de Avidya. Fue como si, a pesar de todas las dificultades que lo habían atormentado, de repente descubriera que realmente no había sido más que un niño sentado cómodamente en una mesa donde descansaban mil manjares dispuestos por otra persona, y de repente, este individuo se había disipado y ahora era él el encargado de levantarse para ir a por más.
Fue entonces, cuando tuvo que despedirse de Tighnari frente a su antigua casa, con lágrimas en los ojos y saboreando el amargo sabor de la dulce promesa que hicieron de mantenerse en contacto al besar sus labios, que su mundo se derrumbó en mil pedazos. Toda la suerte pareció agotársele, y empezaron a ocurrir desgracias unas de otras. Amistades que tuvieron desenlaces espantosos, problemas familiares que desembocaron en separaciones, muertes de personas a las que quería, y también el término de su relación al no ser su novio capaz de soportar vivir lejos de su pareja. Fueron años duros. Desarrolló muchos problemas con los que fue muy complicado lidiar, y muchas veces llegó a pensar en rendirse.
Sin embargo, su segundo año de universidad le trajo felicidades que intentaron cubrir la oscuridad de su pasado. Conoció a nuevas personas, y aunque algunas llegaron a darle problemas, acabaron desapareciendo rápido de su vida. Logró encontrar un apartamento en el que vivir, para así no tener que pasar tanto tiempo con su madre, y se mudó junto a este chico, Sethos, con el que estableció una "amistad" un tanto extraña. También llegaron Dehya y Nilou a su vida, mujeres a las que adoraba con todo su corazón y por las que daría la vida.
Decía eso, pero acababa de romperle el corazón a Nilou de una forma cruel y deplorable, y se sentía el hombre más repulsivo del mundo por haberla hecho llorar.
Faltaban pocas semanas para su primer aniversario, y la pelirroja había estado una temporada de muy buen humor gracias a esto. El ambiente primaveral la hacía, además, mucho más etérea de lo que ya era antes, encendiendo el fuego de su cabello y esclareciendo el manantial de sus luceros, por cuya superficie flotaban los vestigios del sol. Su simple presencia transmitía una calma profunda y una felicidad inconmensurable. Muchos la anhelaban, y por eso envidiaban y celaban a Cyno. Él era un joven atento y muy bueno con la joven, pero había individuos que no lo creían suficiente.
Y Cyno sabía que tenían razón. Porque, aunque él amaba a Nilou, su corazón era incapaz de olvidar a su primer amor. El rojo era deslumbrante y hermoso, pero él prefería los colores fríos. Sus luceros eran encantadores y tan tranquilos como aguas vírgenes, pero él prefería el caos de unos orbes inconfundibles. Ella era simpática y cautivadora, una mujer que siempre tenía en consideración a los demás y era detallista y afable, pero él prefería a aquel despistado que a veces lanzaba dardos envenenados al hablar, para después ahogarlo en el cariño más apasionado y la lujuria más dulce.
Aunque él amaba a Nilou, había gemido el nombre de Tighnari mientras estaba con ella. Y no había humillación más profunda para una mujer amada, ni una vergüenza más grande para un hombre que intentaba pasar página y olvidar aquel amor que lo había empujado a la adultez.
La conversación que habían tenido seguía reproduciéndose una y otra vez en su cabeza. Recordaba a la perfección la voz rota de Nilou, cómo las lágrimas perlaban aquel rostro que le había sido prohibido a sus labios, cómo sus movimientos eran torpes y sus expresiones estaban llenas de dolor. Él había tenido que sentarse frente a ella, con la ropa puesta otra vez y con la mirada culpable fija en el suelo, para explicarle quién era ese tal "Tighnari" y por qué había pensado en él mientras hacía el amor con ella. Fueron unos minutos de tensión, donde la verdad fue revelada: Cyno nunca había sentido por Nilou lo que ella había sentido por él, y sentía una pena profunda por ello. Él quería amarla y ser feliz junto a ella, ¡por eso habían empezado a salir!
Cyno sabía que Nilou le hubiera podido traer la felicidad que tanto añoraba. Pero acostumbrarse a una persona a la que quieres, pero no anhelas, es complicado. A veces se descubría a sí mismo pensando en Tighnari, en cómo se balanceaba al andar, en cómo le sonreía cada vez que lo veía después de clases, en cómo lo besaba cuando estaban a solas en su habitación, en cómo lo abrazaba cuando hacían el amor, porque le daba miedo sentirse solo incluso cuando eran prácticamente uno.
Durante su niñez había sido buenos amigos. Crecieron más juntos que otros niños porque eran vecinos, y sus padres eran buenos amigos que querían que sus hijos se llevaran bien. De vez en cuando iban a un parque cercano a jugar, en otras ocasiones se quedaban en alguna de las dos casas y se encerraban en las habitaciones para hablar sobre sus intereses o jugar a videojuegos. A veces también conseguían convencer a sus padres para que los dejasen estudiar juntos, y como era obvio, siempre hacían cualquier cosa con tal de no estudiar. Cuando tenían suerte, podían quedarse a dormir juntos y acababan trasnochando viendo alguna película y charlando sobre sus vidas.
Llegada la pubertad, empezaron a notar aquellos cambios ineludibles que suelen destrozar amistades y cambiar vidas de forma drástica. Les empezó a cambiar la voz, experimentaron también cambios en sus personalidades, y poco a poco fueron dejando atrás la tierna infancia que tanto adoraron.
Pero esto no fue capaz de separarlos. Mientras todos los niños hablaban sobre otras niñas, ellos intercambiaban miradas y se encogían de hombros. Cuando alguno empezaba a juntarse mucho con alguna chica, el otro empezaba a sentirse incómodo y hacía lo posible con tal de alejarla de su amigo.
Tuvieron alguna pelea, pero sus enfados nunca duraron más de una semana. Al final siempre acababan en la habitación de Tighnari, jugando a cualquier videojuego, mientras hablaban sobre lo estúpidos que habían sido. Siempre defendían la idea de que, aunque podían tener otros grupos de amigos, ellos siempre serían ellos y nada ni nadie serían capaces de separarlos. Su amistad sobrepasaría cualquier dificultad.
Fue durante una de sus recurrentes fiestas de pijamas cuando la verdad les fue revelada. Tal vez su amistad era tan fuerte porque estaba transformándose en algo más. Algo que los había empujado a hacer algo que nunca habían hecho con nadie más y que estaba solo reservado para los chicos que se enamoraban de las chicas: se habían besado. Ninguno sabía cómo había ocurrido, pero sí sabían que algo nuevo acababa de nacer entre ellos.
Tumbados sobre la cama de Cyno, con los rostros ocultos tras las manos, los chicos comprendieron que eran más que amigos. Y fue algo muy difícil de aceptar.
Al principio no eran capaces ni de mirarse a la cara en público. Sus amigos del instituto pensaban que se habían peleado y los profesores se lamentaban al ver cómo unos amigos tan buenos habían dejado de hablarse de repente. A veces intercambiaban miradas esporádicas, pero las apartaban rápidamente por el temor a ser descubiertos.
Por las tardes se encontraban y volvían a ser ellos mismos. Eran unos buenos amigos que jugaban, charlaban con sus padres y salían de vez en cuando a dar paseos. Pero en cuanto se encerraban en la habitación de alguno de los dos, dejaban de ser amigos, y se besaban y se abrazaban. Era un amor candoroso e inocente, característico de aquellos que estaban dando sus verdaderos primeros pasos en la vida. Querían descubrir y experimentar cosas nuevas, y el amor era una de ellas.
Pasado un tiempo fue necesario hablar de esto con sus padres. Los dos se armaron de valor y, por separado, contaron todo y lloraron en brazos de los adultos, escuchando sus palabras amables mientras el miedo todavía los atormentaba. Era difícil aceptar, a tan temprana edad, que no eras como el resto de niños. Pero en un ambiente en el que se sentían cómodos, ambos podrían ir aceptándolo poco a poco.
Tenían quince años cuando el resto del mundo los descubrió. Fue duro, pero nada importaba mientras estuvieran juntos. Perdieron amistades y los rumores se esparcieron, pero al mismo tiempo, ganaron amistades nuevas y crearon un círculo en el que se sentían cómodos y queridos. Nunca los acosaron, y con el tiempo, la gente los olvidó por completo.
En esa época, surgió "4ggravate", el grupo que los acompañaría hasta el presente. Kaveh y Alhaitham eran conocidos en todo el instituto por ser un dúo totalmente inesperado del que la gente sospechaba. Aparentemente, simplemente eran unos amigos con una relación inestable. Pero muchos pensaban que había algo más. Algo que solo ellos conocían... Y sus dos amigos también.
Los chicos solían ir juntos a citas dobles y pasaban mañanas y tardes juntos. Cuando alguno tenía un problema con su pareja, siempre iba a preguntar a la otra pareja para pedir consejos. Para ellos, no había grupo mejor que 4ggravate, y no hubo pelea que los separase.
Todo era perfecto. Sus familias los apoyaban, tenían buenos amigos y se amaban más que a nada en el mundo. A los diecisiete años, agitados por la idea de la adultez, los jóvenes decidieron dar un paso más y adentrarse en los placeres carnales, el amor más vulgar, pero al mismo tiempo puro. No lo pensaron mucho antes de quitarse las ropas y enredar las extremidades, mientras las lenguas danzaban al compás y el calor aumentaba poco a poco. Se despojaron de toda vergüenza y se ofrecieron, en la torpeza de la primera vez, todo lo que tenían para dar. No quedó rincón sin explorar, y ambos quedaron satisfechos al final. Cayeron en la cama en silencio antes de echarse a reír, presos de la vergüenza al pensar en lo que acababan de hacer. Hacía tan solo unos años, no eran más que unos niños avergonzados por un primer beso, y ahora no eran más que unos jóvenes adultos que habían hecho el amor por primera vez.
─¿Recuerdas aquella vez que nos besamos y acabamos tirados en tu cama sin decir nada? ─le había dicho Tighnari mientras se acurrucaba en su pecho, con una sonrisa en el rostro─. Quién les hubiera dicho que en tan solo unos años acabarían así...
─Menos mal que no había forma de que lo supieran. Se habrían espantado ─se rio Cyno. Con una mano rodeó la cintura de su novio y le besó la frente─. Deberíamos darnos una ducha. Hemos dejado todo hecho un desastre... Como mis padres nos pillen...
─No pasa nada. Además, ¿no volvían mañana al mediodía? ─preguntó mientras se sentaba a horcajadas sobre él. Cyno lo contempló, maravillado, antes de responder.
─Sí... Pero me da miedo, porque a veces dicen esas cosas y al final llegan antes ─apoyó una mano en la cadera de su novio y acarició la tersa piel─. Como nos pillen haciendo esto nos van a matar.
─Que nos maten, entonces. Yo sigo teniendo energía y la noche es joven. Vamos a disfrutarla como es debido.
Y Cyno no pudo negarse.
Esa noche, su relación cambió de forma definitiva. Ya no eran unos niños enamorados en la inocencia, sino dos jóvenes que se amaban de la forma más celestial y la más terrenal al mismo tiempo; o tal vez eran lo carnal y lo sentimental exactamente lo mismo y simplemente se amaban, sin más. A veces se besaban y abrazaban como antaño, y otras veces enredaban sus lenguas y se abrazaban con los cuerpos cubiertos en sudor y las mentes nubladas por la excitación. La primera no era muestra de amor mayor que la segunda, y viceversa. Simplemente eran dos formas distintas formas de amar que confluían y formaban parte de un todo.
Pero pronto, este todo se vio amenazado por algo nuevo que ninguno deseaba: la mudanza. Era una cálida tarde estival, y ambos estaban de viaje en un pueblo costero cercano a la ciudad de Sumeru. Ya eran mayores de edad y querían disfrutar de aquel último verano antes de convertirse en universitarios. Un cambio tan brusco era aterrador, y los jóvenes deseaban tener algo de paz antes de afrontarse a la realidad.
La quinta noche fue la primera que pasaron en el apartamento en vez de estar fuera, y esa misma noche hicieron el amor varias veces. Había algunas cosas que querían probar, así que aprovecharon la privacidad ofrecida por el viaje para hacerlo. Cuando ya estaban duchados y a nada de dormir, el móvil de Tighnari empezó a sonar y tuvo que levantarse.
─¿Mamá? ¿Qué quieres a estas horas? ─preguntó algo molesto, porque la mujer lo había interrumpido justo cuando estaba a punto de acostarse junto a su novio. Cyno se sentó en la cama y lo miró en silencio, algo preocupado por esa repentina llamada.
Cuando Tighnari calló y su madre habló, el peliblanco lo vio tensarse. Algo preocupado, se acercó a él y apoyó ambas manos en sus hombros para transmitirle su apoyo.
─¿Cuándo?
El ambiente cambió de repente, y Cyno tuvo un mal presentimiento. Escuchó la voz de la mujer salir del móvil:
─A mediados de agosto. Así que deberías ir aprovechando este tiempo para estar con tu novio. No creo que puedas verlo mucho después.
─¡Mamá! ¡Lo que no entiendo es por qué me obligas a esto! ¡Puedo irme a vivir con cualquiera y seguir aquí...!
─Soy tu madre, Tighnari, y aunque ya tengas dieciocho años, me da miedo dejarte aquí, solo. Esto es mucho más complicado de lo que te imaginas, cariño. Nada en este mundo es simple.
─Te odio.
─Dejarás de hacerlo cuando me entiendas.
Y colgó, dejando a dos jóvenes con el corazón roto y los rostros empapados en lágrimas.
─Te amaré aunque no estés cerca de mí. Puedo hacerlo... Y podemos viajar para vernos. No es que te vayas a otro país. Podemos vernos durante los festivos y pasar las vacaciones juntos.
Tighnari sollozaba, y a Cyno le rompía el corazón: ─No va a ser fácil, Cyno.
─Lo sé. Pero podremos superar esto ─Cyno se aferró a su novio como si su vida dependiera de ello─. Juntos, podremos.
Cada día que pasaron juntos fue triste. Intentaban divertirse todo lo posible, pero al final del día siempre acababan encerrados en la habitación de Cyno. Se abrazaban durante horas, y conversaban en voz baja, para que ni el mundo ni la luna pudieran escucharlos. Cuando hacían el amor, Tighnari abrazaba a Cyno con tanta fuerza que el peliblanco a veces se echaba a reír y le preguntaba si temía que desapareciera de repente mientras estaban en el acto. Su novio reía un poco antes de echarse a llorar, así que había ocasiones en las que ni siquiera podían terminar.
Cuando llegó el día indicado, los dos lloraron a mares. Estuvieron juntos todo el día, y llegado el momento de la despedida, se besaron una última vez antes de hundirse en los brazos del otro.
─Nos mantendremos en contacto sin importar qué, ¿verdad? ─le preguntó Tighnari, con la cabeza hundida en su pecho. Cyno se separó de él y le sujetó el rostro con ambas manos.
─No te dejaré tranquilo.
Tighnari sonrió con tristeza: ─Me da miedo que algún día ten canses de esto.
─Puedo aguantar lo que sea por ti. Siempre te amé, te amo, y siempre te amaré. No puedo simplemente dejarte después de todo... Simplemente eres el amor de mi vida. No habrá nunca nadie como tú.
─Eres un exagerado. Ningún amor dura para siempre.
─Sí es posible cuando te han hechizado ─bromeó mientras le besaba los labios─, no te canses tú de mí, amor mío.
─¿Cómo podría cansarme yo de ti, si eres mi todo?
Y es cierto que nunca se cansó de él, pero amar a alguien a quien apenas puedes ver es duro. Ambos sufrían cada día que pasaban lejos, y era muy complicado que pudieran coincidir para verse, especialmente cuando la familia de Cyno empezó a atravesar una época dura.
Tighnari se sentía culpable porque no podía estar ahí para su novio, y entendía que necesitaba a alguien que pudiera darle lo que él no podía desde Avidya. Así que, tras dudarlo mucho tiempo, decidió poner fin a aquella relación que tanto amaba, dejando a ambos con un sentimiento muy desagradable en el pecho del que no podían liberarse. Se amaban, se amaban tanto que no podían aceptar lo que estaba pasando.
Así que Cyno intentó buscar la felicidad que el mundo le había arrebatado en otra persona. Pero nadie sería jamás como Tighnari. Sus propias palabras lo perseguían como una maldición.
Nunca podría amar a alguien como había amado Tighnari. Y estaba condenado a hacerle daño a todos, como le había hecho a Nilou.
─Soy horrible...
Se secó las lágrimas con las manos y alzó la mirada. Escuchó la voz que anunciaba la llegada de su tren, así que se levantó y se preparó para subir lo más rápido posible. Pero de entre la multitud le llegó una voz que detuvo todos sus movimientos.
─¡Oh! ¡Cyno!
Los hombros se le tensaron y se giró lenta, pero muy lentamente, hacia la derecha. Vio al dueño de la voz acercándose a él dando trompicones, con una gran sonrisa en el rostro y las mejillas coloreadas de rojo.
Estaba mucho más hermoso de lo que recordaba. La luna arrojaba su débil luz sobre su preciosa figura, de luceros como soles y labios carmesí que exhalaban hálitos embriagados. Las mejillas encendidas acompañaban al verde de sus mechas, que se entremezclaba con el bruno que acariciaba su cuello de cristal. La piel seguía pareciendo tan suave como antaño, pero Cyno temió acariciarla al no ser ya el novio que Tighnari solía amar con todo su corazón.
─¿Qué haces aquí, Tighnari...? ─sus soles volvieron a encenderse al escuchar su nombre siendo dicho por su amado. Cegado por su ebriedad, el joven se lanzó a los brazos de su exnovio y le dijo, entre risas.
─¡Te he estado buscando como un loco durante una semana! Maldito, no dabas señales de vida y yo quería darte una sorpresa... Pero en tu casa ya no vive tu familia, y no he podido encontrar a tus padres en ningún lado ─suspiró el ángel que se escondía en su pecho─. Precisamente hoy he estado con Kaveh y Alhaitham, y me han contado que estabas casi desaparecido... Pero Kaveh me había prometido que iba a descubrir dónde estabas viviendo, porque aunque ya no os habléis, ellos siguen siendo tus mejores amigos y saben que los quieres. Después, nos pusimos a beber y a beber, y he acabado más borracho que una cuba... Apenas me puedo mantener en pie.
─Joder... Tighnari, el tren ha llegado ya y yo tengo que marcharme. ¿Sabes regresar a tu alojamiento? ¿Es este el tren al que tienes que subirte?
Su ex le sonrió y negó con la cabeza: ─¡No tengo ni idea! Estoy bastante borracho... ¿Podrías cuidar de mí? Ni siquiera recuerdo dónde está mi hogar...
─Menos mal que te has encontrado conmigo y no con un rarito... ─Cyno le pasó el brazo por la espalda y le sujetó el hombro que quedaba en el lado contrario─. Te llevaré a mi casa, ¿vale?
Tighnari asintió con su cabeza, distraídamente. El peliblanco suspiró y entró al tren, en el que, para su suerte, quedaban algunos asientos libres. Condujo a su ex hasta unos asientos de dos y lo obligó a sentarse en el lado de la ventana, para no dejarlo expuesto a las personas que cruzaban por el pasillo.
La tristeza se había disipado ligeramente, y ahora sentía mucha curiosidad porque ni siquiera se había enterado de que Tighnari había vuelto a la ciudad. ¿Acaso se había mudado otra vez? ¿Y por qué lo había buscado precisamente a él? Lo normal es que hubiera pasado página.
A pesar de querer preguntar, Cyno calló. Porque comprendía que conversar con su ex borracho en un tren no era la mejor idea del mundo.
─Ah, qué aburrido te has vuelto. Pensaba que me ibas a acribillar a preguntas, pero estás tan callado... ¿Acaso no me has echado de menos? Yo te he llorado tanto que con mis lágrimas podría llenarse todo un mar. No he podido abrazar ni besar a ningún otro hombre, e incluso cuando me iba de fiesta para olvidarte, no podía acostarme con nadie. Eras tú el único...
─Estamos en público, Tighnari, y ese es un tema serio. Espérate hasta llegar a mi apartamento.
Tighnari hizo un puchero y lo miró en silencio, pero Cyno no se molestó en mirarlo. Soltando un suspiro, se encogió en su lugar y apoyó la cabeza en el hombro de su exnovio.
─¿Puedes darme la mano, aunque sea? Por los viejos tiempos.
El peliblanco dudó antes de darle la mano. Tighnari entrelazó sus dedos, y Cyno comprendió que ya no podría volver a escapar de él nunca más.
─Te he echado de menos.
A Cyno se le encogió el corazón. Acababa de cortar con Nilou, pero ahora no podía pensar en otra cosa que no fuese el joven que se había quedado dormido sobre su hombro.
El tren iba casi vacío cuando llegó a su parada. Cyno sacudió a Tighnari para despertarlo, y los dos se apearon dados de la mano. Caminaron en silencio y atravesaron largas calles, acompañados por el murmullo de los coches en la lejanía. En ocasiones, algún coche los acompañaba durante un ínfimo segundo antes de desaparecer en la lejana oscuridad del velo nocturno, allí donde ni siquiera las luces artificiales lo acompañarían.
─Cyno... ¿No vas a hablarme? ─se quejó su exnovio.
─¿Qué pretendes que te pregunte, cuando estás tan borracho?
─Pues es el momento perfecto. Es ahora cuando puedes obtener toda la información que desees. No sé si sobrio...
─Lo harás. O nunca podremos arreglar nada ─lo interrumpió─, y lo sabes mejor que nadie.
El peliblanco giró una esquina bruscamente, pero Tighnari pudo adaptarse rápidamente y se ahorró un tropiezo. Pronto llegaron al edificio de Cyno, donde tuvieron que subir muchas escaleras antes de finalmente alcanzar su piso. Sus manos se alejaron lentamente, como si ninguno realmente deseara separarse, y el dueño del departamento sacó las llaves para abrir la puerta.
─Pasa. Creo que mi compañero de piso no está, porque se había ido de fiesta con su novio, pero no te asustes si te encuentras a dos raritos por ahí.
─Más se va a asustar tu compañero de piso si te ve con su ex ─bromeó Tighnari mientras entraba en el piso. El peliblanco suspiró y cerró la puerta tras él.
─¡Sethos, ya estoy en casa! ─al no obtener respuesta, fue a la habitación de su compañero para asegurarse de que realmente no se encontraba ahí.
Cuando comprobó que no había nadie, regresó a la sala de estar, encontrándose a su ex apoyado sobre la pared, con la vista fija en el suelo y las manos unidas tímidamente tras su espalda. A pesar de estar borracho, seguía siendo respetuoso cuando se encontraba en una casa ajena, detalle que hizo sonreír a Cyno.
Ahora que lo veía mejor, bajo la luz artificial del salón, podía apreciar la tristeza que abundaba en sus hermosos y caóticos ojos. Parecía algo perdido, mirando hacia la cocina pero no viendo nada. Estaba en territorio desconocido, en un piso que no era la casa en la que Cyno había vivido toda su vida.
─Ven conmigo. Debes de tener sueño.
Tighnari lo miró en silencio durante varios segundos. Ahora que estaban completamente a solas, la situación había cambiado.
─Lo siento, Cyno.
El peliblanco apretó los labios.
─Estas ebrio, Tighnari. No es el momento más adecuado para hablar sobre esto.
─¿Y cuándo va a serlo? ¿Mañana, cuando vuelva tu compañero y ya no estemos a solas? ¿Mañana, cuando yo tenga una resaca horrible y me digas que no el momento de hablar? ─el joven se alejó de la pared y se acercó a él dando zancadas─. Seguro que me pondrás alguna otra excusa. ¿Te crees que no te conozco? Siempre que discutíamos, me evadías con alguna excusa. Y esperabas a que la situación se enfriase un poco para hablar. Pero esta vez es distinto, Cyno. Lo único que te pido es que me escuches, por favor ─le rogó. El peliblanco lo contempló en silencio antes de darle la mano.
─Acuéstate antes, ¿vale? Voy a darte algo para que bebas y te relajes un poco. Háblame entonces... Pero no llores, por favor. Todo menos eso.
─¿Dónde está tu habitación?
─¿No vas a querer ducharte?
─¿Dónde está tu habitación? ─volvió a preguntar.
Cyno señaló el pequeño pasillo que había tras él: ─Última puerta, a la izquierda. Ahora iré... Puedes inspeccionarla si deseas. Y puedes acostarte en mi cama. No te preocupes por nada.
Tighnari le dedicó una mirada repleta de recelo antes de dirigirse al lugar indicado. El peliblanco dejó escapar el aire que había estado conteniendo y se echó el flequillo hacia atrás. Tenía tanto miedo... No sabía cómo iba a terminar todo esto.
Se dirigió a la cocina a paso lento, pensando en lo culpable que se sentía por el daño que le había hecho a Nilou, pero lo feliz que se sentía al tener a Tighnari cerca otra vez. Era realmente horrible.
Con esto en mente, buscó algo para Tighnari, pero no podía pensar en nada para darle. No conocía a su ex estando borracho, así que temía que algo pudiera sentarle mal. Al final, terminó llevándole un vaso de agua, porque en algún momento se había quejado de su sed.
Entró en su habitación y se lo encontró mirando el escritorio, donde tenía una foto junto a Nilou.
─¿Es tu novia? ─le preguntó, sin despegar su mirada de la foto.
─¿Por qué te interesa eso? ¿Acaso quieres volver conmigo? ─el peliblanco se acercó a él y le tendió el vaso de agua─. Es mi ex. Precisamente hoy hemos cortado.
─Así que tú ya has pasado página ─Tighnari se bebió el agua de un solo trago, todavía sin mirar a Cyno─. Es bonita, y parece muy amable. ¿Por qué habéis cortado?
El peliblanco se rio amargamente.
─Porque la he llamado por tu nombre.
Una fría brisa sacudió las cortinas que cubrían la ventana, dejando que la luz de la luna se filtrase en la habitación iluminada. Los jóvenes callaron durante largo rato, sin atreverse a decir nada más. Cyno miraba a Tighnari en silencio, mientras a este le temblaban las manos.
─Cuando corté contigo, no lo pasé bien. Durante varias semanas, le di vueltas al asunto y pensé en lo dañino que era para nosotros estar juntos cuando vivíamos lejos. Quería lo mejor para ti, así que pensé que tal vez debía dejarte ir. No quería que te sintieras atado a mí. Temía que estuvieras agotado de esa situación. Porque me llamabas llorando cada vez que algo malo pasaba, y lo único que yo podía hacer era escucharte desde mi habitación. No podía abandonar todo y volver contigo. Porque estaba lejos de ti. Así que hice aquello que no deseaba y te dejé ─Tighnari se dirigió a la cama de Cyno y tomó asiento en el borde. El peliblanco no se movió de su lugar, y decidió escuchar atentamente todo lo que Tighnari tuviera para decir─. Lo pasé muy mal. Y sabía que tú también sufrirías. Pero esperaba que un día fueras capaz de dejarme atrás, y de la misma forma, esperaba poder olvidarte yo también. Pero no podía, Cyno. Cada vez que abrazaba a otros hombres, o cada vez que los besaba, imaginaba que eran tú. Intentaba encontrar en ellos tu personalidad, a veces un físico similar. Intenté acostarme con otros hombres, pero a todos los llamaba por tu nombre. Lo único que quería era recuperar aquellos días en los que estábamos juntos y éramos felices.
Si había algo en el mundo que Cyno no era capaz de soportar, esa cosa era ver a Tighnari llorando. Cuando eran niños, el peliblanco solía echarse a llorar también, aunque al crecer eso cambió y su corazón simplemente se encogía mientras lo sostenía entre sus brazos. Sin embargo, en esta ocasión, incluso siendo ya un adulto, las lágrimas hicieron escocer sus ojos.
─Porque yo deseaba casarme contigo y pasar mi vida junto a ti. Pero nos separaron, y todo cambió. No podíamos estar juntos porque estábamos separados. Y algún día, nos acabaríamos cansando de esa situación. Y yo no quería ver cómo perdías tu interés por mí... Así que preferí detenerte cuando la llama de tu amor todavía ardía. Preferí hacerte daño porque soy egoísta, Cyno. Y lo siento tanto... Lo siento, de verdad.
El peliblanco se acercó a él y lo envolvió en sus brazos. Le daba vergüenza que su ex lo viera llorando, y Tighnari era consciente de esto.
─¿No vas a decir nada...?
─¿Qué quieres que te diga? Sí, eres un capullo, un cabrón y un egoísta de mierda, pero te sigo amando. Te quiero, y entiendo todo lo que hiciste. Así que te lo perdono... Te perdono todas esas noches que me dejaste llorando, todos los días que me dejaste pensando en ti y esa pareja que no funcionó porque la llamé por tu nombre. Te perdono, porque sigues siendo mi Tighnari aunque ya no seas mío, y yo sigo siendo tuyo aunque tú no lo consideres así.
Cyno acostó a Tighnari sobre su cama, y se mantuvo por encima de él, con una mano apoyada en su cabeza.
─Nunca he dejado de ser tuyo, Cyno. Y tú nunca has dejado de ser mío. Porque los dos seguíamos buscándonos incluso cuando todo había terminado, y eso ya dice mucho.
─¿Qué va a ser de nosotros a partir de ahora, Nari? ─una lágrima cayó sobre el rostro de su amado. Tighnari sonrió y se aferró a su cuello.
─No sé, Cyno. Pero besémonos, porque la noche es joven y yo me siento muy solo. Dejemos los problemas para el futuro.
─Estás borracho, Tighnari. Aunque se nota que estás mejor, y eres consciente de lo que haces... No puedo aprovecharme de ti.
─¿No estás ebrio tú también? La nostalgia te ha embriagado, lo noto en tu tono de voz. Ambos estamos en una situación similar... Así que fúndete conmigo, aunque solo puedas entregarme tus labios, y bésame hasta que se me olviden todos estos años que hemos estado separados ─con ambas manos, Tighnari condujo la mano derecha de su amado hacia su pecho.
Cyno se estremeció. El pecho de su amado ardía más que el propio sol, y sabía que una vez sintiese su corazón, la llama prendería fuego a su propio cuerpo. Se sentía como dentro de un sueño, y toda la situación lo estaba embriagando como si hubiera pasado horas y horas bebiendo alcohol. Las mejillas de Tighnari estaban encendidas y los ojos se le habían oscurecido por el deseo. Al mirarlo, parecía leer todos sus pensamientos, y eso solo hacía que su vergüenza aumentase.
─No, Tighnari... No puedo.
─Solo quiero que me beses, Cyno. Han pasado años desde la última vez... ─el peliblanco retiró su mano del pecho de Tighnari y se inclinó para besar su frente.
─Mañana, cuando estés completamente sobrio. Pero no puedo hacerte esto, sería como aprovecharme de ti...
─Eres tan tonto ─el joven suspiró─, al menos, acompáñame esta noche. Sí puedes dormir conmigo, ¿no? No creo que un abrazo sea aprovecharte de este pobre borracho.
─Como usted desee ─Cyno quitó su mano de debajo de su cabeza y se acostó junto a él─. Duerme, porque temo que mañana tendrás una resaca horrible.
─Ni lo menciones ─Tighnari se acurrucó para hacer la cucharita con su ex. El peliblanco sonrió y decidió concederle su deseo, porque lo amaba tanto como lo anhelaba─. Buenas noches, Cyno.
─Buenas noches, Nari ─susurró mientras le besaba la cabeza.
♡
Tighnari se despertó al amanecer con un dolor de cabeza horrible y solo en la cama. Se incorporó algo desorientado, cuando todos los recuerdos de la noche anterior lo golpearon, coloreándole las mejillas de rojo. Aunque sí es cierto que no recordaba muy bien lo que había pasado en la estación, todo lo que pasó después sí permanecía intacto. Su conversación con Cyno, cómo este se había negado a besarlo... ¡Qué vergüenza! ¡Qué atrevido se volvía cuando bebía alcohol!
─Ah, Tighnari, ¿ya has despertado? Precisamente venía yo a despertarte... Te he preparado el desayuno. Imaginaba que tendrías una resaca horrible, así que quería hacerlo yo ─al verlo acercarse, Tighnari desvió la mirada, avergonzado.
─Lo siento por lo de anoche... Sé que no me comporté adecuadamente. Te prometo que en cuanto desayune, me iré y te dejaré tranquilo.
Cyno se inclinó hacia delante y plantó un beso en sus labios.
─¿Estás seguro que no quieres quedarte hoy? Mi compañero de piso no vuelve hasta esta noche, y creo que tenemos muchas cosas de las que hablar.
Tighnari lo miró con los ojos bien abiertos, y cuando intentó hablar, ni una sola palabra salió de su boca. El peliblanco lo miraba con una sonrisa que le estaba derritiendo el corazón, y se sentía tan débil que sospechó que sus piernas le fallarían al intentar levantarse.
─¿Puedes besarme otra vez?
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