Capítulo 4
Un cuerpo saludable y fuerte se construye con tiempo, esfuerzo y dedicación, añadiendo una buena alimentación para poder reconstruir los músculos destrozados con las proteínas necesarias para fortalecer dicho cuerpo, para volverlo mucho mejor de lo que es. Para ello, a parte de la alimentación, el ejercicio es fundamental para mejorar los músculos en todo el cuerpo, para volver dicho cuerpo en un arma letal que ayude al individuo a defenderse.
Toji Fushiguro había conseguido su cuerpo a base de un entrenamiento constante desde la infancia, siendo impartido por su propio padre. La decisión de dejar a un lado las artes de su clan, lo ayudaron a mejorar mucho más en el aspecto físico, creando el cuerpo que a sus cuarenta años mostraba con orgullo, con una sonrisa totalmente burlesca y divertida a cualquier persona que decidiera enfrentarlo. Y ese era el objetivo que el propio Toji se había impuesto: recrear su propio cuerpo en el adolescente maldito que había caído en sus manos y convertirlo en un hechicero que dependiera completamente de su físico y no de la "magia" como habían hecho otros.
Para esta tarea, había mantenido al adolescente en riguroso régimen de entrenamiento físico durante los dos meses que lo mantuvo cautivo, custodiando el sello que mantenía a la maldición dentro del anillo y alejada completamente del chico. Y esto iba a ser así hasta que el adolescente se pusiera el anillo en uno de los dedos, no importaba cual ni en que mano se lo pusiera. Una vez lo hiciera, el ente dominaría al muchacho y él no podría volver a sellarlo.
Con dos meses, el cuerpo de Naruto no podía tomar la fuerza física del cuerpo de Toji. La construcción perfecta de los músculos llevaba su tiempo y, con un régimen intensivo, Toji había logrado que el cuerpo del chico se moviera de forma fluida, que no hubiera un retraso en sus movimientos y que ganara la fuerza suficiente como para pelear por su propia cuenta, otorgándole una fortaleza en piernas y brazos que mejorarían la esgrima del chico pasándola a un distinto nivel.
Toji había agradecido internamente que el chico supiera kendo. Aunque, debía reconocer que era extraño su comportamiento con una espada en las manos. Cuando Naruto tenía una espada, ya fuera real o de madera, su semblante, sus ojos e incluso su carácter se transformaban en uno completamente opuesto. No había nerviosismo, no había duda y mucho menos arrepentimiento. Cuando Naruto movía la espada, era como una extensión de su propio cuerpo, como un tercer brazo que seguía las ordenes de un demente. Y Toji estaba orgulloso de ese aspecto del muchacho, del depredador que había estado construyendo.
Toji debía reconocer que el chico había hecho un buen trabajo en los dos meses que habían estado alejados de la civilización. Dos meses en los que había enseñado al chico todo lo que recordaba y sabía sobre ser un hechicero, sobre su trabajo de exorcizar demonios y mantener a los civiles a salvo, alejados del peligro que eran los seres del inframundo. Aunque Toji dudaba demasiado que el chico mantuviera esto último. Cuando sacó a relucir su verdadera personalidad, demostró ser un depredador, un peleador consumado que parecía estar dispuesto a tomar una vida con su propia espada.
El chico tímido había abandonado el cuerpo del adolescente y desapareció como si fuera una simple y pequeña nube de polvo. Toji se había decidido a mantener el rosto verdadero de su estudiante en la superficie y estaba dispuesto a evitar que el chico lo volviera a esconder detrás de palabras entrecortadas, gestos tímidos y nerviosos. La actitud irritante y molesta se había convertido en una más divertida para el hechicero mayor, una con la que él podía trabajar y que le recordó a un viejo enemigo que casi lo mató.
―Entonces, ¿voy a volver a Kuoh?
Maestro y alumno estaban reunidos dentro de la pequeña cabaña. Toji no había cambiado su ropa ni su aspecto físico. Por otro lado, Naruto había ganado algo de masa muscular, había crecido varios centímetros y se había desecho del uniforme andrajoso de la academia para vestir una camisa sencilla negra y unos pantalones anchos de color caqui, con unas zapatillas chinas cubriendo sus pies, sin calcetines.
―Debes probarme que el tiempo que has pasado aquí no ha sido una pérdida de tiempo completa.
Toji no iba a llenar la cabeza de su estudiante con ideas erróneas. No iba a alabarlo por haber sido un buen estudiante o haber demostrado capacidades que le permitieron aprender algunas cosas extra. Eso solamente llenaría el ego del muchacho y ya había tenido demasiado con su propio exceso de confianza como para hacer que un adolescente siguiera completamente sus pasos.
―Comprendo...
―Preparé una mochila con algunas cosas, así como algunas armas malditas que podrían venirte bien.
Para hacer frente a demonios, ángeles y seres sobrenaturales, una espada que solo fue forjada en acero llevaría a cualquier persona a una muerte segura. Debido a ello, a lo largo de la historia se habían creado las armas sagradas y malditas que dieron una oportunidad a hechiceros y exorcistas de combatir contra los demonios o cualquier ser que intentara tomar posesión de personas incautas, ingenuas e indefensas.
Toji había creado una enorme colección de armas malditas. Su clan se había encargado de proveer de dichas armas a los hechiceros durante siglos y ahora él era el único dueño de todas ellas. Y, por supuesto, había hecho un uso excelente de cada una de ellas, aprendiendo como funcionaban y la maldición que las completaba.
―¿Armas...malditas?
Naruto parpadeó ante lo último. Había esperado que su maestro le dejara con la katana que le dio al principio, no que le diera algunas armas de la bóveda de su familia. Las armas malditas eran objetos que costaban millones, que si se vendían lo harían billonario.
―¿Qué? La katana que te di es un trozo de acero nada más. ¿Esperabas que te enviara a pelear contra demonios con un simple trozo de hacer sin valor?
Toji se consideraba así mismo como un depredador, como un luchador que pondría su propio bienestar por encima de los demás obteniendo los mejores resultados al seguir sus propias reglas; pero no era tan cruel como para enviar a un simple adolescente sin las herramientas necesarias, a una ciudad que se había convertido en el epicentro de muchos problemas sobrenaturales.
"Últimamente los casos sobrenaturales sean extendido por Kuoh. Dejar al muchacho en la ciudad sin herramientas, podría llevarlo a su propia muerte antes de lo esperado"
―Gracias, maes...
―¡No te di permiso para que me llames maestro, mocoso!
Toji era un amante de las apuestas, uno de los últimos hechiceros del mundo y un combatiente excelente sobre el terreno, siendo un estratega capaz de aprender sobre las debilidades de su adversario y explotarlas a su favor.
Naruto, por otro lado, era un amante de su propia tranquilidad, un chico maldito por un error y alguien que escondía su verdadero rostro bajo una máscara de indefensión, mostrando su yo solamente cuando poseía una espada en sus manos.
Ambos tenían disputas y eran distintos en muchos aspectos, salvo cuando peleaban contra los demás. Toji no había aceptado convertirse oficialmente en el maestro de Naruto y Naruto no estaba dispuesto a permitir que Toji olvidara que lo había entrenado por dos meses y que era un maestro para él.
―Je ¿te irritas, viejo?
―Desde que has tomado tus decisiones como un hombre, crees que puedes hablarme sin el respeto adecuado, ¿eh mocoso? ¿Voy a tener que darte una lección mayor?
La recuperación física de Naruto era asombrosa y Toji admitía que el chico se recuperaba de cualquier lesión en un tiempo récord. Cuando le partió tres costillas, en una semana ya se encontraba en condiciones óptimas para el entrenamiento, lo que hacía que los castigos que él implementara contra el chico no surtieran el efecto que deseaba. Y lo que más le gustaba a Toji era ver el sufrimiento, la desesperación de sus enemigos al no encontrar una escapatoria a la pelea.
―Si es lo que quieres.
Los ojos del hechicero mayor se movieron hacia el pendiente que adornaba la oreja izquierda de su pupilo. El pendiente tenía la forma de una cruz negra que caía grácilmente y se mecía con la cadena que lo sujetaba a la anilla cuando el chico movía la cabeza, ya fuera de forma consciente o inconsciente.
―¡Ja!―el brazo de Toji se movió y el dedo índice señaló al adolescente. Segundos después, el pequeño gesto de risa se convirtió en una carcajada gutural―. ¡Esa si que es buena, muchacho!
Naruto sabía que Toji estaba listo para recibirlo cuando fuera, en cualquier momento y lugar. Durante dos meses, Toji lo había mantenido alerta en todo momento, obligándose a mirar incluso detrás de cualquier árbol, debajo de su cama o, incluso, en su techo.
―Viejo demente...
―¿Demente? Eres poco divertido. Debes estar listo para lo que te espera allá fuera, para sobrevivir a todas las criaturas que querrán cazarte una vez te vean como una amenaza para sus vidas. Cuando los "cuervos" vena que sigues vivo, querrán matarte por haber asesinado a uno de los suyos. Los demonios te tentaran, intentaran seducirte con proposiciones demasiado atractivas que no sabrás negarte―los oscuros ojos del hechicero, miraron intensamente los de Naruto. Toji había visto caer a otros hechiceros ante las promesas de los demonios. Había visto como miembros de su propio clan eran usados como simples conejillos de indias. Se volvieron simples títeres, simples peones de aquellos que juraron eliminar―. No quiero ver como te seducen, como te convierten en un simple maniquí sin sentimientos que baile sobre sus manos. Si eso llegara a pasar, yo mismo te mataré.
Las palabras de Toji golpearon los oídos del adolescente. Fueron palabras concisas, directas, llenas de una verdad que no podría ser manchada con la mentira. Toji mataría a Naruto si este se convertía en un siervo de los demonios, en un simple peón en el tablero. Como hechicero y un cazador, Toji era el rey dentro de su propio tablero y no podía permitir ver que un chico al que él educó se convertía solo en un peón más, en un mero juguete.
El chico no respondió durante varios segundos, manteniendo el silencio. Naruto sabía que Toji no le había mentido, que aquellas palabras eran una promesa entre los dos y que se encargaría realmente de matarlo si alguna vez terminaba en las manos de un demonio. Y, de cierta forma, el Uzumaki estaba agradecido con ello. Podía contar con alguien que terminara con su sufrimiento si se convertía en un simple juguete para las criaturas que debía asesinar.
―No juegues con fuego, chico. Podrías llegar a quemarte en pocos segundos si no tienes cuidado.
―Lo tendré en cuenta, maestro.
La mente del hombre viajó al pasado, a varios años atrás en su propia historia. Aquella misma frase había salido de los labios de su único hijo, del chico que no volvió a ver después de aquella misma respuesta. La historia de su hijo terminó incluso antes de empezar, antes de iniciar su propio legado y extender su sombra sobre otros jóvenes.
―Estaré atento―Toji señaló una enorme mochila―. En esa mochila tienes todo lo necesario para no morir. Y en serio, no mueras muchacho. O yo mismo te mataré.
Kuoh; media noche
En la vieja caseta del Club del Ocultismo de la academia de Kuoh, se encontraban dos chicas, cada una sentada en un sofá distinto, una frente a la otra. La primera de ellas era una joven de cabello oscuro, corto a media melena, con las gafas sobre unos ojos de una tonalidad morada, ligeramente rasgados. La segunda de ellas, tenía una hermosa melena pelirroja que caía hasta el final de su espalda, con unos ojos verde aguamarina que parecían sacados de la misma espuma del mar.
Ambas chicas contaban con una piel clara. En el caso de la pelirroja, su piel era incluso más clara que la de su compañera, pero debido a la penumbra de la habitación, apenas se podía diferenciar la tonalidad de cada una.
―Aquello fue una masacre...Rias.
Rias Gremory era la heredera del clan Gremory del Inframundo, estudiante de tercer año de la Academia Kuoh y una demonio de sangre pura que contaba con el don del Poder de la Destrucción. Era la hermana menor del Rey Demonio Lucifer.
―No fue cosa mía, Sona. ¡Eso lo sabes!
Sona recolocó las gafas sobre su rostro empujándolas con su mano derecha. La hermana de la Rey Demonio Leviatán era la mejor amiga de Rias y lo habían sido por años. Pero como presidenta del consejo estudiantil y encargada de la protección de Kuoh, Sona dudaba mucho que pudieran mantener aquello oculto por mucho tiempo, aunque ninguna de las dos fuera la responsable.
―Esa caído fue devorada, destrozada físicamente y solo se encontraba Hyodo-san en la escena. Aunque dudo que él sea el culpable. Tengo otro en mi mente ahora mismo.
―¿Uhm? ¿Otro? Cuando llegué para reencarnar a Issei, no vi ningún rastro de combate o de la presencia de otro chico o chica. Ni siquiera había sangre de alguien más.
―Podría ser que la sangre de la caído enmascarase la del otro atacante.
Rias parpadeó, moviendo sus pestañas varias veces en el lapso de cinco segundos.
―¿Y en quien has pensado, Sona?
El brillo en los ojos de Sona se intensificó. El chico en el que ella había pensado, había estado desaparecido por los últimos dos meses y medio. Y cuando lo conoció, algo no le gustó del muchacho, le dio miedo.
―No lo conozco demasiado. Las chicas del club de kendo lo llaman "demente", un "genio de la espada" y por los vídeos que pasó Tsubaki, ese chico es realmente un monstruo cuando tiene la espada en sus manos. Y pensar que parecía un chico dócil cuando nos conocimos. Pero escondía a un monstruo.
Tras haber visto los vídeos, Sona se había preguntado un millar de veces, como el chico no mató a alguna de las miembros del club de kendo, como no las lesionó de gravedad. En cada uno de los enfrentamientos, el chico fue certero, decidido y preciso. No perdía energía con los movimientos y no dudaba de ello, como si nunca fuera a fallar en ningún momento o lugar, como si siempre fuera a acertar...y en ninguno de los vídeos lo vio fallar una sola vez.
―Si Kiba se enfrentara a él, ¿tendría alguna oportunidad?
Sona levantó la mirada. Sus ojos habían estado observando la taza de té frente a ella durante los segundos que estuvo dentro de su propia mente, recordando aquellos vídeos.
―Si Yuuto Kiba se enfrentara a ese chico, Rias, tu caballero sería enviado al otro lado en cuestión de minutos. Dudo mucho que haya visto a otro manejando una espada como este chico lo hace. Y ni siquiera pienso intervenir en alguien que lo haga enfadar.
Las palabras fueron concisas, llenas de verdad. Rias notó la seguridad en la voz de su vieja amiga y no vio el brillo de la duda en sus ojos o en su lenguaje corporal.
―¿Entonces...?
Un suspiro escapó de los labios de Sona.
―Vamos a tener que ir con pies de plomo con él, Rias. Es un chico que parece enclenque, sin fuera muscular. Pero Naruto Uzumaki, es una "bestia" cuando tiene una espada en sus manos.
*Nota de Autor: aun no se las participantes del harem, así que espero sus sugerencias.
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