Capítulo 39
La transmigración, en algunas culturas, se refiere al paso de un alma a otro cuerpo según van pasando el tiempo y las vidas, pues algunas personas creen que el alma es infinita y, por ende, debe poseer otro cuerpo para seguir existiendo y viviendo, quedando una reminiscencia del alma de otra persona en el cuerpo de un ser humano. A esto hizo referencia Sukuna cuando pronunció el nombre de Itadori al referirse a Naruto. El alma de la primera vasija del Rey de las Maldiciones, estaba presente en el cuerpo del aprendiz de Toji Fushiguro, algo que los expertos en las almas podrían haber visto o sentido y que todos los hechiceros conocían, o al menos los calificados para ello.
Este dato había sido mantenido completamente en secreto por la Sociedad de Hechiceros, quienes buscaban la paz y seguir viviendo después de la guerra, dejando a Sukuna en completo olvido junto a sus seguidores, algo que el Rey de las Maldiciones no quiso mantener y vio mucho más interesante tomar la vida del Uzumaki y volver a asesinar a Itadori, aunque fuera a través de otro cuerpo con otra cara y rostro, pero la misma presencia mediocre.
Para todo el mundo, Naruto Uzumaki había dejado el mundo de los vivos tras haber sido atacado por Ryomen Sukuna y su grupo de maldiciones de grado especial que lo servían como perros; pero la verdad es que el estudiante fue trasladado al antiguo complejo del Clan Gojo, uno de los Tres Grandes Clanes de la Hechicería junto a los Zenin y los Kamo, los dos rivales del primero, manteniendo la condición del adolescente en completo secreto, pues incluso los Ancianos creían que el chico había muerto y que Sukuna había desaparecido nuevamente.
El estado de Naruto Uzumaki había mejorado gracias a los primeros auxilios de Nobara, quien logró cerrar la herida del pecho haciendo uso de la "Técnica de Maldición Inversa", lo que desgastó a la adolescente hasta dejarla completamente agotada, pero dando la posibilidad al adolescente de vivir si se recuperaba, pues ahora todo quedaba en manos de Naruto y de la Diosa Fortuna, quien parecía estar sonriendo al chico. Al menos, Sukuna no lo había despedazado y despellejado como a Itadori hacía veinte años atrás, algo que estaba presente en las mentes de Maki y Nobara, quienes vieron el cuerpo de su amigo colgado en la cruz.
―25 de Diciembre...
Hace veinte años, cuando el Juego de Sacrificio dio inicio y Satoru Gojo fue liberado de la Prisión Confinadora, Sukuna aceptó los términos del líder de los Gojo para una pelea entre su equipo y el de los hechiceros, degenerando en una batalla el 25 de Diciembre de hace veinte años, fecha en la que Satoru perdió el combate contra el Rey de las Maldiciones cuando fue partido a la mitad por "El Corte que Corta del Mundo", el movimiento mejorado que atravesó la barrera del Hechicero más Fuerte de la era moderna. Ahora, veinte años después, Sukuna y Kenjaku querían revivir ese momento, terminar lo que empezaron y, si era posible, destruir a todos los hechiceros y todo el mundo a su paso, algo que Amaterasu les impidió revertiendo los hechos hasta cierto punto.
―Supongo que es tan egocéntrico, que le gusta repetir sus mejores momentos―murmuró Maki. La chica estaba sentada en el alfeizar de la ventana, mirando hacia los árboles que rodeaban el complejo del Clan Gojo con cierto aire pensativo―. Quiere terminar lo que empezó hace veinte años en el mismo día y, probablemente, en el mismo lugar.
―No es como que podamos detenerlo―Nobara entró a la habitación. En la habitación contigua, Xenovia había sido atendida y actualmente estaba durmiendo plácidamente, descansando y recuperándose de las heridas de causadas por la maldición de Kenjaku―. Sukuna es un bastardo...pero uno con un poder que supera a dios.
Tsuki no dijo nada ante aquella declaración, pero Maki frunció levemente el ceño ante las palabras de Nobara. Después de veinte años entrenando, preparándose para cuando volvieran a ver a Sukuna...el Rey de las Maldiciones demostró estar fuera de su alcance. Ellas no eran Satoru Gojo y no tenían la determinación de Itadori...o solo hasta cierto punto podían ser determinadas.
―¡Ah! Tampoco hay que preocuparse―pestañeó suavemente, su cabello blanco agitándose con un movimiento de su mano―. Tenemos a la heredera del Clan Gojo actualmente con nosotros. ¡Deberías dejar de fruncir el ceño, Maki!
Maki miró a la albina con cierto grado de dureza, recordando al ver su rostro la cara que tenía Satoru cuando peleó contra Sukuna: mostrando una confianza que ni siquiera ellos tenían, dando el resto de todo lo que era para detenerlo...sin lograrlo. Parecía la hija había heredado el optimismo de su padre y no estaba mostrándose desconfiada o molesta por poder ser el objetivo principal como lo fue su progenitor; porque Maki dudaba de que Kenjaku se quedara sin moverse hasta el 25 de Diciembre o incluso Mahito, el bastardo asesino de muchos de sus compañeros. Ninguno de ellos eran personas que se quedaran quietas, y era algo que ella sabía demasiado bien.
―Tienes demasiado optimismo―señaló Nobara mientras se acercaba a tomar la temperatura de Naruto. El adolescente estaba tirado en cama, hundido en el colchón, con vendas cubriendo todo su torso y ligeramente manchadas de rojo, lo que indicaba que debían ser cambiadas lo más pronto posible―. Y el optimismo fue lo que nos hizo perder la primera vez. Debemos buscar algo con lo que detener a Sukuna.
―Naruto ha sido separado de Rika al quitarle toda conexión, cosa que Mahito ha tomado muy a pecho para hacerlo con tanta premura antes de que Bigotes pudiera aprender como peleaba. Usar su técnica maldita, cambiar el alma y quitarle toda la capacidad de controlar la energía maldita, echarlo del mundo de la hechicería...eso ha sido un golpe demasiado bajo incluso para ese bastardo de Mahito―Maki apretó los labios tras mencionar el nombre de la maldición humana, sintiendo ganas de vomitar cuando simplemente pensaba en él―. Ahora Naruto es solamente un humano normal y, sin el apoyo de Rika o de ver a las maldiciones, no nos sirve de nada y no podemos entrenarlo para que tome una forma óptima en tan poco tiempo.
―Sukuna se ha encargado de quitarnos a nuestra mejor arma.
Las tres chicas movieron sus cabezas y miraron a la ventana. Apoyado en el alfeizar, justo al lado de su sobrina, Toji Fushiguro se encontraba sentado, mirando con sus oscuros ojos la figura dormida de su primer y único estudiante.
―¡Tío!
―Toji-san...
―Papaguro...digo, Fushiguro-san.
Tojo torció los labios y rio secamente ante el último apodo que le habían asignado. Ese, por supuesto, venía de la boca de la hija de Satoru Gojo, el único que era capaz de burlarse de él y seguir caminando completamente intacto.
―Es sorprendente ver como el mocoso está durmiendo tan plácidamente cuando una guerra se está armando tras la escena. Los viejos se han movido un poco, inquietos ante la fuerte presencia en Kuoh. Y eso, ha hecho que los demonios y las facciones notaran la presencia del Rey de las Maldiciones, lo que será un fastidio. Parece que, así como esos idiotas de Gremory están lidiando con sus problemas, nosotros vamos a tener que lidiar con Sukuna y Kenjaku si queremos mantener la paz.
―¿Qué es lo que está pasando en Kioto?
―¿Me ves con cara de saberlo, sobrina? No estoy ligado al Consejo de Ancianos y no estuve en la Sociedad de Hechiceros por muchos años, incluso desde antes de que nacieras. Soy un perro abandonado, por supuesto que no volverían a colocar una correa sobre mí...cuando soy un espía de su enemigo.
―¡¿?!
―No os hagáis las sorprendidas. La Sociedad de Hechiceros está en manos de Kenjaku desde hace años, desde antes de que iniciara todo esto. ¿Por qué creéis que sancionaron a las personas que intentaron rescatar a Satoru? ¿Por qué creéis que pusieron a Megumi y Yuji como traidores? Yaga murió por la mano de Gakuganji siguiendo esos principios y fue el único en seguir vivo cuando Kenjaku mató a los Ancianos, a pesar de que fueron sus títeres todos estos años. La nueva sociedad no ha cambiado de dueño. Ese cerebro de mierda sigue moviendo los hilos.
El origen de Kenjaku era completamente desconocido para todos, pero decir que era un demonio, era la mejor definición que ellos podían dar al extraño hechicero, el cual comenzó a hacerse más presente en el mundo tras tomar el control del cuerpo de Noritoshi Kamo, quien fue conocido como el "Hechicero más Malvado de la Historia", la mancha de los Tres Grandes Clanes, pero quien le dio a Kenjaku nueve posibles armas en forma de "Úteros Malditos". Aunque tres de los nueve dejaron el bando de su padre, pues Choso estaba ahora junto a la Sociedad de Hechiceros y sus dos hermanos permanecían muertos.
―Para que podamos ganar, entonces debemos de matar a Kenjaku primero y convencer al resto de hechiceros de los planes de Sukuna y del control de Kenjaku sobre los Ancianos. No podemos hacerlo nosotros solos.
―Eso es lo que diría Satoru y a la vez no―apoyó el mentón en la pierna retraída. Toji miró a la hija de Satoru y Utahime encontrando las similitudes entre ambos hechiceros. Era parecida a Satoru en su cabello y ojos, siendo una versión claramente femenina de su padre. También tenía cierto ego propio de los miembros del clan Gojo. Pero la personalidad, ligeramente más calmada de Utahime, parecía ser la que prevalecía en Tsuki Gojo, la primogénita de Satoru Gojo―. Querer matar a los Altos Mandos es una misión tan propia de los Gojo, que parece un chiste. Pero llevas razón. Los Ancianos son un laste a las puertas de una guerra y queda claro que no podemos confiar en viejos que sirven a alguien como Kenjaku, que a su vez es la perra de Sukuna. Se podría decir que nuestros líderes van a llevarnos a nuestra propia destrucción y no contamos con los miembros necesarios para luchar por nuestras propias manos.
―¿Y que vamos a hacer?―Nobara preguntó―. Tú eres el mayor de todos nosotros y el responsable de todo esto.
―¿Qué? ¿Yo? Yo ya tengo un hijo y está más loco que yo―las chicas miraron a Toji con intensidad―. ¡Vale, vale! Caray, ni que hubiera dicho que iba a rendirme y dejar que me mataran. Eso no es lo que yo haría, de todas formas, y este chico no se va a rendir. Es demasiado parecido a mí como para quedarse en cama.
―Pero no tiene energía maldita. No puede ver maldiciones y Rika le fue arrebatada.
Toji mantuvo los ojos sobre el adolescente en cama, mostrándose pensativo. Había estado trabajando con el Inframundo para esclarecer la presencia del grupo de brujos conocido como "Crow", un extraño grupo con seis miembros que había estado buscando las llaves para abrir las puertas del Purgatorio y traer a los peores demonios de su interior. Algo, por supuesto, que había evitado al encontrar él mismo una de las llaves y quedársela. Aunque esto, ni siquiera Zekram Bael lo sabía todavía.
―Supongo entonces que habéis perdido la esperanza y que Sukuna ha vuelto a ganar, ¿eh?
Los ojos azules reflejaron algo que Toji no había visto en ningún momento en su aprendiz: determinación, seguridad. Lentamente, a pesar de las protestas de Nobara, Naruto se irguió en la cama e hico crujir sus músculos cuando los tensó bajo las vendas.
―¿Naruto?
El chico no respondió, si no que miró hacia su maestro por unos segundos antes de mirar a las chicas. Le había prometido a Itadori que recuperaría a Megumi y Naruto Uzumaki nunca rompía una promesa, nunca retrocedía a su palabra. Probablemente era el más inútil de la habitación actualmente, pero nunca fue bueno en quedarse sentado sin hacer nada.
―Dentro de catorce días harás el viaje a Kioto con tus compañeros de escuela. Es el centro de toda la mitología nipona―Nobara movió su ojo hacia el adulto, mostrando horror. Naruto no tenía acceso a Maki o a energía maldita. Era una presa fácil para los seguidores de Sukuna―. Por supuesto, contando con tu enemistad con los demonios, alguien se ha ofrecido a ser tu guardaespaldas. No te preocupes. Es un hechicero de primer grado que venció por sí solo a una maldición de grado especial y a unas diez de primer grado durante el "Desfile Nocturno de los Cien Demonios". Y, por supuesto, ha querido conocer por un largo tiempo.
Aprendiz y maestro se miraron por unos segundos. Naruto notó que las palabras de su mentor escondían algo, que lo estaba enviando a Kioto por algún motivo en concreto a pesar de ser el nido de las víboras que querían verlo muerto.
―Bien, sensei. Iré a Kioto.
No importaron las protestas de las chicas. Maestro y alumno tomaron una decisión, que terminaría cambiando el futuro...para un lado o para el otro.
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